domingo, 30 de junio de 2013

La Patria somos todos...

El lunes es 1 de julio. Siempre recuerdo el primero de julio del 74. De 1974.
Mis esperanzas intactas vivían en la ciudad de San Lorenzo, en la provincia de Santa Fe.



Es ley que uno valora mejor las cosas cuando las pierde. Cuando ya no las tiene para valorarlas. Cuando ya valorarlas es al cuete, digamos. No es verdad que uno “aprende a valorarlas cuando no las tiene”. No señor, uno no aprende nunca.
Y el Hombre es eso. Esencialmente eso. Tropezador de las mismas piedras.
Digo esto, pues ahora que recuerdo aquella Ciudad a la distancia del tiempo y a la distancia de los kilómetros, o cada vez que vuelvo a la ciudad de San Lorenzo y paseo las calles que cobijaron entrañablemente aquellas, mis esperanzas intactas, durante tantos años… tomo real dimensión del lugar hermoso en el que vivía. Y del lugar Histórico por el que andaba.
El colegio San Carlos, al que fui hasta 4to. grado, estaba pegado al “Histórico Convento”, tal lo inmortalizara la Marcha de San Lorenzo. Y para ir desde allí hasta casa, debía pasar por la esquina del Campo de la Gloria, lugar donde San Martín tuvo el bautismo de fuego en tierras patrias con sus gloriosos Granaderos. Cristiandad y Milicias en los albores de la Historia Grande. Muros y tierra que olían a Historia. Que huelen a Historia.
Lugares que hablaban de Gloria. Que hablan de Gloria.
Recuerdos de hombres que lo dieron todo sin pedir nada. Que fueron Grandes con el ejemplo de la humildad. Y que lo son aún.
Por suerte nunca, a un San Martín o a un Belgrano se les apareció alguien en sueños para clamarles por otra década ganada.
Ninguno soñó con eternizarse. Precisamente por eso los argentinos los hicimos eternos y los pusimos en el bronce.
No sé si alguno de ustedes conoce la Ciudad de San Lorenzo… recomiendo una vez en la vida llegarse hasta allí, tomar por el Boulevard Sargento Cabral hasta frente al Convento de San Lorenzo y caminar dentro de esos muros, caminar las entrañas del Convento donde los bravos Granaderos prepararon la batalla, compusieron sus heridas, cerraron los ojos a sus muertos heroicos. Desandar despacio el césped del Campo de la Gloria donde aún resuenan ruidos de corceles y de aceros, y de gritos desgarrados de dolor y de muerte y de victoria. Y bajar luego por el paseo costanero y admirar el río por donde llegaron los Realistas, y asombrarse ante la barranca tan imponente como la Historia.
La Historia grande vibra potente en ese lugar, donde comenzó a forjarse la Patria grande, tan desinflada en los tiempos que corren.
Aquél día en San Lorenzo hacía frío. Como casi siempre en julio. Pero el sol tibio brillaba con esplendor. Cuando pasé por el Campo de la Gloria, una brisa fresca extendía su caricia desde la majestuosa barranca que se hunde como una garra gigante hasta las entrañas del río Paraná. Era un día como otros tantos.
Estábamos en clase como un día cualquiera. Como un día más, estábamos en el aula y de pronto, la directora llamó a la puerta. La seño nos pidió silencio y nosotros obedecimos, algo tan normal y tan raro. Luego puso cara de preocupación. No era usual que la directora apareciera en clase. Hablaron en un aparte unas pocas palabras y después de un hasta luego chicos, la directora cruzó el pasillo del Colegio San Carlos hasta el aula de enfrente. Yo estaba sentado en el pupitre más cerca de la puerta. La seño cerró el picaporte con cuidado y se quedó unos segundos con sus manos sobre él, de espaldas a nosotros.
Vi su cara reflejada en el vidrio. Cerró los ojos unos instantes, como pensando en algo. Luego se arregló el cabello y giró sobre sus talones y volvió al centro del aula.
Su gesto era un gesto adusto. Puso cara de circunstancia y anunció que se suspendían las clases pues había muerto el presidente de la Nación.
No sé cómo serán las cosas en otros países, pero en éstas pampas cualquier excusa es buena para un fin de semana extra largo, un feriado puente o para dejar de trabajar.
