Tía, abuelita y Mamá
Culmina hoy una semana repleta de ruegos comerciales a tiempo completo. Miles y miles de anuncios pidiendo ventas a los gritos.
“No te quejes, el consumo es el motor del sistema capitalista”, me reta un amigo cada vez que yo pongo el grito en el cielo ante el atosigamiento publicitario de estos días que yo creo puramente comerciales.
Si sí, todo lo que ustedes quieran, la base del capitalismo y el consumo motor que lo mueve, pero a mí la publicidad agobiante me produce un efecto adverso. Una especie de contraindicación que llevo en el prospecto complicado de mis adentros.
Y no es de ahora sino que es de siempre. Recuerdo que cuando era chico me levantaba temprano los fines de semana para ver correr a Carlos Reutemann en Fórmula 1. Aclaro a los más jóvenes de por aquí, que crecieron en la era moderna de la tecnología en las comunicaciones, que en los años 70 el televisor transmitía con pésima calidad una transmisión muy entrecortada. En las carreras no se escuchaban mucho los motores sino un eco ensordecedor, y lo que veíamos era una imagen algo gastada en distintos tonos de grises.
No había plasmas ni LCD ni LED con Alta definición, así que cuando uno lograba acomodar el ojo a los grises y las rayas, era luego difícil volverlos a acomodar. Por eso cada vez que cortaban la transmisión para poner un aviso comercial, yo entraba en una especie de trance y juraba entre gritos de improperios que no compraría jamás el producto del aviso.
Pero la vida tiene sus vueltas. “Uno propone y Dios dispone…” decía mi abuelita pero la abuelita “gorila”, no la devota de Santa Evita, y fue así como con el transcurso de los años no tuve más remedio que sí consumir algunos de los productos de aquellas publicidades que yo había jurado no comprar… lo que dejé de consumir para siempre fue la eterna duda en la que pareciera vivir el ex piloto de Fórmula 1, hoy devenido en político sordo ciego y mudo, que ante cada elección en que hay que jugarse por algún candidato, este buen hombre ni siquiera emite opinión.
Menos mal que el empeño capitalista de los comerciantes y sus inseparables amigos los publicistas a lo largo de tantos años me han terminado por acostumbrar el ojo y el oído que si no… soy capaz de meterme en un sótano y salir recién la semana que viene cuando ya el furor por el día de la madre sea solo un leve recuerdo, los restos de las vidrieras un saldo a liquidar por la mitad de su precio, y los vendedores bajen un poco esos humos que se les encienden ante el frenesí y la desesperación de las gentes por el consumo.
Y no me diga que no. Que la carrera frenética de la gente por hacerse de un regalo para el día de la madre, a los vendedores los hace creerse una especie de súper héroes: “si no va a comprar por favor hágase a un lado y deje pasar al que sigue”.
Sonrío, ya los veré la semana que viene en medio da la normalidad, con los pies sobre la tierra rogando un cliente hasta con promesas de alfombra roja.
Ay, releo lo escrito y me doy cuenta que llevo casi una página despotricando contra el consumo. Aclaro. No es que crea en el socialismo ni que reniegue del capitalismo, sino que me exaspera el despropósito con que cierto sector comercial quiere meternos en la cabeza la idea de que el regalo más caro es el del hijo mejor. Obvio que no lo dicen así abiertamente sino que las artimañas comerciales transitan caminos más encubiertos.
En la tele en las radios en las revistas en los diarios en los panfletos en los carteles y en las vidrieras. Todo desde hace una semana alerta el día de la madre. No vaya a ser que algún hijo desprevenido con la cabeza en cualquier parte olvidara de gastar en el regalo para la vieja.
El maratón de publicidades rompecorazones me agobia. Pero ojo, pues me agobia hasta para cuando me conviene. Así que en estos días que pasaron preferí andar con la vista y el oído en otros lados… que todos los días son los días de la madre, decía mi abuelita, no la “gorila” sino la otra, que murió convencida de que el Peronismo salvaría a la Patria.
Recuerdo que mi abuelita siempre respondía lo mismo cada vez que alguien le preguntaba qué quería que le regalen: “un beso”.
Y sí, convengamos que un regalo no se pregunta… se hace. Que eso de andar preguntando qué quiere uno de regalo es una pregunta incómoda de responder que hacen especialmente los que no tienen muchas ganas de regalar, pues si nos preguntan uno tiende siempre a caer en el lugar común de tirase a menos. Nadie responde “un auto” ante la pregunta de ¿qué querés de regalo? (Aclaro que las botineras y las muchachas del Bailando por un sueño no entran en este ejemplo.)
Claro que últimamente hemos tenido que ir abriendo las cabezas ante el avance de las nuevas tendencias. Así como de repente, por obra y gracia de la modernidad y los modernosos y las minorías militantes, nuestra imagen idealizada de la mamá ha ido cambiando y solo el tiempo dirá si para bien o para mal.
Ya no hace falta ser mujer para ser madre, eso era antes. Ahora cualquier hombre incómodo con su cuerpo puede declararse madre si quiere. Y no le digo hacerse cambiar la partida de nacimiento porque eso solo puede hacerlo la esposa del dentista de Gualeguaychú, doña Florencia de la V, ahora Florencia Trinidad.
Madre se nace… no, se hace… eh... no perdón, se siente. Bueno, a decir verdad no estoy tan seguro de ello.
En éstas andamos en los festejos de hoy, mamás de las de antes, mamás de las de mucho antes, mamás convencionales y mamás prostáticas de corpiño y calzoncillos.
El tiempo dirá si rumbeamos pal el láu equivocado o para el correcto.
De todos modos, que el día de hoy se transforme en comercial depende o no de nosotros y a decir verdad me cuesta imaginar a una madre eligiendo hoy un regalo antes que un abrazo. Esperando una caja enorme con moño colorado antes que un beso o un te quiero. Así que aprovecho para saludar a todas las madres en su día. A todas y a todos. A las tradicionales y a las con pene. A las que están y a las ausentes. A las mamás diez puntos y a las mamás con aplazo.
Que a fin de cuentas…cada uno es como es y anda siempre con lo expuesto. Y no voy a ser yo precisamente el que levante el dedo para señalarlo.
Feliz día a todas las mamás. A las que son, y a las que se la creen... también!
Horacio R. Palma
El Día de Gualeguay
1 comentario:
¿Como vas a saludar a una madre con pene? Estás loco... ellas solo tienen amor. TROGLODITA!
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