sábado, 23 de noviembre de 2013

El Gatopardo.. y el perro blanco

Y así, “como quien no quiere la cosa” decía mi abuelita, la gorila no, sino la que cada mañana le rezaba a la santa Evita de los pobres… el año se va quedando sin días.


Ya cuando noviembre pasa su primera mitad, el ambiente ciudadano se va cargando de urgencias de fin de año y “sin querer queriendo” va relegando de su cabeza otras cosas que hasta ayer le parecían prioritarias, como el precio de la yerba. Ponele.
Pueden aparecer Capitanich y Kicilof hablando cuatro horas, que a la gente lo único que le importa es conseguir el pan dulce, pensar cómo reinventar el pionono, y en casa de quién van a pasar las fiestas. A partir de estas fechas, las gentes apuran el paso, como cuando uno va llegando a una estación de tren o a un estadio de fútbol, para ese maratón desaforado que resultan las fiestas de finales de año.
Un clásico de éstas fechas es la inquietud de nosotros los papás, siempre despistados para con algunos temas de todos los días, que llegamos a casa y preguntamos cuándo terminan las clases de los chicos.
Raro es escuchar la respuesta: El 20 de diciembre. Es para nosotros el 20 de diciembre ya casi es feriado, no existe.
Uno escucha esa fecha de culminación del ciclo lectivo y si está desprevenido hasta puede caer en la trampa de pensar que el país está embarcado en un ciclo lectivo serio… pero… siempre hay un pero como decía Binóculo desde aquella Olivetti con la que nos describió las desventuras de su lugar y su tiempo hasta su muerte… pero, decía, cuando uno indaga un poco más sobre más en la superficialidad del relato, se entera que los docentes deben cerrar las notas de sus alumnos el 5 de diciembre como última fecha. Por lo tanto, del 5 al 20 de diciembre el ciclo lectivo se asemeja más a un relleno de días para los papeles de las estadísticas que otra cosa. Y de paso los papis y mamis contentos de tener a sus niños en la escuela, aunque sea jugando en el patio, antes que haciendo lío en casa.
Y sí, los regímenes pierden el pelo, pero las mañas nunca. Y saben leer entre las líneas de la aburguesada sociedad que prefiere la comodidad de hacer como que no ve, mientras no le toquen mucho su quintita.
Las complicidades entre un pueblo callado y los regímenes sin escrúpulos, tienen más años que los sueños perdidos de mi abuelita, la gorila, claro.
Semana feliz. Semana de buenas noticias. En la tele se volvió a transmitir Plaza Sésamo, pero con nueva y genial conductora y un staff renovado de peluches. Versión K.
Ya el Perro Verbistsky ha salido un poco de la escena, y hoy el estandarte canino de la revolución nacional y popular tiene espesos rulos blancos, cuatro patas y se llama Simón. Y apareció en cámara para estrenar el medio luto de Cristina.
Ya que no en el fondo de las cosas, al menos cambiemos las formas de mostrarlas. Que para eso la nena estudió cine en la Gran Manzana. Bueno, New York no será la cuna de las revoluciones socialistas, pero al menos asegura la libertad para que cualquier caudillo de un país bananero, enriquecido a costa de sus pobres, pueda mandar a estudiar a sus hijos sin los miedos del tercermundo.
Claro que también las abogadas exitosas y las arquitectas egipcias pueden darse el mismo gusto.
Cambiar todo para que nada cambie.
¡¡Uy!!, esto no lo dijo ni Joseph Goebbels ni lo escribió magistralmente Gramsci, el pensador que emboba juventudes de todas las generaciones, sino que lo escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su genial “Gatopardo”.
Los prestidigitadores utilizan métodos más rudimentarios pero igual de efectivos. También requieren mucha destreza. El resultado es el mismo. Te hago mirar para un lado mientras te acomodo las cartas adentro de los bolsillos. Te distraigo con papelitos de colores tirados al aire, mientras saco la paloma de la manga.
Llamativa manera entrar y salir de cámara, descontracturadas formas en el mensaje, sin llegar claro a las osadas formas de en el mensaje de Nora Veiras, panelista a la que descubrieron con un micrófono que, obviamente, no era de 678.
Simón en el regazo, un pingüino peluche arrebujado en el sillón de la abuelita que acaba de abandonar la etapa del batón y la chinelas, tan propios de los complejos postoperatorios.
Feliz. Pocos sobreviven a una arritmia severa, una viudez repentina, un cáncer y una intervención a cabeza abierta todo junto y en poco tiempo. Esa suerte es sólo nuestra.
Nada raro, para los que sabemos que ciertos milagros, solo ocurren en Argentina. Porque Dios es argentino, eso lo sabe todo el mundo… y claro, ahora el Papa también.
“Dólar para la producción y no para autos de lujo”, dice el Coki Capitanich un tanto mimetizado con el modelo Corach, mientras por atrás, Cristina entra y sale en su Audi tan blindado como su cabeza.
Ya veremos si los cambios del gobierno kirchnerista serán estéticos, como esa extensión e cabello en uno de sus lados, o de fondo como en verdad los votantes espantados del modelo vienen pidiendo en las últimas elecciones.
Sobre todo en economía donde Axel Kicilof, el de las patillas al mejor estilo Delgás de los 80 (solo para gualeyos entendidos…je), que ha formado un equipo económico con militantes monotributistas de Palermo y Las Cañitas.


Quiero aprovechar este finde largo, que ando las calles de Gualeguay, finde en que me reencontraré con aquellos compañeros de la vieja Escuela de Comercio para recordar tiempos lejanos y acercarnos los recuerdos que nunca se borraron, digo, aprovechar para hablar en éste último párrafo de la ciudad.
Las semana pasada, una multitud se volcó a la hermosa Costanera de Gualeguay, allí, cruzando el puente desde el Parque. El cantante Abel Pintos fue el broche de oro para un espectáculo que reunió a medio pueblo a la vera del rio. Antes del artista de moda, muchos grandes artista gualeyos demostraron porqué Gualeguay siempre se destacó con hombres de la Cultura. Todos, son grandes artistas que admiro.
El asado es de todos, claro, pero si hay algo que nos diferencia de otros pueblos es la galleta. No quiero aquí que Richard me pida derechos de autor, pero la galleta dice mucho de la “impronta” de Gualeguay.
Cada uno tendrá sus gustos, si me preguntan a mí, elijo a las de Guerscovich y las de La América… pero sobre gustos no hay verdades.
Ojalá, la “Fiesta del asado y la galleta” se consolide como un festival de Gualeguay. Como un festival de todos y no quede, como tantas otras veces otros, olvidado cuando una nueva gestión política suceda naturalmente a ésta.
Tener un festival importante arraigado es un evento que, como se vio el pasado fin de semana, hace muy bien a la ciudad. Pone a Gualeguay en boca de todos, se dinamiza la economía y tenemos la posibilidad única de mostrarnos en esplendor.

Ojalá tengamos la sabiduría, la inteligencia y la grandeza necesaria para poder sostener en el tiempo éste festival. Lo deseo de todo corazón.

Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

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