Las caras de los adultos de entonces, estaban divididas. Tanto como ahora.
San Perón, a mí me tocó en la escuela.
El Peronismo sin Perón lleva casi 40 años sobreviviéndolo con suerte diversa. Los peronchos de un lado, los gorilas del otro. Ellos o nosotros. Pocas veces un Todos. Y así desde hace 39 años.
Ahora, el régimen que nos gobierna va dejando de lado las apariencias y va sembrando su propia religión: San El. Muerto el Rey… viva el Rey. Chau Perón, hola Néstor.
Yo les hablo del lunes. Pero hoy es domingo recién y yo estoy escribiendo un sábado. Misterios de un Semanario de domingo. Y en éste sábado los cristianos festejamos la fiesta de San Pedro y de San Pablo, dos Santos importantísimos de nuestra Iglesia.
Cada 29 de junio, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles, se recuerdan a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, los Católicos hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia que para nosotros es “una, santa, católica y apostólica”.
“Ante todo es una fiesta de la catolicidad. Pedro, el amigo frágil y apasionado de Jesús, es el hombre elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,16). Pablo, el perseguidor de Cristianos que se convirtió en Apóstol de los gentiles, es un modelo de ardoroso evangelizador para todos los católicos porque después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio”.
Y como es San Pedro, es también el día del Papa. Y mientras escribo estas líneas, la presidenta publica en una red social la carta que le enviara al Papa Francisco en su día.
La carta es tan ridícula, está tan mal escrita y es tan poco seria, que los medios nacionales tardaron en publicarla. Estuvieron más de dos horas chequeando si era cierta, a pesar de que Cristina la había publicado en su propia cuenta de Twitter.
“La verdad es que es la primera vez que le escribo a un Papa. Y ni que hablar por felicitarlo por el día del Pontífice. Ni idea…bla bla bla… Hasta siempre y cuídese. Tome mate. Usted me entiende…”. Un poco en sorna… y una sorna que ningunea. Que falta el respeto.
Una Argentina que gira y gira sobre su propia impotencia a través de la historia. Una casta política que insiste en alejarse de los Valores que hicieron grande a nuestro País. Los valores que nos hicieron Patria.
Cada vez más relegada la familia, la religiosidad, el respeto a la vida y la importancia del trabajo. Cada vez más diezmadas las instituciones. Los Valores “no garpan”.
Contrariamente a lo que cuente el relato, la Patria no la hizo solo Perón ni la hizo sólo Néstor ni nació con Cristina. La historia sopesará los laureles de cada uno. Allí veremos.
Mucho antes de aquél 1 de julio del 74, otros habían luchado a brazo partido por hacer Patria. Yo ese día salí del colegio y caminé junto a los muros del Histórico Convento, donde San Martín y sus bravos habían dado su sangre por nosotros, cobijados por los Franciscanos que curaron las heridas de los Patriotas. Esa sangre aún está en las enormes mesas usadas como camillas. Cristiandad y milicias haciendo Patria.

Cuidado. Renegar de la Iglesia y renegar del Ejército, es renegar de los que hicieron Grande a esta Patria. Y Patria somos todos, aunque a algunos les pese.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr. Palma: Un recuerdo con Historia y que relata con lujo de detalles.El día que falleció el General Perón, pensamos que por respeto a su memoria los peronistas se comportarían con algún reparo.Pero el los formo y la violencia en sus términos y sus discursos eran de impulsar a atropellar al contrincante. No soy peronista y se notará, pero guardo reparo a su memoria.Que ponen de voluntad, sus seguidores en 65 años de pensamientos recalcitrantes y destructores de todo Gobierno que no sea de su color.Cuando un prócer decida Gobernar esta amada Patria que es de todos, que viva para ella y no de ella y no quede un solo Peronista, este país se arregla solo.
Lo saluda cordialmente Matilde del Carmen Masats