Un elemento de pirotecnia de gran potencia, explotó en la casa de Jorge Barroetaveña, periodista de Radio Gualeguay, y Editor Responsable del Semanario El Día de Gualeguay.
La explosión ocurrió en la ventana donde dormía su hija menor y los vidrios quedaron incrustados en los postigos de madera.
Un abrazo a Jorge y a su familia...
Transcribo su última columna dominical
La imagen era patética. Mientras la Presidenta hablaba desde la Casa Rosada, describiendo una realidad, la otra, la verdadera, se llenaba de tiros y piedrazos. ¿Adónde estaba el estado? Recluído en los pliegues de las miserias políticas y los cálculos mezquinos. El saldo: cuatro muertos y decenas de heridos.
Por jorge barroetaveña
El conflicto en el Parque Indoamericano volvió a mostrar la peor cara de la política argentina. Esa de las mezquindades y las miserias que parecía, de a poco, ir dejándose atrás. Durante la semana, la foto de la Presidenta junto a la oposición en el auditórium de la Empresa YPF, escuchando juntos el anuncio de un importante descubrimiento energético, había sido la señal de la semana. Eskenazi en persona había invitado a todos los líderes opositores, aunque a nadie se le ocurre pensar que lo hizo sin un guiño de la Casa Rosada. Amable, aunque frío fue el saludo con Mauricio Macri. Más cariñoso y componedor fue con Ernesto Sanz, el titular de la UCR y potencial precandidato presidencial. A ellos se sumaron Hermes Binner, y Mario Das Neves, entre otros, que acabaron por darle importancia política a un acto que era meramente institucional.
Pero los protocolos poco tienen que ver con los hechos prácticos. Menos de 24 horas después, los sucesos en el Parque Indoamericano iban a poner a prueba esos nuevos aires y servirían para testear hasta dónde existe predisposición para el diálogo y el consenso. Cuatro días después, la sensación que dejó aquella foto voló por aires. Y las esquirlas afectan por igual a la Ciudad de Buenos Aires y al gobierno nacional. Temerosos ambos de pagar costos políticos han capitulado ante los violentos y pequeños grupos que buscan hacer su negocio con las necesidades de los más pobres. ¿Cómo se explica sino que una patota arranque literalmente de una ambulancia a un herido y lo remate de un tiro en la cabeza, ante la mirada atónita de médico y enfermero? El episodio, que hiela la sangre, se produjo justo cuando la Presidenta hablaba por cadena nacional, y aceptaba mansamente el mensaje belicoso de las barras que habían ido para apoyarla. Es cierto que los derechos humanos no son de izquierda ni de derecha, tan cierto como que el monopolio de la fuerza lo tiene el estado y es inadmisible que en un sistema democrático, se renuncie a él dejando a los ciudadanos librados a su suerte. Es que en el Parque Indoamericano rige, desde hace cinco días la ley de la selva. Infiltrados, narcotraficantes y aprovechadores, hicieron un cóctel con la indignación de los vecinos de la zona, y avanzaron como una horda sobre la gente que había instalado sus carpas, a modo de viviendas precarias. El mundo sabía que iba a pasar eso y nadie hizo nada por evitarlo.
Los jueces parecen predicadores en el desierto. Dan las órdenes y el poder político las desconoce. Aníbal Fernández fue contundente y no dejó lugar a dobles lecturas: “la orden judicial es de cumplimiento imposible. No vamos a desproteger otros lugares de la Capital para enviar la Federal a ese parque”. Suelto de cuerpo, le hizo pito catalán a la resolución que había tomado una jueza y no se le movió un pelo. Una orden similar recibió la Ciudad de Buenos Aires. Debía asistir humanitariamente a los allí instalados. La acción nunca llegó. Entonces, ¿para qué están los jueces? ¿Existe tres poderes o en realidad sólo uno? El desmanejo de la crisis y la falta de conducción política entre la Nación y la Ciudad, derivó en los incidentes más graves del viernes por la noche. El gobierno y en particular la Presidenta sintieron el impacto. Durante el acto por el Día de los Derechos Humanos y mientras las balas silbaban sobre las cabezas de ocupantes y agresores, a pocos kilómetros de la Casa Rosada, la mandataria acusó el golpe y anunció la creación del Ministerio de Seguridad, a cargo de la todavía Ministra de Defensa Nilda Garré. De un plumazo, Cristina le quitó el manejo institucional a Julio Alak y real de las fuerzas de seguridad a Aníbal Fernández, a la postre el más desgastado por los acontecimientos. Garré tiene pocas pulgas y menos con Fernández, con quién ha peleado palmo a palmo por cada espacio de poder. Y apenas tuvo un micrófono a mano se diferenció: admitió que hay inseguridad y dijo que, cuando asuma, será ella quién manejará la Federal, la Gendarmería y la Prefectura. No dejó lugar a ninguna especulación.
Atribulada por las imágenes que se veían por televisión y los informes reservados de inteligencia, la Presidenta convocó de urgencia a Macri, algo que debía haber hecho apenas estalló el conflicto. El desbocado Jefe de Gobierno, que también saldrá magullado por su impericia para manejar la crisis, salió disparado. Pero no hubo acuerdo y el gobierno nacional ratificó que no enviará a la Policía Federal, algo que suena más a empecinamiento que a lógica. ¿Están los dos gobiernos en condiciones de soportar otra noche como la del viernes sin pagar graves consecuencias?
La política oficial ante las protestas oficiales empezó a hacer agua por todos lados. Y el punto de inflexión fue la muerte de Mariano Ferreyra. Durante la semana, la misma política falló groseramente y se quedó inmóvil ante el desborde. La Presidenta dio una señal de cambio y metió mano rápidamente. Aunque sería bueno remarcar que es el estado quien debe tener el monopolio de la violencia. Los vándalos y asesinos, no sólo mataron a gente pobre y desvalida, rompieron ambulancias y móviles periodísticos y dejaron instalada la sensación de anarquía y que cualquiera puede hacer cualquier cosa. Que hayan herido de muerte la política oficial para enfrentar la protesta social no sorprende. Si, la violencia inusitada del estallido y la inoperancia del estado para contenerlo, canalizarlo y controlarlo. Y de eso, no se salva ninguno.
5 comentarios:
SEGUÍ SANGRANDO POR LA HERIDA DEL ORTO
Mi solidaridad para el Sr. Jorge Barroetaveña y Familia, es lamentable que nuevamente en el país los violentos de siempre vuelvan a las andadas y ahora el blanco es el periodismo independiente, el valiente que no se alínea al poder de turno.
Por favor Sr. Barroetaveña continúe desenmascarando la verdad, no se calle, ni se deje amedrentar... los cobardes a la verdad son las hienas que salen de noche.
En una ciudad tan chica la policía debe tener suficientes indicios, para descubrir a esos delincuentes en su madriguera.
Fuerza Gordo! Te seguimos todos los días! Estamos con vos y tu familia.
La gente de Gualeguay
El "anonimo sangrante" es capón....
¿Alguien se adjudicó el apriete? ¿Salió en algún medio?
Brazos.
P.D.: "anónimo dijo" tiene razón, sigan sangrando por la herida del orto.
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