sábado, 28 de abril de 2012

Hace 39 años, el terrorismo de Argentina asesinaba al Juez Vicente Quiroga


Raúl Argemí, el terrorista del ERP 22 de agosto con memoria selectiva
Mírelo fijo a los ojos. Nació en La Plata a media­dos de los 40, y ahora vive en Cata­luña. Emi­gró des­pués de cobrar una buena indem­ni­za­ción del estado. Ha ganado en España y Ale­ma­nia varios pre­mios con sus nove­las negras en las que una y otra vez “reme­mora su odi­sea en los cam­pos de exter­mi­nio de la dic­ta­dura argen­tina”, y en las que des­cribe con extra­or­di­na­ria reali­dad, oscu­ros ase­si­nos de san­gre fría.
Los crí­ti­cos lite­ra­rios sue­len decir de él: “se nota que la ha vivido”. Y tie­nen razón.
Pero hay cosas de él que los crí­ti­cos gus­tan escon­der con eufe­mis­mos, como si la sin­ce­ri­dad cruel de la ver­dad com­pleta les apre­tara la con­cien­cia pro­funda, esa que nos grita desde bien aden­tro lo que está mal, aun­que inten­te­mos aho­gar su grito.
Esto dice sobre él una cró­nica espa­ñola reciente: “Con poco más de veinte años, siendo toda­vía un joven estu­diante, actor y autor dra­má­tico, Argemí inició su lucha con­tra la dic­ta­dura argen­tina, lo que le llevó a la cár­cel en 1974. Estuvo preso diez años, dos de los cuá­les los pasó en los pabe­llo­nes de la muerte. Vin­cu­lado desde muy joven al mundo del tea­tro, al recu­pe­rar la liber­tad entró de lleno en el mundo de la prensa y la cul­tura. Rotas las espe­ran­zas y ante la pers­pec­tiva de un país a la deriva y sin futuro, en 1999 se vino con su hija a España. Y dice Si hay que vol­ver y morir, se vuelve. La muerte no importa. Pero que sirva para algo. Me fui de Argen­tina por­que me estaba poniendo violento”.
¿No es con­mo­ve­dor? Un idea­lista talen­toso, miem­bro de una gene­ra­ción román­tica que quiso cam­biar la argen­tina com­ba­tiendo a la dictadura…¡casi un cuento de hadas! Pero yo le voy a con­tar lo que nunca le con­ta­rán sobre él, y des­en­mas­ca­rar así su mentira.
"Familia con Muerta"
Raúl Argemí vive en España, escribiendo con orgullo sus “locuras” juveniles de asesinatos callejeros. Bendini le dirá “atacante”. Kirchner “joven idealista”. Yo tengo aquí la obligación de recordarlo como Asesino. Para quienes no lo sepan, Raúl Argemí fue miembro del grupo terrorista argentino ERP 22 de agosto, un grupo que se dedicaba, básicamente, a descoser a balazos a civiles y uniformados en la vía pública. Graciela Lilian Lavalle de Reyna, declaró ante la Cámara Federal