Cuando suceden
estas tragedias inmensas, el dolor nos une a todos en ese exacto punto. El
dolor tiene ese misterio de juntarnos más allá del pensamiento. Más allá de las
mezquindades. Pero un paso más allá del dolor, otra vez las diferencias.
Despertarse
en la mañana y desayunarse con tanta muerte nos hermana en el espanto.
Curiosamente, el día en que la tragedia de Once enlutó Argentina, todos los
medios se habían preparado para cubrir la llegada de un Crucero al puerto de
Buenos Aires con varios supuestos afectados por la Gripe B. Todo preparado para
la noticia intrascendente frente a un barco de lujo de bandera extranjera,
esperando para entrevistar algún turista con tos… hasta que la tragedia nos
explota con furia en cara… a 40 cuadras del puerto.
La
noticia llega tímida: Un tren que no frenó. Muchos heridos.
Pero
con el correr de las horas lo que parecía una crónica simple, se convirtió
finalmente en una tragedia que nos enlutó el año.
Lamentablemente,
la tragedia de Once con 51 muertos y casi 700 heridos, es la imagen devastadora
de una Argentina que se repite. Mil discursos sobre el país de las maravillas
se estrellan una mañana contra el muro del final de un andén en el barrio de
Once. El relato oficial sobre el primer mundo desmentido por una tragedia del
subdesarrollo.
Si
no fuera tan trágico el final, y si no hubiese tanta muerte inútil de por
medio, la imagen podría ser la metáfora perfecta de un gobierno empeñado en el
monólogo y encerrado en su autismo: El tren del relato oficial que corre sin
frenos a chocar contra el andén de la realidad.
En
ese final de vías del ferrocarril Sarmiento en la estación de Once, los relatos
oficiales se estrellaron contra nuestra realidad de país irremediable.
Y
no es cuestión de decir yo lo dije, o de gritar ahora que la tragedia estaba
cantada. Es cuestión de hacer un gran mea culpa como sociedad para no
repetirnos hasta esa muerte inútil con la que coqueteamos en cada esquina.
Tanto solemos coquetear con la muerte absurda, que hasta se nos hace costumbre
y la costumbre nos roba la reacción de ciudadanos indignados. Y los hombros encogidos.
Hasta que la tragedia nos toca.
Cada
vez, el período de asombro nos dura menos a los argentinos. La consternación
nos dura lo que los medios tardan en sacar una noticia de la tapa de los
diarios. Y primero la indignación y luego la queja exigua y luego la
resignación y rápidamente el olvido.
Y
de ahí, si te he visto no me acuerdo. Hasta la próxima tragedia. Espasmos de
sociedad.
No
hay peor estado social que el de una sociedad resignada. Ese fatal encogerse de
hombros hasta que la ruleta nos señale a nosotros es imposible de entender.
Un
tren que no frena se estrella contra el final del andén de la estación a 25
km. por hora. 51 muertos y casi 700
heridos. ¿Accidente?
No
señor. Accidente es que un rayo parta un avión en pleno vuelo. Eso es un
accidente. Pero que un tren de 1950, donde viajan amasijados como sardinas
miles de personas que han pagado ochenta centavos un boleto, digo, que un tren
desvencijado de 1950 de una empresa que recibe millones de pesos diarios en
subsidios sin control, se quede sin frenos porque los fondos para el contralor el
Estado los gasta por ejemplo en promover un relato guionado de la realidad, en
programas demagógicos como fútbol para todos, o turismo carretera para todos,
eso no es un accidente. Eso es lisa y llanamente un crimen.
Y
no digo que el Estado sea un estado criminal. Digo que somos en cierta medida
una sociedad criminal a la que nada le importa mientras nuestra quintita esté a
buen resguardo.
Después
las lágrimas. Y casi siempre, cuando ya es demasiado tarde para el llanto.
Me
niego a ser cómplice de la desidia oficial llamando las cosas con eufemismos. Tampoco
me sale hacerme el distraído ante las responsabilidades que me tocan.
El
Estado, embarcado en un modelo que necesita mentir y mentirse la realidad,
aplica una millonaria política de subsidios con los que logra mantener la
mentira de las tarifas a precios irrisorios. Hasta que la olla levanta tal
presión que se vuela tapa.
