sábado, 14 de junio de 2014

Tercer domingo de junio...

“No basta, traerlos al mundo porque es obligatorio -  porque son la base del matrimonio - o porque te equivocaste en la cuenta - No basta con llevarlos a la escuela a que aprendan - porque la vida es cada día más dura - ser lo que tu padre no pudo ser…”
(No Basta - Franco De Vita)



Con papá en la mesa no volaba una mosca.
Mil veces escuché este tipo de comentarios a lo largo de mi infancia. No se rían porque aunque no parezca, sí tuve infancia.
Es curioso, pues cuando yo era chico y escuchaba frases por el estilo, solía fastidiarme mucho con los mayores que me recriminaban elípticamente comportamientos con ese tipo de comentarios fuera de tiempo. “Tu papá era tu papá”, recuerdo que repetía yo en voz baja, pues por aquél entonces, a los viejos no se les contestaba, claro.
Pasaron los años, siempre los años pasan, y muchas veces me descubro sonriendo para mis adentros cuando en casa se me escapa un “cuando yo era chico…”, y mis hijos revolean los ojos y las manos en un revoleo cuyas palabras adivino… “fua, aquí va el viejo otra vez con el cuentito”.
Todo pasa y todo llega… como decía el poeta.
Tercer domingo de junio es hoy, y vaya a saber porqué extraña cuestión, precisamente hoy… nos hacen celebrar el día del padre. Ah sí, porque este tipo de cuestiones en los calendarios modernos son cuestiones de cumplimiento obligatorio.
Cartelería profusa, propaganda desmedida, ofertas especiales y trabajitos en cada aula de cada escuela del país… ¡Ojito con el que se olvida de saludar a su padre!, ni hablar del escarnio que sufrirá aquél que olvidó comprar un regalito para el “hombre de la casa”. La publicidad es cada vez más contundente y no se cansa de golpear morales con golpes bajos. Nos corre con la culpa, y el que no quiere o no puede comprar “el regalo para papá”, pasa a ser el peor hijo del planeta.
Les diré la verdad, no tengo idea porqué el día del padre en Argentina se festeja el tercer domingo de junio. Claro que podría, ya que estoy en la computadora, hacer un clic en alguno de los tantos buscadores de Internet y sacarme la duda… ahora es tan fácil encontrar este tipo de información… pero como sospecho que la fecha en cuestión no se debe a ninguna fecha interesante sino que la imagino una fecha rebuscada, prefiero quedarme con la duda y no dar el brazo a torcer.

Tercer domingo de junio. Día del padre y Argentina en el Mundial debutando… el mundial es otra historia, ya se sabe que por estos lares el fútbol es el opio de los pueblos.
Padres. Padres… padres. Los de antes, los de mucho antes, los de recontra antes, los de ahora, los que serán padres mañana. Cada uno a su manera.
Y así como no me dejo llevar por las convenciones comerciales del calendario, y mucho menos me dejo arrastrar por las corrientes que exigen consumo en estas fechas “especiales”, sí me quedo pensando en todo eso que significó en mí ser padre.
Porque los tiempos cambian, y los tiempos hacen cambiar a las personas, sí. Pero más allá de los tiempos y los cambios, lo que no podemos negar es que, ni antes ni ahora ni mañana, ser padre será solo tener los hijos. Ser padre es mucho más que tener un hijo.
Obviamente que desde el tiempo del garrote en las cavernas, pasando por los viejos recientes tiempos de cuando en las mesas familiares no volaba una mosca… hasta los tiempos modernos donde los padres nos hemos acostumbrado con fea resignación a varias deslealtades feroces por parte de nuestros hijos, hay diferencias abismales. Lo que no cambia ni cambiará, es esa sensación especial que uno siente frente a su hijo.
A mí, ser padre me cambió, no “la vida”, sino la forma de ver “la vida”.
Ser padre me cambió radicalmente la postura de ver las cosas. Esas cosas que yo creía tener tan claras un ratito antes… se me hicieron trizas en el momento mismo en que tuve en brazos a Belu, la primera del trío.
Digo, no es solo la manera en que uno debe tomarse la vida en adelante, sino que es a partir de ese momento, cuando uno comienza a entender varias cosas que criticaba con crueldad en su padre. Si, eso me pasó a mí. De pronto, como cuando las luces claras de una mañana soleada entran en una habitación al abrir la ventana, así de claro entendí el día en que fui padre, un montón de cosas que le criticaba a mi viejo.
Ser padre a mí me hizo parar distinto frente a la vida y frente al mundo. Ser padre me cambió el norte. Cuando fui padre se me esfumó ese vivir día a día sin pensar en el mañana. Ahora, el mañana no era solo el mañana mío, sino que arrastraba también el mañana de otra personita.
Claro que cambian los tiempos y los tiempos cambian a las personas. Los tiempos cambian a los padres, y los padres cambiados cambian a los hijos. Así fue, así es… y así seguirá siendo. Pero no hablo de las formas, hablo de cosas más profundas.
Recién cuando fui padre entendí la preocupación de mis viejos en las noches largas. “Anoche no pegué un ojo… ” era una frase que cuando la escuchaba en boca de mi viejo un domingo a la mañana al llegar a casa después de haber salido un sábado, me parecía una sobreactuación insensata.
Pues bien, ahora soy yo el que no pega un ojo hasta que no llegan todos a casa los fines de semana.