Penal que en los 70, en una casa donde ella y su célula terrorista recibía adiestramiento, al dueño de casa se le escapó un tiro. Con ese tiro (NG) "Julio" mató a su esposa, curiosamente, de apellido Argemí... y desde ese momento, cuenta la testigo, todos los que asistían a esa casa tuvieron que pasar a la clandestinidad. Raúl Argemí, de todos modos, se las ingenió para pasar al bronce terrorista con muertes “mejores” que la de su compañera de “fierros” y de cama. Años más tarde fue detenido, enjuiciado y sentenciado a 25 años de prisión por la muerte del juez de aquella Cámara Federal donde su “cumpa” lo “batió”. Sí, don Raúl Argemí fue uno de los que acribilló al juez Quiroga en el barrio porteño de Tribunales. También el tribunal lo encontró responsable de la muerte del Almirante Quijada. Pero claro, don Argemí se las ingenió para salir en libertad 15 años antes de cumplir su condena. Y se las ingenió para cobrarle una suculenta indemnización al Estado. Ahora vive en España, donde mata el tiempo escribiendo oscuras novelas de “familias con muertas”. Obvio, sabe lo que escribe. El tipo se las ingenió para borrarse del mapa, y de la historia. “Yo no fui”, es su verso de cabecera.
Matar al Juez de la Cámara Federal
A las dos y media de la tarde de un 28 de abril de 1.974, Argemí venía en moto con Marino Ama­dor Fer­nán­dez por las calles fre­né­ti­cas del cen­tro de Bue­nos Aires. Des­an­da­ban la calle Via­monte esqui­vando gente y autos. En la esquina de Mon­te­vi­deo casi cho­can con­tra el auto de un juez, que les tomó la patente. Tal vez iban dis­traí­dos pen­sando en los datos que les había can­tado, bajo tor­tura, el Dr. Car­los Alberto Bianco, al que tenían secues­trado desde hacía varios días. La moto hizo una manio­bra extraña y frenó justo en el 1.506 de Via­monte. Desde calle Paraná venía cru­zando, pun­tual, Jorge Vicente Qui­roga. Él tam­bién iba aque­lla tarde al 1.506 de Via­monte. Iba a visi­tar a su amigo Rébori. Marino Ama­dor Fer­nán­dez y Raúl Argemí lo sabían per­fec­ta­mente. Lo deja­ron pasar, y enton­ces Argemí o Fer­nán­dez, o los dos, se baja­ron de la moto, saca­ron sus metra­lle­tas Hal­cón como por arte de magia, y le metie­ron 14 bala­zos a quemarropa…con esos bala­zos el ERP inten­taba ven­gar a sus cama­ra­das enjui­cia­dos por Qui­roga. Si bien Cám­pora los había indul­tado a todos, ya se sabe cómo es de vene­nosa la ven­ganza en la san­gre resen­tida de los hijos de puta.
Juez Quiroga y su familia


