“Un libro gordo me parece un abuso de confianza del autor hacia mi tiempo. Es como si aparece alguien y me dice: ‘Quisiera hablar con vos, ¿tenés dos semanas libres?...” (R. Fontanarrosa – Feria del Libro 2.007)
¡La puta!, se murió el “Negro”. Se “nos murió” está mejor dicho. Sí, “se nos murió el Negro”, creo que en este caso, decir así es decir lo correcto.
Nunca voy a terminar de entender estas cosas. Y no me refiero, cuando digo “éstas cosas”, a ¿por qué mierda la gente se muere? No, no soy tan boludo. Sino ¿por qué carajo a un tipo tan bueno, se lo lleva una enfermedad tan horrible?: “Esclerosis lateral amiotrófica”, puaj, ¡si ni el nombre de esta enfermedad genética extraña, pega con un tipo como el Negro. Lo único bueno de esta enfermedad….epa epa lector, no me piense pelotudo si todavía no terminé la idea… quería explicar que lo único “bueno” de esta enfermedad asquerosa, es que el enfermo nunca pierde la inteligencia. Uy, seguro que ahora saltaron los cuatro imbéciles que piensan que la mejor muerte es la que lo sorprende a uno durmiendo como marmota. Perdón, quise decir cobardes y dije imbéciles…bien, a los cobardes que piden morir sin darse cuenta, les transcribo la carta que el Negro Fontanarrosa les escribió a sus lectores hace un tiempo… “Finalmente, la mano derecha claudicó. Ya no responde, como antaño, a lo que dicta la mente. Por lo tanto e independientemente de que yo siga intentando reanimarla, me veo en la necesidad de recurrir a alguno de los muchos excelentes dibujantes y amigos que tengo para que pongan en imágenes mis textos. En Viva, hay dos frentes a cubrir: el chiste unitario quincenal y la página de Inodoro Pereyra, que se alternan. Hoy presentamos, acá, en la página siguiente, la propuesta para el chiste quincenal. Nadie mejor en este caso, a mi juicio, para graficar mis ideas, que el Negro Crist. Porque lo conozco desde hace más de 30 años, porque somos como hermanos y porque dibuja en blanco y negro o a color; mucho pero mucho mejor que yo. Siempre admiré su virtuosismo y hoy me alegra poder aprovecharme de él y lucirme de esa forma. Lo de Inodoro Pereyra es más complejo. Pero creemos estar cerca de una solución a través de un dibujante cercano a mi estilo. No digo igual, porque el intento de lograr un clon limitaría muchísimo la creatividad del ilustrador. Vale este informe a los lectores para que no se sorprendan al advertir que he mejorado notablemente la calidad de mis trazos y mis colores. Nos estamos viendo. Negro Fontanarrosa”.
Que lo parió con este Negro, el tipo se está muriendo. Sabe perfectamente que se está muriendo, porque no es ningún boludo, y aún así no pierde su dignidad, y con su dignidad nos enseña a todos cómo se camina hacia la muerte.
Ya enfermo, cargando en sus músculos la parálisis implacable, los homenajes comenzaron a lloverle. ¿Alguna vez lo vieron perder el humor? ¿Alguna vez lo vieron maldecir su suerte? ¡Minga!. Es que, insisto, para los tipos valientes, la mejor muerte es la que avisa. La que da tiempo a prepararse y a despedirse. Y eso es algo que los cobardes como nosotros nunca vamos a entender. Porque los cobardes como nosotros entramos en pánico al intuir el final. Por eso no queremos ni oír de la muerte. Y hasta en los velorios nos ponemos a hablar pelotudeces para esquivarle el bulto a la parca inexorable que nos espera, paciente, en ese cajón que nosotros insistimos en ignorar. Los cagones como nosotros, puteamos y nos deprimimos en la enfermedad. Tiramos la dignidad por la borda, hacia el mar oscuro de mal humor. Y rogamos que la muerte nos atropelle a las dos de la mañana, si es posible, en lo más profundo del sueño.
