El despertador
sonó a las cuatro de la mañana. Por la ventana, la noche no parece tan noche en
ésta madrugada de verano recién estrenado.
Uno
dos tres… arriba. Nada de remolonear que es el día y la hora por la que esperé
toda la semana… y buena parte del año.
Así
que a vestirme de buena gana, un poco de agua bien fría en la cara aún hinchada
de pesada noche y de sueño cortado de cuajo. El espejo desvergonzado que me
avisa muchas cosas en mi cara de cada mañana, cosas que yo espanto enseguida
arrastrando el pensamiento hacia lejos de las arrugas y de las canas.
Emprendo
el camino hacia la tierra donde estás mis muertos y donde me reencuentro con
mis vivos. La ruta ya recibe la luz de un sol bien madrugador.
No
hay mucho tránsito, pero sí hay un paisaje inquietante a cada paso. Gendarmería
y policía desplegadas escenográficamente a lo largo de la ruta.
Es
que en estos días, como en aquellos días de finales de 2001, varios grupos de
delincuentes se volcaron a las calles a saquear comercios en varios lugares del
país.
Los
relatores del relato se apuran a decir que ésta Argentina no es la Argentina
del 2001. Y eso es verdad. En el 2001 en Argentina había una democracia y había
instituciones.
Los
relatores del relato se apuran a decir que estos saqueos están organizados.
Efectivamente, y de la misma manera en que el peronismo organizó los saqueos
del 2001, cuando minó al gobierno del Dr. De la Rua.
En
eso tienen razón, los saqueos son tan iguales a los del 2001 que es imposible
no pensar en que están organizados por el mismo partido político.
Las
radios hablan poco del tema. En una democracia hubiera sido distinto. Los
canales de televisión muestran un poco. Funcionarios enriquecidos hasta lo
obsceno, con patrimonios imposibles de justificar en diez vidas, critican a
marginales que aprovechan el operativo tierra de nadie, para robarse un plasma
de 32 pulgadas. Los funcionarios no tienen cara…
En
Bariloche, donde comenzaron los saqueos, la policía intenta dispersar a los
delincuentes con gomeras. Sí, con gomeras!. Mientras una horda de salvajes
vacía un supermercado, la policía los corre con la misma “arma” con que los
gurises cazan pajaritos. En Rosario los delincuentes tuvieron menos suerte y
acusaron dos bajas. Un muerto de bala y una mujer desangrada entre las góndolas
de los fideos por un corte profundo. Argentinos descartables del modelo
“nacional y popular”.
No
es casual que los delincuentes enfrenten a la policía sin miedos ni
miramientos. Después de todo, el Modelo kirchnerista milita cada día y se
esfuerza cada día en dotar de más y mejores derechos a los delincuentes, en
desmedro de los derechos de los ciudadanos decentes y civilizados.
Unos
días antes de los saqueos en tierra de nadie, la ministra Nilda Garré había anunciado la firma
de un convenio entre el ministerio de defensa y el Congreso, a fin de instruir
a la policía en “la utilización racional de la fuerza”. Luego de firmar el
acuerdo, la ministra dijo: “Nuestra idea es nunca abatir al delincuente. Que la
policía utilice la fuerza de manera excepcional y en su mínima expresión".
Unas semanas antes, la misma ministra había descabezado parte de la policía
federal, al ver en Crónica que un delincuente detenido en flagrancia, había
estado esperando el acta bajo la lluvia y no en un lugar más resguardado.
No
digo que esté bien ni digo que esté mal. Digo que esta es la política del
gobierno. Legislar derechos para los delincuentes. Lo sabe la policía, que está
de manos atadas.
Y
lo saben los delincuentes, que a sus anchas se florean por las calles.
Si
los que protestan en las calles del país están bien vestidos y no pisan el
pasto… el gobierno dice que están pagos por Clarín. Si los que saquean
supermercados son marginales de barrios devastados por la indigencia y la droga
sin control… el gobierno afirma por cadena nacional que son pagados por Moyano.
Es el Modelo del gran bonete.
Así
que entre gendarmes y policías y depósitos saqueados por desaforados, anduve la
ruta. Viaje agridulce. Triste por una violencia social y política que va en
aumento. Feliz porque son fechas especiales de familia, de amigos y de
reencuentros.
Estas
fechas, cómo negarlo, son fechas especiales en la vida de cada uno.
No
solo de uno hacia afuera sino también de uno hacia adentro. Asumirlo o no es
otro cantar… pero llegan estas fechas y cada uno de nosotros se mira y se
piensa.
No
hace falta ser un filósofo… ni puntear apuntes en una pequeña libreta, como
aprendí en La Obra de San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, para seguir
prolijamente mi examen de conciencia. Ni siquiera hace falta sacar turno en el
analista, para que sentado junto a nosotros con lápiz y papel, hurgue en los
adentros de los abismales “yoes” a doscientos mangos la hora, en busca de esas
culpas que nunca han de venir.
No
señor, nada de eso hace falta… ya el almanaque interno se conjura con el
almanaque de la calle, y nos avisa con
pequeños detalles. Un arbolito de navidad en la vidriera de un negocio una
tarde de fines de noviembre, o una guirnalda de luces cruzando la calle, o un
árbol torcido de luces blancas a un costado de la plaza, qué se yo, mil cosas
pueden ser los disparadores tempraneros de nuestras alarmas de fin de año.
Y
ese detalle que es como la campana de la última vuelta en que los corredores
que venían regulando la marcha de pronto enloquecen para correr en los últimos
metros todo lo que antes no corrieron, da paso a la locura desenfrenada hacia
el 31 de diciembre.
Y
ahí uno, después de la locura desatada de compras y de gastos, de a poco entra
sin querer en un balance un tanto melancólico de su vida. Se mira al espejo, o
cierra los ojos… o solo vuela con su pensamiento y cae en la cuenta de que es
otro año que se va. Y es otro nuevo año que se viene.
Y
entonces ese ejercicio casi involuntario de raspar un poquito debajo de la
cáscara con la que nos cubrimos para vivir sin que la vida nos lastime profundo,
en busca de respuestas, de presagios, de preguntas. Llega fin de año y uno se
piensa desde lo que arrastra en vida, en recuerdos, en penas, en alegrías, en
felicidades, en tristezas…en ausencias. En culpas.
Porque
uno llega a este mundo con más o menor fortuna, pero con las esperanzas
intactas. La vida se encarga luego de cambiar las cosas. De ponerlas en su
lugar.
Los
Cristianos tenemos en la Navidad, la fiesta de la Esperanza. La que poco a poco
el esnobismo va queriendo convertirla en un gastadero absurdo de plata.
Y
todos tenemos en el año nuevo una fiesta de esperanza renovada. De promesas de
sueños por cumplir.
En
un país que se repite en dramatismo y no se cansa de ahogarse en violencia, mis
deseos serán en éstas fiestas, los deseos de una Argentina en paz.
Claro
que mis deseos, tienen el pequeño gran escollo de un gobierno
inescrupulosamente corrupto, al que le gusta coquetear con la violencia.
No
importa, yo rezaré más fuerte.
Horacio Ricardo Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios
1 comentario:
Tb rezaré por ellos y sus Familiares....!
Jorge, El Francés
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