lunes, 4 de agosto de 2008

TIRADOS EN LA PANAMERICANA

Velando a un San José en Panamericana
(En honor a D.C.B, un guerrero de mil batallas)
Todos los que vivimos o hemos vivido en pueblos chicos, sabemos que en el pueblo las cosas se saben. Sí…también sabemos que en el pueblo muchas cosas se inventan.
Estoy mirando por la ventanilla de un colectivo que acaba de fallecer de muerte súbita. La radio presta una música de relleno. La gente ha pasado del ronquido al rezongo. Un cartel enorme y luminoso me lleva el pensamiento. Es que hace poco, el pueblo me contó sobre el reposo de cierto guerrero. Recuerdo que hace mucho pero mucho tiempo, leí este libro oscuro. Sórdido. Una «novela existencialista» rezaba la solapa ajada de aquella edición austera de la Editorial Losada. Cuando Losada era de Losada y no de un carcamán de Oviedo.La autora de tal novela, es una controvertida escritora francesa de nombre Christiane, y de apellido Rochefort fallecida en los 80, y a quién Roger Vadim le filmó algunos de sus libros con una de sus musas mejores como protagonista. Por supuesto que eso fue antes de que el fetiche de Vadim, su amada Brigitte Bardot, se volviera diva. Y huraña.Sinceramente, los pormenores de la historia turbia de aquél libro que contaba la vida de una mujer sometida a la cama de un hombre sádico y manipulador, no los recuerdo bien. Pero lo que nunca olvidé de ese libro fue su título: «El reposo del guerrero». El título es maravilloso, y sobrevivió con más fama que el libro.Sé que el editor Gonzalo Losada fue condenado a prisión por haber publicado esta novela en la Argentina. Por entonces, morían los años 50 y nacían años peores. «El reposo del guerrero»…esa imagen tranquila de un hombre tras la batalla. Una batalla. Un hombre… todos los hombres. La misma batalla. La vida.¿Por qué ese cartel me trajo a este pensamiento?, no podría explicarlo.Y quien el pueblo me cuenta que reposa, no es guerrero del montón, sino que es un colosal guerrero de muchas batallas. Nunca fue uno másNo es un guerrero de mi generación, aclaro. Sino que es guerrero de la generación de mis viejos. Por lo tanto, y me guste o no, el guerrero del que hablo es un aventajado de la generación de la que yo aprendí. De la generación a la cual crecí mirando y sobre todo: criticando. Es de la generación a la cual mi generación criticó con encono, y juró mejorar… ya mi generación va dándose cuenta que la generación de nuestros viejos no lo había hecho tan mal después de todo. Pero así es la vida.Es un guerrero que ha velado a todos sus amigos de este combate desigual que es la vida, con el recuerdo de las muchas palabras. Ha cumplido como nadie ese ritual de cofradía con los amigos del alma. Los ha velado puntual y puntillosamente a todos, y ha roto lanzas por todos ellos. A capa y espada los ha defendido en las buenas, que no es gran cosa. Y en las malas, cosa que hacen pocos. Estéticas literarias aparte, este guerrero cumplió con esa lealtad a rajatabla.Tiene el guerrero incontables batallas ganadas. Doy fe de eso. Y tiene infinitas batallas incomprensibles que él mismo luchó a su manera. Sobre este guerrero que ahora reposa, se han dicho tantas pero tantas cosas…este guerrero tiene estatura de mito. Y eso es para uno pocos. El ha tenido el coraje y las luces de luchar varias batallas. La batalla de las letras, de la política, de la opinión y del servicio. En todas dejó su huella.Hoy, el notable guerrero reposa tras la dura batalla. Lo imagino relamiéndose algunas heridas, que es una forma de decir: reflexionando sobre lo que ha vivido. Todos llegaremos a ese tiempo bien íntimo, en que uno se dispone mirar hacia atrás, tal vez, contrito. Es así. Como en las batallas, así es en la vida…que son miles de batallas. Porque convengamos que la vida es también una guerra plagada de batallas a las que un día nos empujan de prepo.Todos llegaremos a ese tiempo sí. Pero pocos podrán mirar hacia atrás, como este guerrero de mil batallas…y