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro", dice el Negro Fontanarrosa con esa pluma rea que los intelectuales de elite envidian a escondidas. “Tomá pa vo” que un intelectual va a decir que le envidian al Negro Fontanarrosa o a Roberto Arlt el virtuosismo de la popularidad. Pero algún día los académicos entenderán, e invitarán a sus sillones acartonados, tipos bien reos como el Negro o el genial autor de las Aguafuertes. A estos dos se los perdieron. Es que la elite erudita, esa que marca tendencia académica, envidia en cierta forma la genialidad de los que hacen huella en el barro de la gente común. Es otra erudición, pero es la misma. ¿No me cree?, lea este gran cuentito del Negro.
LA BARRERA
“Un paso más atrás. Dos más atrás. Tres. Ahí está bien. Ya está la barrera formada. Una baldosa más acá. Un momento. Ante todo, sacar las cosas del arco. Hay botellas debajo de la pileta. Ya la otra vez cagó una. Y dos sifones. El blindado no es nada, pero el otro puede reventar, y los sifones revientan y los pedacitos de vidrio saltan y se meten en los ojos de uno. Bien juntas las macetas de la barrera. El arquero muy nervioso. Miguel Tornino frente al balón. Atención. El rubio Miguel Tornino frente al balón. Una mano en la cintura. La otra también. La mano sacándose el pelo de la frente. La transpiración de la frente. De los ojos. Hay silencio en el estadio. Es la siesta. Hasta el Negro se ha quedado quieto. Resignado a ser simple espectador de ese tiro libre de carácter directo que ya tiene como seguro ejecutor a Miguel Tornino, que estudia con los ojos entrecerrados el ángulo de tiro, el hueco que le deja la barrera, la luz que atisba entre la pierna derecha del recio mediovolante de la visita y la pata de portland de la maceta grandota del culantrillo. Un solo grito en el estadio: Miguel, Miguel. El público de pie ante ésta, la última oportunidad del Racing Club cuando sólo faltan dos minutos para que finalice el match. Habrá que apurarse antes de que vuelva a adelantarse la barrera o el Negro insista en morder la pelota y hacerla cagar como el otro día que la pinchó el muy boludo. Sonó el silbato. Habrá que pegarle de chanfle interno. La cara interna del pie diestro de Miguel Tornino, el pibe de las inferiores debutante hoy le dará al balón casi de costado, tal vez de abajo, con no mucha fuerza pero sí con satánica precisión para que ese fulbo describa una rara comba sobre la cabeza de los asombrados defensores, sobre el despeinado pirincho del helecho de la segunda maceta y se cuele entre el travesaño, el poste, el postrer manotazo de la lata de aceite Cocinero que se ha lucido hasta el momento. ¡Tiró Tornino...! y... se hizo mimbre en el aire el arquero ante el latigazo insólito de curva inesperada y con la punta de los dos dedos allá voló la lata a la mierda, carajo que ladra el Negro, sí mamá... sí la guardo... está bien... pero mirá vos cómo la viene a sacar este guacho.”
A la genial erudición callejera del Negro no le asustaban las palabrotas. Y se lo dijo en la cara a los Académicos. Fue en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, en su Rosario. “Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona ‘es tonta o sonsa’ que ‘es un pelotudo”. Qué grande el Negro.
La muerte lo vino a buscar, y si bien no entiendo su saña y su crueldad para con un tipazo como él, al menos me deja tranquilo saber que no se animó a traicionarlo. Le avisó que tenía el “boleto picado”. Sí, tal vez al Negro, ni la muerte se animó a traicionarlo. Y está bien. Porque fijate si habrá sido buenazo el tipo, que la tomó de la mano y caminó con ella sin siquiera poner un pero. Y siguió riendo. Y haciendo reír. Y pensando. Y haciendo pensar. Me juego las bolas que a ésta hora, la muerte debe estar arrepentida con lo que le hizo al Negro. Es que hay cosas que a los tipazos como él no se le hacen. Claro que la muerte es canalla, y ésta, fue más “Canalla” que nunca.