Concesiona
un servicio público de transporte. Le fija una tarifa ridícula… y para
mantenerla ridícula subsidia con subsidios millonarios. Y los subsidios van,
pero nadie controla dónde ni cómo.
Jugar
a subsidiar con millones a empresas de empresarios amigos y no llevar un
control estricto de las inversiones ni un monitoreo serio del destino de los
subsidios, ni controlar seriamente al transporte público de pasajeros, para que
después de la tragedia la culpa sea del maquinista es tan fácil en Argenjoda!
Y
también estamos nosotros, siempre estamos nosotros, los que nos subimos
confiados a un transporte público pagando un boleto irrisorio sin siquiera
preguntarnos ¿a qué riesgo?
La
tragedia nuestra de cada día. Dolor, pataleo, resignación y olvido. Así nos va.
Familias
destrozadas, vidas cortadas de cuajo por traiciones a la República. Traiciones
de desidia y corruptas traiciones obcecadas.
Párrafo
aparte merece nuestra presidentA. Que es presidenta sí, pero que antes es mujer
y es madre. Y sabemos todos de las entrañas sensibles de las mujeres. Por eso
llama la atención que Cristina haya cometido ante esta tragedia inmensa, el
mismo error de los hombres que la precedieron. El mismo error de Néstor y de
Aníbal Ibarra cuando, con la tragedia inmensa de Cromagnón desatada, ambos eligieron
refugiarse en la vergonzosa intimidad del silencio.
Es
raro esto en una mujer. Es raro que la sensibilidad especial de una mujer no se
conmueva ante los ruegos desesperados de una madre buscando a su hijo durante
casi dos días. Sinceramente no me entra en la cabeza el silencio de la
presidenta en medio de esta tragedia que enluta mucho de nuestra historia. Son
muchos muertos como para callar. Y es mucha sangre como para tomarse un avión
hacia el sur, sin siquiera intentar el abrazo para con esos jirones de alma que
dejó la tragedia. Hubiese sido un gesto importante para las víctimas el abrazo
de una mujer que sabe ese dolor de perder un ser querido.
Cristina
ha guardado inexplicable silencio ante tanta corrupción que mató y ante tanto
dolor de familiares desesperados.
Sinceramente
no se entiende tamaña especulación política en una mujer que es madre.
Cristina
quedó con su silencio notable, y todos nosotros con nuestro silencio resignado
que espanta. Vaya a saber cuál es peor. Son complicidades que matan. Que nos
matan.
Creo
que tras esta semana de tanto dolor rondando nuestras calles, se impone una
semana de reflexión ante lo que estamos dejando hacer.
Y
no es cuestión de salir a romper vidrieras ni cabezas de policías. Es cuestión
de salir a las calles a reclamar en paz y a militar con el ejemplo. Y es
cuestión de preguntarnos por qué tanta parsimonia social ante tanta tragedia
evitable. ¿Nos quebraron la voluntad?
En
esta tragedia recordé las palabras de la película Gladiador: “Un Senado
corrupto, un gobernante desequilibrado, un pueblo embrutecido, sus guerreros
tirados a la arena para ser devorados por las bestias, pan y circo para todos…”
Si
a los argentinos nos han quebrado o no la voluntad… lo veremos en la próxima
tragedia.
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
Gualeguay
E. Rios
2 comentarios:
"Si a los argentinos nos han quebrado o no la voluntad… lo veremos en la próxima tragedia".
Mientras tanto, vos, seguí sangrando por la herida del orto.
Sr. Horacio Palma, recién he leído en el diario La Nación (si, también leo La Nación) que ha sido detenido en Brasil un tal Claudio Vallejos, ex militar de la marina. Este tipo (en verdad no sé como llamarlo.Persona es una definición que le queda grande)admitió haber secuestrado "por error" a un músico del artista brasileño Vinicius de Moraes. Tenoriho, tal el apodo del músicio, sigue desaparecido.
La posibilidad de que usted haga mención a esta caso, o a cualquiera de los miles que existen con las mismas características, es igual a la posibilidad de que Hebe de Bonafini se refiera a Larrabure.
Claro, la diferencia radica en que Hebe jamás propuso la memoria completa.
Se que no acostumbra a dar cuenta de los comentarios que hacen los lectores, pero de todos modos me gustaría un comentario al respecto.
La Profe
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