Qui­roga cayó en ago­nía, ellos subie­ron a la moto y salie­ron a toda velo­ci­dad mien­tras la gente huía des­pa­vo­rida. Qui­roga ago­niza y se desan­gra en la vereda, y ago­ni­zará dos horas más en el hos­pi­tal Raw­son antes de con­ver­tirse en már­tir de la jus­ti­cia argen­tina. El tes­tigo del auto frena, y le pasa a la poli­cía la patente de la moto…y con ese dato, la poli­cía de Perón llegó en pocas sema­nas hasta la calle Fra­gata Sar­miento 1071 en Ramos Mejía. Allí encon­tra­ron un ras­tro­jero robado pre­pa­rado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un indi­ca­dor eléc­trico mecá­nico de acti­va­ción, una ame­tra­lla­dora Hal­cón car­gada, una fal­si­fi­ca­dora de cre­den­cia­les, pape­les del ERP, miles de pro­yec­ti­les y un cua­derno con los datos de un fun­cio­na­rio judi­cial secues­trado: el Dr. Bianco. Con­clu­sión: Argemí, Vio­leta Ana Moratto y Fer­nán­dez, fue­ron acu­sa­dos por el homi­ci­dio del ex juez Qui­roga, por tenen­cia de armas de gue­rra y de explo­si­vos, aco­pio de muni­cio­nes, aso­cia­ción ilí­cita cali­fi­cada y uso de docu­men­tos fal­sos en con­curso real. Y se les sumó luego la sen­ten­cia por el homi­ci­dio de Qui­jada, total: 25 años. Pero por dis­tin­tas amnis­tías y reduc­cio­nes de penas, salie­ron todos el 15 de agosto de 1.984. La causa pasó por varios juz­ga­dos y durante los diez años que estu­vie­ron dete­ni­dos cum­pliendo la sen­ten­cia, fue­ron defen­di­dos por el Dr. Bro­quen. Todas las garan­tías. Todas ¡Vaya campo de exter­mi­nio más extraño!
Pero ya que en esta his­to­ria se nom­bró al con­tral­mi­rante Her­mes Qui­jada, diré que el 30 de abril de 1973, en pleno cen­tro de Bue­nos Aires, un gue­rri­llero del ERP, Víc­tor Fer­nán­dez Pal­meiro, espa­ñol de 24 años, lo ase­sinó fría­mente. Las seme­jan­zas entre los dos ase­si­na­tos son nota­bles. La revista “Libe­ra­ción por la Patria Socia­lista” en su Nro. 19, de 1974, órgano de prensa del ERP-PRT, narró así el ase­si­nato de Her­mes Quijada:“TRELEW: LA IDEA FIJA. Lunes 30 de abril de 1973. A las 9 hs. el cho­fer está con el auto listo. A las 9,10 hs., Qui­jada sube y salen. En Junín doblan a la izquierda en direc­ción a Santa Fe, pero esta vez la moto ha reci­bido la señal correcta y ya está arriba de ella los que ven­ga­rán a los muer­tos de Tre­lew. Con el Gallego había­mos deci­dido que el momento de inicio de la ope­ra­ción lo deter­mi­na­ría que se detu­viera el coche de Qui­jada, que que­dara en posi­ción como para que nos metié­ra­mos por el cos­tado dere­cho y que tuvié­ra­mos espa­cio para seguir des­pués con la moto. Ape­nas pasa­mos Santa Fe por Junín, nos pusi­mos cerca. En Cór­doba los semá­fo­ros lo para­ron, pero el Dodge quedó en el medio de otros dos coches. Espe­ra­mos. En Corrien­tes pasa­mos con luz verde y había dos motos de la poli­cía dete­ni­das. En Sar­miento lo aga­rró el semá­foro. Acá, dijo el Gallego. 9,15 hs., la moto se acerca por detrás al Dodge blanco que está dete­nido sobre Junín a 15 metros de la esquina, dis­mi­nuye su velo­ci­dad y el Gallego salta empu­ñando una ame­tra­lla­dora. La moto pasa por el cos­tado dere­cho del coche y frena unos metros más ade­lante. Y ya está el Gallego al lado de la ven­ta­ni­lla dere­cha. Qui­jada: una frac­ción de segundo para ver al joven alto, moro­cho, de ante­ojos, con una cam­pera azul que le apunta con una ame­tra­lla­dora y una frac­ción de segundo para pen­sar que debe­ría tomar la ame­tra­lla­dora que lleva sobre sus rodi­llas con las mis­mas manos con que empuñó aquel pun­tero que le sir­vió para expli­car lo de Tre­lew. Una frac­ción tan pequeña que la orden no llega a los múscu­los que debe­rían eje­cu­tarla por­que el fogo­nazo en el caño de la Hal­cón le dice que ya comen­za­ron a entrar en su pecho los pri­me­ros bala­zos y ya empezó a morirse. El cho­fer: abrir la puerta de su lado y con la otra mano aga­rrar la pis­tola que lleva bajo la pierna y dis­pa­rar un tiro hacia el joven que