Cuando
uno ve pasar el tiempo sin estar atado a la tiranía cruel del reloj, ni
pendiente del patibulario señor teléfono, ve a la vida pasar distinto. Como
verán, no me gusta decir que estoy de vacaciones, decir eso sería utilizar una
palabra tan grandilocuente como mentirosa. Los que apenas llegamos a fin de
mes, la palabra vacaciones nos suena demasiado pomposa. Digamos que estoy
disfrutando de un corto período de descanso.
Y
cuando uno se toma unos días para descansar de la rutina, las cosas las vive
con la perspectiva pacífica de la ociosa tranquilidad. Salir de la rutina, que
es muy distinto a tirarse y no hacer nada. Disfrutar los tiempos y no correr
tras las urgencias de él.
A
mí, cuando tengo tiempo me gusta caminar. No digo salir a caminar como deporte,
sino que me gusta andar las veredas. Los caminos, las calles… de a pié. Me
gusta encontrarme con la gente cara a cara y no cabecear un chau desde la
ventanilla del auto. Si me dan a elegir elijo pararme y tomarme el minuto
esencial para saludar el buenos días, el buenas tardes… el hasta luego. Me
gusta escuchar las voces y no solo recibir la mano levantada de compromiso en
el saludo.
Caminar
y escuchar los pasos… las voces de las
vecinas que comentan en una esquina la vida de ayer y de siempre. Lo hombres
comentando el partido del día anterior o discutiendo el trabajo de todos los
días.
Escuchar
el jadeo de los perros que salen curiosos de atrás del alambrado con ganas de
correr bicicletas pero sin ganas de ladrar al que camina.
Me
gusta levantarme el domingo después de un sábado largo sabiendo que el lunes no
tendrá urgencias tiranas. Y leer el diario… entre el mate y la galleta.
Así
que me siento en el patio a leer. Después de diez años o poco más, encuentro
que alguien cambió el título de la columna que escribo con la misma dedicación
que escribiría alguien a quien le pagaran por ello.
Aclaro
que tampoco estas cosas me quitan el sueño, pero me avivan el pensamiento.
Cierro
el Semanario… tomo un mate mirando el cielo que toda la semana ha estado
vestido de impecable gris oscuro. E intento ponerme en el lugar de la persona
que recibe la nota que alguien ha escrito, y decide, vaya a saber porqué,
cambiarle el título.
Hay
gente que cree y está convencida que escribir no es trabajar. Que trabajar es
otra cosa. Me pasa todo el tiempo. Muchos de mis cercanos me ven sentado en la
computadora e intentan mandarme a hacer algo. Hay gente, me consta, que cree
que escribir una columna semanal es algo sencillo que uno hace porque está
aburrido. De hecho, a muchos nuevos columnistas del Semanario les hube escrito
diciendo lo mismo: Cuidado que no es sencillo. Una vez, tal vez. Dos, a lo
mejor. Pero una vez tras otra a lo largo del tiempo… es cosa complicada. Hay
que tener vocación. Hay que luchar contra las musas parcas. Contra el tedio.
Contra el tiempo. Contra la pereza. Contra la decisión complicada de restringir
una noche, una mañana de sábado, varias horas de vacaciones.
Y
después están los otros. Los que no saben disentir y te piensan enemigo por el
solo hecho del pensar distinto.
Hoy
usted me lee sentado en algún lugar de Gualeguay. Pero no sabe que yo ahora
estoy en Colón, a dos cuadras del río Uruguay y he destinado estas horas de la
madrugada del sábado para escribirle. Podría estar pescando, durmiendo, leyendo
un libro o viendo una de esas pelis de amor que me gustan. O en la cama,
abrazado a quién más quiero. Pero estoy aquí, sentado frente a la compu,
pensando cada palabra porque sé que usted se lo merece. Porque estoy convencido
que Gualeguay se merece mucho más que copiar y pegar noticias.
