“CONCEJO
DELIBERANTE SESION DIA 10/10/2013 - NO SESIONO POR FALTA DE QUORUM - AUSENTE
BLOQUE FPV.”
Así escribió Pamela Sciuto, edil, como
abriendo el paraguas en su muro de Facebook.
Antes, había publicado unas polémicas fotos
frente a los paredones de la Escuela Técnica. Allí, junto a otro concejal y
varios compañeros de “militancia”, posaban felices y contentos mostrando las
pintadas políticas: Erro Conducción.
Las fotos del vandalismo fueron luego
levantadas de la red, no por asumir el error político y ciudadano, sino por la
repercusión que el vandalismo tomó tras el informe del noticiero de Canal Dos
de Gualeguay. Faltaron las disculpas del caso. Pero ya vendrán. Creo.
Desde el oficialismo, minimizaron el
hecho de las pintadas señalando que otros hacen cosas más graves. “No me
compares cosas malas con cosas peores” decía mi abuelita, no la peronista sino
la gorila, cuando nosotros nos disculpábamos con un “pero abuuuuu…él también lo
hizo!!”. Sabemos todos que hay cosas peores que andar pintando las paredes de
una escuela pública en la que luego el Estado debe gastar mucho dinero para
dejarlas en condiciones.
Es de zonzos justificarse en la zoncera
del otro.
Mal de muchos, consuelo de tontos, reza
el refrán.
No es la primera vez que pasa ni será la
última. Ya entes don Juanjo Albornoz, que hoy se une al slogan gorila del
“peronismo de izquierda”, habían arrasado las paredes públicas y privadas de
Gualeguay con pintadas fascistas en épocas en que el gobierno kirchnerista luchaba
contra la dirigencia del campo por el tema de las retenciones al yuyito.
El yuyito salvador que alejó del
desastre a la década robada, y de la miseria a los pequeños y medianos colonos
y arrendadores de tierras heredadas. Bolsillos llenos corazón contento.
El ejemplo empieza por casa.
Pero son pocos los que predican con el
ejemplo.
No hace mucho tiempo, la señora
presidenta se paró frente al atril. Delante de ella, un número apoteótico de
aplaudidores asentían con las cabezas y se esmeraban en batir las palmas hasta
dejarlas bien coloradas de fervor militante.
Ella, toda de negro y el detalle de
enormes botones dorados nos dijo: “Yo creo que hay sistema de salud pública,
cuando los presidentes se atienden en los hospitales públicos, lo demás es puro
cuento…”
Y entonces la cohorte de aplaudidores
emitió su incondicionalidad para con el relato con una ovación que retumbó
fuerte en el salón.
Esclavos de sus palabras.
Luego la presidente recurrió al Hospital
Austral, esa monumental “donación” de Goyo Pérez Companc para la gente de “La
Obra” que fundara San Josemaría Escivá de Balaguer y Albás. En el Austral, como
todo sabemos, la presidenta se operó de tiroides aquella vez del falso
positivo. En el principio fue el Opus.
Pasaron los años y llegó el hematoma
subdural.
Con una década de Modelo adentro, uno
suponía que el sistema de salud público ya estaba a la altura de las
circunstancias del éxito como para atender a su majestad sin mayores
contratiempos. Pero no.
Nuevamente la presidente prefirió
utilizar su plan Osde de presidencia, antes que el hospital público de la
década ganada.
Con toda su comitiva hizo cerrar un piso
en la Fundación Favaloro, a la que llegó en poderoso auto alemán… “haz lo que
yo digo más no lo que yo hago…”
De todas maneras, y antes del hematoma,
la presidenta ostentaba ciertos síntomas alarmantes: Una memoria hemipléjica
para contar la historia, una sordera profunda para escuchar al pueblo, una
ceguera casi total para ver la realidad y una sorprendente falta de memoria para
recordar las promesas.
Tan alarmantes eran los síntomas de la
presidenta, que la semana de su última internación, se llegó hasta un hospital
para inaugurarlo por tercera vez en 4 años.
Ya Néstor, su “exposo” y benefactor, en
el año 2003 (albores del relato populista en la Argentina Siglo XXI) había
anunciado con bombos y platillos que él y su familia elegían el Hospital
público para atenderse ante cualquier problema de salud. Y como Néstor lo que
prometía lo cumplía, inmediatamente hizo acondicionar una sala de terapia
intermedia en el Hospital Argerich, en el popular barrio de La Boca.
Pasó el tiempo… y la sala presidencial
del Hospital Argerich esperó en vano a la familia real. Oportunidades hubo,
pero ni Máximo se presentó allí para hacerse ver la rodilla.
Eran épocas en que Clarín y el Modelo
caminaban “juntos y a la par”. Cuando el gobierno kircherista cerró el trato
para hacer del multimedios de doña Noble el más poderoso de la historia de por
acá. Lo que pasó después jamás lo sabremos.
“SALUD | EN CASO DE EMERGENCIA: Kirchner
prefiere ir al Hospital Argerich”
Así lo anunció la periodista Yanina
Kinisberg en el gran diario argentino al que hoy el kircherismo llama: la
corpo.
Y eso no pasó en el siglo pasado, sino
que pasó hace unos pocos años. Cuando todavía ni el Colorado Erro ni Pamela
Sciuto sabían que eran peronistas.
Y claro que no me parece mal que
cualquier ciudadano pueda elegir atender su salud donde más le guste al alcance
de sus posibilidades. Todo lo contrario. En ése sistema creo yo. Pero sí me molesta
la hipocresía del relato. Y las mentiras. Y los que haciéndose los distraídos
se suman a las falsedades. Le abren la cabeza. Le extraen un coágulo. Está en
terapia intensiva… entonces Hebe Pastor, que sigue haciéndose llamar de Bonafini
y que nunca fue citada por esa gran estafa millonaria que, bajo la farsa de los
derechos humanos, llamó Sueños Compartidos, entra a la Fundación Favaloro, hace
como que pudo ver a Cristina, sale, y pretende hacernos creer que la presidenta
está tomando decisiones sobre el país desde su cama de terapia intensiva...
cuando todos los que lamentablemente hemos pasado por eso con algún familiar o
por experiencia propia, sabemos que ni elegir entre la chata o la sonda puede
uno en éstos momentos... Hebe y todo el entorno oficialista pretende tomarnos
por idiotas.
Tras una década con la suma del poder
político, el régimen kirchnerista sucumbe ahogado en las mentiras de su propio
relato. En las aguas turbias de una hipocresía que provocó en la gente un
profundo hastío.
Uno puede hablar mil horas y escribir un
millón de palabras. Inaugurar cinco veces el mismo hospital y tres veces la
misma ruta. Puede anunciar el tren bala y decirse pueblo y abrazarse a la
bandera de los humildes… pero es luego el ejemplo quien quita la máscara. Esa
única verdad llamada realidad es la que al fin, nos deja desnudos.
Uno puede mentirse mejor que Canadá o
Australia, pero luego la realidad de un modelo más preocupado por los derechos
humanos de los delincuentes, hace que un delincuente con cuatro causas y una
condena, secuestre y asesine a Araceli Ramos en su libertad condicional.
Realidad mata el relato. Lo demás… como
bien dice la presidenta, lo demás es puro cuento.
Horacio Ricardo Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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