sábado, 13 de junio de 2009

DE GRIPE... Y DE COSAS PEORES


Uno propone… y Dios dispone, dice el refrán. Así es como una semana que iba para un lado, uno la termina… en la cama. Con tantas cepas de gripes dando vueltas, yo caí con la mía al sanatorio.

Cuando era chico, recuerdo que engriparse no era algo tan dramático. Bueno, al menos no lo era para mí. Sino que era la oportunidad de pasar un par de días en el paraíso. Metido en la cama, la radio en la mesa de luz, la tele a los pies de la cama. Y la vieja que iba y venía con la bandeja. De la cocina a mi dormitorio… ida y vuelta.

Sopas, infusiones, tostadas, mermeladas… y algún que otro remedio con gusto a naranja. Eran días gloriosos. Sin horarios, y con muchos mimos.

Esos días en la cama, era un redescubrir la casa. Es que, claro, yo nunca estaba en casa durante las mañanas. Entonces era toda una novedad descubrir los ruidos primeros del desayuno, de mis hermanos yéndose al colegio, las ventanas que se abrían, el auto de mi viejo que arrancaba con la ayuda del cebador… los ruidos de mamá limpiando… uf, podría describir exactamente qué se hacía a cada hora en aquella casa de mi infancia, recordando lo que escuchaba pacientemente desde mi cama.

No eran tiempos de Play, ni de computadoras ni de súper teléfonos celulares… apenas una tele con unos pocos canales, una radio de tibias melodías, y libros y revistas que uno desparramaba por la cama.

Claro que esa es la parte romántica de la gripe… ahora, que uno ya no es un chico, los huesos duelen más, y tres días en cama es todo un problemón para este mundo frenético que no entiende de excusas, ni de días de reposo. Un mundo loco que reclama presencias con urgencias.

Así que estoy en la guardia atestada del Sanatorio con el dolor de mis huesos a cuestas, esperando por alguna pócima milagrosa que me saque de la cama con urgencia para bien del mundo. Las guardias son lugares calamitosos. Todos se miran con desconfianza. Todos están apurados por irse. Hay padres con caras de preocupación, y hay madres con caras de dolor inocultable. Hay parejas que se acompañan. Hay gentes solas que mientras esperan miran un televisor chiquito que ruge desde un rincón lejano. El noticiero solo habla de los 2 grados de temperatura.

Detesto las guardias. La de los Hospitales públicos o las de los súper Sanatorios de prepagas súper. Pero hay veces que uno no las puede evitar.

Después de un tiempo, eterno para mis dolores, un médico grita mi nombre junto a una inmensa puerta vaivén. Camino despacio… y despacio entro en el consultorio inmaculado. Y lo de siempre. Las preguntas de rigor, más las preguntas de moda si he estado en contacto con alguien con gripe porcina. Yo abro la boca, cierro la boca. Aspiro profundo con la boca abierta cien veces. El cuello para allá, el cuello para acá… de cúbito ventral. Y de cúbito dorsal. Y el médico que al fin me dice lo que quiero oir. “Mire, si puede quedarse un par de días en la cama, mucho mejor”.

Si por mi fuera, ni siquiera me hubiera levantado hoy para venir… así que no sabe el médico qué bien me caen sus palabras. El tema es ahora cómo explicarle a este mundo frenético de urgencias extremas, que mis huesos necesitan tres días de reposo. De todos modos me arriesgo a la prueba. Apago los celulares y me meto en la cama… veremos cómo se las ingenia mundo sin mí…

SOLO UNA COSA

Solo quisiera comentar una noticia esta semana, antes de desaparecer del mundo. Y aprovecho estas pocas horas de efecto del poderoso analgésico para escribirla.

Tal cual lo afirma su familia, si la ministra de defensa de Argentina no fuera una ex oficial del grupo terrorista Montoneros, pocos se hubieran enterado de la muerte del General Wehner.

