La lluvia es insistente. Pertinaz.
El agua cae contundente… “llueve a cántaros”, como
decía mi abuelita cuando la lluvia se desataba estrepitosa. Pobre abuela, que
murió convencida de que Perón había sido el nuevo San Martín.
El agua se escurre por enormes bocas de tormentas de
a borbotones. Corre furiosa junto al cordón calcando las formas desparejas de
un adoquín acerado. Llega a la esquina, hace una extraña pirueta en
arremolinadas formas y se desbarranca hacia un abismo en las entrañas de la
inmensa avenida.
Las luces mortecinas, como si imaginaran una ciudad
triste, dibujan muecas extrañas en las veredas… y se deshacen camino a las
calles.
Estoy en una esquina del barrio porteño de Flores.
Hay gente que corre a buscar refugio en una heladería paqueta que espanta a los
clientes con un cartel de lujo que avisa a 100 pesos el kilo de helado premium.
Recién en Flores me entero que hay helados tan
refinados como las naftas de alta gama. Los dos mangos del boleto del 113 que
me trajo desde barrancas ya están justificados.
Es que sin avisar llegó esta vez la lluvia. Ni siquiera
un aviso de trueno. Nada. Una brisa fresca sin mucho espamento… y el chaparrón
desatado y la gente que corre y los autos que apuran esa canción única de las
ruedas sobre una calle mojada.
Por buscar refugio no escuché que el teléfono había
llamado. Dos llamadas perdidas me avisa una pantalla de azul tenue. Las dos son
de Eduardo, uno de los HOMBRES con quien he quedado en encontrarme este viernes
para cenar. Las mayúsculas obviamente son adrede.
Es viernes y es 5 de octubre. Y llueve. Los
televisores de las vidrieras tienen puesto el canal del fruto prohibido. Vaya a
saber si es casualidad o antikirchnerismo subliminal. Al menos esto aún no está
prohibido… mañana quién sabe.
Un taxista estaciona del lado incorrecto para que
baje una pasajera que parece viene dándole a la charla duro y parejo. El taxista
ya estiró dos veces la mano para conseguir su pago, pero la señora está más
concentrada en protestar contra el gobierno que en pagar el viaje. Al fin paga,
le grita al taxista que se quede con el vuelto. Se baja, y azota la puerta con
tanta fuerza que el taxista desde la ventanilla le grita: “señora, ¿seguro que
no se olvidó de cerrar la puerta?”.
No sé si la señora entendió el sarcasmo, porque ya
estaba en carrera franca hacia una marquesina para no mojarse: “qué tiempo
loco”, me dice al pasar sin esperar una respuesta.
Otro mensaje en el teléfono celular. Otra vez
Eduardo. Me avisa que están demorados en el tránsito caótico de una avenida
incompatible con la lluvia.
Yo sigo bajo el techito de la vidriera de los muchos
televisores con imágenes calcadas.
La noticia estelar en el canal del fruto prohibido,
es la protesta salarial de los suboficiales de la Prefectura y la Gendarmería.
Hay un señor uniformado, perfectamente peinado, un tanto regordete que
micrófono en mano enumera los puntos del reclamo. En la imagen, el canal
sobreimprime su nombre: Raúl Maza. Y lo presenta como vocero de la protesta. Me
llama la atención la insistencia del hombre por aclarar que los de la protesta “son
100% democráticos.” “…No buscamos
desestabilizar a nadie. Amamos la democracia y la queremos cuidar. Además, no
conocen mi historia… nosotros somos cien por ciento democráticos…” repite una y
otra vez Raúl Maza, quien pelea por un básico de $ 7.000
Desde que el gobierno buscó el conflicto salarial en
las fuerzas armadas y de seguridad con el Decreto 1307/2012, firmado por la
presidenta, Nilda Garré y Juan Abal Medina (todos Montoparientes) que, como
globo de ensayo se aplicó primero en Prefectura y Gendarmería para la
liquidación de los sueldos del mes de Setiembre de 2012, ya se sabía que la
nueva liquidación iba a suponer disminuciones de hasta 60% del haber neto
percibido por el personal, especialmente suboficiales y tropa, respecto al mes
de agosto 2012.
