"cuando el
cielo se caiga sobre tu cabeza y no quede nada, voy a reirme de todo enfrente a
tu cara...vas a darte cuenta que todo era mentira... que éramos reyes haciendo
de esclavos...."...
(Morir a tu lado – Vicentico)
Nunca
escupas al cielo, decía mi abuelita… que guardaba bajo 7 llaves un diploma
amarillento con las “gracias” de la Fundación Eva Perón. A mi abuela le
mostrabas la estampita de la santa con rodete, y le sacabas hasta lo que no
tenía.
Pobre
abuela, preocupada siempre por los demás, murió sin poder cobrar el juicio por
su pensión mal liquidada. A fuerza de salud, aprendió mi abuelita que el
sistema jubilatorio era solidario…pero los políticos que lo manejaban: no.
Nunca
escupas para arriba, decía mi otra abuelita, más gorilona sí, y mucho menos
confiada, queriendo enseñarnos lo mismo… pero con una frase más laica.
Es
que cuando uno escupe para arriba, corre el riesgo de que el escupitajo nos
caiga en la cabeza. Religioso o laico, ésta era la enseñanza.
Escupir
a los cielos. Cielos y tragedias. Castigos divinos o desidia política.
Un
amigo mío solía repetir que “Dios perdona siempre, los Hombres a veces… pero la
Naturaleza nunca”. Claro que otras gentes afirman que la Naturaleza es el brazo
de Dios.
Lo
cierto es que mientras muchos funcionarios y dirigentes y medios de
comunicación afines al gobierno nacional escupían al cielo al conocerse la
noticia de las inundaciones trágicas en la Ciudad de Buenos Aires, echando
culpas a Mauricio Macri… el escupitajo les cayó un día después en la viga de su
mismo ojo. Una tragedia pocas veces vista enlutó a la ciudad de La Plata con
más de medio centenar de muertos y miles y miles de inundados.
Barrios
devastados. Gentes que lo perdieron todo en 4 horas. Que solo se quedaron con
lo puesto. Familias destruidas… esperanzas en quebranto.
Nunca
escupas para arriba. Mientras le enrostraban a Macri estar de vacaciones en el
día de la tragedia, a Mariotto, Alicia Kirchner, Pablo Bruera y muchos más, la
tragedia nacional los sorprendió también de viaje.
Argentina.
Más tragedias. Más muertes. Más dolor. Más desolación.
En
otros lares allende los vientos la naturaleza se desata en temblores tragándose
calles, en huracanes arrasadores que enfurecidos lo llevan todo, en bocas de
fuegos y cenizas que sepultan vidas y ganas, o en olas marinas gigantes que
desnudan ciudades de la noche a la mañana.
A
nosotros nos tapa el agua por imprevisión política y por necedad ciudadana. O
se nos incendian boliches atestados o se estrellan trenes con subsidios
fabulosos.
Siempre
nos tapa el agua. En los campos, en las ciudades, en los asentamientos. Ahí
somos todos iguales. Se inunda hasta el cuello el barrio de Belgrano R en la
Ciudad de Buenos Aires, Tolosa en La Plata o el Pancho Ramírez en Gualeguay.
Irresponsables
como ciudadanos. Corrupción y desidia política. Las consecuencias después.
Pero
ante cada tragedia. Nos salva la solidaridad. Siempre nos ha salvado la
solidaridad conmovedora de la gente de a pié. Inexplicable solidaridad que
nunca muere. Solidaridad que nunca han podido matar.
A
nuestra solidaridad inmensa como pueblo no la han podido amedrentar las
injurias políticas, ni las miserias partidarias ni el asistencialismo barato
que troca planes por sumisión.
La
década ganada nos encontró desnudos. Al gobierno más “nacional y popular” de la
historia, la tragedia lo encontró con el asistencialismo en sillas de ruedas.
En el país con el modelo más inclusivo, después de diez años de crecimiento a
tasas chinas, la presidenta nos pide colchones, frazadas, y lavandina.
Pero
está la solidaridad. Siempre estamos todos ante la tragedia, dando hasta lo que
no tememos cuando las papas queman, y es esa solidaridad, la que siempre
termina salvando a los responsables de ser ajusticiados en la plaza pública.
Los
políticos nuestros juegan con ese límite. Confían en la mansedumbre de un
pueblo que se ha acostumbrado a morir en tragedias evitables. Cristina
Fernández, ante la magnitud de la tragedia se presenta en el barrio arrasado de
su infancia. Con un reloj de 10 mil dólares en su muñeca, intenta convencer a
quienes lo perdieron todo, que la inundación que sufrió ella cuando el “arroyo
El Gato no estaba entubado” fue peor porque el agua le llegó a los tobillos. Es
mentira que fue peor, y es mentira que ahora el arroyo esté entubado. Lo único
de vedad es el reloj de oro.
¿Es
o se hace?. El presidente de la República Oriental del Uruguay lo tiene claro.
Yo no.
Alicia
Kirchner, la funcionaria familiar que maneja toda la acción social del país,
llega un par de días atrasada desde Europa, y entre medio de una docena de
patovicas que la separan para siempre del pueblo que sufre, llama agitadores a
quienes habiéndolo perdido todo, le gritan palabrotas henchidos de rabia. ¿Es o
se hace?
Claro
que ante la inmensidad de la tragedia, ante el dolor inconmensurable de las
muertes, ante la pérdida indescriptible del esfuerzo de toda una vida, ponerse
a conjeturar responsabilidades es políticamente incorrecto. Pero el árbol de la
tragedia no debería taparnos el bosque de las responsabilidades.
Prioridades
políticas que luego pagamos todos con tragedias.
La
ciudad de Buenos Aires permite la construcción de miles y miles de torres
sabiendo que la ciudad no cuenta con la infraestructura necesaria para
semejante impacto.
Donde
ayer nomás había cuatro casas, hoy hay diez torres con miles de familias… agua,
basura, cloacas, autos…la imprevisibilidad y el cerrar los ojos de los
dirigentes ante un negocio fabuloso… luego las tragedias y las muertes. Pero ya
es tarde.
Decisiones
políticas. Políticas de Estado. Más de 7000 millones para circo. Fútbol para
todos… pero las obras hídricas sin hacer por falta de presupuesto. Y millones
en pautas oficiales. En desmanejo de empresas como Aerolíneas Argentinas con
pasajes subsidiados y pérdidas millonarias. Y después la tragedia. Pero ya es
tarde.
El
pueblo de a pié, como puede, es el primero que llega y organiza la solidaridad
que el Estado no puede. En el medio de la catástrofe, un Estado lisiado salvado
por la solidaridad infinita de los que sufren en carne propia la desidia de las
políticas egoístas.
Si
el modelo “nacional y popular” no hubiera desmantelado a las Fuerzas Armadas y
de Seguridad y a Defensa Civil, ahora los damnificados por la tragedia podrían
estar recibiendo de SUS instituciones, agua potable, medicamentos, seguridad y
atención médica en pocas horas... pero no, el Modelo ha tenido otras
prioridades, ahora los uniformados caminan al lado de los gomones y la
seguridad y la logística del asistencialismo que no llega, está a cargo del
Cuervo Larroque y la agrupación política La Cámpora.
Otra
tragedia evitable en la Argentina de la década ganada. Y las víctimas a la
deriva, salvadas solo por la solidaridad inmensa de los de a pie. Es la misma
solidaridad que una vez más, salvará la cabeza de los verdaderos responsables…
que nos hunden.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios
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