sábado, 1 de febrero de 2014

(.......................................................................)



Cuando uno ve pasar el tiempo sin estar atado a la tiranía cruel del reloj, ni pendiente del patibulario señor teléfono, ve a la vida pasar distinto. Como verán, no me gusta decir que estoy de vacaciones, decir eso sería utilizar una palabra tan grandilocuente como mentirosa. Los que apenas llegamos a fin de mes, la palabra vacaciones nos suena demasiado pomposa. Digamos que estoy disfrutando de un corto período de descanso.
Y cuando uno se toma unos días para descansar de la rutina, las cosas las vive con la perspectiva pacífica de la ociosa tranquilidad. Salir de la rutina, que es muy distinto a tirarse y no hacer nada. Disfrutar los tiempos y no correr tras las urgencias de él.
A mí, cuando tengo tiempo me gusta caminar. No digo salir a caminar como deporte, sino que me gusta andar las veredas. Los caminos, las calles… de a pié. Me gusta encontrarme con la gente cara a cara y no cabecear un chau desde la ventanilla del auto. Si me dan a elegir elijo pararme y tomarme el minuto esencial para saludar el buenos días, el buenas tardes… el hasta luego. Me gusta escuchar las voces y no solo recibir la mano levantada de compromiso en el saludo.
Caminar y escuchar los pasos…  las voces de las vecinas que comentan en una esquina la vida de ayer y de siempre. Lo hombres comentando el partido del día anterior o discutiendo el trabajo de todos los días.
Escuchar el jadeo de los perros que salen curiosos de atrás del alambrado con ganas de correr bicicletas pero sin ganas de ladrar al que camina.
Me gusta levantarme el domingo después de un sábado largo sabiendo que el lunes no tendrá urgencias tiranas. Y leer el diario… entre el mate y la galleta.
Así que me siento en el patio a leer. Después de diez años o poco más, encuentro que alguien cambió el título de la columna que escribo con la misma dedicación que escribiría alguien a quien le pagaran por ello.
Aclaro que tampoco estas cosas me quitan el sueño, pero me avivan el pensamiento.
Cierro el Semanario… tomo un mate mirando el cielo que toda la semana ha estado vestido de impecable gris oscuro. E intento ponerme en el lugar de la persona que recibe la nota que alguien ha escrito, y decide, vaya a saber porqué, cambiarle el título.
Hay gente que cree y está convencida que escribir no es trabajar. Que trabajar es otra cosa. Me pasa todo el tiempo. Muchos de mis cercanos me ven sentado en la computadora e intentan mandarme a hacer algo. Hay gente, me consta, que cree que escribir una columna semanal es algo sencillo que uno hace porque está aburrido. De hecho, a muchos nuevos columnistas del Semanario les hube escrito diciendo lo mismo: Cuidado que no es sencillo. Una vez, tal vez. Dos, a lo mejor. Pero una vez tras otra a lo largo del tiempo… es cosa complicada. Hay que tener vocación. Hay que luchar contra las musas parcas. Contra el tedio. Contra el tiempo. Contra la pereza. Contra la decisión complicada de restringir una noche, una mañana de sábado, varias horas de vacaciones.
Y después están los otros. Los que no saben disentir y te piensan enemigo por el solo hecho del pensar distinto.
Hoy usted me lee sentado en algún lugar de Gualeguay. Pero no sabe que yo ahora estoy en Colón, a dos cuadras del río Uruguay y he destinado estas horas de la madrugada del sábado para escribirle. Podría estar pescando, durmiendo, leyendo un libro o viendo una de esas pelis de amor que me gustan. O en la cama, abrazado a quién más quiero. Pero estoy aquí, sentado frente a la compu, pensando cada palabra porque sé que usted se lo merece. Porque estoy convencido que Gualeguay se merece mucho más que copiar y pegar noticias.
