Acciones pastorales de
Monseñor Angelelli
MARÍA LILIA GENTA
Después de ver por la
televisión pública la sentencia del tribunal que condenó al Comodoro
Estrella (que está hace más de sesenta años en la vida de mi familia) por el
“asesinato” de Angelelli, logré recuperarme lo suficiente como para transmitir
algo que supe, en su momento, de primera mano por boca de uno de los
protagonistas.
Lo que voy a contar
ocurrió poco tiempo después de haber sido designado Angelelli
Obispo de La Rioja (julio de 1968), tras consumar su traición y zancadilla
al Arzobispo de Córdoba, Monseñor Castellano, a quien hizo perder su
diócesis. El Padre Eliseo Melchiori, de origen chacarero, doctor por Roma, Capellán de
Aeronáutica (llegó a ser Vicario General de esa Arma) estaba destinado en la
Base Aérea de El Chamical, en la Provincia de La Rioja. Así las cosas,
Angelelli lo llamó a Melchiori citándolo en el Obispado
para hablar. Los
capellanes militares dependen del Obispado Castrense pero es costumbre y norma no
escrita que tengan cierto vínculo y aún una relación cordial con el
Ordinario de cada lugar. De modo que el buen Cura Melchiori acudió prestamente al
llamado del Pastor. La sorpresa fue mayúscula cuando, al quedarse a solas con
el Obispo, éste le espetó: - Che, Melchiori, vos
que estás con los milicos, ¿por qué no sacás algunos fierros y me
los traés para que yo pueda armar a los muchachos?
Esto ocurría, allá por
1968, antes de que estuvieran definitivamente constituidas y
diferenciadas las organizaciones guerrilleras que fueron, después, en los 70, el
brazo armado de la subversión. Tan tempranamente, pues, andaba el Obispo
entreverado con la lucha armada.
La negativa de
Melchiori no se hizo esperar. Roma, con sus doctorados, no le había quitado al
Cura su rico y fuerte vocabulario chacarero al que había agregado la jerga
militar. Imposible, por tanto, reproducir aquí los términos en los que se dirigió al
Obispo. Solía decir mi padre, refiriéndose a los Prelados indignos: “si ellos no
respetan su investidura yo sí la respeto”. En fidelidad a este magisterio me
abstengo de calificar al Obispo. Esta anécdota se la hice llegar a Monseñor
Giaquinta que presidió la Comisión Episcopal que
tuvo a su cargo la investigación de la muerte de Angelelli y que llegó a
la conclusión de que no había ningún elemento que permitiera afirmar la
tesis del atentado. Por supuesto, sé muy bien que este testimonio no tiene
valor legal alguno. Desgraciadamente aunque el Padre Melchiori informó en su
momento a sus superiores sobre este hecho, no dejó ninguna constancia
escrita. La única prueba es la insobornable veracidad de Melchiori y la memoria
de quienes oímos y conservamos sus palabras. Pero hay sobrados
testimonios objetivos (entre ellos la fotografía que lo muestra a Angelelli
celebrando misa con el emblema de Montoneros a sus espaldas), suficientes
para preguntarnos ¿cuál era esa acción pastoral impedida por el Ejército de la
que hablaba Angelelli en sus cartas al Nuncio Pío Laghi y que, según leímos en
los medios, contribuyeron decisivamente a la condena de los imputados por un
crimen que no existió?
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