EL PROCESO
Una noticia inquietante, y el pedido desesperado de sus amigos, me lleva esta mañana al Hospital Naval, esa mole celeste que boga por sobre las copas verdes de los árboles añosos, junto al Parque Centenario. Subo en un ascensor apiñado de gente. Se abren las puertas, hago unos pasos y llego al pasillo. Al fondo diviso un biombo y dos personas. Tras el biombo, dos agentes del Servicio Penitenciario con cara de pocos amigos, me toman los datos, me retienen el documento, asientan todo en un libro, y anuncian mi presencia. En la habitación austera, una bolsa de huesos levanta apenas el brazo a modo de saludo. Su brazo izquierdo tiene incontables hematomas. El suero gotea sus gotas prestadoras de vida. Lento, y cruel… como el tiempo.
El hombre saluda y su voz es apenas. Se le nota que hace fuerza para hablar. Se ahoga cuando habla mucho…de todos modos, como la mayoría de los detenidos, no deja el cigarrillo. Los huesos postrados son los del Capitán de corbeta Pablo García Velasco, que está detenido desde octubre de 2.005. Su delito, es tener un hermano mellizo. También marino. La cobardía de la Armada, más un juez habilidoso para las mañas, hicieron el resto. “La causa se inicia con un requerimiento fiscal. El requerimiento fiscal lo requiere con nombre, apellido y número de documento a mi hermano. Y hasta una contestación del juez Torres, a Garzón, nombra y describe a mi hermano…el mismísimo juez que instruyó la causa, pone en duda mi identificación en el decreto de elevación a juicio oral de la causa Walsh” cuenta indignado el Capitán de corbeta Pablo García Velasco. Lo increíble, es que a su hermano jamás lo llamaron a declarar. Pablo García Velasco presentó un largo listado de testigos que podían atestiguar que él nunca estuvo destinado en la ESMA. El juez Torres ignoró la mitad de su lista de testigos, y descreyó de la otra mitad. El sistema persecutorio para con cada uno de los soldados que en los setenta se enfrentaron a miles de criminales entrenados en el exterior, es calcado. Varios testigos que nombran, las agrupaciones que denuncian, y la justicia adicta que acata. El disfraz de un “juicio justo”, y el simulacro de “una defensa en juicio”, es también calcado. A los “marcados” por los testigos de memoria intacta y prodigiosa, se los detiene durante años sin ser enjuiciados. Y para ellos no rige nunca la irretroactividad de las leyes. En las causas contra el Capitán de corbeta Pablo García Velasco, testigos, informes oficiales, y hasta el pedido de extradición, nombran a su hermano. Y el juez Torres lo sabe, pero “los informes oficiales de la Armada” no “conmueven”. “Esta clase de gente es capaz de falsear datos”, dicen que afirma el juez habilidoso, que además de la fuerza, también tiene la maña.
Mientras tanto, Pablo García Velasco, Capitán de corbeta, está detenido e indignado. Y para hacer digna su injusta detención y su comprensible indignación, comenzó una huelga de hambre. Al principio, claro, con 107 kilos de humanidad, nadie lo tomó en serio. Pero la dignidad de Pablo García Velasco no estaba en los planes de nadie. Y ahora, la conciencia sucia de esta argentina imbécil, hace que nadie quiera hacerse responsable de una muerte tan absurda. Y de una causa tan injusta. Porque ahora, el Capitán de corbeta Pablo García Velasco ha perdido 50 kilos, y muchas noches se descompensa, y se ahoga cuando habla, y no puede siquiera levantarse de su cama. Se está muriendo. El Servicio Penitenciario lo mandó al Hospital, no vaya a ser que se les muera en la cárcel. La habilidosa temeridad del juez, envía forenses cada 72 hs. El Hospital Naval es menos sutil, le deja cada día la comida en las narices, como para que Pablo García Velasco caiga en tentación. Pero Pablo está hecho con otra madera. Y aunque en pocos meses se le esfumaron del cuerpo 50 kilos, él no admite tanta injusticia…sus amigos están ahí todos los días. Y están en ese brete incómodo de elegir entre: respetarle la dignidad, o ceder a la desesperación lógica ante la inexorable muerte del amigo. Temen que su muerte no sirva para nada. Entonces tocan puertas. Pero las puertas están más cerradas que nunka.Kafka escribió en 1.915 “El Proceso”, una novela delirante en la que un Tribunal invisible procesa a Joseph K. por unos delitos desconocidos. A Joseph K lo vienen a buscar para detenerlo. ¿De qué se le acusa? No se sabe. Tampoco se sabe ante quién ha de comparecer, quién es el encargado de juzgar sus presuntos delitos, ni quiénes integran el Tribunal. Lo trágico de la novela, es que desde el comienzo, uno ya sabe que el protagonista es inocente, pero que no podrá hacer nada para evitar la sentencia. ¿Le suena?.
