Se sabe que la pasión está reñida con la razón. Hablo de la pasión como sentimiento poderoso. Ese sentir algo tan pero tan fuerte, hasta al sufrimiento.
Porque la verdadera pasión es un sentir hasta más allá de los límites de la razón. La pasión es un sentimiento ajeno a esa señorona seria y pituca llamada Voluntad.
La pasión es un sentimiento que no se explica con claridad ni aún intentándolo explicar con un millón de palabras.
Este tipo de sentimiento irracional existe en el Hombre en todos los ámbitos de su vida. Es un sentimiento tan irracional la pasión, que muchas veces es campo fértil para ciertos manipuladores. Allí donde la pasión asiste en multitudes, allí encontrará uno a los avivadores falsos de sentimientos sinceros.
Así como hay pasiones sinceras, también están los que actúan su pasión. Y así como hay pasiones elegidas, también están aquellos empeñados en imponerlas. Y así como hay pasiones casi inofensivas, también hay pasiones temerarias.
Yo suelo sospechar, y varias alarmas se me encienden poderosas, cuando alguien me exige como toda explicación ante una duda, la excusa irracional de la pasión. Y conste que hablo de cualquier ámbito de la vida. Sospecho cuando desde la política y ante un escándalo de corrupción bochornoso e inexplicable, me tiran como toda explicación el grito de “los pañuelos no se manchan”.
Y también sospecho cuando, para esconder toda una larga historia de saqueos mafias y corrupción, me tiran como toda explicación un “aguante River carajo”.
Ajá!! por ahí venia la cosa nomás. Y sí, es que desde hace una semana, y para bien de nuestra presidentA (y ahora también candidata a la re) y su inseparable Hebe Pastor de Bonafini a la que han retirado momentáneamente de la escenografía oficial, de lo único que se habla en el país es de River Plate.
El más grande entre los grandes del fútbol argentino juega su última chance para seguir compitiendo en la primera división A.
Para que se tome noción, aunque supongo que no hace falta, River Plate es el equipo con más puntos acumulados en los torneos del fútbol argentino. Más de 30 campeonatos ganados y muchos torneos internacionales.
Pero… siempre hay “pero” diría Binóculo (y siempre hay un pero…nista, diría un amigo), “a cada chancho le llega su San Martín” como decía mi abuelita, que nunca fue a una cancha de fútbol, pero amaba y sufría por los colores de Independiente.
Siempre que mi abuela repetía lo del chancho y su San Martín yo largaba una carcajada. Era chico y eso de un chancho con San Martín me sonaba más al Cambalache de Discépolo que a un refrán popular sobre la justicia divina en la tierra.
Supongo que mi abuela tampoco sabía bien la explicación del refrán, porque nunca fue muy clara ante mis reclamos que exigían una explicación lógica para semejante frase. Fue mucho después que me enteré que el refrán hacía referencia a San Martín de Tours y no a José de San Martín, una festividad que en otras épocas y sobre todo en la “madre Patria” se celebraba matando un chancho, para comerlo claro.
A cada uno le llegaría, en su momento, la compensación por los actos cometidos. Una especie de justicia divina, pero en la tierra.
Los argentinos somos muy pero muy futboleros. Y el fútbol es la pasión antes que nada. Es un sentimiento, es amor a la camiseta, es “aguantar los trapos”, es en las buenas y en las malas, es pase lo que pase… y así un listado interminable de pasiones inexplicables que se anteponen como toda explicación.
Por eso decía que hoy me despojaré de todo apasionamiento irracional y trataré justificar lo que voy a decir.
Así que hoy para escribir esta nota me saco la camiseta de River y la dejo respetuosamente a un lado para escribir sin presiones rojas ni blancas.