Aclaro que no estoy dando ni buscando fórmulas de padres modelos. Ya sé que no hay fórmulas mágicas para ser un padre impecable. Cada uno de nosotros somos un mundo y nuestras circunstancias, así que no creo en fórmulas ni en recetas tipo Pilar Sordo, que puedan cocinar el “papá perfecto”.
Sí creo mucho en el amor sincero y en el ejemplo. Creo mucho más en el ejemplo que en las palabras. Estoy convencido que el ejemplo es el que enseña.
En esas ando embarcado. Miro a mis hijos cada mañana, y veo como se escapan por la vida a pasos agigantados. Supe desde el primer día que, como dice la canción “crecerían y un día me dirían adiós”, pero una cosa es decirlo y otra muy distinta es vivirlo.
Y aquí estoy yo, quién lo diría, en el embrollo lindo de ser padre. Y allí están ellos en la experiencia agridulce de ser hijos. Los miro y los escucho. Sé que hay cosas que entienden ahora, y sé que hay cosas que entenderán más adelante.
Tercer domingo de junio. No… no quiero regalos. Tantos años pregonando lo mismo que hasta parece un capricho. Pero es así… me llenan mucho más los besos tiernos y los abrazos fuertes, que un estuche de algo que puedo perder mañana. Me realiza más como padre ver a Belu en su mundo de química y biología, en su porte universitaria de alumna y profe, en su Fe sin fisuras, en sus ganas de catequesis, de misionar, de abrazar a los que más lo necesitan en el campo o en las villas. En su sonrisa y sus besos con abrazos de mañana tempranito. A Gerva saliendo de madrugada en bici con sus libros y sus ganas bajo el brazo escondiendo esa sonrisa que le sale a veces, pero nunca de mañana, y con su impostura de hombre recio y corazón tierno. Más que los regalos me pueden los mimos y la complicidad de Bauti, que quedó en el pelotón de hijos rezagados… pero que ahora está primero en el campeonato de malcriados…
Y está María, claro, la de los ojos de mar y de cielo, que me hizo papá, con la que nos conocemos desde chiquititos y con quien desde siempre construimos juntos a pulmón, nuestro sueño de vida y de familia
Sí, ya que este domingo aún puedo elegir, elijo los besos y los abrazos y las charlas y las sonrisas y las carcajadas con mis hijos. Cada uno de nuestros momentos felices, que nunca, nadie podrá robarnos.
Cada uno a su manera, cada uno con sus tiempos. Elijo eso de entre todos los catálogos huecos de cosas materiales.

Feliz día a todos esos padres que han hecho con sus hijos, mucho más que solo tenerlos.

Horacio R. Palma
Escribidor contumaz... de cosas sin importancia

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