admirar con tanto orgullo su obra.El velorio del colectivo sigue. Hoy he tenido tiempo para divagar. Es que el colectivo que se anunciaba a las 20.30, ha salido de la terminal a las 22. Y no conforme con eso, se ha empeñado en morirse en Panamericana y General Paz. El chofer intenta calmar a las fieras, que soportan muchas cosas… menos estarse quietas. Las fieras de la modernidad de lo instantáneo, necesitan todo ya. Todo ahora. Necesitan llegar rápido a Gualeguay para dormir tranquilos. Lo escucho al chofer que, en un derroche de demagogia «calma-ánimos», promete a los más exaltados doble ración de «sanguchitos de miga». Las fieras reniegan del encierro. Quieren andar. A la modernidad la exalta la quietud. Y en el silencio triste de un colectivo parado, comienza la música moderna de los «ring tons». Desde «la cucaracha», hasta «pila pila», los «ring tons» de los celulares rompen el silencio con sonidos variados. Y mientras cada uno, celular en mano, avisa y explica la tardanza a alguien que los espera, yo miro por la ventanilla empañada del micro. A 50 metros, bajo el puente del ferrocarril, una familia está preparándose para dormir. Es una pareja joven, y una nena que camina apenas. El muchacho trae los colchones primero. Luego una cantidad descomunal de cobijas. Se lo alcanza a la chica, y ella arma el lugar para dormir, prolijamente. La chiquita corretea de un lado a otro. Juega con el papá. Yo los miro con pudor. Siento esa culpa extraña del que espía. A mi alrededor, el rosario de quejas mutó. Ahora el que la liga es San José, y no el de la Sagrada Familia precisamente. Bajo el puente, el papá hace acrobacias frente a su hija, y sus carcajadas y sus gritos de alegría llegan apenas hasta el silencio quejoso de nuestro fallecido colectivo. La mamá termina de preparar la cama. Camina hacia él, y lo abraza en un abrazo que emociona. Se besan, mientras la chiquita le tira de los pantalones. Ahora el hombre trae cajones y los amontona contra el paredón inmenso del puente. Junto a los colchones. Y poco a poco aparece el fuego. La chiquita sigue jugando su juego de piruetas y empujones, mientras su mamá arma una «mansión» con cartones.El colectivo lleva una hora parado en medio de la ruta. Y a mí me da frío. Pero hasta de tener frío siento vergüenza esta noche. Se me parte el alma. Tanto, que no tengo ni fuerzas para la queja. Pasa un tren rojo a toda velocidad por sobre el puente que vibra. La chiquita se detiene y mira hacia arriba y se tapa los oídos. En la radio, la noticia de último momento es que los chicos del matrimonio asesinado en Cardales, también están muertos. Dos ex convictos que algún juez los creyó rehabilitados, los mataron a golpes de hacha.Llega, al fin, el colectivo muleto. La empresa San José ha decidido mandar, ahora sí, un súper colectivo de lujo, que sin embargo rezonga con gritos de engranajes sueltos cada vez que el chofer pone primera. Pero anda… y eso lo hace mil veces mejor.El chofer está feliz de haber capeado el temporal con las pocas averías de algunos rezongos. Y como un político orgulloso, ofrece lo prometido: doble bandeja de «sanguchitos de miga».Le digo que NO, casi con fastidio… pero pronto caigo en la cuenta de que él no sabe de la atroz noticia que acaba de vomitar la radio, ni ha visto a la familia sin nada que, aunque se prepara para dormir debajo del puente, aún así cree en las caricias, los besos y en el santo sacramento del Amor… entonces me retracto rápidamente, y le digo:«No, gracias».

2 comentarios:

Ignacio dijo...

Yo iba en ese colectivo, exactamente en la fila de al lado de su asiento.. por suerte se pudo llegar a Gualeguay. Muy bueno lo que escribe, siempre lo leo en el diario, pero hoy casualmente, encuentro este blog. Ah, yo dije Sí al sanguchito. Saludos!

Ignacio.-

Horacio Ricardo Palma dijo...

Muchas gracias. Sí, yo también les dije sí, pero acepté la doble ración.
¡¡Al fin encontré al que me leía!!
Un abrazo.
Horacio R. Palma