lunes, 3 de junio de 2013

Editorial de Gualeguay 21

Sobrevive la  Intolerancia


Días pasados, un sindicalista y dirigente  vernáculo recurrió a la justicia pidiéndole que investigue a dos periodistas, también locales, por instigación a la violencia y apología del delito, ya que uno había escrito y el otro publicado un artículo de opinión sobre la muerte del represor Jorge Rafael Videla.
Si bien la presentación tendría su origen en la lógica ansia de protagonismo, propia del ocaso político del denunciante, ésta desnuda la ignorancia sobre los valores democráticos y revela que no basta con embanderarse con los enunciados sino que es preciso practicarlos en el día a día promoviendo una convivencia en tolerancia.
O sea, si bien puedo no comulgar con los conceptos de un comunicador, los cuales pueden ser en exceso antipáticos a gran parte de la comunidad, y bien puedo disentir diametralmente con su visión, debo respetar su opinión como ejemplo de expresión de un sector de mi sociedad.
La denuncia no prosperó y, considerando preceptos jurídicos válidos, se dispuso su archivo.
Más allá del destino de la denuncia, la ciudadanía del año trece de este tercer milenio debe barajar otros argumentos que tienen que ver más con la democracia que con la justicia penal.
Uno de mis argumentos a la hora de evaluar conceptos como los del colega en cuestión, y de tantos otros, es que en aquel nefasto proceso que vivió el país no eran solo un centenar de malnacidos arbitrando el destino de 30 millones de argentinos, como decía el tema del Mundial del 78, sino que ese centenar representaba a una importante fracción de la sociedad, minoritaria sí, pero no despreciable, que lo apoyaba.
Ahora bien, 30 años después, parte de esa fracción puede haber cambiado de parecer, pero otra no, y aún conserva sus simpatías, las cuales fueron transmitidas a sus herederos.
O sea, entre los tan mentados hijos del proceso, estamos obligados a convivir en tolerancia tanto aquellos que crecimos de un lado, victimizados por un régimen represivo, como aquellos que crecimos del otro lado, formados bajo una ideología derechista simpática al rigor militar.
Por eso, hoy, en un escenario social donde existe una importante disgregación promovida desde el Gobierno, quien esgrime valientemente el punto de vista de una minoría merece todo mi respeto, más allá de que comulgue o no con sus pensares y decires, ya que su opinión NO lo hace un delincuente, NI un instigador a la violencia, NI un apólogo del delito.
Lamentablemente, la democracia sigue estando postergada y, en este contexto, somos los comunicadores quienes debemos bregar por una madurez sociopolítica que nos permita neutralizar los brotes represivos que aún puedan surgir desde distintas facciones.

Es indispensable que aprendamos a disentir, que aprendamos a tolerarnos, que aprendamos a convivir, ya que eso es democracia, y un gobierno que promueva eso puede llamarse democrático, y, del mismo modo, es indispensable que, en defensa de ese estado democrático, denunciemos públicamente a quienes ataquen el libre pensar y el libre opinar, ya que ellos representan la supervivencia de aquella represión injusta y arbitraria que alguna vez dominó este país.
Norman Robson para Gualeguay21

1 comentario:

VADE RETRO SATANA dijo...

Bien por Norman Robson que defiende a un colega que actúa dentro de los límites de la democracia y también le pone GÜEVOS a la defensa de sus ideales. Muy bien por Horacio Palma que con su afilada pluma, como un escalpelo, produce incisiones en nuestra desmemoria y nos trae al presente la historia olvidada, hoy vilipendiada, tergiversada y aprovechada por unos poco oportunistas… entre los que se encuentra el frustrado denunciante.