No
le prometas a nadie que nunca lo olvidarás…porque el amor es eterno, y nuestra
vida: fugaz” (Dávalos)
¿Qué somos hoy? Una pregunta tan
sencilla y tan compleja.
Siempre hay preguntas sencillas de
compleja respuesta. Siempre. Por lo general, las preguntas enrevesadas se
pierden en la inconsistencia de un “noentendí”.
Y hay preguntas y hay decires que
cambian con los tiempos. También las respuestas.
Un celular, por ejemplo no significó lo
mismo para mi infancia que para la infancia de mis hijos. Para mí significaba
seguridad… para ellos, comunicación. Curioso es que cuando mis hijos salen por
las noches, también a mí me sigue significando seguridad hoy el celular.
¿Qué somos hoy?... es una linda pregunta
sencilla que desde hace tiempo los argentinos no adivinamos a contestar con
claridad.
Vengo por la ruta. La noche se va
engullendo a una hermosa tarde soleada de invierno haciendo sombra las luces.
Esa hora en que las sombras se estiran tan largas hasta convertirse en noche. Sombras
que iluminan de otra manera.
Salgo de una ciudad enloquecida por sus urgencias
mundanas, donde la gente corre y corre sin preguntarse siquiera hacia dónde va.
Pero en menos de una hora la ruta me habla del silencio del campo mostrándome
un verde infinito hasta el horizonte.
¿Qué somos hoy? Somos ciudad y somos
campo. Somos un poco las dos cosas sin llegar a ser ninguna. Tal vez.
Los 3 grados que marca el termómetro
contradicen al señor de la radio que afirma que tuvimos el julio más caluroso
de los últimos años. Yo, que cuando manejo le hablo a la radio como un loco, le
contesto al periodista que no es verdad y señalo los 3 grados. ¡Pero estamos en
agosto papá! me grita Bauti atado al asiento atrás. Sonrío. Punto para Bauti.
La ruta está impregnada de carteles con
nombres que mienten opciones desde los alambrados que cercan el último bastión
del modelo: la soja.
Hoy es sábado para mí, pero es domingo
para usted que lee lo que estoy garrapateando. Hoy es domingo y los argentinos
nos volcamos a las urnas para renovar esperanzas o para insistir con la
resignación. Hace tanto tiempo que no le aflojamos al “ejercicio” esperanzador
de elegir nuestro ¿Qué somos?, que ya no hay lugar para el chivo expiatorio de culpar
a la historia del siglo pasado por nuestros males de éste domingo de agosto.
Si no supimos si no quisimos o si no
pudimos, ha sido nuestra única responsabilidad. De nadie más. Va siendo hora de
ponernos los pantalones largos y hacernos cargo de nuestras inconsistencias.
De levantar la mano, de señalarnos con
el dedo y decir YO, de hacernos cargo cuando un edificio vuela por los aires
porque la desinversión y la desidia y el descontrol no pudieron darnos la
seguridad necesaria que requiere un país en serio.
Los muertos son bien nuestros. Las
tragedias evitables nos pintan de cuerpo entero. Es el espejo que nos refleja
exactos, aunque nosotros lo queramos obviar.
¿Qué somos hoy?, somos nuestros muertos
y somos nuestras tragedias y somos nuestros dolores y somos nuestra gran
solidaridad ante cierta desgracias. Somos lo que damos la mano en la tragedia
pero somos también los que coimeamos a la empresa de gas para que no nos corte
el servicio.
Tomo la curva que conozco de memoria. Ya
pasé Médanos y sé que me voy a encontrar con un paso a nivel apenas avisado por
un cartel amarillo. Levanto el pié del acelerador. Presto más atención. Sé que
al cruzar la vía sin barrera ni señales de peligro me encontraré con lo que
somos. Un paso a nivel de ferrocarril donde uno puede romper el auto o
estrellarse contra un tren, y un basural hecho con lo que la gente de paso
aprovecha la frenada para tirar a la vera de la ruta lo que nunca más nadie
recogerá.
Cruzo la vía con el auto a paso de
hombre. El basural huele un poco peor que la semana pasada. Bauti me pregunta
si pasa el tren, porque en un millón de veces que hemos cruzado este paso a
nivel nunca no hemos topado con el tren. Sonrío. Si pudiera cerrar los ojos
viajaría seguro hacia el acto de anuncio del gobernador de Entre Ríos hace unos
años: “Crearemos el "Tren de los Pueblos Libres", que unirá Bs As con
Montevideo.” Cuac.
¿Qué somos hoy?... y sí, un poco de
Argentina potencia y otro mucho de Argentina impotencia. De hombres y mujeres
que han hecho grande al país y otros que se han encogido de hombros, resignados
ante un desanimado destino, el de sobrevivir.
Hoy domingo paramos las rotativas para
jugar a que somos democracia. Boletas de todos los colores, y allí donde los
colores no alcanzan, pues entonces han echado mano a las letras. Lista A, B, C…
las urnas esperando que el ciudadano decida.
Los cronistas preparan los lugares
comunes con remanidas frases hechas: “Es la fiesta de la democracia, un hermoso
acto cívico, la ciudadanía elige”… pero todos sabemos que un poco más allá, la
cosa suena a la oquedad del abismo.
Los candidatos les hablan a los vecinos.
Y a decir verdad, a mí me gusta mucho más la palabra ciudadano que la palabra
vecino.
Ciudadano comprende una responsabilidad
infinitamente mayor. Cuando el político nos habla paternalistamente como
vecinos, a mí se me frunce el entrecejo. Va siendo hora de hacernos ciudadanos.
El ciudadano exige pero también es responsable. No espera, sino que se
compromete y es responsable por lo que hace o deja de hacer.
No debemos tener miedo a la
responsabilidad de hacernos ciudadanos.
La ruta serpentea el campo bajo la luz
de una luna bien blanca. Se ve que nadie la ha pintado en años, a la ruta digo,
y los arreglos del pavimento han sido de compromiso. En la radio suena Tonada
del viejo amor… la hermosa melodía con la poesía única del amor.
Es que acaba de morir Eduardo Falú, el
genial músico salteño.
Mil veces en casa, en aquella Patria
única de la infancia, escuché esta canción cantada por mamá y mis tías…
¿Qué somos?... sí, “somos 11 de agosto”
como decía mi abuelita, que murió con la esperanza intacta en que su voto
cambiaría el mundo… pero somos también recuerdos y somos olvidos. Y somos
raíces y somos todo nuestro pasado resumido en éste presente…
Y somos nuestros artistas, y nuestros
poetas soñadores y también somos los políticos que cambian de bandera cada
cuatro años con la misma cara de piedra…
“Y nunca te he de olvidar. En la arena
me escribías. El viento lo fue borrando…y estoy más solo mirando el mar…” a mí
me bastan los primeros acordes en una guitarra y esta primera estrofa para
zambullirme en mi infancia infinitamente feliz.
“…Qué lindo cuando una vez, bajo el sol
del mediodía, se abrió tu boca en un beso, como damasco lleno de miel… herida
la de tu boca, que lastima sin dolor, no tengo miedo al invierno, con tu
recuerdo lleno de sol…”
¿Qué somos? Somos amores y desamores.
Recuerdos dulces de tiempos amargos. Somos los recuerdos que nos hacen felices,
y los abismos inútiles que algunos han zanjado a nuestras espaladas.
Somos esas genialidades solitarias… que se
desvanecen cuando quieren ser Patria.
Horacio Ricardo Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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