domingo, 22 de noviembre de 2009

Celebra la vida!!!


Celebra la vida, celebra la vida, que nada se guarda que todo te brinda.
Celebra la vida, celebra la vida, segundo a segundo y todos los días…”

(Celebra la vida - Axel)

Mi viejo...


Mi hijo canturrea esta canción pegadiza. Es temprano y parece de buen humor.

Yo canto en voz alta el estribillo. El me mira con cara de asombro. Se sorprende, le conozco esa mirada de adolescente incómodo.

¡Como si un cuarentón con canas, no pudiera conocer una canción “de ahora”!.

“Sí, la conozco. Jorge escribió un artículo con esa canción”, le explico a Gerva que misteriosamente esta mañana está de buen humor.

El Jorge que comento con mi hijo Gervasio, es un periodista amigo. Un profesional impecable, jefe del noticiero radial de Argentina más importante de la mañana. Buenazo, que lleva con orgullo esa impronta de erres arrastradas, un documento hablado inconfundible de su Corrientes natal.

Hace unos meses, Jorge escribió en su columna digital una nota que tituló “Celebra la vida”, en alusión a la canción pegadiza de letra festiva que canta el cantante Axel.

Decía Jorge en esa nota: “Esta vez propongo que leas la letra de la canción de Axel, que seguramente la escuchaste en la radio pero debido a la velocidad con la que vivimos, no le prestamos atención y la verdad, es una "joyita" a la que hay que valorar e imitar… ¿Qué haces para celebrar la vida? Yo voy liviano, sin rencores ni broncas, siendo optimista y con buen humor, deseando lo mejor para mi y todos, con la cara de mis hijos en mis pensamientos, tirando buena onda, porque vuelve… ¿Y vos…?”

Pobre Jorge, a los dos minutos le salieron con los tapones de punta. El primer comentario atroz fue el de su colega y ex profesor Jorge Lafauci. Comentó Lafauci: “¿Y te recibiste de licenciado en ciencias de comunicación de la UBA para terminar recomendando una canción de Axel? qué tristeza!! me acuerdo cuando en la UBA leíamos a Flaubert! pero bueno, eran otros tiempos. Perdón, pero el post es realmente malo”.

Cada día nos topamos con muchos Lafauci. Gente que está convencida que la buena onda, que la alegría, el humor, el amor, la familia… son Valores pasados de moda.

Vivimos tiempos violentos. Difíciles tiempos. Es verdad. Sin embargo, estoy convencido que mucho tiene que ver el tiempo en que vivimos, con eso de haber menospreciado durante tanto tiempo ciertos valores que son pilares.

Curiosamente, también esta mañana, al iniciar tempranito la rutina linda de cada día, me encuentro en el diario una hermosa carta de lectores.

La escribe María Victoria Carboni Bisso.

María Victoria agradece en dicha carta al personal del Hospital Británico que la atendió en un reciente momento difícil. Pero me quedo prendado con la segunda parte de la carta que aquí transcribo: “…Cuando la vida nos enfrenta a momentos difíciles de sobrellevar como los que tuve que experimentar al ser operada y enterarme de un diagnóstico bastante duro, se reconocen en los demás las virtudes y valores que nos ayudan a tener energías positivas y fuerzas para luchar. Una palabra cálida, una mano apretada, una sonrisa son gestos que levantan el ánimo y favorecen la curación del cuerpo y del espíritu. "Como lo expresó la madre Teresa de Calcuta: «Nosotros sentimos que lo que estamos haciendo es sólo una gota en el océano. Pero el océano no estaría lleno si no existiera esa gota». Gracias también a mi Gualeguay querido y a toda la Congregación de Hermanas Josefinas, que impulsaron una cadena de oración gigante que recorrió México, Canadá y otros lugares."

María Victoria habla de cosas que muchas veces he discutido con los médicos. Ella misma proviene de una familia de médicos.

Su papá Daniel, atendió durante mucho tiempo a mis niños, mientras mis niños fueron niños. Y a pesar de las diferencias de ideas y opiniones públicas que siempre tensaron la relación entre Daniel y yo, nunca dejé de llevar a mis hijos a su consultorio.

