jueves, 29 de mayo de 2014

Presos Políticos



Apuré el último mate…la mañana fría me abrazó fuerte en la puerta de casa. Respiré hondo y pensé un gracias a la vida que me permite otra día.
En el colectivo la gente atiende su mundo, cada uno con la cabeza apretada entre dos auriculares.
El chofer conversa a los gritos con su compañero de línea por a través de la puerta. Uno va, el otro vuelve. O viceversa, quién lo sabe.
El semáforo da la voz de verde, todos nos agarramos fuerte… el mundo de 30 asientos gira su último empujón y frena con ganas. Me toca bajar. La brisa sale desde el parque a saludarme en el medio de la cara. La ciudad está recién amanecida… cruzo en dirección al Hospital. Un cafetero grita su cafeeee cafeeee… calentito el cafeeeee.  Un grupo de personas fuman mirando el piso. Sobre el estacionamiento del Hospital sobresale la camioneta celeste y blanca del Servicio Penitenciario. No puedo con mi genio de husmear allí dónde otros pasan con indiferencia.
Tres personas mayores asoman  sus caras por una pequeña hendija. Saludan. Yo los saludo y les digo: “Siempre con los Presos Políticos”. Tres gracias al unísono salen desde las entrañas de esa cárcel con ruedas. Han salido temprano de un penal federal y vienen llenos de papeles en las manos para hacerse ver de los mil achaques que les han traído los años en los huesos más los años de encierro injusto.
De malas maneras los carceleros me invitan a retirarme. No quiero problemas para ninguno y les hago caso. Estoy ahora en la confitería que huele a café recién molido y a medialunas de manteca y gloria. Peno por los que purgan el encierro de la persecución. Por la ventana grande veo la camioneta del Servicio Penitenciario en medio de la explanada. Todos pasan y miran con la indiferencia del no ver.
Los guardias se aprestan a bajar a los presos. Se preparan como si estuvieran por trasladar poderosos delincuentes. Pero no, tres personas mayores bajan a duras penas. Estiran las piernas que traen tullidas por las horas del encierro en un cubículo de mala muerte. Los tres vienen prolijamente de saco y de corbata. Las manos esposadas por delante.
Dignos, con la mirada en alto, con la sonrisa a pesar de los pesares y los dolores.
Pablo, Juan y Adolfo caminan rodeados de carceleros sobreactuados y de una indiferencia de los suyos que debe calar el alma mucho más hondo que la persecución política. Recorrerán varias veces el camino desde el móvil hasta alguno de los consultorios. Será así hasta las 5 de la tarde… con suerte. Y sin comida, a  no ser que algún alma caritativa se conmueva y les acerque un café con leche, volverán tullidos hasta sus lugares de detención en la provincia de Buenos Aires.
Sobre uno de los pasillos del Hospital diviso una cara que desvía mi relato. Es un soldado que vendió su dignidad a precio vil. Amigo del juez que lo tiene encerrado a su hermano, socio de vaya a saber quién, el aviador que varias veces llevó al Supremo con su amante a lejanos lugares de amores secretos, ve pasar esposado a su hermano y a sus camaradas. El agacha la cabeza, esconde la mirada y apura hacia un rincón su regordeta figura de buen vivir. Está libre, pero al vergonzante precio de no atreverse a mirar los ojos de sus compañeros, ni los ojos de su hermano.


Es extraño. Sonrío, pues todos los que pasen esta mañana por el pasillo y los vean, pensarán tal vez que los esposados que caminan dignos por los pasillos del Hospital son los “malos”, y que el “señor”, que ahora me mira con cara de ¿“por qué la foto”?, es del bando de los “buenos”.

Yo sé que no… y digo un ja… y llego a casa… y escribo mi historia chiquita como conjuro, para curarme la indignación. 

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando los asesinos fueron en busca de la recompensa prometida por Marco Pompilio, el cónsul Escipión ordenó que fueran ejecutados por traidores, al tiempo que les decía "Roma no paga traidores".

Anónimo dijo...

De la flor deshojada en otoño
sólo espinas quedaron
que se clavaron en mi corazón
por tu traición.

Anónimo dijo...

Pájaro mal nacido es quien ensucia en su nido.

Anónimo dijo...

Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos.

Anónimo dijo...

Hacéte amigo del juez.
No le dés de qué quejarse;
Y cuando quiera enojarse
Vos te debés encojer,
Pues siempre es güeno tener
Palenque ande ir a rascarse.

Anónimo dijo...

Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera,
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean
los devoran los de ajuera