ataca mien­tras su cuerpo ya se va tirando hacia la calle. Gallego: ase­gu­rar a Qui­jada. Y las ráfa­gas que en vez de ir a lo largo del asiento delan­tero para poner fuera de com­bate a los dos, se incrusta en un solo destinatario.Sólo tengo un pan­ta­llaza por­que todo fue muy rápido. Detuve la moto. Al lar­garse el Gallego nos des­via­mos hacia el cos­tado y la palanca de cam­bio pegó con­tra el coche, y se tor­ció. Quise ende­re­zarla y se par­tió. La moto quedó en segunda y ya no podía hacer cam­bios de velo­ci­dad. Me di vuelta y vi al Gallego haciendo fuego; a la puerta del lado izquierdo del coche que se abría; una mujer que se fue sobre un kiosco de revis­tas y tiró abajo varios estan­tes; un Fiat 1500 que salió vio­len­ta­mente haciendo chi­rriar sus gomas con­tra el pavimento…La puerta dere­cha que tam­bién se abría y el Gallego reca­ma­rando la ame­tra­lla­dora. Des­pués ya venía hacia la moto. La segunda ráfaga que alcanza al cho­fer en la mano con la que tiene la pis­tola y las otras que bus­can al con­tral­mi­rante en la cabeza y en el pecho. El peso de su cuerpo cayendo sobre la puerta y abrién­dola y la Hal­cón que se traba des­pués de ocho tiros. Y el Gallego que dirán los tes­ti­gos que son­ríe, pero es que reci­bió un tiro del cho­fer y lo acusa con un ric­tus de dolor.
Qui­jada ya está muerto; unos pasos hacia la moto que espera en marcha.
Cuando el Gallego se subió no sentí más tiros, aun­que los dia­rios dije­ron que un poli­cía que pasaba por allí nos dis­paró. Entre el ruido de la moto y el del trán­sito escu­ché que el Gallego decía <>. Y me puse con­tento por­que pensé que en ese lugar le había puesto todas las balas a Qui­jada. Cuando toma­mos Puey­rre­dón noté que venía mal aga­rrado. Le grite que se afir­mara mejor, y allí me dijo que tenía un balazo en el estó­mago. Enton­ces cruzó los bra­zos por encima de mis hom­bros y se reclinó sobre mí.
Lle­ga­mos hasta Puey­rre­dón y Liber­ta­dor; había un embo­te­lla­miento del trán­sito y la moto se paró. No podía ponerla en mar­cha de nuevo por­que la palanca de cam­bios estaba rota, así que la deja­mos en una pla­zo­leta y ayudé al Gallego a cami­nar hasta el auto que espe­raba en la playa de la Facul­tad de Derecho.
El Gallego Pal­meiro reci­bió en la acción donde ajus­ti­ció a Qui­jada, un balazo en el estó­mago sin ori­fi­cio de salida. Con­du­cido a una casa, murió cuando se lo iba a tras­la­dar para inter­ve­nirlo qui­rúr­gi­ca­mente. Su pri­mera pre­gunta al lle­gar a la casa había sido: ¿Lo maté? Y cuando los com­pa­ñe­ros que ya lo sabían por la radio le infor­ma­ron que sí, dijo: ¡Los vengué!
Los dia­rios de la época infor­ma­ron pro­fu­sa­mente de la muerte de Qui­jada. Lo que no dije­ron, es que a par­tir de ese 30 de abril, el Gallego Víc­tor José Fer­nán­dez Pal­meiro, junto a los die­ci­séis már­ti­res de Tre­lew, empe­zaba a vivir en el cora­zón de su pueblo.”
Leyendo la cró­nica del ERP, vemos que un ase­sino frío y cal­cu­la­dor estaba haciendo sus pri­me­ras letras en la novela negra policial…y yo sos­pe­cho quien.
Mírelo fijo a los ojos, por­que en cual­quier momento pode­mos cru­zar­nos con este hijo de puta de buena pluma. Y tene­mos la obli­ga­ción de decirle que nosotros tampoco OLVIDAMOS.


Palabras del Dr. Palacios Hardy en un homenaje el Dr. Vicente Quiroga frente al Palacio de Tribunales

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con Quiroga mataron la última oportunidad de luchar contra el terrorismo desde la Justicia y con la Ley en la mano.

Miguel Angel dijo...

Miguel Lacorte- Viví a pleno eso asesinato y los muchos que hubieron en esa época, no solos los dedicados a una sola víctima sino también los efectuados como en Policia Federal, dependencia naval (90%civiles)en la calle Bme.Mitre. avión hércules con gernadrmes en pista de aterrizaje de Tucumán, huida de presos en Trelew, etc.etc.La mayoria de esos asesinos son ahora integrantes del gobierno y lucen muy bien los sinverguenzas.