Lo que el gobierno no supuso, es que los
suboficiales se iban a animar a protestar. Y desatada la protesta, el gobierno
se calzó el disfraz que mejor le queda: hacerse la víctima ante actitudes “golpistas”.
Por eso Maza da tantas explicaciones. Y en sus
miedos, o en su ignorancia, da a entender que los oficiales y suboficiales que
en otros años combatieron al terrorismo en Argentina “no eran democráticos”.
Muy equivocado está don Maza. O mal informado, o lo que es peor, le han lavado
la cabeza. En los años 70, los oficiales y suboficiales fueron democráticos y
subordinados, y por eso hoy están pagando las consecuencias con persecución e
injustos encarcelamientos.
Pero ya lo empieza a entender mejor don Maza. Es que
la historia se repite en parodia. Los decretos que en los 70 ordenaban
“aniquilar al terrorismo”, fueron firmados por el gobierno peronista de
entonces. Como los decretos salariales que hoy han desatado la indignación de
los suboficiales… y así, los uniformados de ayer están presos por haber
cumplido las órdenes y haber defendido las instituciones. Y los de hoy están
pasados a disponibilidad, por osar protestar ante un régimen que necesita
generar temor.
Estertores del régimen. Los gendarmes y los agentes
de la Prefectura que ahora cuidan las villas y los barrios del conurbano con
más esmero oficial que las fronteras sin radar por las que pasan los narcos,
han perdido la carrera o la están por perder, sólo por pedir un básico de 7000
pesos. Por luchar para que el gobierno del régimen no les pague el 50 por
ciento de los sueldos en NEGRO, como viene haciéndolo desde hace una década…
mientras tanto, el “vocero” todo terreno Aníbal Fernández, es fotografiado viajando
en la Primera Clase del Vuelo Alitalia AZ 680 Roma - BA. Un pasaje que cuesta la friolera de 8000
euros.
Un bocinazo me saca del pensamiento y me desvía la
vista del televisor de la vidriera. Eduardo está estacionando. Es que hoy es 5
de octubre, y es el día nacional de las Víctimas del terrorismo de Argentina.
Un 5 de octubre un grupo terrorista denominado Montoneros, entró al regimiento
de Formosa una siesta, y fusiló a los conscriptos que se estaban bañando: “Acá
no se rinde nadie mierda!!” gritó el soldado Hermindo Luna, que murió
acribillado pero comenzó con su grito la resistencia. Y yo me junto a cenar con
varios conscriptos del cuartel de La Tablada, también atacado por un grupo
terrorista, pero en 1989, durante el gobierno de Alfonsín. Ceno hoy con Eduardo
Navacués quien, a los 18 años, los terroristas lo sorprendieron en
calzoncillos, lo pusieron como escudo humano, simularon fusilarlo. Eduardo
Navascués sobrevivió a ése infierno. Pero el infierno siguió, seis meses
después de La Tablada, le pegaron un tiro en la espalda cuando iba a declarar.
La bala tenía el sello del Movimiento Todos por la Patria.
Yo sé que usted no conoce la historia de Eduardo
Navascués, ni la de ninguno de los otros 8 conscriptos que hoy cenan en esta
esquina porteña del barrio de Flores.
Es que el régimen que nos gobierna ha elegido
olvidar a los argentinos como Navascués, y ha elegido ensalzar a los
terroristas que una mañana de enero, le arruinaron la vida a muchos Navascués.
Pero yo no.
Horacio Ricardo Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios
1 comentario:
Así es Horacio, este gobieorno que dice no tener dinero para solucionar el legítimo reclamo salarial de los gendarmes y prefectos si lo dispone para aumentar un 40% los gastos del congreso a partir del próximo año, o los 2 millones de dolares diarios que se vuelcan en Aerorruinas.
Publicar un comentario