sábado, 26 de mayo de 2012

Un tal Robin... y un tal yo. Adiós a Robin Gibb

“… hasta que al final morí, lo que hizo que todo el mundo comenzara a vivir…”
(I Started A Joke, Robin Gibb)

Estuve dudando toda la semana si escribir con el corazón o con la razón. Si ser políticamente correcto o escribir desde el alma. Es que es el fin de semana de la fiesta de la Patria, el fin de semana del 25 de mayo, y mi corazón me dicta escribir sobre un artista inglés. Qué se yo, en una sociedad bombardeada por discursos de nacionalismos imbéciles, pensé por un momento que sería una locura escribir en la Semana de Mayo sobre un inglés. Me arriesgaré de todos modos.
Los artistas son los que nos devuelven el alma al cuerpo. Son ellos los que pintan el mundo con los colores de todos. El arte de los artistas nos conmueve más allá de las banderas y de los bandos, y de las fronteras y de los enfrentamientos. Los artistas con su arte tienen el don de limar asperezas. De calmar las fieras. De pacificar a los violentos.
Son los artistas los que con su manto de genialidad nos llevan a una dimensión donde los diferendos quedan a un lado. Son ellos con su don, los que hacen de este mundo un mundo siempre mejor.



Y digo artista y no quiero embaucarme ni encerrarme. No quiero rotular ni encadenar los mil brazos del arte. La zurda mágica de Maradona lo hizo un artista, y la inteligencia plasmada en letras de un tal Borges lo hizo artista, y los tres trazos mágicos de Picasso dibujando una paloma lo hicieron artista. Una bella melodía capaz de transportarnos el alma es claramente una obra de arte. Y una letra de una canción que nos mueve las fibras íntimas… también.
Digo esto, pues el Artista que acaba de fallecer es uno de esos artistas que con su arte me talló los huesos y me suavizó el alma. Apenas salía yo de la infancia primera cuando me topé con su música. Hace tantos años de eso, y sin embargo, cada vez que escucho esa melodía, mi alma viaja hacia un mundo mejor. Ese es el hechizo mágico de los artistas.
Los tiempos que cuento no eran tiempos de poder tener música ilimitada cargada en pequeñas memorias ni en teléfonos. No eran tiempos donde uno podía andar libremente con su música en un bolsillo y los auriculares en su oreja por la vida. No señor, en aquellos tiempos de mi infancia, si uno quería escuchar música, debía cumplir con el rito de escuchar música. Había que tomarse un tiempo, hacer un alto y prepararse para escucharla. Eran entonces los tiempos del tocadiscos. Del disco de vinilo negro y los discos embalados en enormes sobres de cartón con fotos y letras estampadas.
El disco sobre el plato del tocadiscos que gira, posar la púa suavemente sobre el vinilo negro, un chirrido inconfundible y enseguida los acordes… “¿Quien es la niña en el marco de la ventana mirando caer la lluvia? Melody, la vida no es como la lluvia
Es solo como un carrusel…”
Así es… esa fue la primera canción que escuché de Robin Gibb, y me marcó para siempre.
Y Robin Gibb, uno de los fundadores de la legendaria banda inglesa Bee Gees, murió esta semana después de luchar dos años contra un maldito cáncer.
El cáncer le había minando el cuerpo, pero Robin Gibb luchó con todas sus fuerzas para seguir siendo un artista hasta el final de sus días. Ni siquiera el sufrimiento cruel de esta enfermedad maldita pudo con su espíritu optimista de los pulgares en alto. La enfermedad lo llevó a someterse a varias operaciones, a extensas sesiones de quimioterapia, a cancelar conciertos y a verse evidentemente desmejorado.
Robin Gibb, el vocalista de los Bee Gees, había nacido el 22 de diciembre de 1949 en la Isla de Man (Reino Unido), apenas unos instantes antes que su hermano gemelo: Maurice. A los nueve años su familia emigró a Australia. Luego volvieron a Inglaterra, donde su padre los alentó a ingresar al mundo de la música, ya que había dirigido un grupo de cantantes. Entonces, los hermanos formaron un conjunto juvenil que un DJ local sugirió rebautizar con el nombre de Bee Gees (B de Brothers, hermanos en inglés, y G de Gibb), después de que alcanzaran cierta popularidad. El grupo vendió más de 200 millones de discos, con éxitos como "Manteniéndose vivo" o "Fiebre de sábado por la noche". Tras una breve separación, los hermanos Gibb volvieron a obtener el éxito con "How Can You Mend a Broken Heart?", en 1971.  Pero sin dudas el momento de definitiva popularidad del grupo fue con la mítica película en 1977: "Fiebre del sábado por la noche", protagonizada por John Travolta. El álbum se convirtió en la banda sonora más vendida de todos los tiempos con 40 millones de copias. Inauguraron así la edad dorada de la música disco, que llevó a los Bee Gees, con sus falsetes inigualables a ganar cinco premios Grammy.