Rodolfo Wehner muere en Hospital Militar, sus restos son llevados a Salta. Allí, el general Jorge Altieri prepara una capilla ardiente en la V Brigada de Montaña General Belgrano. Pero la ministra no autoriza a montar en la unidad militar de Salta la capilla fúnebre para rendirle honores militares al general fallecido.

La excusa de la ministra Montonera, es que el general estaba siendo investigado por su accionar en los años 70 en la lucha contra el terrorismo.

La reacción inmediata del General Altieri fue pedirle disculpas a la familia de Wehner, y contarles que iba a presentar su pase a retiro.

Curiosamente, el general Rodolfo Wehner era el jefe del Regimiento de Granaderos en el momento en que se produjo el golpe Cívico militar del 24 de marzo de 1976. Y fue el mismísimo Wehner quien advirtió a sus camaradas que iba a defender la investidura presidencial hasta sus últimas consecuencias. Por eso, la primera junta de gobierno que tomó el poder, decidió arrestar a la viuda de Perón en el Aeroparque porteño y no en la Casa Rosada.

Wehner era investigado efectivamente por delitos ocurridos durante el último gobierno Cívico Militar. Pero nunca fue declarado culpable. Pero esto, se sabe, importa poco en esta justicia de las “orgas” de “derechos humanos” tan particular que sólo sabe a revancha.

Supongo que el disgusto de Nilda Garré de Abal Medina debe haber sido profundo. Lleva años intentando con su política de proctología, humillar a las Fuerzas Armadas.

Le debe haber dolido en el alma que un general recientemente ascendido, pida el pase a retiro “porque estaba harto de ser funcional a la destrucción de las Fuerzas Armadas de su país con el cuentito de los jóvenes idealistas que ya no creía nadie. Y que prefería enviar un mensaje a sus subalternos, de DIGNIDAD y VALORES con su pase a retiro”. Pobre ministra, tantos años para esto. Tantos años… para nada.

Es que la ministra Montonera no entiende nada más que el diccionario de la venganza. Y dice ante el incidente: "Continúa la actitud corporativa en las Fuerzas Armadas. Si bien la gran mayoría no coincide con lo que se hizo, hay una actitud de no castigar más a las personas que puedan ser involucradas por la Justicia. Creo que en el primer año de mi gestión era más difícil que hoy lograr que nos dieran información. Si bien nuestra función no es investigar, no vamos a encubrir a nadie"… ahí anda la ministra Montonera con rencores mal curados. Con sus intrigas de intentar buscar delatores.

Yo me quedo con los ojos enormes y brillantes de la Dra. Sarlenga. Me la encontré esta semana en la única salida que pude hacer antes de engriparme. Fue en la Corporación de Abogados Católicos de Buenos Aires, donde se le rendía un homenaje al Juez Quiroga, asesinado por un comando terrorista del ERP.

La Dra. Sarlenga escucha los discursos y rompe en lágrimas cuando José María Sacheri, hijo del profesor asesinado por un comando del Erp frente a toda su familia, relata cómo lo fusilaron al Juez Quiroga en pleno centro de Buenos Aires. ¿El delito del juez Quiroga?, haber enjuiciado a terroristas. Es que al padre de la doctora Sarlenga, cuando ella tenía tres meses de vida, también lo acribillaron los terroristas. Los Montoneros. Hacía diez días que había sido nombrado en Béndix S.A como gerente de personal. Ese día entraron los terroristas y preguntaron por el dueño. “No está”, dijo su padre. “Bueno, entonces te matamos a vos, por bocón, y a vos. Todos ustedes quedarán de testigos” Después de esas palabras, siete tiros en la nuca para cada uno. La Dra. Llora cuando escucha la muerte de Quiroga… “mamá siempre me repitió que nunca los odiara”. Tal vez la doctora no lo sepa, pero ésa es la victoria de las Víctimas que este gobierno pretende olvidar. Ellos sí supieron crecer sin odios.

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