sábado, 15 de febrero de 2014

La Avenida de los "camelos"....

Barrio Plan Evita. Gualeguay. Entre Ríos (Foto: Norman Robson)

Las mañanas de este verano ya son más frescas en los adentros de este febrero gris.
Los días se van acortando muy pero muy de a poco… como nuestras esperanzas de un país mejor. Tal vez no tanto.
El jocoso jolgorio del verano, parece despedirse con los primeros frescos de febrero.
El año se empieza a poner serio de nuevo. Se viste de formalidad y se adentra a paso firme hacia la rutina.
Ver en las vidrieras los guardapolvos y los útiles escolares, hacen el resto.
Yo me cebo el tercer mate en el amanecer, el agua cae sobre la yerba y el aroma de tierra adentro invade la mesa de trabajo. Lo tomo, y el sabor inconfundible me lleva tan lejos, que hasta me olvido de lo que cuesta un kilo de yerba.
En la tele muestran las olimpíadas de invierno. Allá todo invierno… acá mucho infierno.
Admiro los atletas de elite de cualquier deporte. Entienda o no entienda el deporte. Jueguen a las bochas en un centro de jubilados, o al Curling en una inmaculada cancha de hielo ruso vestidos de Louis Vuittón.
Ver un chico o una chica patinar con bella naturalidad sobre una pista de hielo al ritmo de una hermosa melodía, ver a un hombre esforzarse hasta lo inentendible cuesta arriba en un arrabal de nieve, observar a una mujer saltando por sobre una rampa de hielo cien metros a toda velocidad… en verdad admiro a los súper deportistas, ellos hacen que parezca fácil lo creemos imposible.
Tal vez por esa metáfora que escriben con sus dotes, es que los admiro… porque ellos nos dicen con su genialidad que es posible siempre la esperanza de lo imposible.
Ahí está el mundo… pavoneándose con sus deportistas en un lugar lejano tapado de nieve.
En la esquina de casa, un grupo de enojados grita contra el régimen frente a la embajada de Ucrania, donde el horno tampoco está para bollos.
En Venezuela, las marchas contra la opresión de un gobierno enceguecido de poder, todos los días terminan con el mismo final: muerte.
Un par de periodistas mendocinos han sido sentenciados a muerte por dar a luz la noticia de una banda de narcos. Los vecinos de un barrio cortan la ruta en Gualeguay el viernoes a la noche protestando contra las obras que no están… Y un día, lo lejano nos llegó.
La vida… la vida es eso que pasa mientras a los argentinos nos mandan a cuidar los precios al negocio de nuestro vecino, el mismo que nos fía cada fin de mes.
Los negocios de los de arriba… se mantienen al margen de los fisgones, siempre, mientras a nosotros nos mandan a controlar los negocios de los de abajo.
Triste y solitario… y final, como diría el gordo que escribía genial.
Vecinos controlando vecinos… al final, el pomposo modelo nacional y popular de la inclusión social termina en una buchoneada berreta de pobres contra pobres.
Triste país el que nos queda.
Triste país el que nos dejan.
Triste país el que nos dejamos dejar.
A veces pienso y pienso sobre la desvergüenza de nuestros gobernantes… en las buenas son ellos y solo ellos, en las malas, apelan con cara de “yonofui” a nuestro espíritu patriótico para ver si podemos salvarles las papas que a ellos se les queman en el fuego de la desidia y la corrupción.
Todos somos socialistas con las pérdidas y los problemas…pero bien capitalistas con las ganancias. A mí no me miren. Conmigo no cuenten.
Cuando el tero grita lejos de nosotros, sus huevos suelen estar muy cerca de nosotros.
Es verdad que podríamos estar peor, claro que sí, pero ya se sabe que mal de muchos… consuelo de tontos.
No es cuestión de contentarse conformándose, sino que es cuestión de querer mejor nuestro destino. Somos un pueblo condenado al éxito, pero por ahora apenas si estamos acusados en la causa del fracaso en un tribunal espeso presidido por un juez de medio turno.
Las bondades de la década ganada aparecen a la vuelta de cada esquina, y casi siempre con presagios de miseria. Como en esta “casa” del barrio Plan Evita en un Gualeguay sincero.
Uno venía tranquilo por la avenida amplia del Modelo nacional y popular, y al girar en la calle angosta, la de una vereda sola… nos damos con esa realidad que habla sin palabras.
Los modelos populistas, de las izquierdas o de las derechas, inclusive los imposibles de calificar como el de los Kirchner o el pomposo régimen fascista bolivariano, siempre terminan chocando de frente contra las paredes ruinas de la realidad.
Eternizarse en el poder tiene el lado confortable del enriquecimiento para los miembros del régimen… pero luego hay que beber las mieles agrias del hastío popular. Es un combo.
Si te gusta el durazno… hay que bancarse la pelusa decía mi abuelita, la peronista no, la gorila, la que colgó el cuadro de Perón cabeza abajo. O patas para arriba.
Cuando la realidad desborda la escenografía del relato oficial, ya no es suficiente ninguna voracidad de todas esas que tiene el régimen. La realidad desborda y corre las calles del descontento, por más que hayan cooptado las empresas, la justicia, la prensa y la política….
Los regímenes populares manotean la violencia y reprimen en nombre de una revolución que ha sido involución, o en nombre de un modelo que ya no es ejemplo de nada.
Cambian los lugares, las coordenadas en el mapa de un medio Continente a la deriva… pero la historia de tragedia y miseria son las mismas.
Los regímenes populistas no reprimen… sino que se defienden del imperialismo y sus laderos.
Los regímenes populistas no matan… sino que ajustician en nombre de la revolución
Los regímenes populistas no censuran… sino que cuidan el Modelo.
Los regímenes populistas no persiguen… sino que castigan al cipayo.
Los regímenes populistas no mienten… sino que pintan la realidad con un criterio distinto.
Y así un día, al girar en la calle angosta de la realidad, después de mucho andar por la avenida de la resignación, nos encontramos arrastrando las cadenas a las que nos hemos estado acostumbrando… son las mismas cadenas que arrastrábamos en la avenida… pero ahora pesan más que nuestras fuerzas.
La vida… la vida es eso que pasa mientras el Estado se desentiende de los vomitados del Modelo, con promesas de 600 pesos por mes para un por las dudas.
Y así, ya caminando por la calle angosta de la realidad, nos damos cuenta que lo que parecía lejano ya está entre nosotros. Lo que parecía distinto, terminó siendo más de de lo mismo de lo de siempre, y los que venían a salvar al país terminaron por dividirlo en una pelea de pobres contra pobres. De unos, contra otros que son nuestros mismos.

Los regímenes populistas condenan siempre a sus pueblos a la peor tortura, esa tortura de desear con desesperación… lo que ya es imposible.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

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