La Argentina Informal
Llego a las corridas a la terminal de ómnibus de Retiro.
Y cada verano, después de mucho correr por entre la locura de Buenos Aires, trotar contrarreloj con el bolso a cuestas por las atestadas veredas de Retiro, abrirme camino por entre la marea humana que en esta época colma la estación…
Y al llegar a un lugar de la sala de espera cerca de las plataformas desde las que supuestamente saldrá mi colectivo, digo, cada vez que llego como si hubiera corrido un maratón, me pregunto lo mismo: ¿Nunca vas a aprender?
Y al llegar a un lugar de la sala de espera cerca de las plataformas desde las que supuestamente saldrá mi colectivo, digo, cada vez que llego como si hubiera corrido un maratón, me pregunto lo mismo: ¿Nunca vas a aprender?
Por si nunca en su vida vivió la experiencia extrema de intentar tomar un micro de larga distancia en temporada alta, dentro de la principal terminal de ómnibus del país, le cuento más o menos de qué va la cosa. Uno llega con un pasaje que ha sacado con mucha anticipación. Y uno llega confiado, pues el día que el vendedor nos vendió el pasaje, tomó una birome con aires de seriedad y eficiencia, nos mostró el pasaje, y mientras nos marcaba los puntos importantes nos dijo: «Usted viaja viernes 9, 20. 40 horas, asiento 63, en la empresa tal, el viaje se anuncia a esta ciudad, lo cubre un coche la empresa cual, y sale desde las plataformas 55 a 65. ¿Entendió?.Uno dice que sí, siempre dice que sí, porque sabe que si uno dice que no, el vendedor no amoldará su explicación a nuestras entendederas, sino que repetirá como loro la misma explicación. Entonces dice que sí.Toma entonces el pasaje, mira las marcas de la birome y dice… más claridad imposible. ¿Iluso?, un poco, pero convengamos que uno necesita pensar que vive en un país normal, al menos para no volverse loco. No me diga que no sabe hacia donde voy… entonces uno entra a la terminal a las corridas, para llegar con tiempo, porque internamente quiere convencerse que el micro saldrá puntual. Ya tranquiliza la marcha y el espíritu, al escuchar que los altoparlantes oficiales de la terminal, están anunciando viajes de hace una hora. Uno entonces respira, sabe que todo está en su lugar. Es decir, fuera de lugar.No obstante eso, y después que uno se acomodó en un rincón a esperar pacientemente el anuncio oficial, la informalidad normal de la argentina lo saca a los empujones y lo lleva a la rastra hasta la desesperación. Mientras desde nuestro rincón observamos con cara de suficiencia a un montón de gente que busca con cara y con actitudes desesperadas su micro, se dice por lo bajo… ¿acaso no les explicaron a ellos los datos del pasaje?. No se ría.Basta que uno se acomode tranquilo en un rincón a esperar el anuncio oficial de esa locutora con voz seductora que dice: Tata el rápido anuncia la partida de su servicio de la hora 20 40 con destino a Corrientes, pasando por las ciudades de….. El mismo se realiza por plataforma número 57"… para que la realidad lo sacuda sin aviso.Escucha uno el aviso de la voz seductora, y se va caminando hacia la plataforma, y… para nuestra sorpresa, resulta que ahí está muy cómodamente estacionado un micro de la empresa Micromar, con un cartelón enorme que dice: Mar del Plata, 19 30. Caramba, un pequeño inconveniente. Pero chau tranquilidad. Y claro, uno ya abandonó la comodidad del gran salón de espera, ha salido al caluroso pasillo de las plataformas, que es como entrar entonces a un gran mercado persa de gritos, corridas y empujones. Desde las plataformas, cada empresa de micros de larga distancia tiene su propio locutor para oficial, que obviamente, están abocados a la insigne tarea de desmentir a la locutora oficial. Así, cada locutor para oficial, megáfono en mano, intenta explicar a los gritos los «cambios de último momento». La intranquilidad se vuelve confusión. Aún no llega la desesperación, pero no falta mucho.De entre todos los locutores que vociferan, en los instantes que la locutora oficial deja libre, uno debe buscar el que tenga la camisa de la empresa por la que uno viaja.
Pero no es tan sencillo, pues las compañías de colectivos han trenzado un extraña red de compras y fusiones tan increíbles, que uno no entiende nada. Ahora sí, casi llegamos a la etapa de la desesperación. Resulta entonces, que uno tiene que hacer un curso acelerado de mercado del transporte automotor de pasajeros. Casi la mitad de las empresas son propiedad de la monstruosa Flecha Bus. Eso no es un dato importante, aparentemente, salvo por un pequeño detalle, uno, que está confiado con que viaja con en la empresa Tata el Rápido, se entera que esa empresa es lo mismo que San José pero con distinta pintura. Y que es lo mismo Nuevo Expreso que Flecha, que Tata que San José. De todo esto uno se puede enterar un viernes a la tardecita en las calurosas plataformas de retiro.«Los pasajeros que tienen pasaje para Gualeguay 20 40 en San José, tienen que abordar el servicio de Tata el rápido que sale, no por plataforma 57, sino por la plataforma 63. Repito, los pasajeros que tienen pasajes….», grita el del megáfono.
Al instante, 60 pasajeros desesperados, pasaje en mano, rodean al locutor para que les explique a viva voz, lo que recién intentó explicar con el megáfono. Entonces el locutor toma el megáfono e intenta repetir el anuncio, pero a cinco metros, el de Flecha Bus está anunciando los cambios de sus micros. Esa pelea vía megáfonos es imperdible. «Che, callate que estoy anunciando yo». «yo estaba anunciando primero». La locutora oficial, sí la de la voz de gata ardiente, sigue con sus anuncios oficiales que ya nadie cree, por la sencilla razón que en las plataformas, todos la desmienten.Y sí, al fin llega la etapa de la desesperación. Con mi pasaje en la mano de 20 40, le pregunto al locutor del megáfono si tiene idea de a qué hora vendrá el micro que anunciaron hace media hora en dos plataformas distintas. El tipo toma el pasaje, pegunta por handy, y el desde algún lugar, alguien le contesta que le parece que el colectivo se anunciará con otro destino y en otra plataforma.
A las diez de la noche se disipan las dudas. Ya todos acomodados en nuestros respectivos asientos, volvemos a la calma de la normalidad. Hasta nos olvidamos de la informalidad argentina. Dentro de una moderna unidad, volvemos a soñar con un país normal. Se apagan las luces, el colectivo se hace a la ruta. De pronto, alguien saca un potente equipo de música y rompe el silencio de la noche con un chamamé chillón.Una pasajera reclama airosa al chofer del colectivo, para que haga apagar la música. El chofer se disculpa, alegando que no tiene autoridad para eso. «No puedo enseñarles convivencia a cada pasajero señora, cada uno sabe lo que tiene que hacer…». La señora le recrimina, y el joven chofer balbucea una maldición. Pero algo hace «Señor, dice la señora de allá, que baje la música». «Pibe, decile a la señora de allá, que si no le gusta, viaje en auto», protesta el Dj chamamecero.La señora se indigna gritando un «maleducado».El chofer opta por poner una película horrible a todo volumen.¡¡Grande el chofer!!, una mezcla entre Salomón, y Pilatos.
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