Sí, ya sé que eso que yo esgrimía como orgullosa tolerancia, Daniel me lo retrucaba con fina ironía: “Los seguís trayendo porque en tu casa mandan las Marcó”, en simpática alusión a mi suegra.

Pero más allá de las ironías y las tensiones personales, había una virtud que destacaba yo en aquél consultorio siempre repleto chicos, en el cual María Victoria era la cálida recepcionista que nunca esbozó una queja ni una mala cara. Y precisamente, esa virtud que yo reconocía en Daniel era, en cierto modo, ajena a la medicina. Daniel sabía decir: “hasta aquí llegué”. Y eso, que parece una pequeñez, salva más vidas que muchas petulancias de orgullo todopoderoso.

Durante la enfermedad de mi viejo, recuerdo que también hablé varias veces con otro médico ligado a los afectos de Gualeguay, el Dr. Enrique Beveraggi.

A Don Enrique, médico de currículum avasallante, lo conocí en su querido Hospital Italiano. Allí caminaba incansable los eternos pasillos.

Mi viejo agonizaba y lo sabía. Nosotros, la familia, desesperábamos sin saberlo.

Don Enrique llegó una mañana a la habitación de mi viejo. Tocó la puerta, entró, y se sentó a los pies de la cama. Papá encendió su comprensible queja rabiosa de enfermo terminal. Yo, la del familiar indignado ante el incomprensible maltrato de cierto personal.

Don Enrique nos comentó entonces que la parte humana era lo que más costaba encauzar en el ámbito de la medicina. Y no hablaba sólo de la petulancia suficiente de ciertos médicos de humos subidos, ni de enfermeros desalmados por la rutina, sino que hablaba más bien de ese personal de atención al público que olvida que el público al que atiende, es un enfermo malhumorado por sus dolencias.

Vaya uno a saber si, por un problema de amortización o de saturación de turnos, pero lo cierto es que los tomógrafos en Argentina funcionan las 24 hs. Entonces es muy común que a uno le den turno para una tomografía a las tres de la mañana, y que el personal de por allí atienda de manera despectiva. En fin…

Largas horas tuvimos de charla con Enrique Beveraggi junto al lecho de mi padre hablando de la parte humana de la medicina. De esas cosas “sin importancia”, que la mayoría de la gente subestima, pero que a los enfermos “les cura el alma”.

La última vez que estuvo Enrique en aquella habitación, fue unos días antes de la muerte de mi viejo. Enrique llegaba recién del Uruguay, y entró al Hospital con parte de su familia. Se sentó en la cama como si le holgara el tiempo. Le agarró la mano a mi viejo como si fueran amigos de toda la vida. ¿Qué querés Horacio?

Papá pedía poco… no sufrir la crueldad de tratamientos innecesarios. Y poder irse a morir a su casa. En Gualeguay. Tan poco…y tanto.

Le bastaron tres palabras a mi viejo para que esa noche durmiera como un tronco. “Te lo prometo”. Y así fue. Ironías del destino, fue Mariano, el hermano de María Victoria, el último eslabón de aquella promesa. La ambulancia del Centro Médico que dirige, trasladó a mi viejo desde el Italiano a su casa de Gualeguay.

Por eso hoy, vaya en este recuerdo de mis palabras, un sincero reconocimiento a gente como Jorge (no Lafauci, claro) y como María Víctoria, que aún en medio de sus problemas, saben ver lo verdaderamente importante.

Eso que nosotros no alcanzamos a ver, apurados en las urgencias sonsas de la vida.

2 comentarios:

Vivian dijo...

De eso se trata "Celebra la Vida",
de saber apreciar lo bueno y lo bello
en cada paso que damos en esta realidad que nos toca a cada uno experimentar. Se trata de escucharla con el corazón y plantar la semilla para ser mejores personas cada dia. Evolucionar mente, cuerpo y alma!

Un gran saludo señor!
Y pidamos por que Jorge abra un poco mas su corazón! =)

Vivian, 23 años
BsAs. 22/11/09

Anónimo dijo...

Qué Hermoso!!!,pero...seguí sangrando por la herida del orto!!!