domingo, 16 de diciembre de 2012

Quilombos...


“La niña ya estaba instruida para el sacrificio..”
(Memoria de mis putas tristes – Gabriel García Márquez)



Haber escuchado una y mil veces la historia de Marita Verón, a uno le estruja el corazón.
Una joven que desaparece para siempre, una madre coraje que, sola, se abisma al chiquero de la prostitución en oscuros y mugrientos antros donde las mujeres venden, queriendo u obligadas por alguna circunstancia, su cuerpo. O lo que queda de ellos.
Susana Trimarco es la cara visible de una historia que esta semana ha vuelto a los escenarios patéticos, de un país que nunca alcanza a hacerse amigo de lo normal.
“Soy Susana Trimarco madre de Marita Veron, mi hija fue secuestrada el dia 3 de Abril del año 2002 desde ese momento lucho para encontrarla…” repite la madre Marita Verón.
Y es que desde hace una década, muchas son las desapariciones de mujeres jóvenes que se suceden en Argentina sin que el Estado pueda develar el misterio… o la complicidad.
Cada semana, a lo largo y a lo ancho del país nos anoticiamos sobre desapariciones que luego quedan sin respuesta.
Hasta que Susana Trimarco comenzara las relaciones carnales con el gobierno de Cristina, su lucha aparecía inmaculada. Pero ni bien la presidenta, sus funcionarios y las organizaciones políticas y económicas que en Argentina lucran con el letrero de los derechos humanos, se mostraron junto a Susana con banderas ajenas a su lucha, la historia comenzó a teñirse de sospechas. Dejó de ser inmaculada.
No digo que la presidenta no sea sincera en éste caso. Tampoco juzgo oportunista la idea de Susana Trimarco de acercarse al Poder de turno, después de todo, si uno intenta por unos instantes ponerse en sus zapatos, comprendería que en la desesperación hasta un salvavidas de plomo mentiría esperanza.
Digo que cuando los políticos toman el caso con el fin inocultable de llevar agua para otro molino, y digo que, cuando la misma Susana Trimarco deja que esto suceda, la causa pierde definitivamente el blanco inmaculado que siempre debió haber tenido. Que nunca debió haber perdido.
Por eso, causa tristeza escuchar al Dr. Hugo Vaca Narvaja, miembro de organismos que lucran con el dolor en Tucumán, y portador de un apellido que huele a mucha sangre de argentinos inocentes masacrados por el terrorismo, decir: "El caso Verón resulta paradigmático respecto de muchas otras sentencias que directamente desafían el principio constitucional que ordena afianzar la justicia. Estamos en el ejercicio diario de la profesión de abogados, no nos hemos sorprendido por el fallo. Al contrario, no ha sido más que una ratificación de lo que venimos señalando desde hace décadas. El Poder Judicial es el único que ha mantenido su estructura desde la dictadura cívico militar del 76."
Y como todos estos casos en que se sospecha detrás una red de trata de personas, son casos que nos causan miedo, y nos apenan, y nos angustian y nos indignan y nos enervan… pues tenemos hijas, o hermanas o amigas y porque sabemos positivamente de la connivencia entre la trata, la prostitución, la droga y la política, y las fuerzas de seguridad,  y ciertas autoridades judiciales,  más la complicidad de cada uno de los hombres que consumimos prostitución en oscuros antros donde la mujer no solo vende su cuerpo sino que se despoja de su dignidad… es precisamente por eso que el dolor se agiganta al ver cómo políticos y víctimas en éste caso, se prestan queriendo o sin querer a peligrosos juegos de demagogia.
Y aquí si excluyo de toda responsabilidad a la Señora Susana Trimarco, pues al fin y al cabo es una mujer desesperada... sí son responsables los políticos, que tendrían que acompañar estos casos desde un lugar totalmente ajenos a manifestaciones políticas.
