Editorial II
¿Rencor o reconciliación?
En tanto el presidente uruguayo Mujica insta a la reconciliación, en la Argentina resulta amenazado el rabino Bergman
Editorial diario La Nación - 25 de marzo de 2.010
¿Rencor o reconciliación?
En tanto el presidente uruguayo Mujica insta a la reconciliación, en la Argentina resulta amenazado el rabino Bergman
Editorial diario La Nación - 25 de marzo de 2.010
Un hombre de bien, honda y abiertamente interesado por el futuro del país y sus ciudadanos, el rabino Sergio Bergman, recibió amenazas en contra de él y su familia. Había incurrido en el pecado de prestarse a presentar el libro Los llaman? jóvenes idealistas , escrito por la presidenta del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), Víctoria Villarruel, para recopilar historias de las víctimas de la subversión y del contexto en que se desarrolló el enfrentamiento cuyas heridas aún están muy lejos de haber cicatrizado.
No es extraño que ello así ocurra. El actual gobierno nacional y también su antecesor se han ocupado y preocupado por mantener vigente y exacerbar el subsistente rencor de quienes fueron blancos de la represión del Estado, sin duda feroz, exagerada y censurable; pero, al mismo tiempo, ni siquiera han tenido compasión por las infortunadas víctimas de una agresión igualmente solapada y desprovista de piedad.
Podría llegar a inferirse que las autoridades han sustentado el criterio de que al fin y al cabo los militares y los integrantes de las fuerzas de seguridad y policiales caídos en aquellos ataques cumplían con su deber y, por lo tanto, no tienen derecho a ser reconocidos. Mas tal excusa queda desvirtuada porque ese relegamiento fue y es hecho extensivo a los civiles -muchos de ellos inocentes- torcidamente involucrados en una contienda en la que nadie dio ni pidió cuartel: a estos inmolados se les ha negado cualquier clase de reparación y derechos, y se ha procurado ignorarlos con el deliberado propósito de erradicarlos de la memoria colectiva de la sociedad.
Esa intolerancia a ultranza se reitera con monótona insistencia en las expresiones públicas de la presidenta de la Nación y su entorno. Esta tendencia contrasta con la actitud del mandatario uruguayo, José Mujica, antaño ferviente militante de la organización Tupamaros -le costó 14 años de durísimo confinamiento- y, no obstante, ahora predicador de la necesidad de una reconciliación.
Si se aspira a conocer el alcance de esta positiva actitud, será conveniente empezar por tomar nota de algunas de las manifestaciones que, en ese sentido, ha vertido el presidente Mujica, sincero a punto tal que hasta subrayó el "hedor a venganza" de ciertas sentencias judiciales falladas en contra de antiguos represores.
Respecto de las fuerzas armadas uruguayas, expresó que "no deben cargar con ninguna mochila del pasado" y subrayó: "No quiero que los de hoy se antagonicen por el ayer". Y con franqueza ideológica no exenta de hidalguía, sostuvo que "cada vez que uno cae en un sentimiento de odio o espíritu de venganza, estamos siendo derrotados".
Blanco y negro. Dos países, dos gobiernos y dos conductas. Una sola y dolorosa conclusión: el presidente uruguayo es consciente de cómo debe ser construido un futuro promisorio; la sesgada mirada de las autoridades argentinas alienta la intemperancia y explica las amenazas a quienes sustentan opiniones diferentes; en suma, en lugar de consolidar al futuro, destruye cuanto ha podido subsistir de sus aún dudosos retoños.
No es extraño que ello así ocurra. El actual gobierno nacional y también su antecesor se han ocupado y preocupado por mantener vigente y exacerbar el subsistente rencor de quienes fueron blancos de la represión del Estado, sin duda feroz, exagerada y censurable; pero, al mismo tiempo, ni siquiera han tenido compasión por las infortunadas víctimas de una agresión igualmente solapada y desprovista de piedad.
Podría llegar a inferirse que las autoridades han sustentado el criterio de que al fin y al cabo los militares y los integrantes de las fuerzas de seguridad y policiales caídos en aquellos ataques cumplían con su deber y, por lo tanto, no tienen derecho a ser reconocidos. Mas tal excusa queda desvirtuada porque ese relegamiento fue y es hecho extensivo a los civiles -muchos de ellos inocentes- torcidamente involucrados en una contienda en la que nadie dio ni pidió cuartel: a estos inmolados se les ha negado cualquier clase de reparación y derechos, y se ha procurado ignorarlos con el deliberado propósito de erradicarlos de la memoria colectiva de la sociedad.
Esa intolerancia a ultranza se reitera con monótona insistencia en las expresiones públicas de la presidenta de la Nación y su entorno. Esta tendencia contrasta con la actitud del mandatario uruguayo, José Mujica, antaño ferviente militante de la organización Tupamaros -le costó 14 años de durísimo confinamiento- y, no obstante, ahora predicador de la necesidad de una reconciliación.
Si se aspira a conocer el alcance de esta positiva actitud, será conveniente empezar por tomar nota de algunas de las manifestaciones que, en ese sentido, ha vertido el presidente Mujica, sincero a punto tal que hasta subrayó el "hedor a venganza" de ciertas sentencias judiciales falladas en contra de antiguos represores.
Respecto de las fuerzas armadas uruguayas, expresó que "no deben cargar con ninguna mochila del pasado" y subrayó: "No quiero que los de hoy se antagonicen por el ayer". Y con franqueza ideológica no exenta de hidalguía, sostuvo que "cada vez que uno cae en un sentimiento de odio o espíritu de venganza, estamos siendo derrotados".
Blanco y negro. Dos países, dos gobiernos y dos conductas. Una sola y dolorosa conclusión: el presidente uruguayo es consciente de cómo debe ser construido un futuro promisorio; la sesgada mirada de las autoridades argentinas alienta la intemperancia y explica las amenazas a quienes sustentan opiniones diferentes; en suma, en lugar de consolidar al futuro, destruye cuanto ha podido subsistir de sus aún dudosos retoños.
3 comentarios:
José Mugica está demostrando desde antes de asumir, que piensa y actúa como un estadista. Soluciona los problemas, no los ahonda. Deberían aprender de este ex Tupamaro, que piensa bien el futuro de su país y seguro que ni se le ocurre llenarse los bolsillos de oro, dólares u hoteles.
Urugauy... un país chico, pero serio y confiable!
Palme, fíjese, al ponerse de pié, mire de reojo la silla...parece que la ha manchado con la sangre que le sale de la herida del orto.
El cabezón Duhalde les metió el dedo en el marrón... ¿Qué hacemos ahora?
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