Nunca voy a terminar de entender estas cosas. Y no me refiero, cuando digo “éstas cosas”, a ¿por qué mierda la gente se muere? No, no soy tan boludo. Sino ¿por qué carajo a un tipo tan bueno, se lo lleva una enfermedad tan horrible?: “Esclerosis lateral amiotrófica”, puaj, ¡si ni el nombre de esta enfermedad genética extraña, pega con un tipo como el Negro. Lo único bueno de esta enfermedad….epa epa lector, no me piense pelotudo si todavía no terminé la idea… quería explicar que lo único “bueno” de esta enfermedad asquerosa, es que el enfermo nunca pierde la inteligencia. Uy, seguro que ahora saltaron los cuatro imbéciles que piensan que la mejor muerte es la que lo sorprende a uno durmiendo como marmota. Perdón, quise decir cobardes y dije imbéciles…bien, a los cobardes que piden morir sin darse cuenta, les transcribo la carta que el Negro Fontanarrosa les escribió a sus lectores hace un tiempo… “Finalmente, la mano derecha claudicó. Ya no responde, como antaño, a lo que dicta la mente. Por lo tanto e independientemente de que yo siga intentando reanimarla, me veo en la necesidad de recurrir a alguno de los muchos excelentes dibujantes y amigos que tengo para que pongan en imágenes mis textos. En Viva, hay dos frentes a cubrir: el chiste unitario quincenal y la página de Inodoro Pereyra, que se alternan. Hoy presentamos, acá, en la página siguiente, la propuesta para el chiste quincenal. Nadie mejor en este caso, a mi juicio, para graficar mis ideas, que el Negro Crist. Porque lo conozco desde hace más de 30 años, porque somos como hermanos y porque dibuja en blanco y negro o a color; mucho pero mucho mejor que yo. Siempre admiré su virtuosismo y hoy me alegra poder aprovecharme de él y lucirme de esa forma. Lo de Inodoro Pereyra es más complejo. Pero creemos estar cerca de una solución a través de un dibujante cercano a mi estilo. No digo igual, porque el intento de lograr un clon limitaría muchísimo la creatividad del ilustrador. Vale este informe a los lectores para que no se sorprendan al advertir que he mejorado notablemente la calidad de mis trazos y mis colores. Nos estamos viendo. Negro Fontanarrosa”.
Que lo parió con este Negro, el tipo se está muriendo. Sabe perfectamente que se está muriendo, porque no es ningún boludo, y aún así no pierde su dignidad, y con su dignidad nos enseña a todos cómo se camina hacia la muerte.
Ya enfermo, cargando en sus músculos la parálisis implacable, los homenajes comenzaron a lloverle. ¿Alguna vez lo vieron perder el humor? ¿Alguna vez lo vieron maldecir su suerte? ¡Minga!. Es que, insisto, para los tipos valientes, la mejor muerte es la que avisa. La que da tiempo a prepararse y a despedirse. Y eso es algo que los cobardes como nosotros nunca vamos a entender. Porque los cobardes como nosotros entramos en pánico al intuir el final. Por eso no queremos ni oír de la muerte. Y hasta en los velorios nos ponemos a hablar pelotudeces para esquivarle el bulto a la parca inexorable que nos espera, paciente, en ese cajón que nosotros insistimos en ignorar. Los cagones como nosotros, puteamos y nos deprimimos en la enfermedad. Tiramos la dignidad por la borda, hacia el mar oscuro de mal humor. Y rogamos que la muerte nos atropelle a las dos de la mañana, si es posible, en lo más profundo del sueño.
