Recibí un correo del Padre Ignacio (por razones de seguridad para su persona y ministerio no voy a poner apellido y lugar de residencia) que entre otras cosas decía:“recordando que todo es así por decisión de nuestro Señor,
Cuando Dios Quiera
Donde Dios Quiera
Como Dios Quiera”
Donde Dios Quiera
Como Dios Quiera”
Estas tres palabras cuando, donde y como, me llevaron a detenerme en cada una de ellas y analizar cuando, donde y como quiso Dios que pasara estas celebraciones a lo largo de mi vida, hasta donde uno puede recordar. Pero más que nada cómo se han vivido desde lo que ellas significan, especialmente para los que creemos en Cristo Jesús.
Tal vez lo mas fácil de recordar es el “cuando”. Eso es inalterable, pues hay fechas fijas: 25 y 31 de diciembre de cada año. Con las de este año que hemos iniciado horas atrás, serán 71 para mi, porque así me lo ha permitido el Señor. Nada mejor que alabarlo y bendecirlo por ese regalo que nos hace, para poder celebrarlas, que se llama VIDA, VIDA que todos los que celebramos SU nacimiento deberíamos vivirla CON EL, EN EL y PARA EL, en la unidad del Espíritu Santo. Si así lo hacemos, esas fechas fijas de las celebraciones de fin de año dejarían de tener un lugar en diciembre y sus dos días de cada año para ser una constante celebración de Dios: que nace para salvarme y rescatarme en todo momento haciendo que cada día, sea para mí, un “nuevo año” desde ese “nacimiento”.
¿Para que esperar diciembre si podemos hacer de diciembre una constante diaria?
Y esa “constante diaria de diciembre” en nuestras vidas nos llevará a vivir, mirar y sentir los días de forma distinta pues habrá paz, esperanza, fortaleza, festejos, perdón, Dios con nosotros, ¡El Emmanuel!
El “cuando” dejará de ser “anual” para pasar a diario. No como una rutina sino como un esfuerzo superador para vivir como hijos de Dios, pues lo somos y lo manifestaremos cuando le decimos “Padre nuestro”.
En mi caso ese “cuando” no tendría, si así lo traté, trato y trataré de hacer, solamente dos números: 71, sino muchos mas: 25.915. Desde el uso de la razón serian unos 23.000 días que cada día es Navidad y cada día un nuevo año en que Cristo nace en mí, que nace en nosotros bendiciendo abundantemente, ayudándonos para que ayudemos y volcando en nuestros corazones su paz y amor.
Ahora si podemos preguntar ¿cuándo? y contestar: ¡¡Cuando Dios quiera!! y Él quiere y espera que sea cada día y no solamente dos días al año. No quiere 71, quiere 23.000 por ahora y más si me da más días y años de vida que los que ya me dio.
Pasemos al “donde”. Y aquí cuantos recuerdos diferentes y momentos que nos pueden llenar de alegría y lágrimas cuando los analizamos. Las celebraciones familiares con padres y hermanos, con las familias políticas para los casados, lejos de las familias, en comunidad para los consagrados, en soledad para los presos, trabajando para que otros puedan celebrarla y entregar ese trabajo al Señor para que Él sea recordado, junto a una mesa o sin ella, con regalos o sin ellos, con frío o con calor, con árbol o sin árbol, etc.
Muchas formas, lugares y situaciones que cada uno puede responder al “como”. En mi caso recuerdo diversas formas. En la niñez y juventud: con mi familia en el campo o en la ciudad, con nieve o con más de 40º que es lo común para nosotros en Argentina. Recuerdo una Navidad en el avión y una en el medio del mar en un barco, recuerdo una navidad enfermo, recuerdo... recuerdo… Recuerdos que no se olvidan pues todos fueron momentos muy felices ya sea en familia o lejos de ella. Ya sacerdote recuerdo muchos momentos diferentes y lugares diferentes. Algunos de ellos compartiendo con los que trabajaban en la radio, hospitales, comisarías, cárceles, hogar de ancianos, puestos camineros que cuidaban las rutas evitando accidentes, sala de operaciones en un sanatorio por un accidente ¡celebrando misa de “gallo” a media noche; junto a familiares en sala velatoria que lloraban a su ser querido, en oración desde la “soledad” de una habitación y en medio de familias en diversas parroquias donde estuve.
Todos los momentos de “donde” lo pasé no fueron iguales pero si había algo que los igualaba, estaba Cristo allí, especialmente en el momento de recordar su nacimiento y levantar una copa para brindar o consolando afligidos.