Hoy escribe el boludo que durante años siguió a River por media Argentina. El boludo que hacía tres horas de cola a los empujones para sacar una entrada y que cuando llegaba a la boletería ya estaban todas “vendidas”. El boludo que llegaba tres horas antes a un partido, y que veía cómo dos minutos antes entraban los matones a los tiros y a las patadas sin pagar entrada. El boludo que rompía el auto para ir a ver a River a La Plata, mientras la barra llegaba con custodia y chofer hasta la puerta, y se retiraba en iguales condiciones. El boludo que tenía que esperar cuatro horas para salir de la cancha de Independiente en medio de la pedrada, mientras los otros salían escoltados. Ese escribe hoy, el boludo al que “los pibes” apretaban en una popular del Parque Independencia para sacarle “10 pesos pa los trapos”. El boludo que veía el mundial por la tele, mientras descubría a “los borrachos del tablón” en las tribunas del Mundial de Alemania. El boludo que para conseguir una entrada al Superclásico, tenía que comprársela en la reventa a “los borrachos del tablón” que cada domingo copan la reventa en cada esquina de los alrededores del estadio. Hoy escribe el boludo que junta moneda sobre moneda para ir a hacerle el aguante al equipo, y que se encuentra en el estacionamiento de los jugadores y los dirigentes y los barras de un club quebrado, una exposición de autos de cien mil dólares. El boludo al que le hacen sacar el cinturón y las pilas de la cámara diez cuadras antes del estadio, mientras los otros entran con un arsenal para la guerra. Ese es el boludo que escribe hoy y no el hincha irracional que banca todo por amor a la camiseta.
No sé antes, pero yo he visto la historia roja y blanca desde Santilli para acá. He visto cómo se fumaron el club, como la mafia se metió a los tiros en la mesa chica y cómo el vestuario dejó de ser un sentimiento para convertirse en el negocio de unos pocos.
River es hoy un club diezmando. Uno dice River y parece que sólo fuera fútbol, pero la institución que está en bancarrota es mucho más que eso. Y el desastre institucional ha calado en cada una de sus actividades federadas.
Por eso al boludo que escribe hoy esta nota no lo conmueven las lágrimas de ese gran jugador que fue Jota Jota López, ni las de Juan Pablo Carrizo que, además de sus errores deportivos tuvo el tupé de desairar en público a un emblema del fútbol riverplatense como el Pato Fillol. A éste boludo que escribe tampoco lo conmueven hoy las cartitas levanta ánimos ni los llamados falsos, a la prudencia de la hinchada que escribe el otrora Gran Capitán, Daniel Pasarella. Ya no. Ya no. Que le vayan con el cuento a otro.
El alrededor del fútbol me asqueó hace mucho tiempo. Fue en el partido arreglado entre River y Argentinos Jr. en cancha de Velez hace una pila de años. La mafia del negocio me volvió un hincha racional. Voy a la cancha si quiero y cuando quiero.
Sí, que la pasión muy bien. Que el amor a la camiseta también. Creo que lo mejor para River, el club de mis amores, es que sufra las consecuencias.
Lo digo con dolor pero convencido: Si River Plate “zafa” de la ir a la B, no se hará justicia. La dirigencia, los jugadores y la hinchada hemos hecho (o dejado hacer) todas las chanchadas posibles para que hoy nos llegue nuestro San Martín.
El resumen negro de River se vio el miércoles. Los borrachos del tablón, con su pasado y presente de muerte, entrando a la cancha en medio del parido para intimidar a los jugadores.
Señores, si uno es tan “guapo” para hacerlas… debe ser igual de “guapo” para aceptar las consecuencias.
Ya es tarde para lágrimas.
Horacio R. Palma
El Dia de Gualeguay
2 comentarios:
ni mas ni menos que la triste realidad. Cabo, Emiliano
A mí también me pone mal eso de los partidos arreglados. Como hincha de Boca tengo algunos que no olvido y donde me hubiese gustado ver transparencia, pero no: contra San Martín de Tucumán y contra Oriente Petrolero. Pero me pareció limpia la última fecha del torneo presente. Y más allá de lo que pase mañana con River, me gustaría que no haya manos negras ni de un lado ni del otro.
Publicar un comentario