Las consecuencias del garantismo demagogo se pasearon esta semana todas juntas en andas de la tragedia. ¿Dónde?... en las calles de Valentín Alsina.
Un chico de 14 años que desde los 12 integra una banda de delincuentes que todo el barrio conoce, le vacía el cargador a un vecino que viene de trabajar. Y lo mata.
No llega la ambulancia ni llega la policía.
No queda otra entonces… los vecinos.
Corren al precoz asesino, lo alcanzan y lo muelen a golpes.
Por suerte ahora sí llega la policía y se lleva al menor para evitar el ojo por ojo que deja entrever la sociedad Argentina en vías de desintegración.
Llega el fiscal, y cuando se entera que el asesino tiene 14 años, hace público un comentario de derecho penal garantista: “y… no puedo hacer nada”.
Los vecinos montan en cólera y lo muelen a palos frente a la policía. Por ahora es el único recurso que admite el código penal en las calles de por aquí: Si la justicia no puede, los puños crispados de los vecinos enardecidos creen poder.
Llega un funcionario municipal. También los vecinos lo muelen a golpes y rompen patrulleros y le pegan a la policía.
“Valentín Alsina es zona liberada”… gritan frente las cámaras los vecinos.
Y cómo no creerles… si la Argentina toda es desde hace mucho tiempo tierra de nadie.
El garantismo demagogo ha parido en Argentina un estado deforme.
Esta semana me encontré con un médico amigo. La casualidad nos cruzó en la hora infame de la siesta frente a un café de calle Juramento. Lo comento porque mi amigo utiliza desde hace varios años una imagen muy gráfica para explicar esta Argentina: “Argentina es como un cuerpo enorme al que le han amputado los brazos”, sostiene mi amigo a los gritos en la mesa del café.
Le chica que nos sirve el café con amabilidad sonríe… y asiente.
“Imaginate entonces Horacio, una persona enorme pero sin brazos…viene alguien y le saca la billetera, y la persona no puede hacer nada. Viene otro y le baja los pantalones….y no puede hacer nada… viene otro y…..”
Bueno bueno, ya entendí, le dije a mi amigo, pues supuse que venían explicaciones más contundentes. Demasiado más contundentes.
Pero después de aquella charla, yo me quedé pensando durante toda la semana…
Un chico de 14 años que a sus anchas, anda por las calles con licencia para matar.
Y el estado que no puede.
Una turba enardecida en las calles, ante una policía que no puede actuar.
Y el estado que no puede.
Un fiscal que llega para decir que no puede hacer nada.
Y el estado… que no puede.
El estado Argentino, un enorme cuerpo sin brazos.
Ahora vendrán por enésima vez las marchas clamando más seguridad. Y los medios debatiendo nuevamente si hay que cambiar las leyes para poder imputar a los chicos de 14 años que le vacían el cargador de una pistola 9 milímetros al primero que se le cruce. Y saldrán otros a decir que la culpa es de los medios. Que si los medios no mostraran tantos asesinatos…
Y sí, en un tiempo no muy lejano, Capistro, el camionero de 45 años al que le vaciaron el cargador, tal vez pase a ser un número más en las estadísticas frías que enuncia Eugenio Zaffaroni desde el altar de la Corte Suprema de Justicia.
Un número más en una estadística infinita.
Y el asesino de 14 años que han detenido, volverá a las calles con la 9 milímetros en la cintura…
Esconder la basura bajo la alfombra. Meter la cabeza bajo la tierra. Mirar para otro lado. Que viva el sentido común del los comunes sin sentidos. De todas maneras, y lamentablemente, las consecuencias del garantismo demagogo se encontrarán dentro de unos días, todas juntas. El encuentro será irremediable. Será en las Calles de Valentín Alsina… o en cualquier otra parte.
Un chico de 14 años que desde los 12 integra una banda de delincuentes que todo el barrio conoce, le vacía el cargador a un vecino que viene de trabajar. Y lo mata.
No llega la ambulancia ni llega la policía.
No queda otra entonces… los vecinos.
Corren al precoz asesino, lo alcanzan y lo muelen a golpes.
Por suerte ahora sí llega la policía y se lleva al menor para evitar el ojo por ojo que deja entrever la sociedad Argentina en vías de desintegración.
Llega el fiscal, y cuando se entera que el asesino tiene 14 años, hace público un comentario de derecho penal garantista: “y… no puedo hacer nada”.
Los vecinos montan en cólera y lo muelen a palos frente a la policía. Por ahora es el único recurso que admite el código penal en las calles de por aquí: Si la justicia no puede, los puños crispados de los vecinos enardecidos creen poder.
Llega un funcionario municipal. También los vecinos lo muelen a golpes y rompen patrulleros y le pegan a la policía.
“Valentín Alsina es zona liberada”… gritan frente las cámaras los vecinos.
Y cómo no creerles… si la Argentina toda es desde hace mucho tiempo tierra de nadie.
El garantismo demagogo ha parido en Argentina un estado deforme.
Esta semana me encontré con un médico amigo. La casualidad nos cruzó en la hora infame de la siesta frente a un café de calle Juramento. Lo comento porque mi amigo utiliza desde hace varios años una imagen muy gráfica para explicar esta Argentina: “Argentina es como un cuerpo enorme al que le han amputado los brazos”, sostiene mi amigo a los gritos en la mesa del café.
Le chica que nos sirve el café con amabilidad sonríe… y asiente.
“Imaginate entonces Horacio, una persona enorme pero sin brazos…viene alguien y le saca la billetera, y la persona no puede hacer nada. Viene otro y le baja los pantalones….y no puede hacer nada… viene otro y…..”
Bueno bueno, ya entendí, le dije a mi amigo, pues supuse que venían explicaciones más contundentes. Demasiado más contundentes.
Pero después de aquella charla, yo me quedé pensando durante toda la semana…
Un chico de 14 años que a sus anchas, anda por las calles con licencia para matar.
Y el estado que no puede.
Una turba enardecida en las calles, ante una policía que no puede actuar.
Y el estado que no puede.
Un fiscal que llega para decir que no puede hacer nada.
Y el estado… que no puede.
El estado Argentino, un enorme cuerpo sin brazos.
Ahora vendrán por enésima vez las marchas clamando más seguridad. Y los medios debatiendo nuevamente si hay que cambiar las leyes para poder imputar a los chicos de 14 años que le vacían el cargador de una pistola 9 milímetros al primero que se le cruce. Y saldrán otros a decir que la culpa es de los medios. Que si los medios no mostraran tantos asesinatos…
Y sí, en un tiempo no muy lejano, Capistro, el camionero de 45 años al que le vaciaron el cargador, tal vez pase a ser un número más en las estadísticas frías que enuncia Eugenio Zaffaroni desde el altar de la Corte Suprema de Justicia.
Un número más en una estadística infinita.
Y el asesino de 14 años que han detenido, volverá a las calles con la 9 milímetros en la cintura…
Esconder la basura bajo la alfombra. Meter la cabeza bajo la tierra. Mirar para otro lado. Que viva el sentido común del los comunes sin sentidos. De todas maneras, y lamentablemente, las consecuencias del garantismo demagogo se encontrarán dentro de unos días, todas juntas. El encuentro será irremediable. Será en las Calles de Valentín Alsina… o en cualquier otra parte.
2 comentarios:
Hay que hacer "la gran Herodes". Hay que salir a matar a todos los niños de 14 años. De esa manera se van a terminar los delicuentes de 14 años.
Ay Sopenco!!! qué básico!!
Abrazo
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