lunes, 30 de junio de 2008

Norberto Cozzani, dede GuanKánamo...

MEMORIA:

Memoria, según el diccionario es: “La facultad del intelecto por medio de la cual se recuerda el pasado”.
No reduzcamos entonces al cincuenta por ciento la facultad del intelecto. ¿Puede que analicemos esta actitud y dejemos de fomentar antagonismos?
Hay distintas formas de escribir la historia, también la manera de compartirla y de construir las instituciones, hoy nuestra Argentina no comparte formas y se está escribiendo con el color del autoritarismo.
Revertir esa tendencia sería la mejor forma de celebrar el bicentenario, mientras tanto seguimos circulando en sentido inverso, ojalá nuestra sociedad lo observe y lo manifieste. Aún se puede.
Treinta y ocho años son suficientes para que los argentinos, asumamos los hechos de la década del ’70 tal como fueron, sin distorsiones, y para que nos miremos en el espejo de la historia sin resentimientos, sin rencores, ni venganzas. Hay una Argentina posible que espera ser descubierta. En esa Argentina, aspiramos a que vivan y se desarrollen nuestros hijos y nietos.
Hoy deberíamos los argentinos darle un sentido constructivo a la nueva catástrofe que nos han impuesto. No debemos convertirla en un proyecto más, para reavivar viejos antagonismos, ni para generar nuevas divisiones en el cuerpo social.
Es cierto que como todo pueblo aspiramos a preservar nuestra memoria, pero eso no significa que debamos seguir siendo prisioneros del pasado, o que nos condenemos a nosotros mismos a un absurdo y anacrónico inmovilismo social.
Los ya más de treinta y dos años transcurridos desde 1976, deben servir para que tomemos conciencia que los sucesos de aquella guerra revolucionaria, ya son parte de la historia.
No debemos aceptar que se mantengan eternamente abiertas las heridas que el odio o la intolerancia de ciertos grupos marginados y marginales fueron abriendo a través de los años, ante el absurdo e inmoral silencio de los principales Comandantes o Jefes de las Fuerzas Armadas, de Seguridad, Policiales y Penitenciarias.
Es imperioso por eso, que los argentinos cerremos definitivamente las heridas del pasado y miremos hacia el porvenir. Es absolutamente necesario que redescubramos el valor supremo de la conciliación y dejemos atrás la herencia de horror y el odio fraticida.
Dijo Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo parte del tiempo, a parte del mundo todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Recuperemos la memoria. Gracias

NORBERTO COZZANI
PRISIONERO POLITICO
C.P.F.Nº 2
MARCOS PAZ

3 comentarios:

benjaminbof dijo...

MADRE SOLTERA
«La hija con síndrome de down de la Senadora Falsa Abogada tiene 36 años. El padre no es Néstor Carlitos. Es un antiguo cuadro montonero. Ella era demasiado joven. Él demasiado viejo. La nena de 36 años dijo algo de su madre. En medio de la calle. La señaló a la Senadora y dijo mamá». La voz de la fuente del staff es alta. Es segura. Es elegante. Acaba de bajarse de su auto. Las ruedas están salpicadas con el barro del barrio Tolosa, en La Plata.


«¿Desde cuándo recibe la Senadora a su hija de 36 años ahí? Caballeros, lo hace desde que todos los contribuyentes pagan las cuentas. Ampliar con algun programa para ver mejor la foto de Cristina con su hija.

Quiero decir: desde que ni las cuotas del Centro de Rehabilitación San Juan de Dios ni los tutores especiales en la casa de su madre en Tolosa corren por su cuenta. No es barato criar a un enfermo mental. Un error en el par 21 sale caro. En todos los sentidos, caballeros». ¿Cuál es el secreto para que los zapatos de la fuente fulguren con ese poderío? Se trata de un miembro del staff desde la primera hora. Un auténtico convencido. No lo disuadieron los llamados intimidatorios. Tampoco el sobre amenazador que llegó a su casa.

No una, todas las cosas sobre la casona de la Avenida Alvear, entre Rodríguez Peña y Montevideo, son verdaderas.








