Mi viejo siempre solía hacernos el mismo chiste cuando viajábamos en auto. Punto para mi viejo. Matrimonio con 5 hijos viajando varias horas en otras rutas y con otros autos. Y en otras épocas donde no había ni siquiera teléfonos celulares con música o con juegos.
Gustavo Carbone
Así que mi viejo no tenía muchas opciones de supervivencia: hacer chistes, inventar juegos… o parar el auto en el medio de la ruta y cagarnos a trompadas.
Si mi abuelita hubiera leído el párrafo anterior, su cara se hubiera teñido de un estridente rojo y el gesto de asombro le hubiera durado un día. Dos tal vez.
Ella era más de decir “pegar un chirlo” como algo muy subido de tono, pero nunca un mala palabra ni un grito… no señor, nada de eso, mi abuelita para lo único que levantaba su voz era para defender a Evita de los “gorilas” como yo. Y bueno… las vueltas de la vida.
Uy, ahora que lo pienso, en aquella época en que yo no tenía cosa mejor para matar el tiempo en los viajes que molestar a mi viejo desde el asiento trasero del auto, recuerdo que por entonces estaba de moda un tal Florencio Escardó que militaba en eso de tratar a los chicos sin tundas ni retos subidos de tonos.
“Rigor Cero” titularían los medios de hoy en día la doctrina persuasiva para chicos traviesos que recién asomaba. Aunque a fuerza de ser sincero, nunca tuve bien en claro si las ideas que la gente le achacaba a Escardó sobre permisivismo extremo eran de él o de su pareja, la psicóloga Eva Giberti, gurú marxista todoterreno que con un montón de años bien llevados aún lo sobrevive.
Claro que yo digo Eva Giberti y los menores de 30 no tienen idea de quién estoy hablando ni aunque se pongan a “googlearla”.
Para aquellos que no la ubican, les comento que la psicóloga Eva Giberti es la madre de Hernán Invernizzi, el terrorista argentino que hoy asesora al Estado en materia de derechos humanos, pero que en los años 70 entró a sangre y fuego en una dependencia del Estado, atentado en el que mataron a Duarte Ardoy.
Pero para qué ahondar en esas cosas si los tiempos “bárbaros” de nuestros abuelos ya sucumbieron en las aguas profundas de esta modernidad en la que los chicos son dueños de remar subidos a su libertad hasta la costa del libertinaje. Nada de peros y nada de esto no se puede. “Es mejor tener el pelo libre, que la libertad con fijador” acotaban Pedro y Pablo en los setenta… y desde entonces cada de generación de los más chicos se van haciendo solos sin más límites que sus ganas. Ahora los chicos mandan. Ni siquiera un “ubicate” dado con el revés de la mano de una madre amorosa sería bien visto.
Hoy en día, levantarle la mano a un hijo es delito de lesa humanidad.
Y está bien, yo tampoco creo en la violencia y menos en la violencia aplicada con los chicos. “Nunca supe que un idiota se arreglara con un golpe” decía mi abuelita cuando quería defender con ironía su pacifismo. Claro que tampoco creo que los chicos deban crecer sin límites y con sus “reverendas ganas” como única asistente social.
La libertad tiene una sabia consejera que pocos consultan: la responsabilidad.
Sea como sea, mi viejo ni nos pegaba ni nos levantaba la mano, sino que insistía con infinita paciencia en contar cuentos, inventar historias y hacer juegos hasta que llegábamos a destino.
Por eso recuerdo que siempre repetía el chiste del gallego que iba con su auto por la autopista protestando por la cantidad de autos que venían en contramano. En la radio avisaban a los oyentes que circulaban por la autopista pues había un auto circulando en contramano… el gallego escuchaba la radio y protestaba: ¡Qué uno, hay como mil!
El chiste mal contado no tiene gracia pero a mí me sirve para graficar lo que mil veces me pregunto ante la realidad. Todos los días me doy de narices contra gente que circula en contramano. Una y mil veces me encuentro con descalificaciones personales y mensajes soeces ante una simple opinión… en estos últimos años me he dado cuenta que los que más dicen luchar por la libertad de expresión y por la democracia y por el pensamiento en libertad, son los primeros que llegado el momento, más intolerantes resultan ante un opinión contraria. Tanto, que muchas veces me pregunto si no seré yo el que va a contramano aceptando siempre la opinión del otro con buenos modos.
“Matalos con el diferencial”… y no con la “indiferencia”… bromeaba un compañero de la secundaria. Pero no es el caso de ignorar a los militan en la intolerancia, pues es un tema tan serio que no se puede dejar pasar.
Los de “arriba” son los primeros que deben dar el ejemplo. Es peligroso e inaceptable que aquellos que detentan un espacio de poder, sea en el lugar que sea, no acepten críticas o, lo que es peor, intenten callar a los que piensan distinto.
Claro que es muy fácil exigir libertad… lo difícil es ejercerla responsablemente.
Como sociedad nos falta mucho en esto. Les falta a los políticos y a los dirigentes. Les falta a las autoridades y a las fuerzas de seguridad. Les falta a los medios y a los periodistas que forman opinión. Y nos falta a cada uno de nosotros.
Hace unos días murió Gustavo Carbone… el PERIODISTA que un día de hace casi diez años, me dio la oportunidad de escribir con toda libertad. Yo venía de un entuerto en otro medio donde, luego de un par de notas se negaron a publicarme más sin siquiera avisarme. “Vos también, escribir mal de Montiel justo ahí”, me comentó alguien.
Así que di media vuelta y le toqué la puerta a Gustavo. Sé que a Gustavo no le gustaban muchas de las cosas que yo escribía…y lo sé porque muchas veces me lo escribió en sus mail. De todas maneras, cuando me dijo que sí podía escribir en “Gualeguay al día”, me despidió más o menos con estas palabras: “Vos acá tenés libertad, espero la uses con responsabilidad”. Son las palabras que tengo anotadas sobre la compu. Cada vez que me enfrento a la hoja en blanco sé que esa libertad de escribir lo que quiera, conlleva una responsabilidad que no puedo ni debo eludir. Por eso, a pesar de las diferencias de pensamiento, Gustavo me enseñó la responsabilidad que conlleva la libertad y me las enseñó con el Ejemplo.
Libertad con responsabilidad. ¡Es tan simple y es tan complejo!. Cuando todos como sociedad vivamos esto, chicos y grandes, funcionarios y vecinos… habremos madurado hacia una sociedad verdaderamente democrática, y definitivamente más seria.
Horacio R. Palma
para El Dia de Gualeguay
2 comentarios:
Que quede claro que yo nunca te descalifiqué. Y hasta te ayude cuando publicaste la fruta de Baronetto.
Ahora, vos pones como ejemplo de una familia qeu tiene un hijo "extremista" y no pones como ejemplo a los miles de hijos de familias católicas (sin mas ejemplo que la hija de Emilio Mignone, militante de la ACA) que se sumaron a los movimientos emancipadores de la década de 70 en argentina. ¿Cómo explicas eso? y son personas que no fueron ni explusadas ni condenadas por sus familias.
Gran parte de la generacion de los 60 y 70 fué educada en familias y escuelas conservadoras.
Te gusta la democracia horacito?
Que alegria que me das, avisale a tus amigos de Marcos Paz, que la verdadera democracia se construye con Memoria, Verdad y Justicia. Aunque nos lleve otros 30 añitos mas, hasta el último de Uds va a pagar por lo que hicieron.
Saludos.
Publicar un comentario