Lunes... madrugar. Marcos Paz.
Visita a los Presos Políticos... uf, preparase temprano, amanecer antes que el
alba, encontrarse en la panadería de la ruta con los del palo que no
sucumbieron al desánimo, comprando poco comprando mucho para compartir después. Y en ese después de
un rato, el abrazarse con aquellos a los que le han arrancado la libertad. Esas
miradas ansiosas de los que desde atrás de las rejas buscan sus visitas...ahí
vienen cargando sus bártulos en el hombro, arrastrando la silla en una pequeña
mudanza de pocas cosas que son un mundo.
Y ese murmullo en el salón, esas carcajadas en
la galería. Más allá, rejas y alambres y rejas y más alambres. Pero acá, en
éste mundo de visita fraternal, todos libres en la pequeña y feliz libertad de
la mesa compartida.
Compartiendo lo poco sin recordar las rejas ni los
alambres... conjuros de la tristeza, chistes, noticias que se comentan, una
realidad amarga que se intenta explicar en cada ronda de café o de mate. Amigos que se abrazan,
camaradas que recuerdan, hijos que contienen las lágrimas junto a sus viejos.
Viejos que esconden sus negros presagios en una cara preparada para la ocasión.
Los miro… esas caras que se ya se
me han hecho familiar de tantas veces de cruzarnos en la requisa, de esperar en
fila con el dedo preparado para que nos lo pinten de negro, de apretarnos en el
viejo colectivo deshilachado que desanda los caminos internos del Penal, de
mirarnos con miradas cómplices de "para qué le vas a discutir" cuando
la chica de gorra gris que te mira a los ojos, achura con un cuchillo las
medialunas que vos traes para compartir.
Nos han quitado muchas cosas…
pero a los que estamos acá como tantos lunes, no nos han quebrantado la
voluntad… ni siquiera han logrado herirnos el orgullo. Dignos. Entramos con las
cabezas gachas, pero salimos con la frente en alto.
No insistas… si no lo has vivido
nunca lo podrás entender.
Esto va a pasar… como ha pasado
todo. Y cuándo esto pase yo podré contar que en un tiempo, donde todos
eligieron la desmemoria, donde la mayoría guardó silencio, donde los más se paralizaron
de miedo y donde los restantes se olvidaron de sus camaradas caídos, de los
soldados perseguidos… yo podré contar orgulloso que fui del batallón digno y bravo de
los muchos lunes. De los lunes del frío que te calaba huesos, de esos lunes en
que el viento te cortaba la cara, del sofocante lunes que te arrancaba la
piel, yo fui del batallón Bravo de los lunes... que venció el miedo, que no se quebrantó
ante los verdugos, que no abandonó a los caídos y que le puso lucha y pecho,
pecho y lucha a los perseguidos.
Y recordaré las caras de cada uno
de los Bravos de los lunes… y las lágrimas que decían gracias, mientras
aguantaban el adiós tras las rejas y los alambres… y con esos recuerdos hechos
carne y dignidad, caminaré la vida y la historia sin nada, nada… pero nada que
reprocharme.
Horacio R. Palma