«Las discusiones en la casona de la Avenida Alvear han sido salvajes. Él no está contento con la recuperación de la hija perdida de su actual esposa. Ella intenta hacerla patinar con sus propios patines. Los mismos que usa en Olivos. Pero no hay caso. No logra el equilibro. Falla. Se cae. Una vez él mismo quiso ayudarla. Quiso expresarle algo de la adhesión paternal que la nena nunca había conocido. Ella lo vio a solas con la nena y le recriminó que fuera demasiado cariñoso». El encono en el staff contra la fuente –zapatos relumbrantes, infaltables gemelos de oro con sus iniciales, corbata de seda italiana–, es siempre el mismo: contar sus datos, primero, en cierto centro de infectología. Y, después, en La Biela. Pero su labor de infiltración en el corazón del kirchnerismo es pura: un juez de la Corte Suprema, un juez pro-abortista, un juez a favor de la despenalización de ciertas drogas blandas, lo ampara casi con la misma ternura con la que le suministra información.

A la fuente –que el staff prefiere llamar el Ángel Rubio– no lo intimidó, ni siquiera, el mail con su fotografía y la bala con la punta ahuecada en forma de K dibujada sobre su frente. Tampoco lo intimidó el casco marcial del individuo que el martes, por la mañana, desde una motocross, lo abordó con prepotencia y le dijo dejate de joder con la próxima presidenta. Esa misma tarde, alguien había revuelto todo su armario. No había robado nada: lo había destruido todo. Camisas, trajes, corbatas, relojes, vestidos, algunos tan elegantes, tajeados con rencor. «La misma Hebe se ocupó de recuperar a la niña de 36 años desde 2003. No fue gratis, por supuesto. La Senadora le dirigió giros suculentos a través del Banco Macro.
Apenas la localizaron, a la portadora del par 21 deficiente, los sicarios de Hebe la reubicaron tan sana como pudieron en Tolosa. Al cuidado de la señora Ofelia. Que se resiste a usar cualquier pañuelo en la cabeza. A propósito, ¿conté por qué las listas detalladas de los llamados telefónicos desde la Universidad de Hebe rebalsan de números ubicados en Madrid?









Frente a la Casa Nacional de la Cultura, en el corazón de Recoleta, persiste una vieja casona de jardines abandonados, pasillos silenciosos y un único casero con el mismo vicio de todos los hombres solitarios. Hablar de más. Y por los codos.

Empezó con la frase clave: volvió Cristina. Hacía diez minutos que acababan de hacerlo entrar a La Biela. Se refería al retorno, por supuesto. No se refería a su llegada al país. Se refería a su llegada a la casona en la esquina de la Avenida Alvear y Rodríguez Peña. Ahí las ventanas suelen estar cuidadosamente cerradas. Cualquier descuido, sin embargo, revela la clase de lujos que envidiaría un pasha oriental. Así le gusta a la señora que estén todos los rinconcitos de la casa, cuenta uno de los codos del casero indiscreto.

El otro codo es más interesante. En la habitación principal del segundo piso la señora lo recibe a Luis Brandoni, ¿el actor, conocés? El casero no es indiscreto por voluntad. Acaba de firmar al pie de un contrato que dice que va a recibir U$S 250.000 por contar en exclusiva la historia de la casona de Recoleta y las actividades de sus circunstanciales ocupantes. No importa quién paga. Sí que hay fotos, videos y una carpeta nutrida –de solapas celestes- que ya circula con prepotencia en el circuito de las dependencias públicas.

La señora se reúne con Brandoni y el señor recibe a su hijo. Ella los jueves a la noche. Él los viernes por la tarde. No, ningún Máximo. Otro chico que tuvo con otra mujer. Son un matrimonio a la santacruceña, ¿no? Al otro visitante de la señora, el casero lo llama solamente “el principal”. No hay nada de ordinal en sus palabras: “el principal” es un principal de la Policía Federal que cumplía con la custodia de la Primera Dama. Hasta que la Primera Dama lo ungió custodio de todo su cuerpo. ¿Cómo puede mi Avenida Alvear convertirse en un vertedero de pecados para esa mujer? ¿Qué va a ser lo próximo? Por último, le pregunto si está al tanto de las operaciones de la inteligencia iraní acoplada a los informes venezolanos para "hacer saltar" las valijas de la corrupción kirchnerista en Aeroparque y Ezeiza. El casero ni sabe ni se interesa en oír mis preguntas. Habla por los codos. Habrá segunda parte, por supuesto.

benjaminbof dijo...

