sábado, 9 de julio de 2011

Un mundo "perfecto"... los peligros de tanta campaña electoral.


“…declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados…”


El mundo perfecto Existe. Y en esos días en que uno anda medio preocupado por el presente y su futuro, resulta que viene alguien que habla bien y con voz firme y modales adecuados y entre bombos y platillos (más bombos que platillos) nos afirma, qué digo nos afirma, nos asegura… qué digo nos asegura, Nos lo promete!! con ese gesto de autenticidad conmovedora que es ponerse la mano en el corazón, y nos promete decía, que el mundo perfecto está a la vuelta de la esquina. Al alcance de nuestras manos.
Claro, uno que está reventado, pero así literalmente, de romperse el lomo para conseguir hasta lo mínimo, escucha eso de que en un futuro cercano el mundo perfecto se nos presentará sin esfuerzo, y entonces uno que no es de piedra se entusiasma.
Uno, que viene de garpar una fortuna el kilo de azúcar o que viene de recorrer varias estaciones de servicio para encontrar un poco de nafta, uno que anda por la vida bidón en mano para conseguir dos litros de kerosene o que espera tres horas en la guardia de un hospital hediondo… escucha el discurso de “cajita feliz” y como uno es de muchas cosas pero es de carne antes que nada…se niega al escepticismo. No quiere creer, pero necesita.
Uno cierra los ojos, los escucha… y ellos nos cuentan las bondades y lo fácil que puede llegar a ser vivir allí, en ese mundo donde solo hay gente feliz.
No, no me refiero a ese Mundo Feliz que describió magistralmente en su novela el genial escritor inglés Aldous Huxley, sino que me refiero al mundo color de rosa que nos pintan los políticos en cada campaña electoral.
Los políticos son incansables prometedores. Saludo abrazo beso y promesas.
Y ponga usted estimado lector esas tres cosas en el orden que quiera. Los políticos en campaña desatan una furiosa verba de promesas exultantes. Tan exultantes que si usted no se corre seguro termina herido de muerte por alguna promesa de arma blanca.
Si uno los dejara hablar todo el día, pues todo el santo día estarían pintando el mejor de los mundos en un futuro perfecto que, obviamente nunca llegará a ser presente.
Ahora sí…pero, perdón ¿eso mismo no nos lo había prometido en las elecciones anteriores?...bueno verá, es que la coyuntura más los palos en la rueda de la oposición y esto de los acotados tiempos de gestión, verá… pero perdón ¿no vino usted en la campaña anterior abrazado con este señor al que ahora llama opositor?... bueno estimado vecino, amigo militante compañero del alma, verá que algunos han confiado más en su proyecto personal que en seguirnos en este proyecto nacional de profunda raíz popular…pero perdón ¿no fue este hombre incondicional hasta al felpudismo de su proyecto?... ehh, bueno, es que el proyecto va un poco más allá de un simple acompañamiento, sabrá comprender estimado vecino que nuestro proyecto necesita un compromiso más, cómo explicarlo…¿pero si hace años que está usted encarando su proyecto?... bueno sí, pero es hora de profundizarlo, por eso le pedimos nuevamente su voto de confianza…
La creatividad de un político en campaña vence las más amplias expectativas. Con cara de piedra, gentes y caras que a lo largo de los años han estado intermitentemente con Dios y con el diablo, arman el circo para redoblar la apuesta de prometer sobre lo prometido y para explicar lo inexplicable.
Con caras de yo no fui, o cara de yo no soy, disparan el cuento del gran bonete. ¿Yo señor?, no señor. Si Aldoux Huxley viviera, su Mundo Feliz sería seguramente el mundo que los políticos pintan en cada campaña de cara a las elecciones.
Contrariamente a lo que indica el sentido común, los políticos de Argentina se sienten los dueños de la democracia y actúan en consecuencia. “La culpa no es del chancho sino de quien le da de comer” decía mi abuelita, que todos los 9 de julio ponía una bandera en la ventana. Una historia de mansa piara y de paciencia infinita les ha hecho creer el cuento.
Solo algunos tibios asomos de rebelión popular han sufrido los políticos en estos lares. Alguna que otra vez los ciudadanos salimos tibiamente a gritar un Que se vayan todos, que fue más un grito desesperado de impotencia que un acto sincero de anarquía revolucionaria.
Políticos al fin… argentinos al fin… la elite gobernante supo capear el temporal con cara de piedra y allí anda enquistada en una democracia que no termina de curarse en salud.
Es sábado. Es 9 de julio. Es muy temprana la mañana.
Y yo, que podría estar en el tibio abrazo de mi cama, ando blandiendo dedos sobre un teclado más ansioso que yo.
“Sarna con gusto no pica” decía un vecino de la casa de mi infancia, cada vez que se engrasaba hasta la nariz cuando metía mano en el motor de su Gordini rojo.
Los argentinos festejamos hoy el día de la Independencia. Habrá discursos encendidos y habrá liturgia de actos celestes y blancos y habrá cadena nacional seguramente con dama de negro con llanto bien chic para la ocasión. Y habrá promesas remanidas y habrá racontos infinitos y habrá olvidos especialmente pactados. Pero eso será más tarde.
Ahora es madrugada y la Patria duerme, o descansa. Todavía no reclama.
Y estoy escuchando en esta madrugada fría de un julio ceniciento, ceniciento por obra gracia de la naturaleza, las noticias que llegan de la Madre Patria. La que nos parió.
Allí hay un discurso, encendido también, del ex vicepresidente de don Zapatero recientemente renunciado para poder comenzar su campaña electoral. Es que Alfredo Pérez Rubalcaba renunció a la vicepresidencia del Gobierno para dedicarse por entero a sus actividades como aspirante del PSOE en las próximas elecciones. Que después de todo de allí venimos y en todos lados se cuecen habas, como decía mi abuelita que murió convencida de que la democracia se curaba con más democracia.
Pobre abuela, menos mal que no conoció a Hebe Pastor, eternamente de Bonafini, ni a Schocklender ni a Vitullo.
Don Alfredo Pérez Rubalcaba está hablando en este preciso momento en que yo escribo. Acá todavía es de noche, en todo sentido. Allá en la Madre España ya se ha amanecido, pero solo en algunos pocos sentidos.
Y Rubalcaba comienza su discurso con una frase cuidadosamente ampulosa: "Aprendí que la democracia tiene dueños: los ciudadanos".
Ahora por la ventana se cuelan las primeras luces del día. El 9 de julio se espabila con cierta pereza en esa luz primera y en los sonidos tenues de las calles en feriado.
Suena el segundo despertador de la casa. Es del Belu que se levanta a estudiar. Sobre el escritorio en el que escribo, la luz de la ventana descubre unos papeles de Gerva. Es un trabajo escolar sobre política y deporte. En el respaldo de la silla está la campera de Bauti, el más pequeñín de todos. La campera muestra su escarapela encendida. Sonrío. Hago un alto y me desperezo con los brazos bien arriba. Y sí, es por ellos este esfuerzo y estas letras y tanto reclamo. La pelea no es por uno, sino por los que vendrán.
Para que en el futuro ellos sí puedan sentirse dueños de la democracia, y no parias de tanto cara de piedra que, enquistado en el poder, vende falsas promesas de un mundo perfecto.

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