Sí, porque así como uno enumera contras, también están ustedes los lectores. Los que luego se acercan en la calles, nos mandan correos o nos hablan en alguna oportunidad para comentarnos algunos de los escritos. Los que saben que pensar distinto nos mejora como sociedad.
Y sean muchos o sean pocos, en realidad los que hemos elegido apostar al trabajo de escribir, lo hacemos por ésos lectores que, gusten de lo que hacemos o no, valoran sin embargo el esfuerzo que significa acercarles cada domingo contenido escrito con algo de valor agregado.
Yo siempre cuento el porqué un día decidí escribir en Gualeguay. Primero fui lector protestón. Crítico de los contenidos un tanto lejanos de la humanidad del lector local. Hasta que me cansé y recuerdo que fui con dos hojas escritas a máquina hasta la oficina de Lagrenade en el Debate Pregón. Me recibió, leyó las hojas y me dio un lugar los jueves.
No lo hice por dinero, pues de hecho siempre colaboré de manera no remunerada. No lo hice por reconocimiento, pues siempre he sido de postura políticamente incorrecta… y “el bocha” me lo hizo saber clarito sin siquiera avisarme.
Cuando uno nada contracorriente no busca halagos precisamente. Lo hice porque pensé que los lectores de Gualeguay nos merecíamos contenidos de cierta calidad y más cercanos a la gente. Y cuando digo de calidad no digo “buenos”, sino que intento decir un contenido trabajado, elaborado, pensado en aquellas miles de personas que se toman una hora de su vida para leer los diarios.
Por eso, nunca en diez años he escrito con desidia. Siempre he firmado lo que he escrito. Varias veces han llevado mis escritos a la justicia esos que piensan que no puede publicar, alguien que piense como yo.
Nunca en diez años he escrito improperios.
Nunca en diez años he escrito sin antes pensarlo diez veces…
Muchas veces he hablado el tema complejo de ofrecer contenidos para los medios, con gente de la Cultura de Gualeguay… y cuando escribo Cultura con mayúsculas es porque me refiero a los que con talento han logrado que la Cultura gualeya pueda llevar mayúsculas.
Usted tal vez lo pase por alto, pero siempre en los medios hay un espacio, un rinconcito cultural. Llámelo rinconcito o página, ese contenido que llega a sus manos, está escrito o seleccionado por gente que también se ha tomado el trabajo de hacerlo para que usted hoy, pueda dedicar unos minutos de su vida a zambullir su alma en la buena literatura.
Alguna vez, los responsables de los medios deberán reconocer esta labor, sin aprovecharse de la buena voluntad de los que anteponen la pasión cultural, a la gratificación económica por el trabajo.
Cuando llegue ese día, nosotros podremos disfrutar a nuestras anchas de muchos escribidores de ciencia, de cultura, de policiales y hasta de horóscopos que no llegan hasta nuestras manos por falta de reconocimiento.
Perdón por haberme tomado el atrevimiento de aburrirlo este domingo con cuestiones personales. Pero a veces, pintando nuestra aldea pintamos el mundo. Así me dice Eise.

Aquí concluyen mis horas de esfuerzo en la madrugada de sábado. Espero que quien reciba este escrito sepa valorar el esfuerzo, y ya que una vez se esforzó en cambiarle el título, se tome el mismo esfuerzo hoy en ponerle uno. Y mientras lo hace, que recuerde que hubo alguien que trabajó duro esta noche, para que él o ella, tengan hoy algo que publicar en ésta página el blanco.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

1 comentario:

Jano dijo...

Sus esfuerzos tienen valor, su sentido común tiene valor, su honestidad tiene valor.
Llegamos a un lugar donde esa combinación es rara ó inexistente, y entonces quiero que sepa que hay quienes valoramos lo que usted hace, que el trabajo que hoy nos regala es un punto de luz en la noche.

Gracias por lo que hace, gracias por ser. Espero tener la oportunidad de conocerlo en persona.