CRISTINA; AVENTURA DE COLECTIVERO E
HIJA DE MADRE SOLTERA.
eduardo fernandez
La historia prohibida y nunca contada del papá de Cristina
La presidenta electa ha evitado siempre hablar de su familia y de su infancia. Pero hay una figura que ella ni siquiera menciona, y oculta en su álbum íntimo: su padre, Eduardo Fernández. Detrás de la historia simple de un chofer de colectivos se esconde una relación conflictiva entre padre e hija. Quienes conocen esa etapa de la vida de Cristina aseguran que sentía cierta vergüenza de sus progenitores. Por eso buscó reinventar su historia, obviando parte de su pasado.
Por Paulina Maldonado
colectivero. Eduardo Fernández, destacado en blanco, junto a los socios de la empresa Expreso City Bell, donde trabajó toda su vida, en una inauguración en los 60.z
"Cristina intenta negar su pasado. Quiere controlarlo todo. Si fuera por ella, su vida arrancaría a los 22 años." Quienes la conocen en la intimidad, saben que a Cristina Fernández de Kirchner no la inquietan tanto los desafíos que enfrentará a partir de la próxima semana, cuando asuma la Presidencia de la Nación, como la posibilidad de que alguien consiga adentrase en ciertos capítulos de su historia.

Ella distribuye con cuentagotas los recuerdos de su niñez y adolescencia en Tolosa. Casi nunca va a La Plata. No se muestra más que lo mínimo y necesario con su madre, Ofelia Wilhelm, y su hermana menor, Giselle, a quienes les tiene prohibido hablar con los medios. Pero hay una figura clave en el rompecabezas familiar que ella parece querer mantener en el más secreto olvido: la de su padre, Eduardo Fernández. Hasta hoy sólo permitió que contaran que era un chofer de colectivos, devenido luego en accionista de una empresa de transportes, que falleció en 1982. Y no más. Tampoco nunca nadie había publicado una foto suya. ¿Por qué tanto hermetismo alrededor de la historia de un hombre común? ¿Qué es lo que motiva tanto misterio?

"Me encontré con Cristina hace un par de años en Luján. Emocionado me acerqué para contarle que mi viejo, mi cuñado y yo habíamos trabajado con su padre, que era una persona excelente. Ella ni se inmutó. No me dijo ni una palabra. Me sorprendió su frialdad, pensé que como a cualquiera de nosotros le iba a gustar que le recordaran al viejo", cuenta el hijo de uno de los socios que trabajó con Fernández toda la vida.

El "tarta". El padre de la presidenta electa tiene la historia común de un hombre común. Hijo de inmigrantes españoles, ni bien terminó la primaria empezó a trabajar. Con la ayuda de sus padres, Pascasio y Amparo, compró la mitad de un colectivo del Expreso City Bell, la antigua línea 3 que unía esa localidad con La Plata, y se convirtió en el chofer del interno 10.

Las fotos lo muestran como un hombre blanco, pecoso, de una gran contextura física. Sin embargo, el rasgo que mejor lo definía y que más lo apesadumbraba era su tartamudez. Su compañeros de la línea lo llamaban "el Colorado" Fernández, pero cuando querían hacerlo enojar le decían "Co-co", cargándolo por su hablar entrecortado.

Las jornadas laborales en aquella época eran intensas. Los conductores cobraban por vuelta y debían cumplir turnos de hasta 14 horas por día, una semana durante el día y a la siguiente por la noche. "Al Colorado no lo asustaba trabajar, era un laburante. Aunque también es cierto que de joven le gustaba salir de noche y tenía éxito con las mujeres. Eso sí, era súper responsable, siempre llegaba a horario y si había salido, ni se notaba", recuerda uno de los empleados, que al igual que los mecánicos, choferes, y varios hijos de los primeros socios acepta compartir sus recuerdos con la condición de mantener su nombre en reserva.

Fernández fue uno de los 23 socios que dieron inicio a la compañía, y su crecimiento en la empresa se dio a la par de los demás. Durante muchos años trabajó como chofer, hasta que llegó a ser dueño de tres colectivos y, una vez formada la cooperativa, cobraba el monto correspondiente a su cuota parte.

A mediados de 1970 la comisión directiva del Expreso, integrada por Miguel y Pinamonte Valente, Francisco Di Girolamo y Carmelo Alico, entre otros, lo eligió jefe de personal, cargo que ocupó hasta su muerte, el 26 de abril de 1982. Un par de años antes los médicos le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. Era un gran fumador, consumía más de un paquete de Jockey largos por día y cuando se enfermó tuvo que empezar a faltar al trabajo, algo que no había hecho en más de 30 años de carrera.