También recuerdo que en muchos lugares me llamó la atención ver la cabecera de la mesa “vacía”. Había allí un lugar, muy bien puesto, que nadie ocupaba “visiblemente”. Era el lugar para El!!! El lugar para Cristo que estaba presente en la mesa pues estaba presente en el corazón de los que celebraban y brindaban diciendo “Feliz Navidad” que traducido dice “feliz nacimiento mi Señor y Dios”. Y tenía su lugar también en la mesa. No vi esa fe en muchas celebraciones. Vi “como” era más importante el brindis y los regalos con la comida y los chistes burdos o algunas situaciones de discusión, que la paz, el amor y la presencia sanadora y salvadora del Señor que los había reunido para SU FIESTA. Vi y sentía a Maria y a José en el pesebre junto a los ángeles, pastores y reyes magos en celebraciones familiares muy simples, vi el esplendor de una fiesta sin los realmente importantes: estuvieron ausentes Jesús, María y José. Un “cumpleaños” que se recordaba SIN recordar al que cumplía años. Menos mal que estas “celebraciones” fueron muy pocas!!!. Predominaron las celebraciones familiares con Cristo.
Si tengo que resaltar alguna de todas ellas, las celebraciones, por lo fuera de común, resaltaría 3:
1) En Chile, no hace muchos años atrás. Después de celebrar y compartir con la comunidad la “Misa de Gallo” a las 22 horas, de saludar y dialogar un rato, voy a saludar a los carabineros, que son los policías para nosotros. Era ya casi media noche. Todo tranquilo, los festejos aún no habían comenzado en la calle y los saludos entre vecinos. Cuando entro y saludo me llevan a una pieza donde estaban los carabineros que hacían guardia y que estaban atentos a cualquier situación para salir. Había allí también otros hombres pero de civil de distintas edades. Sobre la mesa el “pan de Pascua” (así se llama al pan dulcen en Chile) sándwiches y algo de cosas para “picar”. Llegó la hora del festejo y saludo navideño, se “brindó” con bebidas sin alcohol y se rezó una oración muy linda y sentida. Luego una bendición a todos los presentes. Cuando me despido de todos ya que quería ir al hospital, habíamos compartido más de ¾ de hora, pregunto quiénes eran los de civil. Y me dicen que “eran hombres que no tenían familia” y que ellos los habían invitado a que compartan con la familia policial la fiesta tan importante para los creyentes: el cumpleaños de Dios que se hace hombre para amar!!! Y nada mejor que amar a los que no se sienten amados pues están solos! Y así el Señor les mostraba SU amor. Era navidad 1998.
2) Otra vivencia diferente, muy diferente y triste fue en un hospital. Cuando se estaba “picando” algo de lo poco que se puedo preparar, una emergencia en un cuarto. Salen los médicos rápidamente y al rato regresan con la mala noticia que había fallecido el paciente. Era 24, noche buena y tarde. Había que avisar a la familia ¡Qué momento! Estarían reunidos, celebrando como todos lo hacen, creyentes o no. Había que decirles que su ser querido que lo habían saludado y compartido momentos antes, ya no estaba. Dios lo había llamado.¿Cómo hacerlo? Pido ir a la casa donde estaban los familiares reunidos y me llevan. Cuando ven entrar al sacerdote, se asustan primero y se alegran después, pues no sabían que noticias llevaba. Les digo que venía del hospital y pedí al niño Jesús palabras para explicar, fuerza y paz para ellos. Estoy seguro que lo que dije era del Espíritu Santo que puso en mi su paz para transmitir un mensaje a una familia. Su ser querido ya no estaba tuvo “su Navidad” pues “nació a la VIDA”. Los acompañé al hospital, me quede largo rato con ellos y me fui a la parroquia. Fui al velatorio y había en esa familia una paz única. Dios los acompañó, María y José les permitieron recordar el nacimiento de Jesús y Dios el “nacimiento” de su ser querido. Por eso tenían paz en su dolor. Había esperanza y entendieron que “nacemos para morir y morimos para nacer”… Justo en una fecha clase: NAVIDAD, nacimiento de la VIDA.
3) “Como” la viví a la Navidad del Señor un 24 a las 00.00hs. es ya más personal y no una vivencia comunitaria como tantas otras.
