sábado, 7 de febrero de 2009

Sobre la paja en el ojo ajeno (reflexiones para la propia tropa)


No todos entramos, en la misma bolsa siempre.
Tal vez, cuando nos demos cuenta de eso, las cosas vayan mejor.
Somos muchos los que luchamos la batalla contra la desmemoria histórica de la Argentina de los años 70. Y cada uno lo hace en lo suyo. Y cada uno lo hace como sabe. Y cada uno lo hace como puede. O como se anima.
Y cada uno lo hace, en cierto modo, desde el lugar que le ha tocado.
Y cada uno maneja como puede su valentía… y cada uno maneja como puede, sus miedos.
Y los que callan… siempre callan por algo. También eso hay que comprender.
¿Quién puede levantar el dedo acusador y decir “yo soy mejor”, o decir “vos sos peor“?. Respuesta: nadie.
Creo, de todos modos, que resulta importante tener en cuenta algunos detalles.
Siempre es necesario, como dice un viejo proverbio Siux “ponerse en los zapatos del otro”. Y si uno hace ese ejercicio de la empatía, entenderá que en esta lucha desigual contra la desmemoria de los 70, hay varias problemáticas bien distintas que son necesarias emprenderlas, en ciertas ocasiones, por caminos separados.
Están los detenidos políticos de hoy, detenidos injustamente por haber combatido el terrorismo en los 70.
Y están las Víctimas a las que nadie reconoce como tales, que han perdido a sus hijos, o a sus esposos, o a su padre, o a su hermano… en manos del terrorismo en Argentina.
Y están los que luchan con la voz o con la palabra, allí donde todos callan. Allí donde nadie escribe.
Son cosas, y son casos, y son caminos distintos, aunque todos concluyan en el mismo lugar. El de la verdad histórica.
Es un error pensar que todos entramos, en la misma bolsa siempre.
Las Víctimas tienen su triste problemática. Y los detenidos políticos tienen la suya, compleja si las hay. Y otros libran la titánica batalla cultural de contar la historia completa.
Ni mejores ni peores. Cada uno en lo suyo.
Por eso me duelen las palabras de aquellos que desean prestigiarse, descalificando a los demás… esa mezquindad me duele en el alma venga de dónde venga.
Porque los vientos cambian. Porque los males nunca duran cien años. Porque las batallas que no se abandonan, a la larga siempre se ganan… y entonces llega el momento en que uno debe estar preparado para ese tiempo.
Ni yo soy mejor por escribir y publicar desde hace ocho años. Ni otro es peor por estar callado de miedo.
Ni uno es mejor porque visita a los presos políticos todas las semanas, ni otro es peor porque habla en televisión de su marido muerto por el terrorismo, sin citar a los presos políticos.
Ni mejores ni peores… distintos.
Hay más de 300 presos políticos por haber combatido el terrorismo de los setenta, y otros tantos en la lista de espera. Y a su alrededor, solo se escucha un doloroso silencio (que respeto) de sus familiares más cercanos.
Los respeto y los entiendo, Dios sabe cuánto. Por eso me duele cuando, desde ese silencio que respeto, aunque no lo comprenda, se critica aviesa y despiadadamente a las víctimas que también tienen su lucha, o a los que escriben desde hace muchos años para contar la otra parte de la verdad…
El terrorismo de Argentina en los setenta, mató a más de 1.500 personas, y solo un puñado de familiares pululan dando su testimonio. Demasiados ausentes, pero es un dolor que lleva su tiempo y que debemos respetar.
Vamos todos hacia el mismo lugar. Y aunque a veces no entremos todos en la misma bolsa siempre, lo importante es que ninguno deje de andar el camino.
Vamos a llegar. De eso estoy seguro.
Sepan, quienes cuestionan a los otros mientras andan el camino con un poco más de peso, que la mejor manera de ayudar… muchas veces, es ayudarse.

Encomendémos a Dios y a su Santa Madre la Virgen María, para que nos den las fuerzas necesarias.

¡Vamos!, que la verdad está de nuestro lado.



Horacio Ricardo Palma

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo de Para la propia tropa...lo decia Horacito!

Puta Madre como se lo extraña!