Después de su muerte su mujer se hizo cargo de su participación en la empresa, hasta su quiebra en diciembre de 2004. Pero nada fue lo mismo. "Ofelia era brava y no compartía los criterios del Colorado. Los socios nunca le perdonaron que no hubiera dejado pasar a algunos ex compañeros al velatorio de Fernández", asegura uno de sus ex compañeros.

Quienes compartieron con él largas horas en las primeras terminales con talleres propios que la empresa tuvo atrás del Hospital Español en la calle 8, lo recuerdan como un hombre de carácter fuerte e irritable. "No era maleducado, de decir malas palabras, pero sí calentón. Cuando se enojaba podía gritar en el medio de la calle, o agarrarse a trompadas con alguno en el trabajo."

De eso no se habla. "Era una casa extraña. Nunca había un clima distendido. Excepto Giselle, que vivía alejada de todo eso gracias a su inocencia, Ofelia, Eduardo y Cristina eran más que independientes. El que vivieran todos bajo el mismo techo parecía una mera circunstancia", comentan quienes compartieron la vida de los Fernández-Wilhelm, puertas adentro de su casa de la calle 522 bis, en Tolosa.

Los pocos testigos que conocieron su vida familiar y laboral aseguran que había dos Fernández. Uno era el personaje divertido, que se hacía querer entre sus compañeros y socios colectiveros. Pero esa imagen se rompía adentro de su casa, cuando aparecía el hombre distante, que parecía más un visitante especial que un padre de familia. Por su trabajo estaba muy poco tiempo en la casa. Se iba a la mañana temprano y volvía justo para cenar. Cuando la familia comía en la cocina, no había demasiado diálogo. El silencio se disimulaba con la televisión, que siempre estaba prendida.

"Cristina tenía una relación distante con el padre. Ella y Ofelia prácticamente lo ignoraban, y todos aceptaban eso. La única que lo recibía con un abrazo era Giselle. Con ella Eduardo era más afectuoso, aunque no demasiado demostrativo", comenta un amigo de la familia.

Muchos describen un hogar manejado por la figura avasallante de Ofelia. Pero pocos explican las circunstancias especiales que hicieron que las cosas se dieran de esa manera. Ofelia quedó embarazada de Cristina cuando estaba de novia con Fernández. Eso resultaba un escándalo para la época, que no se resolvió hasta que la pareja formalizó su situación, recién cuando. su hija cumplió cinco años.
LA ANOTARON DE GRANDE IGUAL QUE A JUAN PERON.
SALUDOS A LOS PRESOS POLITICOS DE MARCOS PAZ, ESPECIALMENTE A LUIS ABELARDO PATTI QUE YA TENDRIA QUE ESTAR EN LIBERTAD SI MARIANO GRONDONA Y ESTEBAN REYNAL LO DEFIENDEN.

benjaminbof dijo...

PARA LECTURA DE LOS PRISIONEROS EN SUS HORAS "LIBRES".

La cuna de Perón
Está en pie en Roque Pérez, y no en Lobos, la casa donde el presidente nació y pasó su primera infancia. Ahora casi en ruinas, es la vivienda en la que convivieron sus padres. Fue levantada en un terreno que compró Juana Sosa dos añosantes del alumbramiento de Juan Domingo, quien volvió a su terruño a fines de 1938.
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Domingo 3 de mayo de 1998 | Publicado en diario de hoy


SOLO en los últimos tiempos, la fecha del nacimiento de Perón y la casa donde transcurrió su primera infancia dejaron de ser un enigma. Sólo ahora los hallazgos documentales sobre la casa cambiaron súbitamente la historia oficial, con resistencia polémica de muchos. Es que a la primera infancia de Perón la cubrió siempre un manto neblinoso. El discutido día y hora del alumbramiento -que hacia 1970 era un "secreto de Estado" para el ex diputado santafecino Sobrino Aranda- resultó un tropiezo en la confección de cartas natales, y definitiva para el propio interesado, tan afecto a sus asesores astrológicos.

Durante décadas, a partir de principios de los cincuenta, se oficializó como casa natal y de su infancia, la de calle Buenos aires 1380, de Lobos. Pero, desde 1893, los padres del presidente compraron terrenos en Roque Pérez y erigieron una casa modesta y casi rural, una de las primeras que surgieron cercanas a la estación que aglutinó a los pobladores pioneros.