Varias Navidades las programaban para la comunidad en los horarios de Misa tanto el 24 a la noche como el 25. Pero también tenía que pensar que me debo a mi Señor y tengo que darle un tiempo a Él para que me hable, bendiga, corrija y perdone. Debo abrirle mi corazón y hacer del corazón un pesebre para que esté cómodo y contento. No para que llore porque le duele un abandono de mi parte sino para que ría y sea feliz. Que sienta cómo cada latido puede ser una caricia y un gesto de agradecimiento y no un látigo que lo castiga. Para eso nada mejor que estar en oración y contemplación frente al Sagrario, en una alabanza total con ÉL. Aprendí en la Renovación Carismática lo de la oración de alabanza, el dialogar y el saber escucharlo. NO una oración apurada o repetida sino una alabanza recordando que el Señor me ha dicho: “Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec” (Sal. 110, 4).-
Pensando todo esto y estar un largo rato en alabanza y contemplación, organicé las visitas de tal forma que a las 00:00hs del 25 este a solas con el Señor.
Como soy muy “desordenado” es decir no tengo idea de la entonación de los cantos (de esto saben muy bien los de la Parroquia Madre de Dios en Viña del Mar, Chile) preparo los CD con canciones de alabanza de la Renovación Carismática, el reproductor de CD, Biblia, almohadón para sentarme y tengo todo listo frente al Sagrario en mi Capilla personal en la casa Parroquial. Terminada la jornada, ventilador funcionando en la Capilla, por el calor que hacia, pongo la música, me siento frente al Sagrario y comienzo la oración de alabanza como lo hacia David.
Alabanza y silencio, cantos y gestos. Pensé, mi Señor y yo, solos los dos frente a frente; pero no, María, José, dos ángeles y dos Santos estaban también allí, pues se palpaba algo diferente: no éramos dos, sino “muchos”.
Era muy grande la alegría y la paz que tenía dentro de mi. Sentía como me mimaba el Señor, como “el Espíritu Santo venía en ayuda de mi debilidad porque no sabemos orar como es debido. Como intercedía por mi con gemidos inefables” (Rom. 8, 26).
Y esa alabanza en “gemidos inefables” (orar en lenguas) iba llevando mi corazón más cerca del Señor y que “nadie podrá separarme ya del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rom. 8, 39)
Frente a todo esto, alabando, orando, cantando y gesticulando y viviendo con paz y alegría del momento con mi Señor, con María, con los ángeles y Santos, siento como un empujón muy fuerte que me tira al suelo, queriendo separarme del Señor y arrastrándome hacia la puerta. Se corta la luz no sé cuanto tiempo y silencio total. Me levanto, me siento en el almohadón, abro el sagrario y tomo la Hostia Consagrada, es decir me aferro al Señor presente en la Eucaristía y le grito pidiéndole ayuda pues por un instante tuve miedo a pesar que sabía que estaba con el Señor y que nada debería temer pues si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? (Rom. 8, 31). Pero igual el maligno trataba de confundirme en los segundos de debilidad.
Vuelve la luz que se había cortado, pongo música sin saber que canciones había y comienza el Salmo 23 “El Señor es mi Pastor nada me puede faltar
El me hace descansar en verdes praderas
Me conduce a las aguas tranquilas
Y repara mis fuerzas
Me guía por el recto sendero
Por amor a Su Nombre
Aunque cruce por oscuras quebradas
No temeré ningún mal
Porque Tu estás conmigo
Tu vara y tu bastón me infunden confianza”
Y mi paz volvió. Seguimos con los Ángeles y Santos alabando al Señor y cantando no se cuanto tiempo pero fueron varias canciones y silencios. Estaba allí, no quería salir ni ir a dormir. Muchas cosas me dijo el Señor, muchas heridas me mostró y me sanó, pero ahora creo, dado lo que estoy viviendo en la cárcel, que me quiso anticipar que “sería arrastrado por el suelo por mis enemigos” y que frente a esa realidad que confíe en El pues “es mi Pastor, nada me puede faltar”, que “reparará mis fuerzas”.
Esta vivencia no fue la única en compartirla con Él un 25 a las 00:00hs., pero si fue la más fuerte donde el maligno intentó apartarme del Señor e infundir miedo.
Lo más importante en decirle a Dios “como quieras” es tratar de uno apartarnos de su camino, orando siempre y vivir cada día una nueva y renovada “Navidad” en nuestro corazón.
Que todo sea para la Gloria del Señor, que nuestro AMEN (así sea) sea una respuesta a su Voluntad en alabanza permanente y si el maligno nos tienta y aceptamos la tentación, no olvidemos que la misericordia del Señor es grande y que nos espera en sus brazos abiertos para abrazarnos y tenernos junto a El.
