Estoy resignado.
El comercio festeja el día del amigo y hoy toda la tecnología está colapsada. Y
todos los lugares para cenar están reservados. Y todas las vidrieras están en
campaña de apurar las ventas.
Hoy
todos somos “amigos”. Los mensajes de hoy en el celular llegarán mañana. Y
también mañana vendrán las peleas a muerte de los que hoy se abrazan. Aunque esa
es otra historia.
Pero
convenciones son convenciones y no seré yo quien venga a aguar la fiesta. Las
fechas son fechas y el comercio es necesario, lo entiendo, para exaltar el
consumo en un modelo que lo necesita imperiosamente… ya que solo unos pocos
privilegiados en este país pueden ahorrar. Y solo los del régimen pueden
hacerlo en dólares. Y como los créditos para las viviendas para todos y todas, ese
famoso plan nacional y popular para hacerse de la primera casa, tiene más que
ver con el “escolazo” que con las necesidades habitacionales de los más
relegados y si no salís en sorteo tenés que esperar sentado a que el Anses
vuelva a saquear por enésima vez las arcas de los jubilados, está bueno que la
gente gaste y gaste, antes que la inflación le mastique medio sueldo… o casi
todo lo que ganó en las changas.
Es
día del amigo y la gente se saluda con una liviandad que me incomoda. Como si
la amistad fuera algo fútil. Como si un amigo que hace dos minutos agregamos en
Facebook o el que nos sigue en Twitter fuera el mejor amigo de la vida.
La
gente en estos días deja chiquitito aquél viejo estribillo de aquella canción
del popular cantante brasileño Roberto Carlos… que gritaba a los cuatro
vientos: “yo quiero tener un millón de amigos…”
No
señor. Aviso que me niego a plegarme a las masas populares de reducir el valor
de la Amistad a un estado tan banal.
“Los
verdaderos amigos se cuentan con los dedos” decía mi abuelita que murió
abrazada a la bandera de Evita, pobre abuela… que murió sin escuchar la canción
resentida de un tal Ignacio Copani sobre Eva… por suerte.
Estoy
viajando en un mini bus hacia Gualeguay, pues ha sido una semana complicada
para los usuarios del transporte de larga distancia. En el país de las
discordias, esta semana le tocó el turno al transporte de la larga distancia y
a la basura de Capital Federa y el conurbano bonaerense. El mini bus en el que
viajo busca gente en recónditos lugares… en lugares diversos. Aunque supongo
que para los demás, también a mí me han pasado a buscar por un lugar recóndito.
Uno siempre se cree el ombligo del mundo.
El
muni bus en el que viajo se organiza a sí: Dos horas busca gente y otras dos
horas viaja. Ahora que lo pienso, esto de viajar en este tipo de trasporte
puerta a puerta es un buen ejercicio para comprender mejor las distintas
realidades sociales de esta Argentina incomprensible. Esta Argentina granero de
millones de Chinos, la Argentina de la soja que bate récord de precios en
dólares, mientras millones de gentes viven en la pobreza indigna, porque
convengamos que la pobreza digna de nuestros abuelos era una pobreza hermosa y
romántica que fue ejecutada en un paredón peronista con las balas del populismo.
El
mini bus en el que viajo, busca gente en villas y en barrios carenciados con la
misma avidez con que los busca en barrios exclusivos. Levanta una persona en un
barrio cerrado de nuevos ricos, y a los diez minutos busca a otra persona en un
caserío del conurbano donde varios chicos juegan junto a un riacho contaminado arriba
de un basural a cielo abierto. Dos realidades… dos países a diez minutos de
auto.
En
una de las tantas paradas, sube una señora. La señora arrastra pesadamente su
inmensa humanidad… chequea su teléfono del que brota en alta voz una cumbia mal
cantada de frases soeces, y exhala, como si con ello cumpliera con el protocolo
obligatorio del día un: “feliz día del amigo para todos”.
Un
coro demagogo, o compasivo (uno nunca sabe), responde con un “gracias
igualmente” aunque dicho sin mucha convicción. Inaugurando en este mundo de 20
asientos, un nuevo estadío de amistad: la amistad de compromiso.
Yo
casi casi caigo en la trampa de la convención, por culpa de las buenas
costumbres. Es que mi abuelita me decía que uno debe ser atento siempre. Y yo
casi contesto lo que contestó el coro: “gracias igualmente”.
Por
suerte me contuve, claro que la mudez mía ni se notó. Se escondió en el coro de
todos los que respondieron por compromiso.
Digo,
eso de hacer de la amistad una convención comercial, un saludar a todos por
igual, eso de resumir la amistad en un saludo por mensaje de texto, es algo en
lo que no me prendo.
La
señora ya se ha acomodado definitivamente. En muestra de su amistad decide
dejarnos de regalo su cumbia a todo volumen desde un celular multicolor. El
mini colectivo emprende el viaje por última vez… la señora parece que será la
última de entre todos. Damos una vuelta en U en la esquina. Al fondo del
basural veo un grupo de chicos que juegan a tirarse con piedras. Y acá en la
esquina también.
Frenamos,
el chofer pone marcha atrás. Hace una maniobra y otra vez pone primera. Junto
al cordón de la vereda hay tres cruces con tres fotos que piden justicia para
tres chicos del barrio que han muerto hace pocos meses.
En
la radio, más allá de la cumbia que truena en el celular de la amiga de todos,
un periodista se despacha contra la masacre ocurrida en Estados Unidos. Un
loco, o un hijo de puta (o tal vez ambas cosas en la misma persona) entró en un
cine en medio del estreno de la película Batman, y tiró gases y abrió fuego y mató
una docena de personas e hirió a más de 60. Ese tipo de gente que en medio de
la pasividad de la vida social la emprende a los tiros y siembra el terror… el
periodista aprovecha la tragedia para destacar las “bondades” del modelo
argentino por sobre la locura del modelo norteamericano.
Supongo
que al periodista le falta andar un poco las calles del conurbano con sus
esquinas pobladas de cruces, que apuntan miles de muertos sin justicia.
Ninguno
de los 20 que viajamos apretados esta tarde hacia Gualeguay tenemos cara de
preocupados con la realidad yankee. Todos más bien tenemos cara de intentar
sobrevivir en nuestra realidad, y de llegar a fin de mes lo más dignamente
posible.
No
hay caso, el periodista sigue indignado con el asesino de Denver… y afirma con
una seguridad que asusta, que este tipo de cosas nunca sucedió en Argentina.
Parece que el periodista se salteó las páginas negras de la historia argentina,
cuando el terrorismo ponía bombas y mataba gente por la espalda en los 60, en
los 70 y hasta muy entrados los 80, cuando un grupo terrorista del MTP entró a
sangre y fuego al Cuartel de La Tablada. Fue durante el gobierno de Alfonsín y
con el guiño de La Coordinadora.
Ya
estamos saliendo con el mini colectivo del barrio engalanado con un colorido
basural. Los chicos siguen jugando, descalzos, a tirarse piedras… en la
Panamericana la vida pasa rauda por un costado. Alicia Kirchner ha comprado
terrenos fiscales a 6,78 pesos el metro. El primer sorteado en la lotería de
las casas financiadas por los jubilados saluda sonriente.
Yo
no pierdo las esperanzas… después de todo, vivo en un país donde casi casi…tuvimos
el tren bala.
Horacio R. Palma
El Dia de Gualeguay
Gualeguay
Entre Ríos
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