El viejo médico murió sin saber, claro, que un nieto sería el militar argentino quizá más polémico de este siglo.

Fue en la primavera de 1889 que Mario Tomás dejó súbitamente las tareas rurales y algunos amoríos para reencontrarse con su familia -entonces en Ramos Mejía-, urgido por aquella muerte, pero pasado el duelo y otra vez en la zona de Saladillo y Lobos, tropezó con Juana, definitivamente. Comenzaron a encontrarse cuando apenas tenían 23 y 16 años. El 30 de noviembre de 1891 les nació en Roque Pérez el hijo Mario Avelino. Al padre lo ocupaban las tareas rurales en el campo El Velero, en esa zona del entonces de Saladillo, cuando el ferrocarril y la estación conseguirían darle vida al pueblo y, desde 1913, formar un nuevo partido.

Durante ese fin de siglo avasallador -exactamente en 1892- se loteó un campito de la sucesión de Félix Gutiérrez cerca de la estación.

A principios de 1893 la pareja concurrió al remate de las tierras: compraron varios terrenos (seis en bloque a nombre de ella; una esquina a nombre de él) y construyeron la casa, donde se fotografiaron satisfechos. El 7 de octubre de 1895 -a las 10 de la mañana- nació Juan Domingo (2) y el 14 de agosto de 1898, Alberto, de corta vida -y desconocido para muchas biografías-, pero que alcanzó a ser bautizado el 9 de mayo del año siguiente.

Al no estar casados, el padre inscribía a los hijos con su apellido y la madre los bautizaba más tarde con el suyo. Pero cuando se casaron, el 25 de septiembre de 1901 (3), sólo se registró el reconocimiento de los dos primeros.

La foto clave

Años después, la fotografía de los Perón frente a la casa, con un Mario Tomás obeso y una Juana "guatona" -como aprendería a decir más tarde en la Patagonia-, con las rúbricas de ambos estampadas al reverso, fue obsequiada a "Carlos Pérez", un personaje ya desaparecido en Roque Pérez y a quien lo envuelve un misterio familiar que lo conectó con Perón (4).

En la foto se identifica el dintel de la puerta mayor que la casa conservó hasta las ruinas de hoy, más allá de lo categórico que resultan las escrituras y planos. El rescate documental tiene apenas dos años desde que fue impulsado -entre otros- por el vecino y médico justicialista José A. Tagliafico. Con esos datos y el estudio de títulos indagados en La Plata se logró la media sanción de una ley que intenta homenajear la historia de la vieja casa. El Concejo Deliberante de Roque Pérez la declaró de interés histórico y sujeta a expropiación. El intento encuentra resistencia en la historia oficial que ubicaba el nacimiento e infancia de Perón en Lobos. Sólo podrá sostenerse que nació allí (en el cuartel primero, según el acta) en una permanencia circunstancial. La tradición oral que la ve a la madre como mucama en el lugar se contradice con su trabajo rural y el cuidado de sus majadas de ovejas.

Infancia en Roque Pérez

Hoy son dos cuartos viejísimos y abandonados con los techos que se vienen abajo, invisible casi en un olvidado sector de la calle Mitre, de Roque Pérez, y a un paso del hospital (hoy Ramón Carrillo).

El primer cuarto desde la entrada al terreno invadido por una selva de yuyos, con la única imponencia de una araucaria, fue el dormitorio de la infancia de Juan Domingo Perón hasta por lo menos los seis años, aunque siempre se mantuvo el dato escondido en un laberinto de ficciones de algunos seguidores del líder justicialista que aún festejan su cumpleaños el 8 de octubre. Hasta se corrigió a lápiz, pero fuerte, la fecha del acta de nacimiento, un documento público.

Sólo es posible visitar la deshabitada casa de Roque Pérez, en Mitre entre Ascasubi y Presbítero Massobrio, una vez que el viejo José María Binardinelli -integrante de la comisión que reivindica el lugar- acepta marchar desde su casa céntrica, llave del candado en mano, hasta la modesta puerta de alambre artístico que libera de su cadena.

Hasta hace dos años, allí vivió ermitaño y en desconocido abandono, el último de los Illescas, terceros propietarios de la casa.

"¿Por qué no se acomoda en la otra habitación que se llueve menos (sic)?", preguntó Binardinelli a Illescas en los últimos tiempos. "Es que me dijo Perón que acá dormía desde que nació", le contestó el huraño ocupante cada vez que recordaba cuando el teniente coronel visitó la casa a fines de 1938 o principios del 39.