No sé si alguna vez lo conté, pero después de todo me he repetido tanto que no importa si vuelvo sobre algunas de mis cuitas. Cuando hace casi 10 años me enteré del caso Marita Verón, yo recordé mi adolescencia en Gualeguay. No sé en otros lados ni en otras épocas, pero en mi juventud y en Gualeguay a los prostíbulos los llamábamos “Quilombos”.
Y seré sincero, desde el “calzón flojo” cerca de Plaza San Martín, hasta la whiskería “Susurros” allá en la ruta, en tiempos en que las chicas no querían y nosotros no aguantábamos… anduve varios años de mi juventud recorriendo antros oscuros de mala muerte y de putas tristes.
Porque sí, si bien la prostitución es la profesión más antigua del mundo, siempre que yo me he cruzado con ella en locales mortecinos avisados con luz roja, las mujeres que alternaban entre borrachos sin remedios, decrépitos desbraguetados, jóvenes con urgencias intestinas y señores que aflojaban billetera, la mujeres tenían una misma mirada y un andar semejante que yo siempre describí como tristeza.
Si alguien dice tristeza, a mí lo primero que se me viene a la mente son aquellas mujeres que deambulaban semidesnudas y con ojeras dibujadas de negro por los cuartos oscuros de los “quilombos” de Gualeguay.
En los 80, después de las noches de corso, aquellas casas se llenaban de buscadores de sexo fácil y de vino barato.
Y fue en uno de esos antros, una de esas noches en que estando sentado en una de las sillas desvencijadas, junto a una ventana que dejaba traslucir la luz roja de la entrada, llegó la policía. Se apagó la música y se encendieron las luces. Y las mujeres semidesnudas salieron de a poco de los cuartos. Con las luces encendidas las mujeres se hicieron casi personas y nosotros un poco más animales.
Los malos tratos de rigor, las putas por un lado, los clientes por el otro. A la jefatura de policía todos. La madrugada fue cómplice. Las chicas hacían bromas pesadas incluso dentro de la comisaría. Se levantaban las remeras o se bajaban los pantalones. Llamaban a todos por sus nombres. Se tomaban en broma lo que para nosotros los chicos era una tragedia. Por suerte en mi grupo había hijos de diputados, sobrinos de jueces y apellidos del peronismo ilustre. El dueño del lugar gritaba que estaba cansado de coimear a la municipalidad y a la policía, y las chicas se defendían diciendo que a los oficiales nunca les cobraban.
Nosotros aterrados ante la situación y absortos del espectáculo, sentados contra la pared enorme sin poder emitir palabra. Por el ventanal, allá arriba, los árboles de la plaza Constitución parecían reírse de nosotros con la ayuda del viento.
Tal vez hoy esta nota tenga demasiadas palabras fuertes, políticamente incorrectas para un medio de comunicación. Pero creo que a veces, ante ciertos temas hay que dejar de lado los eufemismos y la corrección, y hablar claramente sin que haya que explicar nada. Todos sabemos que la trata implica mujeres mancilladas en su humanidad. Putas tristes con necesidades extremas, a merced de un pacto entre políticos sin agallas, jueces cómplices, fuerzas de seguridad corruptas y proxenetas sin escrúpulos. Todo, adobado con clientes que buscan en los antros, lo que afuera no tienen… no consiguen, o no se animan.
Las Marita Verón terminarán, el día en que cada uno de nosotros nos hagamos cargo de nuestras responsabilidades. 

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios

1 comentario:

capitan futuro dijo...

"Por suerte en mi grupo había hijos de diputados, sobrinos de jueces y apellidos del peronismo ilustre." Espero que ninguno de apellido Luque, por ejemplo. Igual te obvias un punto importantisimo tanto en la prostitución como en la trata de personas: tus amigos uniformados de las policías provinciales. Yo me puedo hacer cargo de haberme acostado con una chica y pagar. Pero ellos no se hacen cargo de los secuestros, sobornos y abusos. de tanta prostituta muerta por no garpar su coima. De tantas Maritas Veron qeu escaparon y fueron devueltas por las mismas policías a los cafishos...yo de esa no me hago cargo querido