sábado, 21 de julio de 2012

Casi Casi


Estoy resignado. El comercio festeja el día del amigo y hoy toda la tecnología está colapsada. Y todos los lugares para cenar están reservados. Y todas las vidrieras están en campaña de apurar las ventas.



Hoy todos somos “amigos”. Los mensajes de hoy en el celular llegarán mañana. Y también mañana vendrán las peleas a muerte de los que hoy se abrazan. Aunque esa es otra historia.
Pero convenciones son convenciones y no seré yo quien venga a aguar la fiesta. Las fechas son fechas y el comercio es necesario, lo entiendo, para exaltar el consumo en un modelo que lo necesita imperiosamente… ya que solo unos pocos privilegiados en este país pueden ahorrar. Y solo los del régimen pueden hacerlo en dólares. Y como los créditos para las viviendas para todos y todas, ese famoso plan nacional y popular para hacerse de la primera casa, tiene más que ver con el “escolazo” que con las necesidades habitacionales de los más relegados y si no salís en sorteo tenés que esperar sentado a que el Anses vuelva a saquear por enésima vez las arcas de los jubilados, está bueno que la gente gaste y gaste, antes que la inflación le mastique medio sueldo… o casi todo lo que ganó en las changas.
Es día del amigo y la gente se saluda con una liviandad que me incomoda. Como si la amistad fuera algo fútil. Como si un amigo que hace dos minutos agregamos en Facebook o el que nos sigue en Twitter fuera el mejor amigo de la vida.
La gente en estos días deja chiquitito aquél viejo estribillo de aquella canción del popular cantante brasileño Roberto Carlos… que gritaba a los cuatro vientos: “yo quiero tener un millón de amigos…”
No señor. Aviso que me niego a plegarme a las masas populares de reducir el valor de la Amistad a un estado tan banal.
“Los verdaderos amigos se cuentan con los dedos” decía mi abuelita que murió abrazada a la bandera de Evita, pobre abuela… que murió sin escuchar la canción resentida de un tal Ignacio Copani sobre Eva… por suerte.
Estoy viajando en un mini bus hacia Gualeguay, pues ha sido una semana complicada para los usuarios del transporte de larga distancia. En el país de las discordias, esta semana le tocó el turno al transporte de la larga distancia y a la basura de Capital Federa y el conurbano bonaerense. El mini bus en el que viajo busca gente en recónditos lugares… en lugares diversos. Aunque supongo que para los demás, también a mí me han pasado a buscar por un lugar recóndito. Uno siempre se cree el ombligo del mundo.
El muni bus en el que viajo se organiza a sí: Dos horas busca gente y otras dos horas viaja. Ahora que lo pienso, esto de viajar en este tipo de trasporte puerta a puerta es un buen ejercicio para comprender mejor las distintas realidades sociales de esta Argentina incomprensible. Esta Argentina granero de millones de Chinos, la Argentina de la soja que bate récord de precios en dólares, mientras millones de gentes viven en la pobreza indigna, porque convengamos que la pobreza digna de nuestros abuelos era una pobreza hermosa y romántica que fue ejecutada en un paredón peronista con las balas del populismo.
El mini bus en el que viajo, busca gente en villas y en barrios carenciados con la misma avidez con que los busca en barrios exclusivos. Levanta una persona en un barrio cerrado de nuevos ricos, y a los diez minutos busca a otra persona en un caserío del conurbano donde varios chicos juegan junto a un riacho contaminado arriba de un basural a cielo abierto. Dos realidades… dos países a diez minutos de auto.
En una de las tantas paradas, sube una señora. La señora arrastra pesadamente su inmensa humanidad… chequea su teléfono del que brota en alta voz una cumbia mal cantada de frases soeces, y exhala, como si con ello cumpliera con el protocolo obligatorio del día un: “feliz día del amigo para todos”.
Un coro demagogo, o compasivo (uno nunca sabe), responde con un “gracias igualmente” aunque dicho sin mucha convicción. Inaugurando en este mundo de 20 asientos, un nuevo estadío de amistad: la amistad de compromiso.
Yo casi casi caigo en la trampa de la convención, por culpa de las buenas costumbres. Es que mi abuelita me decía que uno debe ser atento siempre. Y yo casi contesto lo que contestó el coro: “gracias igualmente”.
Por suerte me contuve, claro que la mudez mía ni se notó. Se escondió en el coro de todos los que respondieron por compromiso.
Digo, eso de hacer de la amistad una convención comercial, un saludar a todos por igual, eso de resumir la amistad en un saludo por mensaje de texto, es algo en lo que no me prendo.
La señora ya se ha acomodado definitivamente. En muestra de su amistad decide dejarnos de regalo su cumbia a todo volumen desde un celular multicolor. El mini colectivo emprende el viaje por última vez… la señora parece que será la última de entre todos. Damos una vuelta en U en la esquina. Al fondo del basural veo un grupo de chicos que juegan a tirarse con piedras. Y acá en la esquina también.
Frenamos, el chofer pone marcha atrás. Hace una maniobra y otra vez pone primera. Junto al cordón de la vereda hay tres cruces con tres fotos que piden justicia para tres chicos del barrio que han muerto hace pocos meses.
En la radio, más allá de la cumbia que truena en el celular de la amiga de todos, un periodista se despacha contra la masacre ocurrida en Estados Unidos. Un loco, o un hijo de puta (o tal vez ambas cosas en la misma persona) entró en un cine en medio del estreno de la película Batman, y tiró gases y abrió fuego y mató una docena de personas e hirió a más de 60. Ese tipo de gente que en medio de la pasividad de la vida social la emprende a los tiros y siembra el terror… el periodista aprovecha la tragedia para destacar las “bondades” del modelo argentino por sobre la locura del modelo norteamericano.
Supongo que al periodista le falta andar un poco las calles del conurbano con sus esquinas pobladas de cruces, que apuntan miles de muertos sin justicia.
Ninguno de los 20 que viajamos apretados esta tarde hacia Gualeguay tenemos cara de preocupados con la realidad yankee. Todos más bien tenemos cara de intentar sobrevivir en nuestra realidad, y de llegar a fin de mes lo más dignamente posible.


No hay caso, el periodista sigue indignado con el asesino de Denver… y afirma con una seguridad que asusta, que este tipo de cosas nunca sucedió en Argentina. Parece que el periodista se salteó las páginas negras de la historia argentina, cuando el terrorismo ponía bombas y mataba gente por la espalda en los 60, en los 70 y hasta muy entrados los 80, cuando un grupo terrorista del MTP entró a sangre y fuego al Cuartel de La Tablada. Fue durante el gobierno de Alfonsín y con el guiño de La Coordinadora.
Ya estamos saliendo con el mini colectivo del barrio engalanado con un colorido basural. Los chicos siguen jugando, descalzos, a tirarse piedras… en la Panamericana la vida pasa rauda por un costado. Alicia Kirchner ha comprado terrenos fiscales a 6,78 pesos el metro. El primer sorteado en la lotería de las casas financiadas por los jubilados saluda sonriente.
Yo no pierdo las esperanzas… después de todo, vivo en un país donde casi casi…tuvimos el tren bala.

Horacio R. Palma
El Dia de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos

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