Están los brillantes,
los colosos, los triunfadores, los famosos, los que siempre ganan, los que más ganan,
los más conocidos.
Pero esos, son apenas
un puñado de arena en una playa. Los menos
Y están los que cada
día honran la vocación desde el anonimato, desde la escasez, desde la lucha
contra la corriente, desde el miedo a perderlo todo. Los comunes. Los que cada
día en algún rincón alejado de las luces y los oropeles, vuelcan su vocación
periodística bien a pulmón.
Desde abajo.
Y está la gente.
Siempre está la gente. Que elige.
Los que le buscan la
quinta pata al gato, los que le encuentran el pelo al huevo, los que se paran
frente a miles de certezas… y dudan.
Los que muestran lo que
queríamos ver. Los que avisan eso que no sabíamos. Los que dicen eso que
nosotros queríamos decir y no podíamos. Los que escriben exactamente lo que
nosotros queríamos escribir y no nos salía.
Los que hurgan allí
donde los poderosos han echado 7 llaves. Los que preguntan justo aquello que queríamos
preguntar.
Molestos. Curiosos.
Apasionados por vocación. Portadores de las buenas y las malas nuevas.
Cada uno con sus modos.
Cada uno con sus limitaciones. Cada uno con su estilo. Necesarios todos.
Noble actividad,
esmerada profesión. Hermosa vocación la del periodista que nos acerca cada día
las noticias y sus circunstancias: las opiniones.
Cada uno con sus
convicciones. Cada uno responsable de lo que dice… y cada uno responsable sobre
todo, de lo que calla.
Lo demás lo dirá el
lector. Lo dirá el oyente. El del otro lado.
Aún en éste día, donde
el periodismo se festeja un poco a sí mismo, es imprescindible no perder de vista
que siempre… SIEMPRE… pero SIEMPRE está la gente que confía en que usted, señor
periodista, tendrá el coraje y el valor y la honradez de decir y no callar.
De decir, siempre. Y no
callar, nunca.
Muy feliz día a todos
los periodistas de bien…
Horacio R. Palma
Escribidor contumaz...
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