viernes, 13 de julio de 2012

Palabras de la Escritora de Gualeguay Tuky Carboni en el acto del 9 de julio


Por Tuky Carboni


Buenos días a todos en el día de la Patria. Como trabajadora de la cultura, me siento muy honrada por haber sido designada para decir unas palabras, en el día “del cumpleaños de la Patria”, como se acostumbraba a decir a los niños de la escuela primaria.
¿Quién podría ser tan arrogante como para dar una explicación concreta de qué  es la Patria?  Nadie puede definir la Patria, como nadie puede definir a Dios.  Las cosas sagradas e infinitas nos  exceden y exceden las palabras del lenguaje humano. Porque no están hechas de una materia inconsútil; sino de la suma de los fragmentos que tienen todos los cuerpos emocionales,  intelectuales y espirituales de los individuos. Por eso nos presentan esa cualidad milagrosa de recrearse dentro del corazón de cada ser humano, con un significado único y entrañable.

Para algunos, la Patria será una bandera celeste y blanca que ondea en   un destacamento de gendarmería, en la soledad de nuestras pampas. Para otros, será una joven maestra tratando de enseñar a leer a niños que no han salido nunca de las islas de nuestro sur entrerriano. Para otros, será un médico de fronteras, trabajando día y noche para disminuir el índice de mortalidad infantil y la desnutrición de las etnias originarias. Para otros será el primer soldado-niño que cayó en la cruel y alucinada guerra que libramos por la recuperación de las Malvinas. O un fragmento de nuestro bellísimo himno nacional escuchado más allá de los límites de nuestro territorio.

La Patria está presente en nosotros cuando enmudecemos de emoción ante el paisaje arisco, barrido por el viento de la Puna jujeña. O cuando una corriente de energía nos entibia los huesos al contemplar  la imponente belleza de un glaciar de nuestra Patagonia. O cuando descubrimos, en la realidad cotidiana, un paisano que galopa nuestras amables cuchillas entrerrianas, y sabemos que es el heredero natural  de los que defendieron el patrimonio federal que disfrutamos.

La Patria no es la guerra, ciertamente. Pero para cada ser humano, la noción de  Patria  es personalísima y  a cada época y a cada persona le corresponde una manera distinta de defenderla. Ellos, los caudillos federales, sólo tenían su sangre y su valentía para ofrecer en sacrificio. Y la brindaron sin la esperanza de una recompensa.


Hoy, los medios para engrandecer la Patria son otros.  Ella está donde están nuestros amores, desde la pasión del artista que apuesta a la verdad y a la hermosura, o el legislador sano y responsable que propone y lucha por una ley más justa; hasta, (me atrevería a decir), el fervor que hace que nos juguemos enteros por un cuadro de futbol.

Nuestro Poeta Mayor, Jorge Luis Borges dice que “nadie es la Patria. Ni siquiera el jinete que, alto en el alba de una plaza desierta, rige un corcel de bronce por el tiempo”  Y, luego de muchas disquisiciones sabias y bellas, termina diciendo: “nadie es la Patria, pero todos lo somos”  Siento en las vísceras, en el corazón, en el alma, que ésta es una verdad apodíctica: la Patria somos todos.

Cada uno de nosotros, sin excluir a nadie. Porque decir Patria es nombrar a esa entidad abstracta llamada pueblo, funcionando en unidad. Con un propósito colectivo, firme y equitativo de integración.  Y esa unidad e integración benditas no imponen que debamos comportarnos como robots, sintiendo, pensando y obrando en absoluta uniformidad. La unidad de la Patria está formada por millones de ricos matices diferentes. El que cada uno de nosotros aporta, para enriquecerla. Desde el modesto pero muy necesario quehacer de barrendero municipal trabajando bajo el sol del estío,  hasta las decisiones diarias que toman los altos mandatarios que eligió la mayoría para gobernarnos.  La Patria somos todos, en unidad; cada uno cumpliendo su rol y su responsabilidad.  Cada uno aportando lo suyo, por pequeño que pueda parecernos. Con respeto, sin discriminaciones, sin rencores.

Cuando  los argentinos logremos funcionar como un todo armónico, sin lesionar el tesoro de nuestra maravillosa diversidad, la Patria que un día como hoy,  hace 196 años declaraba su Independencia en Tucumán,  estará allí, de pie, crecida en nuestros corazones y también en su condición de lámpara que a todos nos alumbra. Entonces, y no antes, podremos decir que hemos la hemos honrado como Ella se merece. Se podrá argumentar que la esperanza de una sociedad armónica, aunque diversa y responsable, es una utopía; la construcción  vaporosa  levantada en el aire por una oscura poeta de provincia. Yo afirmo que es un ideal. Y la Patria  se nutre de ideales; ellos preceden al trabajo que los convertirá en una realidad; un trabajo constante, arduo y generoso, si; pero no imposible.  Sólo hace falta que cada uno de sus habitantes contribuya con una cuota de  valor moral, un poco de grandeza y otro poco de trabajo. O, para resumirlo en una palabra, hace falta  Amor, con mayúscula.

Por el bien de todos, Dios nos conceda que encontremos la forma para que así sea.

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