"De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro", dice el Negro Fontanarrosa con esa pluma rea que los intelectuales de elite envidian a escondidas. “Tomá pa vo” que un intelectual va a decir que le envidian al Negro Fontanarrosa o a Roberto Arlt el virtuosismo de la popularidad. Pero algún día los académicos entenderán, e invitarán a sus sillones acartonados, tipos bien reos como el Negro o el genial autor de las Aguafuertes. A estos dos se los perdieron. Es que la elite erudita, esa que marca tendencia académica, envidia en cierta forma la genialidad de los que hacen huella en el barro de la gente común. Es otra erudición, pero es la misma. ¿No me cree?, lea este gran cuentito del Negro.
LA BARRERA
“Un paso más atrás. Dos más atrás. Tres. Ahí está bien. Ya está la barrera formada. Una baldosa más acá. Un momento. Ante todo, sacar las cosas del arco. Hay botellas debajo de la pileta. Ya la otra vez cagó una. Y dos sifones. El blindado no es nada, pero el otro puede reventar, y los sifones revientan y los pedacitos de vidrio saltan y se meten en los ojos de uno. Bien juntas las macetas de la barrera. El arquero muy nervioso. Miguel Tornino frente al balón. Atención. El rubio Miguel Tornino frente al balón. Una mano en la cintura. La otra también. La mano sacándose el pelo de la frente. La transpiración de la frente. De los ojos. Hay silencio en el estadio. Es la siesta. Hasta el Negro se ha quedado quieto. Resignado a ser simple espectador de ese tiro libre de carácter directo que ya tiene como seguro ejecutor a Miguel Tornino, que estudia con los ojos entrecerrados el ángulo de tiro, el hueco que le deja la barrera, la luz que atisba entre la pierna derecha del recio mediovolante de la visita y la pata de portland de la maceta grandota del culantrillo. Un solo grito en el estadio: Miguel, Miguel. El público de pie ante ésta, la última oportunidad del Racing Club cuando sólo faltan dos minutos para que finalice el match. Habrá que apurarse antes de que vuelva a adelantarse la barrera o el Negro insista en morder la pelota y hacerla cagar como el otro día que la pinchó el muy boludo. Sonó el silbato. Habrá que pegarle de chanfle interno. La cara interna del pie diestro de Miguel Tornino, el pibe de las inferiores debutante hoy le dará al balón casi de costado, tal vez de abajo, con no mucha fuerza pero sí con satánica precisión para que ese fulbo describa una rara comba sobre la cabeza de los asombrados defensores, sobre el despeinado pirincho del helecho de la segunda maceta y se cuele entre el travesaño, el poste, el postrer manotazo de la lata de aceite Cocinero que se ha lucido hasta el momento. ¡Tiró Tornino...! y... se hizo mimbre en el aire el arquero ante el latigazo insólito de curva inesperada y con la punta de los dos dedos allá voló la lata a la mierda, carajo que ladra el Negro, sí mamá... sí la guardo... está bien... pero mirá vos cómo la viene a sacar este guacho.”
A la genial erudición callejera del Negro no le asustaban las palabrotas. Y se lo dijo en la cara a los Académicos. Fue en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, en su Rosario. “Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona ‘es tonta o sonsa’ que ‘es un pelotudo”. Qué grande el Negro.
La muerte lo vino a buscar, y si bien no entiendo su saña y su crueldad para con un tipazo como él, al menos me deja tranquilo saber que no se animó a traicionarlo. Le avisó que tenía el “boleto picado”. Sí, tal vez al Negro, ni la muerte se animó a traicionarlo. Y está bien. Porque fijate si habrá sido buenazo el tipo, que la tomó de la mano y caminó con ella sin siquiera poner un pero. Y siguió riendo. Y haciendo reír. Y pensando. Y haciendo pensar. Me juego las bolas que a ésta hora, la muerte debe estar arrepentida con lo que le hizo al Negro. Es que hay cosas que a los tipazos como él no se le hacen. Claro que la muerte es canalla, y ésta, fue más “Canalla” que nunca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario