sábado, 16 de octubre de 2010

Dal Bosco y Sanguinetti - Asi mataba Montoneros - 35 años después, las Víctimas del terrorismo esperan justicia

Hace 35 años, el grupo terrorista argentino auto denominado Montoneros, ejecutaba en la esquina de su casa, en Adrogué, frente a su esposa y uno de sus hijos, al ingeniero Reinaldo Dal Bosco.

En ese atentado muere también su custodio, el policía Raúl Sanguinetti.
Reinaldo que sale con su auto, su esposa saluda desde la puerta. El auto que llega a la esquina, otro que se cruza, asesinos que se bajan a los tiros. Gritos. Nilda que corre hacia la esquina, un auto que casi la pisa. Uno de sus hijos que le gana la carrera y llega primero. Adentro del auto el destino de dos vidas está sellado: Sanguinetti cubriendo el cuerpo del Ingeniero... muertos los dos.

"Evita Montonera", la publicación que reivindica los asesinatos

Montoneros reivindicó los asesinatos. Lo hizo en la Revista Evita Montonera... : "... También el 16 de octubre, un Pelotón Montonero de Combate, ajustició al empresario metalúrgico de la zona sur del gran Buenos Aires, Reinaldo Dalbosco y a un cabo de la policía federal que hacía de custodio..."

A 35 años de este asesinato brutal a un civil y su custodio en plena democracia, la esposa del Ing. Reinaldo Dal Bosco ha publicado una carta que es digna de leer y releer.
Son las Víctimas que el gobierno lucha para esconder. Para que no tengan voz. Para que nunca tengan justicia y para nunca las nombre la Historia. Son las Víctimas del terrorismo de Argentina... de nosotros depende gritar la Verdad... para que nunca más gane la mentira...


Recuerdos de Rino

Lo conocí un 17 de febrero de 1958, en La Plata, mi ciudad natal. Él tenía 22 años, yo, a punto de cumplir 17. Su apodo era Rino para la familia y los amigos. Fue en un baile de carnaval, un malón como se lo llamaba entonces, reunión familiar en las que las chicas llevaban algo de comer y los muchachos la bebida. Yo quede inmediatamente deslumbrada, por su inteligencia, su simpatía, era muy seductor y buen mozo, intuí inmediatamente que seria el hombre con que pasaría el resto de mi vida, nunca imaginé que tan poco duraría ese resto.
Él estaba cursando 3er año de Ingeniería mecánica, carrera que terminó en los seis años correspondientes sin haber sido nunca aplazado en ninguna materia y con notas excelentes. Había llegado de Italia en el año 1949, con trece años de edad, con todos los años escolares primarios cursados pero por la dificultad con el idioma debió repetir sexto grado, lo que no le impidió llegar a ser uno de los mejores alumnos. También en el secundario, en una Escuela de Educación Técnica, figuró siempre en el cuadro de honor.
Sus padres llegaron a nuestro país, ironía de la vida, huyendo de la posguerra europea, buscando seguridad y paz para sus hijos. Elena, su madre, todavía viva, con 98 años y su tremendo dolor a cuestas, es yugoeslava, pero su padre Bruno, era italiano, nacido en Fiume, hoy Rieka, al igual que sus hijos Rino y Ana María. Esta zona, después de la guerra pasó a ser parte de la ex Yugoslavia y del dominio comunista. Todos los habitantes italianos de esa maravillosa ciudad debieron optar por la ciudadanía yugoeslava para poder quedarse en el país. Bruno no aceptó esta imposición, fueron echados y en 48 horas debieron irse con lo poco que pudieron llevarse, a un campo de refugiados en Italia, lugar donde Bruno, consiguió un contrato de trabajo en Argentina.
Nuestro noviazgo duró 4 felices años, llenos de proyectos e ilusiones. Nos unía el amor por la familia, la compañía de los amigos, la vida al aire libre, el amor por los animales, por la música clásica y muchas cosas más. En lo que no compartíamos, por ejemplo el gusto por el fútbol, él era hincha de Estudiantes de La Plata, yo simplemente simpatizante, logró, explicándome el juego, convenciéndome para que lo acompañe, contagiarme su pasión y que me hiciera tan hincha como él pudiendo así disfrutar juntos de los logros que obtuvo por aquella época el equipo mencionado. Otra de sus pasiones era el tenis, fiel a su idea, también trató de que yo me entusiasmara con dicho deporte, lamentablemente ese deseo no fue cumplido.
Esa era su idea de lo que debía ser una pareja, estar juntos la mayor cantidad de tiempo posible, pero no por imposición, sino que fueran gratos momentos vividos en compañía..
Además estaba en todos los pequeños detalles que hacen a una mujer feliz, por lo menos a las de mi generación. Todos los 17 de cada mes, en el tiempo que duro nuestro noviazgo y día en que nos conocimos, me traía un clavel rojo, su ternura y su hermosa sonrisa. Por supuesto tampoco nunca se olvidó de ningún aniversario de casados.
Nos casamos el 11 de febrero de 1962. A pocos meses quedé embarazada y si bien no lo habíamos planeado así, prontamente el hecho nos hizo muy felices y esperamos con ansiedad nuestro 1er hijo. Lamentablemente nuestro pequeño Favio murió a pocas horas de nacer. Fueron momentos muy difíciles, solo su ternura y comprensión lograron mitigar mi dolor. Tanto fue ese dolor y el miedo a volver a vivirlo que tardamos varios años en volver a desear tener otro hijo. Fue un 9 de julio de 1966 el día en que nació Sandro y dos años y medio después Leonardo, el 27 de diciembre de 1968. Colmaron de felicidad nuestro hogar y son la más valiosa herencia que me dejo en la vida.
Fue un padre ejemplar, cariñoso pero no permisivo, siempre atento a la salud de ambos. También se preocupó por su educación desde pequeños, les enseño a ser respetuosos, solidarios y de acuerdo a su edad, también responsables. Recuerdo que Leo no quería saber nada de ir al jardín y ya tenía 5 años por lo que Rino le explicó que en la casa todos tenían una responsabilidad y que la suya era ir a la escuela y el resultado fue excelente. Jamás ante un ¿por qué? él diría porque si, siempre estaba dispuesto a explicar el motivo de su respuesta. Nunca dejó de jugar con ellos cuando llegaba de trabajar, aunque estuviera cansado o preocupado por los problemas que hubiera en la empresa, sobre todo los últimos meses de su vida, cuando comenzaron las amenazas.
Esas enseñanzas no fueron en vano e hicieron de mis hijos hombres de bien y maravillosos seres humanos, virtudes de las que estoy muy orgullosa.
¡Que excelente padre les quitaron a tan tierna edad y para toda la vida!. Leonardo tenía seis años y medio y Sandro nueve.
A pocos meses de recibirse de ingeniero, comenzó a trabajar en la fábrica Pirelli cables, en Mataderos. Por su capacidad y dedicación al trabajo fue ascendiendo rápidamente hasta que fue nombrado gerente general de una subsidiaria de la empresa llamada Facetyt, cargo que nos lleno de orgullo y alegría sin saber que lo llevaría a la muerte.
Fue un 16 de octubre de 1975, el día en que seres alienados, obnubilados por conseguir el poder a sangre y fuego, creando el caos en nuestra querida Patria, nos lo quitaron de nuestra vida, pero jamás de nuestro corazón.

Nilda Mattighello
(Esposa de Reinaldo)

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