El hombre saluda y su voz es apenas. Se le nota que hace fuerza para hablar. Se ahoga cuando habla mucho…de todos modos, como la mayoría de los detenidos, no deja el cigarrillo. Los huesos postrados son los del Capitán de corbeta Pablo García Velasco, que está detenido desde octubre de 2.005. Su delito, es tener un hermano mellizo. También marino. La cobardía de la Armada, más un juez habilidoso para las mañas, hicieron el resto. “La causa se inicia con un requerimiento fiscal. El requerimiento fiscal lo requiere con nombre, apellido y número de documento a mi hermano. Y hasta una contestación del juez Torres, a Garzón, nombra y describe a mi hermano…el mismísimo juez que instruyó la causa, pone en duda mi identificación en el decreto de elevación a juicio oral de la causa Walsh” cuenta indignado el Capitán de corbeta Pablo García Velasco. Lo increíble, es que a su hermano jamás lo llamaron a declarar. Pablo García Velasco presentó un largo listado de testigos que podían atestiguar que él nunca estuvo destinado en la ESMA. El juez Torres ignoró la mitad de su lista de testigos, y descreyó de la otra mitad. El sistema persecutorio para con cada uno de los soldados que en los setenta se enfrentaron a miles de criminales entrenados en el exterior, es calcado. Varios testigos que nombran, las agrupaciones que denuncian, y la justicia adicta que acata. El disfraz de un “juicio justo”, y el simulacro de “una defensa en juicio”, es también calcado. A los “marcados” por los testigos de memoria intacta y prodigiosa, se los detiene durante años sin ser enjuiciados. Y para ellos no rige nunca la irretroactividad de las leyes. En las causas contra el Capitán de corbeta Pablo García Velasco, testigos, informes oficiales, y hasta el pedido de extradición, nombran a su hermano. Y el juez Torres lo sabe, pero “los informes oficiales de la Armada” no “conmueven”. “Esta clase de gente es capaz de falsear datos”, dicen que afirma el juez habilidoso, que además de la fuerza, también tiene la maña.
Mientras tanto, Pablo García Velasco, Capitán de corbeta, está detenido e indignado. Y para hacer digna su injusta detención y su comprensible indignación, comenzó una huelga de hambre. Al principio, claro, con 107 kilos de humanidad, nadie lo tomó en serio. Pero la dignidad de Pablo García Velasco no estaba en los planes de nadie. Y ahora, la conciencia sucia de esta argentina imbécil, hace que nadie quiera hacerse responsable de una muerte tan absurda. Y de una causa tan injusta. Porque ahora, el Capitán de corbeta Pablo García Velasco ha perdido 50 kilos, y muchas noches se descompensa, y se ahoga cuando habla, y no puede siquiera levantarse de su cama. Se está muriendo. El Servicio Penitenciario lo mandó al Hospital, no vaya a ser que se les muera en la cárcel. La habilidosa temeridad del juez, envía forenses cada 72 hs. El Hospital Naval es menos sutil, le deja cada día la comida en las narices, como para que Pablo García Velasco caiga en tentación. Pero Pablo está hecho con otra madera. Y aunque en pocos meses se le esfumaron del cuerpo 50 kilos, él no admite tanta injusticia…sus amigos están ahí todos los días. Y están en ese brete incómodo de elegir entre: respetarle la dignidad, o ceder a la desesperación lógica ante la inexorable muerte del amigo. Temen que su muerte no sirva para nada. Entonces tocan puertas. Pero las puertas están más cerradas que nunka.Kafka escribió en 1.915 “El Proceso”, una novela delirante en la que un Tribunal invisible procesa a Joseph K. por unos delitos desconocidos. A Joseph K lo vienen a buscar para detenerlo. ¿De qué se le acusa? No se sabe. Tampoco se sabe ante quién ha de comparecer, quién es el encargado de juzgar sus presuntos delitos, ni quiénes integran el Tribunal. Lo trágico de la novela, es que desde el comienzo, uno ya sabe que el protagonista es inocente, pero que no podrá hacer nada para evitar la sentencia. ¿Le suena?.
“Hacer una huelga de hambre sin que nadie se entere, es algo muy pelotudo”, me dijo un soldado hace unos días. Por eso estoy ahora escribiendo a los gritos, las mentiras de esta justicia comandada por la venganza montonera, que parece gritar “VIVA EL PROCESO”. Esta justicia no es justicia, sino una novela grotesca y delirante, que tiene como misión, tener “secuestrados” (como afirma el Dr. Cosme Veccar. Varela) a los soldados que vencieron en la guerra de os 70.
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