Editorial I
Engañoso discurso presidencial
Tergiversaciones, omisiones y ataques caracterizaron el mensaje de la Presidenta ante la Asamblea Legislativa
Más de tres horas necesitó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en su discurso ante la Asamblea Legislativa, para volver a recortar y reacomodar la realidad a sus deseos personales y necesidades políticas. Verdades a medias, tergiversaciones, elusiones, frases efectistas y silencio ante temas comprometedores caracterizaron su peculiar interpretación del estado de la Nación y de lo realizado por el kirchnerismo desde 2003 hasta el presente.
La de ayer fue su quinta inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso, y a estas alturas no puede sorprender su marcado tono personalista ("no me cabe en la cabeza", "vi de todo", "me encuentro muy sorprendida"), ni sus contradicciones, como cuando afirmó: "No he venido peleadora", para luego atacar a Mauricio Macri. O, sobre el final, cuando convocó a "la unidad nacional" porque "no vale la pena tanta pelea", para inmediatamente afirmar: "Lo que es importante es que nos acerquen mejores ideas y no se dejen manejar por tres o cuatro monopolios. Si no me creen, piensen cómo los matan a todos juntos cuando no hacen lo que ellos quieren, ¿o no se dan cuenta de que muchas veces los utilizan y cuando no les sirven los dejan y los critican?".
En medio de un franco exceso de cifras y estadísticas -algunas dudosas y otras parciales- esgrimidas para intentar ilustrar los progresos, la Presidenta recurrió a los vaivenes dialécticos. Habló del desendeudamiento iniciado por Néstor Kirchner, cuando en realidad la renegociación de la deuda realizada por el ex presidente postergó pagos a un alto costo en el futuro. Mencionó que en el corriente año se terminará de pagar a los ahorristas perjudicados por el corralito bancario, pero acotó que de no haber tenido que efectuar esos pagos "tendríamos los mejores trenes del mundo", refiriéndose a la evitable tragedia de la estación Once del ferrocarril Sarmiento con sus 51 muertos y centenares de heridos.
Y sobre ese grave tema, al que acertadamente calificó de "tragedia", la Presidenta volvió a recurrir a una tediosa tanda de cifras para luego pasar a un sintomático e injustificado ataque contra la Auditoría General de la Nación (AGN), cuyos informes desnudaron los incumplimientos y las serias fallas de seguridad registradas en Trenes de Buenos Aires (TBA), concesionaria del ferrocarril Sarmiento.
Dijo, por ejemplo, que la AGN "nunca pidió la rescisión de algún convenio", cuando ésa no es una facultad de ese órgano. Señaló también que "los insumos" con los que la AGN elabora sus informes provienen de "informes, multas y observaciones" de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), pero no explicó por qué nada hizo el Poder Ejecutivo ante los negativos informes de la CNRT sobre TBA y permitió, de esa manera, que ocurriera una tragedia a todas luces evitable.
También volvió a incurrir en una tergiversación interesada sobre ese siniestro al sostener que el peritaje ordenado por el juez federal Claudio Bonadio "determinará las responsabilidades". Esas responsabilidades penales también podrían caberles a ciertos funcionarios del Poder Ejecutivo que no efectuaron el debido control, aspecto que estuvo ausente en el discurso presidencial. En cambio, reiteró que el Gobierno ha intervenido TBA en lo "técnico, operativo y contable", aspecto preocupante pues de esta manera el Gobierno, que puede ser corresponsable de lo ocurrido, podría incidir negativamente en el peritaje técnico y en el acceso a la documentación contable sobre el empleo de los subsidios estatales por parte de TBA, que también será objeto de la investigación judicial.
De idéntica manera, la Presidenta parcializó y banalizó los cuestionamientos a ciertos emprendimientos mineros al sostener que siempre ha defendido los glaciares, pues vive a 80 kilómetros de uno de ellos (en El Calafate) y "si se derriten" su casa "desaparece". Sin embargo, fue ella quien vetó una ley de protección de glaciares.
También es motivo de preocupación su anuncio de modificar la carta orgánica del Banco Central en vez de modificar la ley de entidades financieras, anuncio que fue presentado por la Presidenta mientras reafirmaba la "independencia" de esa entidad, a la que "el Gobierno no puede ordenarle", cuando es sabido que ha perdido su independencia y se ha convertido en un instrumento del Gobierno para financiar al Tesoro Nacional.
Ninguna autocrítica afloró en las tres horas y cuarto del discurso, ninguna referencia a cómo lograr una más equitativa coparticipación de los impuestos nacionales con las provincias, ninguna referencia al espionaje interno ni a qué medidas se adoptarán ante las numerosas denuncias de presunta corrupción que salpican a sus más estrechos colaboradores, como el vicepresidente Amado Boudou, que sonreía a su lado. Ninguna mención de la pérdida de la calidad institucional y de independencia de los poderes, del aumento del consumo y del tráfico de drogas, del incremento de la delincuencia mientras el Poder Ejecutivo despliega o repliega a la Policía Federal con la única finalidad de perjudicar al gobierno de la ciudad, jugando con la vida, la libertad y la propiedad de la ciudadanía.
Esas omisiones ilustran la diferencia entre la realidad y el relato presidencial..
2 comentarios:
Sin desperdicios tu comentario Horacio. Excelente
El comentario no es de Horacio Palmeta...es una editorial de La Nación (tribuna de gorilas). Horacio no escribe en La Nación, Horacio solo sangra por la herida del orto.
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