Y
así, “como quien no quiere la cosa” decía mi abuelita, la gorila no, sino la
que cada mañana le rezaba a la santa Evita de los pobres… el año se va quedando
sin días.
Ya cuando noviembre pasa su primera
mitad, el ambiente ciudadano se va cargando de urgencias de fin de año y “sin
querer queriendo” va relegando de su cabeza otras cosas que hasta ayer le
parecían prioritarias, como el precio de la yerba. Ponele.
Pueden aparecer Capitanich y Kicilof
hablando cuatro horas, que a la gente lo único que le importa es conseguir el
pan dulce, pensar cómo reinventar el pionono, y en casa de quién van a pasar
las fiestas. A partir de estas fechas, las gentes apuran el paso, como cuando
uno va llegando a una estación de tren o a un estadio de fútbol, para ese
maratón desaforado que resultan las fiestas de finales de año.
Un clásico de éstas fechas es la inquietud
de nosotros los papás, siempre despistados para con algunos temas de todos los
días, que llegamos a casa y preguntamos cuándo terminan las clases de los
chicos.
Raro es escuchar la respuesta: El 20 de
diciembre. Es para nosotros el 20 de diciembre ya casi es feriado, no existe.
Uno escucha esa fecha de culminación del
ciclo lectivo y si está desprevenido hasta puede caer en la trampa de pensar
que el país está embarcado en un ciclo lectivo serio… pero… siempre hay un pero
como decía Binóculo desde aquella Olivetti con la que nos describió las
desventuras de su lugar y su tiempo hasta su muerte… pero, decía, cuando uno indaga
un poco más sobre más en la superficialidad del relato, se entera que los docentes
deben cerrar las notas de sus alumnos el 5 de diciembre como última fecha. Por
lo tanto, del 5 al 20 de diciembre el ciclo lectivo se asemeja más a un relleno
de días para los papeles de las estadísticas que otra cosa. Y de paso los papis
y mamis contentos de tener a sus niños en la escuela, aunque sea jugando en el patio,
antes que haciendo lío en casa.
Y sí, los regímenes pierden el pelo,
pero las mañas nunca. Y saben leer entre las líneas de la aburguesada sociedad
que prefiere la comodidad de hacer como que no ve, mientras no le toquen mucho
su quintita.
Las complicidades entre un pueblo
callado y los regímenes sin escrúpulos, tienen más años que los sueños perdidos
de mi abuelita, la gorila, claro.
Semana feliz. Semana de buenas noticias.
En la tele se volvió a transmitir Plaza Sésamo, pero con nueva y genial
conductora y un staff renovado de peluches. Versión K.
Ya el Perro Verbistsky ha salido un poco
de la escena, y hoy el estandarte canino de la revolución nacional y popular tiene
espesos rulos blancos, cuatro patas y se llama Simón. Y apareció en cámara para
estrenar el medio luto de Cristina.
Ya que no en el fondo de las cosas, al
menos cambiemos las formas de mostrarlas. Que para eso la nena estudió cine en
la Gran Manzana. Bueno, New York no será la cuna de las revoluciones
socialistas, pero al menos asegura la libertad para que cualquier caudillo de
un país bananero, enriquecido a costa de sus pobres, pueda mandar a estudiar a
sus hijos sin los miedos del tercermundo.
Claro que también las abogadas exitosas
y las arquitectas egipcias pueden darse el mismo gusto.
Cambiar todo para que nada cambie.
¡¡Uy!!, esto no lo dijo ni Joseph
Goebbels ni lo escribió magistralmente Gramsci, el pensador que emboba
juventudes de todas las generaciones, sino que lo escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa,
en su genial “Gatopardo”.
Los prestidigitadores utilizan métodos
más rudimentarios pero igual de efectivos. También requieren mucha destreza. El
resultado es el mismo. Te hago mirar para un lado mientras te acomodo las
cartas adentro de los bolsillos. Te distraigo con papelitos de colores tirados
al aire, mientras saco la paloma de la manga.
Llamativa manera entrar y salir de
cámara, descontracturadas formas en el mensaje, sin llegar claro a las osadas
formas de en el mensaje de Nora Veiras, panelista a la que descubrieron con un
micrófono que, obviamente, no era de 678.
Simón en el regazo, un pingüino peluche
arrebujado en el sillón de la abuelita que acaba de abandonar la etapa del
batón y la chinelas, tan propios de los complejos postoperatorios.
Feliz. Pocos sobreviven a una arritmia
severa, una viudez repentina, un cáncer y una intervención a cabeza abierta
todo junto y en poco tiempo. Esa suerte es sólo nuestra.
Nada raro, para los que sabemos que
ciertos milagros, solo ocurren en Argentina. Porque Dios es argentino, eso lo
sabe todo el mundo… y claro, ahora el Papa también.
“Dólar para la producción y no para autos
de lujo”, dice el Coki Capitanich un tanto mimetizado con el modelo Corach,
mientras por atrás, Cristina entra y sale en su Audi tan blindado como su
cabeza.
Ya veremos si los cambios del gobierno
kirchnerista serán estéticos, como esa extensión e cabello en uno de sus lados,
o de fondo como en verdad los votantes espantados del modelo vienen pidiendo en
las últimas elecciones.
Sobre todo en economía donde Axel
Kicilof, el de las patillas al mejor estilo Delgás de los 80 (solo para
gualeyos entendidos…je), que ha formado un equipo económico con militantes
monotributistas de Palermo y Las Cañitas.
Quiero aprovechar este finde largo, que
ando las calles de Gualeguay, finde en que me reencontraré con aquellos
compañeros de la vieja Escuela de Comercio para recordar tiempos lejanos y
acercarnos los recuerdos que nunca se borraron, digo, aprovechar para hablar en
éste último párrafo de la ciudad.
Las semana pasada, una multitud se volcó
a la hermosa Costanera de Gualeguay, allí, cruzando el puente desde el Parque.
El cantante Abel Pintos fue el broche de oro para un espectáculo que reunió a
medio pueblo a la vera del rio. Antes del artista de moda, muchos grandes
artista gualeyos demostraron porqué Gualeguay siempre se destacó con hombres de
la Cultura. Todos, son grandes artistas que admiro.
El asado es de todos, claro, pero si hay
algo que nos diferencia de otros pueblos es la galleta. No quiero aquí que
Richard me pida derechos de autor, pero la galleta dice mucho de la “impronta”
de Gualeguay.
Cada uno tendrá sus gustos, si me
preguntan a mí, elijo a las de Guerscovich y las de La América… pero sobre
gustos no hay verdades.
Ojalá, la “Fiesta del asado y la
galleta” se consolide como un festival de Gualeguay. Como un festival de todos
y no quede, como tantas otras veces otros, olvidado cuando una nueva gestión
política suceda naturalmente a ésta.
Tener un festival importante arraigado
es un evento que, como se vio el pasado fin de semana, hace muy bien a la
ciudad. Pone a Gualeguay en boca de todos, se dinamiza la economía y tenemos la
posibilidad única de mostrarnos en esplendor.
Ojalá tengamos la sabiduría, la
inteligencia y la grandeza necesaria para poder sostener en el tiempo éste festival.
Lo deseo de todo corazón.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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