Ni estilista ni coiffeur. Peluquero.
Cuando era chico muy chico, él venía con su bicicleta y un pequeño portafolio de cuero. Mi vieja nos sentaba en la cocina y el “Baby” nos cortaba el pelo ahí. Pero esos recuerdos los tengo borrosos.
Ya después, cuando los años me dieron las primeras responsabilidades, yo agarraba la bici y me iba hacia la peluquería del Baby en la esquina de Sarmiento y Maipú. Esos sillones imperiales como sacados del museo frente a unos espejos imponentes que casi llegaban al techo. El perchero de madera…los ventiladores de techo perdidos allá, en las alturas de un cielorraso blanco, las fotos eternas de un viejo campeonato de peluqueros con su hijo como modelo, los más grandes hablando de sus cosas, y nosotros los más chicos escuchando y descubriendo ese mundo.
En los pueblos, cuando uno es chico siempre es el hijo de…. El Baby le cortaba el pelo a algún hombre del pueblo. Ellos hablaba o contaban… y siempre me presentaba igual: “¿Sabés quién es éste?, es el hijo de Palma, del Contador…”
Esa esquina es esquina de recuerdos… pasé mucho tiempo sentado esperando, y otro mucho tiempo en el sillón imperial hablando con el Baby mientras él lidiaba con mis cabellos... “Negro, tenés el mismo pelo que tu viejo y que tu abuelo”.
Hablábamos de todo, de política, de la familia, de sus hijos mayores que estaban en el extranjero a los que amaba y de los que siempre hablaba con henchido orgullo, de las domas, de esa pasión que nos unió en los 80: “Macumba”, de la vida, de aquellos todos que yo conocí en ese salón y que ya no estaban…
Me acuerdo algunas anécdotas. Nicolás Antola bromeando con el viejo cartel de Pantene, donde un modelo impecable sonreía: “Si no me dejás como él, no te pago”.
Recuerdo también al “Tuerto” Vitullo, que tenía la perfumería “El 13” ahí a media cuadra, Vitullo entraba a cada rato a hacerle algún chiste que el Baby festejaba con una carcajada desatada. En la peluquería del Baby Lombardi conocí al Negro Garibotti, que era la parábola del hijo pródigo de Gualeguay, el joven que un día partió a la gran ciudad, y volvía a su pueblo hecho toda una personalidad. Garibotti contaba anécdotas con su vozarrón de locutor nacional, de cuando ellos dos eran Boy Scout y de cuando hacían de las suyas en la Parroquia San Antonio… me gustaba escucharlos hablar de sus recuerdos, parecían dos chicos. Otro clásico de la peluquería era la vendedora de quiniela, que nunca se iba de ahí con un número sin vender.
Son postales de la ciudad que se van de a poco. Así, dejando un vacío enorme que pronto pocos recordarán. Así es la vida. Otra cosa vendrá a ocupar esa esquina… pero yo pasaré por ahí, y en los años que me quedan solo lo veré a el. Su chaquetilla impecable, sus mocasines lustrados como espejos, sus lentes dorados y su sonrisa franca y sincera como una mueca. En una mano la tijera o la navaja… y en la otra, el peine.
No voy a poder estar como hubiese querido este 15 de noviembre para acompañarlo al Cementerio. Estoy lejos. Y eso me duele. Pues un 15 de noviembre de hace 6 años, cuando salía yo de dejar a mi viejo, el estaba allí junto a la reja, me dio un abrazo y me dijo casi llorando: “Qué lástima lo del negro… fuerza pibe eh”.
Adiós Baby… ¡¡Chau hermano!!... hasta siempre.
6 comentarios:
Horacio: vivo tan encerrado en la chacra que no me enteré, hasta recién al leer tu nota, lamablemente ya se deben haber efectuado las exequias. Me hubiera gustado acompañarlo en su último paseo por la ciudad.
Desde hace casi 10 años, también era mi peluquero. Todo un señor, comos vos decís, siempre impecable, una anédocta en la boca y una mano en el corazón si no alcanzaba la guita para pagar el corte de pelo.
Lo voy a extrañar... era uno de mis amigos en Gualeguay. Me lo presentó Marcelo Valenti... otro amigo que ya partió hace tiempo e inesperadamemte hacia la casa del Padre.
Se fué un ícono de la ciudad.
¡Gracias, Cora Cané!
¡Gracias, Cora Cané!
Lo de Cora no es algo menor en el periodismo... es, sencillamente, GENIAL.
Explique Plama de "Cora" para los ignorantes... no nos deje con la verdad a medias. Gracis!
Para los más jóvenes:
Cora Cané comenzó a trabajar en el diario Clarín el día de su fundación, el 28 de agosto de 1945.
Entre los distintos apartados de esta novedosa publicación, había uno pequeño llamado Notas del Amanecer, ideado por Lizardo Zia, que pocos meses después quedó a cargo
del poeta y periodista Luis Cané.
Cuando éste enfermó, su esposa Cora, empezó a escribir esta sección. Y un mes después de su fallecimiento, Roberto Noble, director y fundador del diario, le dijo que la sección de quien era su esposo ahora le pertenecía a ella. Corría el 28 de mayo de 1957.
A partir de ahí, ese espacio mostró ciertos cambios evolutivos.
Cora comenzó a darle un toque personal, y esto fue muy fructífero ya que logró popularizarlo.
Abrió ventanas referidas a temas específicos: Oído al pasar, Lo importante, Palabra rara, Casos... Incluso introdujo pensamientos, citas, aforismos y coplas.
Colocó sus observaciones sobre aspectos de la cotidianidad argentina, “percepciones sensibles de una mujer que miraba por la ventanilla del colectivo”, como bien lo expresara Sibila Camps. Sin perder de vista el buen humor, tan importante para sobrellevar la realidad.
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