Bendiciones en el Señor y María.
Los abraza
Padre Christian von Wernich
Monasterio Cárcel “San Marcos”
Penal de Marcos Paz
Buenos Aires, febrero de 2008
Tal vez lo mas fácil de recordar es el “cuando”. Eso es inalterable, pues hay fechas fijas: 25 y 31 de diciembre de cada año. Con las de este año que hemos iniciado horas atrás, serán 71 para mi, porque así me lo ha permitido el Señor. Nada mejor que alabarlo y bendecirlo por ese regalo que nos hace, para poder celebrarlas, que se llama VIDA, VIDA que todos los que celebramos SU nacimiento deberíamos vivirla CON EL, EN EL y PARA EL, en la unidad del Espíritu Santo. Si así lo hacemos, esas fechas fijas de las celebraciones de fin de año dejarían de tener un lugar en diciembre y sus dos días de cada año para ser una constante celebración de Dios: que nace para salvarme y rescatarme en todo momento haciendo que cada día, sea para mí, un “nuevo año” desde ese “nacimiento”.
¿Para que esperar diciembre si podemos hacer de diciembre una constante diaria?
Y esa “constante diaria de diciembre” en nuestras vidas nos llevará a vivir, mirar y sentir los días de forma distinta pues habrá paz, esperanza, fortaleza, festejos, perdón, Dios con nosotros, ¡El Emmanuel!
El “cuando” dejará de ser “anual” para pasar a diario. No como una rutina sino como un esfuerzo superador para vivir como hijos de Dios, pues lo somos y lo manifestaremos cuando le decimos “Padre nuestro”.
En mi caso ese “cuando” no tendría, si así lo traté, trato y trataré de hacer, solamente dos números: 71, sino muchos mas: 25.915. Desde el uso de la razón serian unos 23.000 días que cada día es Navidad y cada día un nuevo año en que Cristo nace en mí, que nace en nosotros bendiciendo abundantemente, ayudándonos para que ayudemos y volcando en nuestros corazones su paz y amor.
Ahora si podemos preguntar ¿cuándo? y contestar: ¡¡Cuando Dios quiera!! y Él quiere y espera que sea cada día y no solamente dos días al año. No quiere 71, quiere 23.000 por ahora y más si me da más días y años de vida que los que ya me dio.
Pasemos al “donde”. Y aquí cuantos recuerdos diferentes y momentos que nos pueden llenar de alegría y lágrimas cuando los analizamos. Las celebraciones familiares con padres y hermanos, con las familias políticas para los casados, lejos de las familias, en comunidad para los consagrados, en soledad para los presos, trabajando para que otros puedan celebrarla y entregar ese trabajo al Señor para que Él sea recordado, junto a una mesa o sin ella, con regalos o sin ellos, con frío o con calor, con árbol o sin árbol, etc.
Muchas formas, lugares y situaciones que cada uno puede responder al “como”. En mi caso recuerdo diversas formas. En la niñez y juventud: con mi familia en el campo o en la ciudad, con nieve o con más de 40º que es lo común para nosotros en Argentina. Recuerdo una Navidad en el avión y una en el medio del mar en un barco, recuerdo una navidad enfermo, recuerdo... recuerdo… Recuerdos que no se olvidan pues todos fueron momentos muy felices ya sea en familia o lejos de ella. Ya sacerdote recuerdo muchos momentos diferentes y lugares diferentes. Algunos de ellos compartiendo con los que trabajaban en la radio, hospitales, comisarías, cárceles, hogar de ancianos, puestos camineros que cuidaban las rutas evitando accidentes, sala de operaciones en un sanatorio por un accidente ¡celebrando misa de “gallo” a media noche; junto a familiares en sala velatoria que lloraban a su ser querido, en oración desde la “soledad” de una habitación y en medio de familias en diversas parroquias donde estuve.
Todos los momentos de “donde” lo pasé no fueron iguales pero si había algo que los igualaba, estaba Cristo allí, especialmente en el momento de recordar su nacimiento y levantar una copa para brindar o consolando afligidos.
