jueves, 25 de septiembre de 2014

Justicia escandalosa. Hija de un militar preso de Argentina desnuda ante el juez Ariel Lijo



No sé lo que es parir un hijo, soy hombre.
Sí sé lo que es ver a una mujer parir a un hijo, soy padre.

Nueve meses dentro del vientre, con todo lo que eso significa. Y luego el momento del parto, que es dolor pero es amor. Que es angustia pero es felicidad.

Parir un hijo… momento único e irrepetible. Ana Maggi parió a Inés… hace muchos años, en épocas en que otros dolores más duros que los de un parto preñaban la Argentina. Ana tiene en su vientre la marca de la cesárea que, como el amor por sus hijos, le quedará para siempre.

También hay dolores que Ana tendrá para siempre… su esposo, militar argentino, está detenido hace muchos años por haber combatido al terrorismo en su país hace más de 30 años. Pero Ana lucha… Ana rema contra todas las corrientes que insisten con llevarse su vida y su felicidad.

Ana parió a Irene. Irene fue parida por Ana. Pero una amiga de Irene duda, ve por la tele ampulosa propaganda setentista… y le saca turno en Abuelas de Plaza de Mayo para que Irene vaya y pregunte. Irene cree en la buena leche de su amiga, los que miramos de lejos, olemos trampa. Irene no va a la cita que le ofrece su amiga… pues Irene no necesita de historias inventadas ni de dudas interesadas para sentir la sangre en su carne.


Luego Irene va recibiendo mensajes. Un chico instalado en una esquina con un perro que cada mañana la espera para darle charla… hasta que se le escapa el interés primero: Inés, mamá trabaja con las Abuelas de Plaza de Mayo…Inés tiene miedo de ese “acá vamos otra vez…”
Llamadas que amenazan, gentes que siguen los pasos. Los fondos del Estado son ilimitados para ciertas cosas, sobre todo para esas ciertas cosas que implican negocio, como lo son los derechos humanos en Argentina.


Ana lucha… lucha contra la injusticia, contra un Estado que persigue a su marido y persigue a su familia. Contra un estado que se ha parado frente a un tribunal sin ley, y con traje de funcionario de apellido Forti, ha gritado la amenaza: “hoy vamos por su marido, pero después iremos por usted señora y luego por sus hijos y luego por sus amigos y luego por todos…”



Y así fue que la amenaza velada se develó un día en la casa de Ana. Veinte personas allanando su casa, buscando los calzones de su hija. Desde el fondo de la venganza mal parida, han venido a meter las manos en el vientre de Ana, para intentar arrancarle con mentiras, lo que ella misma parió.
Como si se pudiera...

Ana tiene un certificado de ADN realizado en España y que afirma lo que su vientre sabe mejor que nadie: Compatibilidad. Ana presentó el análisis ante el juzgado que la persigue. Es que en los tiempos del régimen hay que andar con los papeles en la mano y los hijos a la cintura para que no vengo un pelotudo y grite: mía!!
Pero al juez los papeles de Ana, le importan una mierda.
Los papeles de Ana perseguida, al juez le importan tanto como esa cicatriz indeleble en su vientre, que grita ¡¡madre!!, para siempre.



La violencia sin medida habla poco de justicia y habla mucho de persecución.
Primer intento fallido. El segundo será entonces en el mismísimo despacho del juez Lijo, que rasquetea poder en base a las buenas migas. Ahora con Clarín.

Irene entra hija orgullosa de Ana al despacho, sin imaginar la celada. Adentro, el juez Lijo la espera con dos personas del Banco Nacional de datos genéticos, sí, el mismo que maneja sin rigor doña Estela Barnes de Carlotto. También están la policía y el secretario del juez para presionar la extracción de sangre. Irene se niega a dar sangre sin la presencia de su perito. No ha venido a que le impongan nada, sino que ha venido con la ilusión de ser escuchada por el juez. Recién ahora Irene sabe lo imbécil de su ilusión.

El juez cazabombachas tendrá lo que busca. Irene Barreiro se quita las botas frente a él y a todos los presentes, y luego se quita el pantalón… se saca la bombacha y se las deja a los enviados especiales del banco nacional de datos genéticos. “Quieren mi ADN, búsquenlo acá”, y la bombacha de Irene que vuela hacia los mercenarios de las jeringas marcadas.
Irene da media vuelta, y emprende hacia la puerta casi casi como salió hace muchos años del vientre de su madre: desnuda.
Desnuda Irene abre la puerta, nadie se anima a cortarle la retirada. Afuera está Ana, su mamá… Irene se abraza, como metiéndose nuevamente en el vientre que la cobijó durante nueve meses… Ana la abraza con fuerza, y se van hechas la misma carne y la misma sangre.
La sed de venganza del juez tal vez no lo deje entender. Pero debería saber don Lijo, que ese abrazo de madre angustiada e hija desnuda, grita más verdades de ADN que una prueba dudosa, parida en la violencia, y concebida en la violación sistemática de los derechos más esenciales… aunque los funcionarios del régimen llamen a esto justicia, todos sabemos que es el inmenso negocio de la persecución…


Horacio R. Palma

Escribidor Cotumaz…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Está bien, pero no podría haber omitido la foto? ya salió en todos lados