La visita del teniente coronel

El 6 de agosto de 1938, el teniente coronel Perón prometió una visita anunciada por carta de ese día a Carlos Pérez, algo más que un vecino del Roque Pérez de su infancia y personaje muy querido por el padre de Perón, fallecido diez años antes. Cuando la carta llegó y el destinatario pidió que se la leyeran, Perón transitaba el doloroso trance de enviudar por primera vez. Estaba datada desde Zapata 315, la porteña casa de la familia de Aurelia "Potota" Tizón, quien vivió pocos días más (falleció el 10 de septiembre).

"Estimado Carlos", escribió Perón como su habitual trato fraternal hacia Pérez. A renglón seguido lo autorizó a ocupar el terreno heredado de su padre "y disponer de él a su voluntad". Le pertenecía por la testamentería concluida en 1931 por lo que rogaba a Pérez mantener al día los impuestos. El haría "un viajecito hasta ésa, para visitar los pagos viejos..."

Este párrafo es el que desata la polémica entre lobenses y roqueperenses interesados en el tema, que se disputan desde el nacimiento hasta la sede familiar transcurrida durante la infancia del fundador del justicialismo. Es que "visitar los pagos viejos" quiere decir Roque Pérez. Pero las escrituras lapidan toda polémica.

Un caluroso día de fines de 1938 o poco más, llegó Perón a Roque Pérez en un Packard, y le preguntó al muchacho José María Binardinelli por el hospital, cercano a su casa desde que quedó concluido en 1928. También por los Salvadó, la familia de la calle Mitre a tres cuadras de su casa, donde Juana Sosa lo dejaba para jugar -aún en pie- mientras ella marchaba al almacén Spelocín o al de ramos generales Sierra.

Perón visitó la casa que su madre había vendido 34 años atrás, y luego conoció el terreno, en manzana vecina, único bien de su declaración jurada cuando ocho años después asumía como presidente.

"En Madrid -apunta el ex diputado Tagliafico-, Perón le pidió a un vecino de Saladillo que visitara Roque Pérez para ver qué había pasado con el terreno y si todavía estaba la casa." De ésta, vendida en 1904, no sobrevivía memoria alguna y al ocupante Illescas nadie le creía. Tampoco a Binardinelli. La historia oficial contaba la versión Lobos. "El terreno, sí. La casa, no", le contestó el hombre de Saladillo. Quedó todo en el olvido, pero el Perón avejentado, confesó "conservar el origen de mi nacimiento como un profundo secreto... acaecido en Roque Pérez, partido de Saladillo", como le hizo decir Enrique Pavón Pereyra en su Yo, Perón (1993), y a pesar de que con los años, algún dato cambió entre los vertidos por este indagador.

El 15 de mayo de 1893, Juana Sosa, soltera, en Lobos y ante el escribano Rafael E. Acevedo -el mismo que anotaría el nacimiento de Juan D. Perón dos años y medio más tarde- compró los citados seis lotes de terreno que fueron la base de la casa donde crió a los hijos.

Ya radicados todos en la Patagonia, Juana volvió a los pagos como Juana Sosa de Perón, legalmente casada, como consta en la escritura del 19 de julio de 1904, y nuevamente ante Acevedo, para venderle a Paula Pippo viuda de Ferreti en 900 pesos, los seis lotes y la casa en cuestión.

Illescas tenía razón. Su hermano Roque Martín Illescas, a los 22 años, soltero, finalmente, compró -por escritura ante Manuel Melo Fajardo, del 12 de noviembre de 1927- a Paula Pippo de Ferreti, la casa y los terrenos, originalmente de Juana Sosa.

Pero en definitiva, ¿dónde vivieron los Perón antes de la mudanza hacia Santa Cruz?, ¿dónde nacieron sus hijos?

El bautismo llegaba tarde, y Juana siempre dejó pasar más de un año para hacerlo. Cuando lo hizo en el primitivo templo de Lobos con el primogénito Mario Avelino, y con el tercero y último, Alberto, figuró domiciliada en Saladillo (vivía en el cuartel sexto, luego Roque Pérez). Sólo cuando bautizó a Juan Domingo figuró en Lobos. Esa es otra respuesta al enigma.

