Cuando chico, suponía que había cosas que sólo sucedían en mi pueblo. Pero alguien me dijo un día que el pueblo de uno, es todos los pueblos del mundo… y desde entonces, cuando escribo sobre mi pueblo, supongo que escribo sobre todos los pueblos del mundo.
En mi infancia, solía amonestar a mi vieja: ¿Otra vez hablando de muertos, mamá?
Luego me di cuenta que hablar de los muertos era cosa central en mi pueblo.
Aunque en Gualeguay, se habla de los muertos de una manera especial.
Siempre los muertos han sido noticia trascendente. Y en mi pueblo, hablar de los muertos es algo central en las charlas de todos los días.
Tal vez porque mi pueblo es como una familia grande, donde todos nos conocemos invariablemente. Y aunque uno no tenga familiaridad con todos, como tampoco la tienen las familias grandes, en Gualeguay, uno acaba por conocer las caras de todas las personas, aunque sea de pasada; tal vez por eso, decía, es que tanto importa la noticia del que ha muerto.
Y ese tipo de charlas me irritaba cuando chico.
Sonaba el teléfono en el medio de la mañana. Y cuando el teléfono sonaba a la mañana en casa, siempre sucedía lo mismo. Se cortaba abruptamente el ruido atronador de la aspiradora Yelmo… se escuchaban unos pasos apurados por el pasillo de baldosones brillantes de granito gris… y el melodioso holaaaaa de mi vieja con esa “a” estirada, que denotaba amabilidad.
En las casas de mi pueblo, y mi casa no era la excepción… uno ya sabía quién llamaba, tan sólo por la hora en que llamaba.
En casa, a la mañana siempre llamaban las amigas de mi vieja. Cerca del mediodía llamaba papá desde el estudio. A la siesta nuestros amigos de la escuela… y para qué!!, los gritos de papá desde su siesta interrumpida llenaban de furia el enorme pasillo de la casona de calle Sarmiento.
Luego el teléfono no sonaba nunca hasta después de las seis de la tarde, cuando llamaban otras amigas de mi vieja, o algún proveedor para ratificar un pedido o disculpar una entrega. Y casi sobre la cena, o en la mismísima cena, si sonaba el teléfono eran los parientes.
Por supuesto que no era como es hoy. El teléfono era “medido”, que traducido al idioma de ahora… era como decir: Carísimo. Además, si uno tenía familiares en otros pueblos o en otras ciudades, había que llamar vía operadora. La operadora era una señora muy amable que, desde la telefónica, intermediaba entre las distancias y las personas.
Sonrío. Pues les cuento esto hoy a mis hijos, y ponen cara como si les hablara del período jurásico. El trámite era más o menos así: Uno llamaba a la telefónica, allí atendía una operadora. Uno le daba el teléfono y la ciudad a la que quería comunicarse y luego nuestro número del teléfono.
La operadora podía decir: “Hay una demora de 20 minutos”. Eso era la gloria, pues eran tiempos donde 20 minutos era un instante, no como ahora que 20 minutos es una eternidad imposible de soportar.
Pero por lo general, la operadora decía: “las líneas están condicionales, ¿quiere la llamada de todos modos?”. Que traducido al idioma de ahora, suponía un: “Solo con un milagro podré comunicarlo”.
Y uno, que en definitiva es hombre y necesita confiar y necesita la esperanza, decía que sí. Pasaban horas… hasta que el sentido común nos convencía a desistir.
Así era la cosa. ¡Ah!, cuando el teléfono sonaba a horas extrañas, sólo podían ser malas noticias.
Pero me fui por las ramas, les estaba contando de cómo se hablaba de los muertos en mi pueblo. Ya dije que hablar de los muertos era un tema central y se lo hablaba con naturalidad. Por teléfono, en la cola de la panadería o del banco, en la calle, en los negocios donde uno se encuentra siempre con amigos o conocidos, en las reuniones familiares… siempre en mi pueblo, en algún momento de la charla se hablaba de los muertos.
Y ese momento era un aparte. Nunca se lo hablaba a la ligera. Todo lo contrario, hasta con detalles escabrosos. Y por alguna razón que nunca nadie me supo explicar, el anuncio de una muerte, reciente o no, se hacía como una adivinanza. ¡Siempre!.
No me pregunte porqué, pero en mi pueblo la muerte se anuncia así: “¿Sabés quién se murió?”. Cuando era chico odiaba esa frase, y cuando escuchaba a mamá, con el teléfono en la oreja decir, ¿sabés quién se murió?, yo susurraba… “sonamos, ahí viene el parte diario”.
Y no es que odiara la frase por la muerte en sí, pues por entonces yo merodeaba los 10 años, y uno a los 10 años piensa en la muerte como algo que le pasa a los demás. No, yo odiaba la forma del anuncio fúnebre que tenían por costumbre todos los de mi pueblo.
Esa especie de adivinanza cruel y morbosa con que se daba la noticia. Y sí, digo noticia y no digo chisme. Porque en mi pueblo, que vaya si gusta del chisme, las muertes se anunciaban como noticia y no como chisme. Que es algo muy distinto.
El chisme corre en la etapa anterior a la muerte. En la enfermedad, por ejemplo. Esas cosas sí se anuncian como chisme. “¿Che, sabés quién está jodido?”. Si bien el anuncio suena parecido a la adivinanza morbosa de la muerte, de ninguna manera se dice igual. El que se enferma en el pueblo, anda en boca de todos, pero como chisme. Ahora, cuando alguien se muere, la noticia se anuncia con esa morbosa adivinanza: “¿Sabés quién se murió?… Ah, sí, pero estaba re jodido pobre.
Y hasta el día de hoy, la cosa es igual.
Y hasta el día de hoy me molesta esa adivinanza morbosa con que se anuncia la muerte.
Y hasta el día de hoy, reconozco a mi Gualeguay y su gente, cada vez que me encuentro con alguien y me hace la morbosa adivinanza: ¿Che, sabés quién se murió?
2 comentarios:
Que "Anónimo" siga sangrando por la herida del orto...
LENGUAJE DE LA CREACIÓN
El papa Benedicto XVI se pronunció este lunes contra los cambios de sexo, precisó que Dios creó al ser humano como "hombre" y "mujer" y abogó por una "ecología del hombre, que le proteja de la autodestrucción".
"No es una metafísica superada si la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer y pide que este orden de la creación sea respetado", afirmó el Pontífice ante los cardenales y miembros de la Curia romana, a los que recibió en la tradicional audiencia de intercambio de felicitaciones con motivo de la Navidad.
El Obispo de Roma abogó por "escuchar" el lenguaje de la creación, "cuyo desprecio sería la destrucción del hombre y, por tanto, la destrucción de la obra de Dios".
El Papa denunció "lo que muchas veces se expresa con el término 'gender' (transexual)" y señaló que el hombre pretende "auto-emanciparse de la creación y del Creador".
"El hombre quiere hacerse a sí mismo y disponer siempre y exclusivamente de sólo aquello que le interesa. Pero de ese modo vive contra la verdad, contra el Espíritu creador", manifestó y agregó que al igual que la foresta tropical necesita la protección del hombre, éste tiene que ser protegido, "ya que como criatura de la creación lleva escrito un mensaje que no significa contradicción de nuestra libertad, sino las condiciones".
El Papa dijo también que la Iglesia no puede limitarse a transmitir a sus fieles sólo el mensaje de la salvación, sino que tiene una responsabilidad hacia la creación y debe defenderla también en público: volvió a defender como único el casamiento entre un hombre y una mujer, así como la indisolubilidad del matrimonio, y recordó que es un sacramento instituido por Cristo.
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