Ya todos saben que Argentina está de luto...

Foto: Diario Clarín

“Jactándose se sabios se volvieron estúpidos… Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal, que deshonraron entre sí sus cuerpos…” (Romanos - 1, 22...)

Pucha… que ha sido una semana para “guardarse”. “Guardarse“, así dice un amigo para el que no existe neologismo por el cual no milite.
Ah sí, a mi amigo le gustan mucho todos los modernismos habidos y por haber en el habla, y procura imponerlos a costa de repetirlos. Así, “guardarse”, para él, es “encanutarse” (otro término mezcla de lunfardo e invento que mi amigo utiliza mucho). En definitiva y para aclarar la cosa, lo que quiere decir mi amigo es que estos días son especiales para quedarse en casita haciendo “fiaca”.
Es curioso, a pesar de que tengo el oído acostumbrado, siempre me arranca una sonrisa escuchar a los locutores de radio, cada vez que acude una “ola de frío”, o el “frío polar” y ese tipo de cosas, dar consejos de abuelita por el micrófono.
Por algún instinto maternal que vaya uno a saber si es genético o lo aprenden en el ISER… los periodistas de las radios se ponen de acuerdo para dar consejos de abuela. No importa la radio que usted sintonice, siempre escuchará cosas por el estilo: “Buenos días!!!, hace un frío terrible… así que hoy mejor quédese en su casa”.
Y uno entonces le habla al parlante, porque cuando uno escucha la radio se compenetra, esa es en parte la magia de la radio, uno la siente compañera y le habla como si el aparato de radio escuchara. Entonces, decía, que uno escucha al locutor que nos aconseja quedarnos en casa, y le grita al parlante: “Ja, si pudiera quedarme!!”
Es que los locutores de hoy en día son expertos en eso de intentar acobardar gente amenazándole la voluntad con el pronóstico del tiempo. Todo lo concerniente al tiempo, los medios lo difunden con un lapidario dramatismo de findelmundo.
Pero los locutores de radio no se conforman con dar consejos de abuela ante las invernales inclemencias. No señor!!, también se empeñan en consejos estivales.
Claro que ahí la excusa para “no salir de la casa” es el calor agobiante, los peligros del golpe de calor y esa otra gama de noticias infernales.
Si la gente hiciera caso y se quedara en su casa cuando hace frío, y cuando hace calor, y cuando hay alerta de granizo… cada fin de mes sería un triste suceso para los bolsillos de muchos oyentes.
Pero claro que hay algo de verdad en todo esto. El frío de golpe, así sin avisar, nos pone remolones para eso de asomar las narices por las calles. Da fiaca salir, sí, pero hay que seguir viviendo. No queda otra.
Y para colmo de mis males, esta semana murió Olga Guillot. Que para muchos, por no decir todos los sub 30 que tienen la mala costumbre de leer esta página, debe ser una ilustre desconocida. Pero para mi, el nombre y la voz de Olga Guillot me remiten a la infancia. Al bolero tocado en el piano por mi abuela, y a la voz melancólica de mi vieja cantando “Tú me acostumbraste… a todas esas cosas.”. Eran tiempos de discos de pasta negra chirriando bajo una púa, y de voces mágicas que salían de parlantes de madera.
Supongo que mi amor por la música nació allí, en ese rincón de Buenos Aires, en ese departamento del tercer piso de la calle Juan María Gutierrez… yo podía quedarme horas y horas escuchando a mi abuela tocar el piano… “tu me acostumbraste, a todas esas cosas… y tú me enseñaste, que son maravillosas”. Mi abuela tocaba el piano con las manos como sostenidas por ángeles, sus ojos cerrados buscando recogimiento, y su pié saltando al compás sobre el pedal. Y Olga Guillot cantaba bajito desde el parlante de madera con su dulce acento cubano. Todavía Argentina no había entrado en estertores de muerte. Es más, todavía Perón no había iniciado ese plan de escarmiento de Triple A, para con su “juventud maravillosa”.
No, todo eso aún no llegaba, aunque estaba al caer, y ya mi abuela andaba desconfiando del peronismo. Para que mi abuela, que era mujer de pocas palabras anduviera protestando!!!. Y eso que sólo conoció mi abuela al peronismo de Perón. Que si hubiera sufrido luego todo lo demás!!… eso del Peronismo sin Perón, el peronismo a pesar de Perón, el peronismo de “mecagoenPerón”, y el peronismo de tirarle cadáveres en la mesa a Perón, si hubiera conocido todo eso, ya lo de mi abuela habría pasado a ser un gorilismo en defensa propia. Pero no, no venía lo peor y ya mi abuela desconfiaba de cosas como “La razón de mi vida recitada de memoria”, la “afiliación obligatoria”, las reverencias a “santa evita” so pena de quedar en la calle. La quema de iglesias, y ver a sus amigas las monjas corriendo desesperadas a la casa de algún alma caritativa para salvar sus vidas. Lo último que alcanzó a ver mi abuela, yo creo, fue la gota que colmó su desconfianza, pues ese tipo de megalomanías siempre suelen hacer mella en los corazones sencillos. A pocas cuadras de su casita de toda la vida, ese departamento modesto en el tercer piso de calle J.M. Gutiérrez… mi abuela alcanzó a ver un cartelón enorme, tan enorme como la saña “jotapetista” que anunciaba con un dejo de soberbia: “Aquí se levantará el altar de la Patria”.
Ah sí, que ese cartel estuvo muchos años anunciando una futura tumba faraónica de las esfinges del General y la “santa”.
Menos mal que mi abuela no vio todo lo que vino después. Pero ella alcanzó a protestar lo que vivió, y yo sí alcancé a sufrir lo que vino después.
¿Para qué llorar sobre la leche derramada?, me protestan mis amigos resignados ante esta banda de farsantes disfrazados de políticos… Pues yo no me resigno al silencio cómplice. Yo voy a gritar hasta que me tapen la boca.
Que esta semana otra vez, el enésimo embanderado en la esfinge amorfa del General, se jugó la nueva carta: Forzar la igualdad de lo distinto con forzados argumentos.
Ahí está la sonrisa socarrona de un tal Néstor, embanderado en una causa que no le importa, para embretar a la Nación y crispar a las masas.
Las masas… el pueblo. Cien mil almas en la plaza dijeron NO un día antes. Qué ilusos!!!, esa es la idea del tal Néstor… hacerse el “poronga” con los muchos. El está convencido que la tiene más grande que todos.
Y mientras la ley del casamiento gay salía tras una vergonzosa votación en el Senado, con pusilánimes senadores yéndose por la puerta de atrás para no votar, y con ausencias compradas con viajes a la China, y con abstenciones que saben a vómito de cobardes, un grupo pequeño que se mientre progresista, festejaba afuera. Varias banderas del Ché Guevara ondean en las manos de los que festejan la “igualdad” del amor. Justo el Ché!!!, que con su propia mano, su propia pistola y en una Revolución prestada, ajusticiaba a los homosexuales en Guanacahabibes, un campo de concentración que, para la ocasión, tenía la “gran revolución cubana”.
Alguien me escribe indignado. Me dice que discrimino al oponerme a la payasada de ley que acaban de votar en el Senado… Mientras tanto Hebe, la putativa del tal Néstor, grita que los de mi religión somos una “lacra”. La PresidentA, dice que somos inquisidores. Pichetto nos llama Nazis. Y los que festejan en la plaza, nos llaman “basura”. Ya lo dijo San Pablo… “jactándose de sabios, se volvieron estúpidos.”