"Perón, desde la casa, se cruzó a ver su lote, que encontró con una vaca. "Mire que esa vaca es mía", le dijo una prima mía. A lo que Perón le contestó: "Si Carlos Pérez no lo objeta déjela no más", asegura hoy el viejo Binardinelli, encasquetado en su boina y en recuerdo de aquella tarde (¿del 38 o del 39?).

Hoy siguen las calles de tierra, y el terreno está hecho casi una laguna. Pasta un hermoso caballo -a cambio de vaca- y el barro impide imaginar la polvareda del Packard que se aleja como para enterrar la historia de la infancia de su conductor. Es que el río Salado, no muy lejos, se va de madre: también quiere borrarlo todo.

Por Francisco N. Juárez
(c) La Nacion

(1) Ver Tomás Liberato: el abuelo y el prestigio.

(2) A principios de los años setenta, el autor de esta nota halló casualmente el acta original en el registro civil de Lobos, provincia de Buenos Aires, y la fotografió. Sus datos -padre soltero, falta del nombre de la madre y fecha de nacimiento diferente de la conocida- motivaron el propio interés por publicarla. No fue posible. Contrariaba la historia oficial y destrozaba las cartas natales y predicciones, a las que Perón era afecto. Finalmente en manos de Tomás Eloy Martínez, éste la publicó en El Periodista de Buenos Aires, a mediados de los ochenta, entre los papeles y anticipos de La novela de Perón . El acta también tiene ahora una anotación marginal, efectuada durante el tercer gobierno de Perón, referida al casamiento de los padres.

(3) Acta 604, del Registro Civil de la Capital Federal, sección 5a.

(4) Existen versiones que lo indican como hermanastro de J. D. Perón. Era analfabeto y las últimas cartas se las leía Eloísa Mesina -que otra vecina conserva-, no sólo de Perón, sino de la abuela Dominga Dutey.

El abuelo ponderado

CUANDO el padre de Juan Domingo Perón enfermó de tifus, Tomás Liberato Perón, su padre (y futuro abuelo que no conocería al nieto que llegaría a presidente), lo sedujo a abandonar los estudios e irse al campo por mediación de un amigo (el coronel José Marcelino Lagos). Así apareció Mario Tomás Perón, soltero y apenas veinteañero, en la zona de Lobos y Saladillo, recomendado al doctor Eulogio del Mármol.

El abuelo del ex presidente fue el único antecesor de Juan Domingo Perón con notorio prestigio intelectual y social, lo que significaba un valioso reconocimiento en la Argentina de fines del siglo pasado. Médico, pero sobre todo recordado docente por su abnegada tarea de cátedra en la universidad porteña, no la abandonó ni siquiera en la enfermedad que terminó por doblegarlo, algo que le consiguió el reconocimiento de colegas, amigos y alumnado.

Tomás Liberato Perón nació en Buenos Aires el 17 de agosto de 1839, hijo de Tomás Marius, de Génova y origen sardo, y de Ana Hughes, nacida en Londres, casados el 12 de septiembre de 1833 en Buenos Aires y afincados en Libertad y Corrientes, donde tuvieron siete hijos. Tomás fue el médico, pero esencialmente dedicado a la investigación y a la docencia en la cátedra universitaria -vivía en Rodríguez Peña 220-, y hasta aceptó una breve banca en la Legislatura de Buenos Aires (1868). Al parecer estuvo en Cepeda y Pavón, pero resultó un baluarte en la guerra del Paraguay, según lo dice Ignacio Pirovano en carta a Eduardo Wilde -luego de una batalla- que exalta la figura de Tomás Liberato con los heridos, siendo todavía estudiante de medicina. Por entonces conoció a Alem, a Eugenio Cambaceres, a Pedro Goyena, a Carlos Pellegrini y a Federico Tobal. El hijo de este último, Gastón Federico Tobal, en su libro De un cercano pasado , incluye entre otras semblanzas la de este médico amigo de su padre. Tobal padre escribió la nota necrológica de Tomas Liberato Perón aparecida en La Nacion del 7 de febrero de 1889, seis días después del fallecimiento. Fue también tiernamente evocado en las Memorias de Ezequiel Ramos Mejía, el insuperado ministro de obras públicas y su alumno. Como médico curó casi milagrosamente al niño Luis de Elizalde, hijo de Rufino de Elizalde. Esa aureola -y por haber sido su hijo Alberto cadete del Colegio Militar- sirvió más tarde al nieto Juan Domingo para procurar la carrera de las armas.