Sí,
porque así como uno enumera contras, también están ustedes los lectores. Los
que luego se acercan en la calles, nos mandan correos o nos hablan en alguna
oportunidad para comentarnos algunos de los escritos. Los que saben que pensar
distinto nos mejora como sociedad.
Y
sean muchos o sean pocos, en realidad los que hemos elegido apostar al trabajo
de escribir, lo hacemos por ésos lectores que, gusten de lo que hacemos o no,
valoran sin embargo el esfuerzo que significa acercarles cada domingo contenido
escrito con algo de valor agregado.
Yo
siempre cuento el porqué un día decidí escribir en Gualeguay. Primero fui
lector protestón. Crítico de los contenidos un tanto lejanos de la humanidad
del lector local. Hasta que me cansé y recuerdo que fui con dos hojas escritas
a máquina hasta la oficina de Lagrenade en el Debate Pregón. Me recibió, leyó
las hojas y me dio un lugar los jueves.
No
lo hice por dinero, pues de hecho siempre colaboré de manera no remunerada. No
lo hice por reconocimiento, pues siempre he sido de postura políticamente
incorrecta… y “el bocha” me lo hizo saber clarito sin siquiera avisarme.
Cuando
uno nada contracorriente no busca halagos precisamente. Lo hice porque pensé
que los lectores de Gualeguay nos merecíamos contenidos de cierta calidad y más
cercanos a la gente. Y cuando digo de calidad no digo “buenos”, sino que
intento decir un contenido trabajado, elaborado, pensado en aquellas miles de
personas que se toman una hora de su vida para leer los diarios.
Por
eso, nunca en diez años he escrito con desidia. Siempre he firmado lo que he
escrito. Varias veces han llevado mis escritos a la justicia esos que piensan
que no puede publicar, alguien que piense como yo.
Nunca
en diez años he escrito improperios.
Nunca
en diez años he escrito sin antes pensarlo diez veces…
Muchas
veces he hablado el tema complejo de ofrecer contenidos para los medios, con
gente de la Cultura de Gualeguay… y cuando escribo Cultura con mayúsculas es
porque me refiero a los que con talento han logrado que la Cultura gualeya pueda
llevar mayúsculas.
Usted
tal vez lo pase por alto, pero siempre en los medios hay un espacio, un rinconcito
cultural. Llámelo rinconcito o página, ese contenido que llega a sus manos,
está escrito o seleccionado por gente que también se ha tomado el trabajo de
hacerlo para que usted hoy, pueda dedicar unos minutos de su vida a zambullir
su alma en la buena literatura.
Alguna
vez, los responsables de los medios deberán reconocer esta labor, sin
aprovecharse de la buena voluntad de los que anteponen la pasión cultural, a la
gratificación económica por el trabajo.
Cuando
llegue ese día, nosotros podremos disfrutar a nuestras anchas de muchos
escribidores de ciencia, de cultura, de policiales y hasta de horóscopos que no
llegan hasta nuestras manos por falta de reconocimiento.
Perdón
por haberme tomado el atrevimiento de aburrirlo este domingo con cuestiones
personales. Pero a veces, pintando nuestra aldea pintamos el mundo. Así me dice
Eise.
Aquí
concluyen mis horas de esfuerzo en la madrugada de sábado. Espero que quien
reciba este escrito sepa valorar el esfuerzo, y ya que una vez se esforzó en
cambiarle el título, se tome el mismo esfuerzo hoy en ponerle uno. Y mientras
lo hace, que recuerde que hubo alguien que trabajó duro esta noche, para que él
o ella, tengan hoy algo que publicar en ésta página el blanco.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
1 comentario:
Sus esfuerzos tienen valor, su sentido común tiene valor, su honestidad tiene valor.
Llegamos a un lugar donde esa combinación es rara ó inexistente, y entonces quiero que sepa que hay quienes valoramos lo que usted hace, que el trabajo que hoy nos regala es un punto de luz en la noche.
Gracias por lo que hace, gracias por ser. Espero tener la oportunidad de conocerlo en persona.
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