Video homenaje de Barry Gibb a su hermano Robin...


Los Bee Gees cantaron juntos hasta la muerte de Maurice, el hermano gemelo de Robin, que en 2003, y a causa de su misma enfermedad intestinal, murió en la sala de operaciones. Fue en ese momento que Robin y Barry Gibb renunciaron definitivamente a los Bee Gees.
Robin estuvo componiendo y trabajando en la música hasta los últimos momentos de su vida. En la semana de su última internación se estrenó en Londres la obra que había compuesto con su hijo menor en homenaje al centenario del hundimiento del Titanic: Requiem Titanic. Una obra realizada junto a la orquesta filarmónica de Londres.
Hasta último momento Robin Gibb estuvo haciendo proyectos… y sus últimas palabras fueron para su hermano gemelo fallecido. Nunca pudo superar esa muerte cuentan sus allegados. Siempre hablaba como si Maurice aún estuviera junto a él.
Robin escribió canciones maravillosas para muchos artistas maravillosos como Celine Dion, Dolly Parton o Kenny Rogers. Y sin saberlo nunca, escribió la canción que yo elegí para mi casamiento: Words, “Palabras”… “…Este mundo ha perdido su gloria, comencemos una nueva historia ahora, mi amor. Ahora mismo, no habrá otro momento y puedo mostrarte como, mi amor. Habla con palabras eternas y dedícalas todas a mí y te daré toda mi vida… estoy aquí si tú me llamas. ¿Tú piensas que no hablo en serio, ni una palabra de lo que digo?... son solo palabras, y palabras son lo único que tengo para llevarme tu corazón…”. Con esta canción entré a la fiesta del Club Social el día de mi casamiento... es lo que sentía. Es lo que siento... esta semana se fue el artista que escribió y cantó muchos de mis sentimientos. Y ahora entonces, en medio de un mundo frenético que ya no tiene tiempo ni para detener la vida un instante y celebrar el rito de escuchar música, su muerte me hace reflexionar. Ya no está el tocadiscos, ni están los viejos discos de vinilo, no están muchos de los artistas que me transportaron el alma durante gran parte de mi vida. Y hasta mi juventud quedó en un tiempo que ahora es solo recuerdo. La muerte de Robin Gibb me acaba de avisar que el tiempo pasó, inexorablemente pasó. Y me llevó un montón de cosas. Pero quedan las obras de los Artistas. Y quedan las palabras. Después de todo, siempre quedan las palabras bellas de los Artistas en los corazones enamorados. Siempre.
Yo elijo recordar entonces los viejos buenos tiempos con alguna lágrima, y repasar las palabras bellas de sus canciones, y me quedo con el ejemplo de esperanza y de vida de Robin Gibb: su eterna sonrisa y sus pulgares en alto siempre… a pesar de los dolores. A pesar de los pesares. Adiós Maestro… hasta siempre. Y gracias por la música.

Horacio R. Palma
El Dia de Gualeguay
Gualeguay
Entre Rios

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