sábado, 12 de octubre de 2013

Puros cuentos...

“CONCEJO DELIBERANTE SESION DIA 10/10/2013 - NO SESIONO POR FALTA DE QUORUM - AUSENTE BLOQUE FPV.”


Así escribió Pamela Sciuto, edil, como abriendo el paraguas en su muro de Facebook.
Antes, había publicado unas polémicas fotos frente a los paredones de la Escuela Técnica. Allí, junto a otro concejal y varios compañeros de “militancia”, posaban felices y contentos mostrando las pintadas políticas: Erro Conducción.
Las fotos del vandalismo fueron luego levantadas de la red, no por asumir el error político y ciudadano, sino por la repercusión que el vandalismo tomó tras el informe del noticiero de Canal Dos de Gualeguay. Faltaron las disculpas del caso. Pero ya vendrán. Creo.
Desde el oficialismo, minimizaron el hecho de las pintadas señalando que otros hacen cosas más graves. “No me compares cosas malas con cosas peores” decía mi abuelita, no la peronista sino la gorila, cuando nosotros nos disculpábamos con un “pero abuuuuu…él también lo hizo!!”. Sabemos todos que hay cosas peores que andar pintando las paredes de una escuela pública en la que luego el Estado debe gastar mucho dinero para dejarlas en condiciones.
Es de zonzos justificarse en la zoncera del otro.
Mal de muchos, consuelo de tontos, reza el refrán.
No es la primera vez que pasa ni será la última. Ya entes don Juanjo Albornoz, que hoy se une al slogan gorila del “peronismo de izquierda”, habían arrasado las paredes públicas y privadas de Gualeguay con pintadas fascistas en épocas en que el gobierno kirchnerista luchaba contra la dirigencia del campo por el tema de las retenciones al yuyito.
El yuyito salvador que alejó del desastre a la década robada, y de la miseria a los pequeños y medianos colonos y arrendadores de tierras heredadas. Bolsillos llenos corazón contento.
El ejemplo empieza por casa.
Pero son pocos los que predican con el ejemplo.
No hace mucho tiempo, la señora presidenta se paró frente al atril. Delante de ella, un número apoteótico de aplaudidores asentían con las cabezas y se esmeraban en batir las palmas hasta dejarlas bien coloradas de fervor militante.
Ella, toda de negro y el detalle de enormes botones dorados nos dijo: “Yo creo que hay sistema de salud pública, cuando los presidentes se atienden en los hospitales públicos, lo demás es puro cuento…”
Y entonces la cohorte de aplaudidores emitió su incondicionalidad para con el relato con una ovación que retumbó fuerte en el salón.
Esclavos de sus palabras.
Luego la presidente recurrió al Hospital Austral, esa monumental “donación” de Goyo Pérez Companc para la gente de “La Obra” que fundara San Josemaría Escivá de Balaguer y Albás. En el Austral, como todo sabemos, la presidenta se operó de tiroides aquella vez del falso positivo. En el principio fue el Opus.
Pasaron los años y llegó el hematoma subdural.
Con una década de Modelo adentro, uno suponía que el sistema de salud público ya estaba a la altura de las circunstancias del éxito como para atender a su majestad sin mayores contratiempos. Pero no.
Nuevamente la presidente prefirió utilizar su plan Osde de presidencia, antes que el hospital público de la década ganada.
Con toda su comitiva hizo cerrar un piso en la Fundación Favaloro, a la que llegó en poderoso auto alemán… “haz lo que yo digo más no lo que yo hago…”
De todas maneras, y antes del hematoma, la presidenta ostentaba ciertos síntomas alarmantes: Una memoria hemipléjica para contar la historia, una sordera profunda para escuchar al pueblo, una ceguera casi total para ver la realidad y una sorprendente falta de memoria para recordar las promesas.
Tan alarmantes eran los síntomas de la presidenta, que la semana de su última internación, se llegó hasta un hospital para inaugurarlo por tercera vez en 4 años.
Ya Néstor, su “exposo” y benefactor, en el año 2003 (albores del relato populista en la Argentina Siglo XXI) había anunciado con bombos y platillos que él y su familia elegían el Hospital público para atenderse ante cualquier problema de salud. Y como Néstor lo que prometía lo cumplía, inmediatamente hizo acondicionar una sala de terapia intermedia en el Hospital Argerich, en el popular barrio de La Boca.


Pasó el tiempo… y la sala presidencial del Hospital Argerich esperó en vano a la familia real. Oportunidades hubo, pero ni Máximo se presentó allí para hacerse ver la rodilla.
Eran épocas en que Clarín y el Modelo caminaban “juntos y a la par”. Cuando el gobierno kircherista cerró el trato para hacer del multimedios de doña Noble el más poderoso de la historia de por acá. Lo que pasó después jamás lo sabremos.
“SALUD | EN CASO DE EMERGENCIA: Kirchner prefiere ir al Hospital Argerich”
Así lo anunció la periodista Yanina Kinisberg en el gran diario argentino al que hoy el kircherismo llama: la corpo.
Y eso no pasó en el siglo pasado, sino que pasó hace unos pocos años. Cuando todavía ni el Colorado Erro ni Pamela Sciuto sabían que eran peronistas.
Y claro que no me parece mal que cualquier ciudadano pueda elegir atender su salud donde más le guste al alcance de sus posibilidades. Todo lo contrario. En ése sistema creo yo. Pero sí me molesta la hipocresía del relato. Y las mentiras. Y los que haciéndose los distraídos se suman a las falsedades. Le abren la cabeza. Le extraen un coágulo. Está en terapia intensiva… entonces Hebe Pastor, que sigue haciéndose llamar de Bonafini y que nunca fue citada por esa gran estafa millonaria que, bajo la farsa de los derechos humanos, llamó Sueños Compartidos, entra a la Fundación Favaloro, hace como que pudo ver a Cristina, sale, y pretende hacernos creer que la presidenta está tomando decisiones sobre el país desde su cama de terapia intensiva... cuando todos los que lamentablemente hemos pasado por eso con algún familiar o por experiencia propia, sabemos que ni elegir entre la chata o la sonda puede uno en éstos momentos... Hebe y todo el entorno oficialista pretende tomarnos por idiotas.
Tras una década con la suma del poder político, el régimen kirchnerista sucumbe ahogado en las mentiras de su propio relato. En las aguas turbias de una hipocresía que provocó en la gente un profundo hastío.
Uno puede hablar mil horas y escribir un millón de palabras. Inaugurar cinco veces el mismo hospital y tres veces la misma ruta. Puede anunciar el tren bala y decirse pueblo y abrazarse a la bandera de los humildes… pero es luego el ejemplo quien quita la máscara. Esa única verdad llamada realidad es la que al fin, nos deja desnudos.
Uno puede mentirse mejor que Canadá o Australia, pero luego la realidad de un modelo más preocupado por los derechos humanos de los delincuentes, hace que un delincuente con cuatro causas y una condena, secuestre y asesine a Araceli Ramos en su libertad condicional.

Realidad mata el relato. Lo demás… como bien dice la presidenta, lo demás es puro cuento.

Horacio Ricardo Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

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