miércoles, 27 de junio de 2012

Videla, palabras del Presidente argentino que combatió el terrorismo internacional en Argentina

Los periodistas de la TV pública, editorializan sin entender que lo que vivió Argentina en los años 60 y 70, fue una Guerra. En aquella guerra, señora periodista de Canal 7, fueron muchos argentinos los que no tuvieron la oportunidad de defenderse... y curiosamente, a uno de los cómplices del asesino de un argentino al que mataron como a un perro cuando venía de hacer las compras un domingo, la presidenta argentina acaba de ascenderlo post mortem. El cómplice fue un tal Devoto (homenajeado por Cristina) y el asesinado por la espalda fue el Capitán Bigliardi. Les recomiendo a a todos aquellos que no entiendan las palabras del GENERAL VIDELA, busquen en los archivos las historias del Juez Qiroga, de Argentino del Valle Larrabure, del Prof. Carlos Sacheri, de Juan Barrios, de Cristina Viola y su padre, de Paula Lambruschini...y más de 1500 argentinos más asesinados por los terroristas sin ninguna posibilidad de una mínima defensa... es imbécil juzgar una GUERRA desde la Paz.


Editorial Diario La Nación (Argentina) Miércoles 27 de junio 2012

Un Estado que discrimina



Un Estado que discrimina Sigue sin saldarse la deuda con las víctimas del terrorismo de los años 70, como si sus derechos no existieran Comentá25 EL 27 de enero de 1980 entró en vigor la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, vinculante para la Argentina. De esta manera, sus normas forman parte de nuestro propio derecho positivo sólo pueden ser modificadas por una norma ulterior que tenga igual carácter. Ningún Estado puede acudir a artificios de ningún tipo para violar impunemente esos acuerdos. En ese sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha reconocido la obligatoriedad de tratados como la Convención Americana de Derechos Humanos, que establece que los Estados se comprometen a respetar los derechos y libertades allí reconocidos sin discriminación alguna. El 17 de septiembre de 2003 esa Corte emitió una opinión consultiva que había sido requerida por México, por la que ratificó que no se puede actuar en contra del principio de igualdad y no discriminación en perjuicio de un determinado grupo de personas en razón de su raza, género, religión, color u otras causales. No obstante la claridad y contundencia de esos conceptos, la política de derechos humanos aplicada en la Argentina a lo largo de la última década transita por la dirección opuesta. El tratamiento conferido a las víctimas de la violencia setentista pone en evidencia la ruptura descarada del principio de igualdad y no discriminación ante la ley. Todas las medidas relacionadas con los derechos a la verdad, la justicia y la reparación que protegen a las víctimas por igual fueron otorgadas a aquellos que sufrieron violaciones de sus derechos imputables a agentes estatales, pero el propio Estado se los niega a quienes, en cambio, fueron víctimas de los atentados de las organizaciones terroristas. Para ello se ha argumentado que la violación de los derechos humanos sólo podía perpetrarla el Estado, pero es bueno recordar que hace más de 20 años un fallo histórico (Velásquez Rodríguez c/Honduras) de la Corte Internacional de Justicia afirmó: "Un hecho ilícito violatorio de los derechos humanos que inicialmente no resulte imputable directamente a un Estado, por ejemplo, por ser obra de un particular o por no haberse identificado al autor de la transgresión, puede acarrear la responsabilidad internacional del Estado no por ese hecho en sí mismo, sino por falta de la debida diligencia para prevenir la violación o para tratarla en los términos requeridos por la convención". Cabe agregar naturalmente que las graves responsabilidades por las violaciones de las normas del derecho humanitario internacional no recaen sólo sobre quienes actuaron como agentes del Estado, sino sobre todos, sin exclusiones. La manifiesta discriminación en contra de las víctimas del terrorismo de los setenta repugna a la justicia y al derecho, pero también al sentido común. Paradójicamente, se han reconocido reparaciones económicas y honoríficas a quienes, en muchos casos, atacaron y violaron inhumanamente los derechos y hasta la vida de víctimas civiles inocentes. Estas circunstancias son aún más graves cuando algunos de los actuales funcionarios del Gobierno han pertenecido a algunas de esas organizaciones terroristas y, desde sus actuales funciones, incumplen las obligaciones imperativas emanadas de los tratados internacionales que han sido celebrados y ratificados por el Estado argentino. Ninguno de los museos de la memoria de la Argentina registra siquiera uno de los casos de las víctimas del terrorismo, pretendiendo eliminarlas así del recuerdo conmovido que el pueblo debería dispensarles, como si no hubieran existido jamás. Es de esperar que la gran deuda abierta y pendiente con las víctimas del terrorismo setentista sea pronto saldada y que no se continúe acrecentando su dolor por la acción u omisión atribuible al propio Estado, discriminándolas ilegalmente y privándolas de los derechos que, con justicia, ciertamente les corresponden.

