lunes, 24 de noviembre de 2008

TERRORISMO DE ESTADO...pruebas al canto


Sergio Ramírez (ex vicepresidente sandinista)


Vieja entrevista a Sergio Ramírez, uno de los líderes de la Revolución Sandinista.
Como verán, el terrorismo en América Latina, operaba internacionalmente, con apoyo amplio de varios Estados, como Cuba y Nicaragüa....quienes comandaban explícitamente el Terrorismo de Estado.

Periodista: ¿Sabe alguien aquí quién mató a Somoza?. El 17 de Septiembre de 1980, el Mercedes Benz de Anastasio Somoza voló en pedazos en Paraguay, donde vivía exiliado, ¿Quién lo hizo?

Ramírez: Nosotros tendríamos que contestar esa pregunta como lo hizo Lope de Vega en su obra Fuente Ovejuna, acto tercero: ¿Quién mató al Comendador?. Los de la aldea contestaron: "Todos a una".
Si el pueblo de Nicaragua pudiera haber matado a Somoza, lo habría hecho. Quien quiera que haya sido, lo hizo en apoyo al pueblo de Nicaragua. Hay una organización argentina que se adjudicó la responsabilidad de la ejecución, y uno de los miembros de ese comando que cayó, el Capitan Santiago (Hugo Irúrzun - foto), tiene ahora en Managua una calle que lleva su nombre.
Esa no fue nuestra idea, fue una iniciativa del pueblo.



Periodista: Asi que, nadie sintió lástima.

Ramirez: Por el contrario; hubo aquí una gran fiesta el día que Somoza fue ejecutado.

Parte de esta entrevista está reproducida en un libelo llamado "Gorriarán, Democracia y Liberación", de Ediciones Reencuentro.
Ese libelo apareció en 1984. Tiempo después, Gorriarán cayó en la Democracia argentina, con un grupo terrorista denominado MTP (que no quiere decir Muertos todos por la Patria...pero podría ser).
Lamentablemente, sus adeptos gobiernan hoy Argentina. Así nos va.

3 comentarios:

Celeste Cuesta dijo...

Siempre lo digo, el fachismo, de barba o de gomina, es lo mismo.

Mire qué interesante esto que encontré en la web:

"A pesar de la matriz ideológica anticomunista del régimen militar que tomó el poder en marzo de 1976, cabe destacar que el gobierno de Videla decidió intensificar las relaciones comerciales con Moscú, en respuesta a un contexto externo en el que las exportaciones agropecuarias argentinas se enfrentaron con restricciones en sus mercados de colocación tradicionales. Por cierto, este perfil pragmático fue coincidente con la ideología liberal del ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y de los productores agropecuarios, que percibieron a la URSS y al Este europeo como importantes mercados alternativos.

En la reunión de gabinete del 25 de marzo de 1977, el ministro Martínez de Hoz defendió la necesidad de profundizar las relaciones económicas con Moscú como único medio para mejorar la balanza comercial, en un contexto donde el mercado de Europa Occidental estaba cerrado para las exportaciones argentinas por la presencia de fuertes barreras arancelarias. Frente a las objeciones de varios ministros a la ratificación de los convenios firmados por el ministro José Ber Gelbard durante la etapa peronista, el titular de la cartera económica manifestó “No se debe confundir ideología con economía”.


Los sectores militares rígidamente anticomunistas ya habían demostrado su oposición a la apertura comercial con Moscú en ocasión de la muestra “Unión Soviética Hoy-76”, prevista durante el gobierno de Isabel Perón y concretada en Buenos Aires entre el 29 de octubre y el 14 de noviembre de 1976. En dicha ocasión, oficiales al mando del comandante del I Cuerpo de Ejército, general de división Carlos Suárez Mason, intentaron levantar la exposición. En una clara demostración de las pujas intramilitares, la muestra se realizó, pero en una sala muy pequeña y fuertemente custodiada por policías y carros de asalto.


Por su parte, el almirante Massera, guiado más por sus apetitos de poder personal que por una firme convicción anticomunista, procuró obstaculizar la renovación de los convenios con la URSS que impulsaba el ministro Martínez de Hoz. Entre fines de septiembre y principios de octubre de 1977, las naves de la Armada argentina, siguiendo instrucciones de Massera, protagonizaron incidentes con pesqueros soviéticos que fueron convenientemente publicitados como casos de “violación al espacio marítimo argentino” a fin de forzar al gobierno a una ruptura de las relaciones diplomáticas con Moscú.


Pero la ofensiva masserista tropezó con la falta de colaboración del canciller, almirante Oscar Antonio Montes, quien, a pesar de que por el sistema de “cuoteo” debía responder a los intereses de Massera, respaldó la posición de Martínez de Hoz, advirtiendo que la falta de ratificación de los acuerdos de febrero y mayo de 1974 “deterioran la relación económica” con Moscú. Finalmente, Martínez de Hoz logró ratificar los convenios de Gelbard, medida que fue informada en el Boletín Oficial del 8 de octubre de 1977. Para calmar a los “duros”, Montes propuso, en la reunión de gabinete del 14 de noviembre de dicho año la creación de una Comisión Intergubernamental.