Memorias del olvido

EN el Quijote se lee que la historia es madre de la verdad. Pocas disciplinas son, sin embargo, tan inciertas como la historia, porque la verdad es infinita y todo hombre tiene una verdad que no se parece a ninguna. Los biógrafos han tardado años en descifrar los enigmas del nacimiento de Juan Domingo Perón -el lugar, la fecha, su condición de hijo legítimo o ilegítimo-, y esa tarea dista de haber terminado. Entre 1973 y 1974 emprendí algunas investigaciones sobre los orígenes del personaje, como fuente para una novela que terminé diez años más tarde. Lo que conseguí en esas búsquedas fue un solo documento irrefutable y un par de versiones.

Viajé a Lobos -la ciudad donde Perón siempre dijo que había nacido- y revisé todos los archivos. Tanto en la parroquia como en el registro civil, las partidas de bautismo y de nacimiento aparecían con las fechas y los nombres raspados y enmendados, lo que eludía todo asomo de seriedad.

Alguien -creo que Luis César Pelinger, quien me ayudaba en la búsqueda- sugirió acudir a los archivos del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, donde quizá, dijo, nos ayudarían a disipar las contradicciones. En esa oficina, que dependía de la Municipalidad de Buenos Aires, encontré el acta de matrimonio de los padres de Perón. La legitimidad del documento era esta vez incuestionable. Informaba que "Mario Tomás Perón, de treinta y tres años, y Juana Sosa, de veinte y seis", se habían casado el 25 de septiembre de 1901 en la sección quinta del Registro Civil de la Capital. En el mismo acto, ambos reconocían como hijos suyos "a Avelino Mario y Juan Domingo, nacidos en Lobos el 30 de noviembre de mil ochocientos noventa y uno y ocho de octubre de mil ochocientos noventa y cinco". Hice copiar y legalizar el acta -todavía la conservo- y reproduje el texto íntegro en un libro de 1996, Las memorias del general .

Lo demás son rumores. Aunque la historia se construye con versiones, medias verdades y confesiones de testigos fatalmente dudosos, los rumores suelen ser excluidos como fuentes confiables porque casi siempre son apasionados y parciales. Lo son, pero nada refleja tan bien como ellos lo que "realmente ocurrió" a juicio de la gente.

Una mañana, en Lobos, Dardo Rasquety, primo hermano del general, me dijo: "Todos los Sosa y los Toledo (Toledo es el apellido de la abuela materna de Perón) nacimos por allá atrás, en las quintas. Siempre supimos que Juancito había nacido cerca de las vías. La casa donde nació tenía piso de tierra, una ventanita, dos puertas, una sola pieza. Había un aljibe y unos ranchos alrededor. Mi tía Juana era mujer de mucho temple. Don Mario Tomás, en cambio, era un hombre débil. Nunca supo lo que quería".

La hagiografía peronista determinó, hacia 1946, que el general había nacido en la calle Buenos Aires 1380, en una casa de clase media, con un zaguán y dos balcones laterales, situada al centro de Lobos. La misma mañana de mi encuentro con Rasquety entrevisté a la propietaria de esa casa, una señora de apellido Moore. Me dijo que el general no podía haber nacido allí, de ninguna manera. "Mi familia construyó este lugar y nunca dejó de vivir acá. Yo nací en el cuarto que le atribuyen a Perón, a la derecha del zaguán, y el jazmín del patio no fue plantado por doña Juana sino por mi hermana menor. Quién sabe dónde nació de veras la persona de la que usted habla. En este pueblo siempre se dijo que fue detrás del hospital, en uno de esos ranchos. Vaya a saber. Pregunte en otro lado."

Mi amigo Francisco N. Juárez cree haber encontrado algunas respuestas a esas dudas. tengo la sospecha de que sus indagaciones están más cerca de la verdad de las que yo intenté hace un cuarto de siglo. Nada importa ya, sin embargo. La historia ha sucedido, para bien o para mal, y los datos sólo la adornan, no la corrigen.

Escribe Tomás Eloy Martínez
TODOS LOS DIAS CUANDO ME LEVANTO REPITO LA ORACION DE COLIN POWELL:
"EL OPTIMISMO PERPETUO ES MULTIPLICADOR DE FUERZAS"
QUE ME
AYUDA A RESOLVER MUCHOS PROBLEMAS.benjaminbof@gmail.com