domingo, 5 de enero de 2014

Los Reyes Magos...




No creo recordar una noche más larga en mi infancia, que la víspera de Reyes.
No había mañana más feliz para mí que la mañana del 6 de enero.
Una tarde, un compañero de segundo grado lanzó su puñalada artera. Sonó profunda, en la inmensidad del aula del Colegio San Carlos, junto al Convento de San Lorenzo.
Con solo unas pocas palabras, tal vez sin quererlo, Sergio quebró aquél día, irremediablemente, mi fantástica ilusión: “¿Vos todavía creés en los Reyes Magos?”.
¡Más vale que creía! No había ilusión más grande, y no había un día que yo esperara con mayor ansiedad, que el día de los Reyes.
Con mis hermanos teníamos un pacto. Que era de honor. El que se despertaba primero, despertaba a los demás. Ninguno podía ir a buscar los regalos sin despertar la los otros. Y ninguno, nunca, osó violar ese pacto.


La noche de Reyes siempre se hacía eterna. Mis hermanos y yo nos desvelábamos comentando historias remotas de padecimientos increíbles que habían sufrido aquellos chicos que habían querido espiar la llegada de los Reyes Magos. Así pasábamos horas elucubrando sobre historias de Camellos enojados, y Reyes que pasaban de largo por las casas de los chicos que intentaban la vigilia. Pero al final, siempre nos vencía el sueño. Y llegaba entonces la mañana, y uno que se despertaba primero, y correr a despertar a los demás. Y después era bajar con sigilo la escalera, y buscar por toda la casa los regalos.
Es que en casa, los Reyes Magos nunca se cansaron de contenernos la ilusión.
Y año tras año se tomaban el trabajo de escondernos los regalos, para que nosotros nos desesperemos en la búsqueda emocionada.
La noche de Reyes despierta aún en mis huesos cansados de hombre, la ilusión niña de que lo mágico existe...que los sueños se cumplen, y aunque ya hay cosas en las que no creo, sin embargo en las noches como éstas... sucede siempre el milagro hermoso de poder acariciar los recuerdos de mi infancia hasta sentirlos reales.
Allí están mis hermanos bajando conmigo las escaleras en puntas de pié, mis padres en su cuarto haciendo como que duermen, y mi corazón palpitando de emoción como aquél niño feliz... vísperas de Reyes, que se cumplan tus sueños...

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