También recuerdo que en muchos lugares me llamó la atención ver la cabecera de la mesa “vacía”. Había allí un lugar, muy bien puesto, que nadie ocupaba “visiblemente”. Era el lugar para El!!! El lugar para Cristo que estaba presente en la mesa pues estaba presente en el corazón de los que celebraban y brindaban diciendo “Feliz Navidad” que traducido dice “feliz nacimiento mi Señor y Dios”. Y tenía su lugar también en la mesa. No vi esa fe en muchas celebraciones. Vi “como” era más importante el brindis y los regalos con la comida y los chistes burdos o algunas situaciones de discusión, que la paz, el amor y la presencia sanadora y salvadora del Señor que los había reunido para SU FIESTA. Vi y sentía a Maria y a José en el pesebre junto a los ángeles, pastores y reyes magos en celebraciones familiares muy simples, vi el esplendor de una fiesta sin los realmente importantes: estuvieron ausentes Jesús, María y José. Un “cumpleaños” que se recordaba SIN recordar al que cumplía años. Menos mal que estas “celebraciones” fueron muy pocas!!!. Predominaron las celebraciones familiares con Cristo.
Si tengo que resaltar alguna de todas ellas, las celebraciones, por lo fuera de común, resaltaría 3:
1) En Chile, no hace muchos años atrás. Después de celebrar y compartir con la comunidad la “Misa de Gallo” a las 22 horas, de saludar y dialogar un rato, voy a saludar a los carabineros, que son los policías para nosotros. Era ya casi media noche. Todo tranquilo, los festejos aún no habían comenzado en la calle y los saludos entre vecinos. Cuando entro y saludo me llevan a una pieza donde estaban los carabineros que hacían guardia y que estaban atentos a cualquier situación para salir. Había allí también otros hombres pero de civil de distintas edades. Sobre la mesa el “pan de Pascua” (así se llama al pan dulcen en Chile) sándwiches y algo de cosas para “picar”. Llegó la hora del festejo y saludo navideño, se “brindó” con bebidas sin alcohol y se rezó una oración muy linda y sentida. Luego una bendición a todos los presentes. Cuando me despido de todos ya que quería ir al hospital, habíamos compartido más de ¾ de hora, pregunto quiénes eran los de civil. Y me dicen que “eran hombres que no tenían familia” y que ellos los habían invitado a que compartan con la familia policial la fiesta tan importante para los creyentes: el cumpleaños de Dios que se hace hombre para amar!!! Y nada mejor que amar a los que no se sienten amados pues están solos! Y así el Señor les mostraba SU amor. Era navidad 1998.
2) Otra vivencia diferente, muy diferente y triste fue en un hospital. Cuando se estaba “picando” algo de lo poco que se puedo preparar, una emergencia en un cuarto. Salen los médicos rápidamente y al rato regresan con la mala noticia que había fallecido el paciente. Era 24, noche buena y tarde. Había que avisar a la familia ¡Qué momento! Estarían reunidos, celebrando como todos lo hacen, creyentes o no. Había que decirles que su ser querido que lo habían saludado y compartido momentos antes, ya no estaba. Dios lo había llamado.¿Cómo hacerlo? Pido ir a la casa donde estaban los familiares reunidos y me llevan. Cuando ven entrar al sacerdote, se asustan primero y se alegran después, pues no sabían que noticias llevaba. Les digo que venía del hospital y pedí al niño Jesús palabras para explicar, fuerza y paz para ellos. Estoy seguro que lo que dije era del Espíritu Santo que puso en mi su paz para transmitir un mensaje a una familia. Su ser querido ya no estaba tuvo “su Navidad” pues “nació a la VIDA”. Los acompañé al hospital, me quede largo rato con ellos y me fui a la parroquia. Fui al velatorio y había en esa familia una paz única. Dios los acompañó, María y José les permitieron recordar el nacimiento de Jesús y Dios el “nacimiento” de su ser querido. Por eso tenían paz en su dolor. Había esperanza y entendieron que “nacemos para morir y morimos para nacer”… Justo en una fecha clase: NAVIDAD, nacimiento de la VIDA.
3) “Como” la viví a la Navidad del Señor un 24 a las 00.00hs. es ya más personal y no una vivencia comunitaria como tantas otras.
Varias Navidades las programaban para la comunidad en los horarios de Misa tanto el 24 a la noche como el 25. Pero también tenía que pensar que me debo a mi Señor y tengo que darle un tiempo a Él para que me hable, bendiga, corrija y perdone. Debo abrirle mi corazón y hacer del corazón un pesebre para que esté cómodo y contento. No para que llore porque le duele un abandono de mi parte sino para que ría y sea feliz. Que sienta cómo cada latido puede ser una caricia y un gesto de agradecimiento y no un látigo que lo castiga. Para eso nada mejor que estar en oración y contemplación frente al Sagrario, en una alabanza total con ÉL. Aprendí en la Renovación Carismática lo de la oración de alabanza, el dialogar y el saber escucharlo. NO una oración apurada o repetida sino una alabanza recordando que el Señor me ha dicho: “Tú eres sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec” (Sal. 110, 4).-
Pensando todo esto y estar un largo rato en alabanza y contemplación, organicé las visitas de tal forma que a las 00:00hs del 25 este a solas con el Señor.