Asimismo, el gobierno de Videla, en sintonía con la actitud “pragmática” del ministro de Economía, se abstuvo de efectuar declaraciones irritantes para la URSS, ratificó al embajador argentino en Moscú, el bloquista sanjuanino Leopoldo Bravo -quien se había encargado de monitorear los acuerdos comerciales impulsados en época del ministro Gelbard- e incluso evitó declarar la ilegalidad del partido Comunista argentino de tendencia pro-soviética, a pesar de la dura represión practicada con los grupos de izquierda.


Por cierto, tanto la prensa soviética como el partido Comunista argentino retribuyeron la actitud del gobierno argentino con una postura cautelosa en sus análisis del régimen de Videla, destacando la existencia de dos facciones opuestas: una liberal y moderada, encabezada por los generales Videla y Viola, dispuesta a re-democratizar el país; y otra “pinochetista” que procuraba instalar un régimen militar fascista al estilo chileno.

En la citada exposición soviética que tuvo lugar en Buenos Aires a fines de 1976, el viceministro de Comercio Exterior soviético, Alexis Manzhulo, hizo clara referencia en su discurso inaugural al respeto de las autoridades del Kremlin por la “coexistencia pacífica en sus relaciones con otros Estados”, “la no intervención en los asuntos internos, la igualdad de derechos y el beneficio mutuo”. Este mensaje de Manzhulo buscó tranquilizar a las autoridades de Buenos Aires y disminuir los recelos anticomunistas de los sectores “duros” del régimen. Asimismo, y a medida que se incrementaron las condenas al gobierno de Videla por parte de los gobiernos de Estados Unidos y Europa Occidental, la URSS adoptó una actitud de defensa del régimen militar argentino. Incluso, en marzo y agosto de 1977 el gobierno soviético se opuso a la inclusión de la Argentina en la agenda de países a ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.


Durante el segundo tramo del gobierno de Videla, el clima positivo de las relaciones comerciales existentes entre Buenos Aires y Moscú alcanzó su máxima expresión. Datos tales como el crecimiento exponencial de las ventas de cereales argentinos al mercado soviético en los años 1980, 1981 y 1982 demostraron que, en este tema, el régimen militar continuó e incluso profundizó el sendero iniciado por el ministro de Economía José Gelbard durante la etapa peronista.

A mediados de 1978, el canciller Oscar Antonio Montes fue invitado a visitar Moscú. La iniciativa soviética apuntó a dos objetivos. El primero era tratar de recomponer las relaciones con la Armada argentina tras los incidentes ocurridos entre los barcos soviéticos y argentinos en el Atlántico Sur en años anteriores.

El segundo objetivo buscaba demostrar la buena voluntad soviética para intercambiar productos con la Argentina, en momentos en que el ministro de Economía Martínez de Hoz estaba firmando contratos comerciales importantes con el régimen de Pekín, rival del de Moscú dentro de la esfera socialista.

En noviembre de 1978 Videla concretó un sueño del ex ministro Gelbard: firmó con los rusos el contrato para hacer realidad el proyecto hidroeléctrico del Paraná Medio.

Pero el hito más importante en la dinámica de las relaciones económicas entre la Argentina y la Unión Soviética fue, sin duda, la negativa del gobierno de Videla a plegarse al embargo cerealero que la administración Carter intentó imponer a Moscú.

Esta decisión constituyó un caso excepcional por su alto grado de consenso interno, debido a tres razones fundamentales. En primer lugar, fue el único caso de coincidencia entre las diplomacias económica y militar durante el Proceso. En segundo término, tuvo el apoyo de las compañías exportadoras de cereales, y muy especialmente de las firmas La Plata Cereal, Cargill, Italgrani Plata, Dreyfus, Nidera Argentina, Continental y Bunge y Born, para las cuales resultaba un gran negocio.

Por último, fue una decisión que también contó con el respaldo de los partidos políticos.

Esta extraña y excepcional convergencia sólo puede explicarse en el contexto de cierre del mercado europeo-occidental para los productos argentinos, dificultad a la que se contrapusieron las oportunidades brindadas por la necesidad del mercado soviético de importar alimentos. Sólo en este contexto de crisis del sector externo argentino se comprende que, a pesar de la declaración oficial de “no sacar ventajas comerciales” que la delegación argentina efectuó en la reunión de países productores de granos en Washington de enero de 1980, tanto el ministro Martínez de Hoz como los productores y grandes compañías exportadoras de granos estuvieron de acuerdo en aprovechar al máximo posible la situación creada por la política de Carter. Así se lo hizo saber el titular de la Junta Nacional de Granos, David Lacroze, al presidente de la empresa soviética Exportkleb, Víktor Pershin, en los siguientes términos:

Sigue en el link:

http://www.argentina-rree.com/14/14-044.htm

Anónimo dijo...

Palma, ¿no tenés tiempo, no tenés ganas o no tenés bolas para escribir una línea, una, sobre el secuestro por parte de "los soldados que defendieron a la patria" de Clara Anahí Mariani?.
No me reconcilio, no perdono, no olvido.

Horacio Ricardo Palma dijo...

Ano...nimo, no tengo ganas.
Abrazo