5 comentarios:

capitan futuro dijo...

¿y cómo si no se juzga una guerra? La misma no puede ser juzgada sino en tiempos de Paz ya que las convulsiones que genera una guerra no permiten reflexión alguna. La guerra en si misma es el fin de la reflexión y el diálogo. ahora uqe estamos en tiempos de paz podemos juzgar este período y sacar conclusiones. el pueblo argentino en su mayoría concluyó qeu esto que pasó no fué una guerra sino un genocidio que debe ser juzgado y condenado por la justicia.

SERGIPE LIVRE dijo...

Quien, como yo, vivió esa época sabe la política de violencia usada por los terroristas. Familias enteras fueron asesinadas por orden de Santucho y Cia. Abal Medina, Garre y otros fueron verdaderos VERDUGOS de la sociedad Argentina en aquella época. A pesar de eso el gobierno garantía la seguridad, educación y salud. Hoy, con la guerrilla en el poder, las cosas son muy diferentes! Esto es democracia?

SERGIPE LIVRE dijo...

Videla tiene razón, la Argentina que vivimos hoy es una verdadera locura. Los guerrilleros que actuaron en la época de Videla mataban, secuestraban y asesinaban a mano suelta. Son los mismo que hoy dicen que son "democráticos"!!! En la época de Videla, podías andar por la calle de madrugada sin miedo de ser asaltado o muerto, teníamos salud y educación de primera cualidad. Y hoy? Hoy no podes salir a la calle, la salud es una mierda y la educación idem!

Memoria dijo...

Videla dijo algunas verdades, nada más. En rigor debiera haber hablado siempre y no llamarse a silencio durante décadas. Pero el hecho de decir algunas verdades no lo exime de su responsabilidad como Presidente de la Nación: tuvo al país entre sus manos, pudo hacer de él una nación soberana pero eligió entregar su economía y plegarse a los dictados de los organismos internacionales. Inauguró un grado de dependencia a la finanza que hasta el momento no se conocía. Comenzó a desmantelar el Estado, no por lo inútil de sus empresas, sino porque se lo dictaban esos organismos internacionales de la dependencia. Decir algunas verdades, como dijo ayer, es una cosa; ahora, levantar su imagen y ensalzarla por esas pocas verdades es mirar la fotografía incompleta, tal y como hacen los zurdos, los KK, las Hebes y los Esquivel...

Andrea Palomas Alarcón dijo...

Esa historieta de que a los jóvenes idealistas se los obligaban a ingerir la pastilla de cianuro porque los malos del norte querían quedarse con el dulce de leche, aburre, mutila la mente, estupidiza. Ahora resulta que los jóvenes idealistas ponían bombas porque el gobierno era militar. Jamás JAMAS discutieron la legitimidad de un gobierno militar. Eso es una versión ex-post de la historia que se les quiere decir a los tomadores de cianuro en cápsulas. En todo caso no lo consideraban más ilegítimo que cualquier gobierno surgido de las urnas, a los que consideraban tanto o más ilegítimos que los militares. "ELLOS" eran los únicos legítimos, sin importar que jamás ganaron una elección ni a presidente de un club de bochas. Creen que de mucho repetir una mentira, se convierte en verdad...o en el relato de la verdad, que para sus mentes perdidas, es lo mismo.