Como soy muy “desordenado” es decir no tengo idea de la entonación de los cantos (de esto saben muy bien los de la Parroquia Madre de Dios en Viña del Mar, Chile) preparo los CD con canciones de alabanza de la Renovación Carismática, el reproductor de CD, Biblia, almohadón para sentarme y tengo todo listo frente al Sagrario en mi Capilla personal en la casa Parroquial. Terminada la jornada, ventilador funcionando en la Capilla, por el calor que hacia, pongo la música, me siento frente al Sagrario y comienzo la oración de alabanza como lo hacia David.
Alabanza y silencio, cantos y gestos. Pensé, mi Señor y yo, solos los dos frente a frente; pero no, María, José, dos ángeles y dos Santos estaban también allí, pues se palpaba algo diferente: no éramos dos, sino “muchos”.
Era muy grande la alegría y la paz que tenía dentro de mi. Sentía como me mimaba el Señor, como “el Espíritu Santo venía en ayuda de mi debilidad porque no sabemos orar como es debido. Como intercedía por mi con gemidos inefables” (Rom. 8, 26).
Y esa alabanza en “gemidos inefables” (orar en lenguas) iba llevando mi corazón más cerca del Señor y que “nadie podrá separarme ya del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rom. 8, 39)
Frente a todo esto, alabando, orando, cantando y gesticulando y viviendo con paz y alegría del momento con mi Señor, con María, con los ángeles y Santos, siento como un empujón muy fuerte que me tira al suelo, queriendo separarme del Señor y arrastrándome hacia la puerta. Se corta la luz no sé cuanto tiempo y silencio total. Me levanto, me siento en el almohadón, abro el sagrario y tomo la Hostia Consagrada, es decir me aferro al Señor presente en la Eucaristía y le grito pidiéndole ayuda pues por un instante tuve miedo a pesar que sabía que estaba con el Señor y que nada debería temer pues si Dios está con nosotros ¿quién estará contra nosotros? (Rom. 8, 31). Pero igual el maligno trataba de confundirme en los segundos de debilidad.
Vuelve la luz que se había cortado, pongo música sin saber que canciones había y comienza el Salmo 23 “El Señor es mi Pastor nada me puede faltar
El me hace descansar en verdes praderas
Me conduce a las aguas tranquilas
Y repara mis fuerzas
Me guía por el recto sendero
Por amor a Su Nombre
Aunque cruce por oscuras quebradas
No temeré ningún mal
Porque Tu estás conmigo
Tu vara y tu bastón me infunden confianza”
Y mi paz volvió. Seguimos con los Ángeles y Santos alabando al Señor y cantando no se cuanto tiempo pero fueron varias canciones y silencios. Estaba allí, no quería salir ni ir a dormir. Muchas cosas me dijo el Señor, muchas heridas me mostró y me sanó, pero ahora creo, dado lo que estoy viviendo en la cárcel, que me quiso anticipar que “sería arrastrado por el suelo por mis enemigos” y que frente a esa realidad que confíe en El pues “es mi Pastor, nada me puede faltar”, que “reparará mis fuerzas”.
Esta vivencia no fue la única en compartirla con Él un 25 a las 00:00hs., pero si fue la más fuerte donde el maligno intentó apartarme del Señor e infundir miedo.
Lo más importante en decirle a Dios “como quieras” es tratar de uno apartarnos de su camino, orando siempre y vivir cada día una nueva y renovada “Navidad” en nuestro corazón.
Que todo sea para la Gloria del Señor, que nuestro AMEN (así sea) sea una respuesta a su Voluntad en alabanza permanente y si el maligno nos tienta y aceptamos la tentación, no olvidemos que la misericordia del Señor es grande y que nos espera en sus brazos abiertos para abrazarnos y tenernos junto a El.
Bendiciones en el Señor y María.
Los abraza
Padre Christian von Wernich
Monasterio Cárcel “San Marcos”
Penal de Marcos Paz
Buenos Aires, febrero de 2008
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