domingo, 24 de octubre de 2010

¿Civilización?...no gracias


La Panamericana, que es la más importante de las vías de acceso a la Capital Federal, está cortada por… cincuenta personas. Están protestando porque ayer, un grupo de gremialistas que protestaba sus quejas baleó a otro grupo de gremialistas que protestaba contra los que protestaban sus quejas.

Dos facciones gremiales se enfrentaron en la calle. Y los de un lado, como es gratis (o casi), desenfundaron su furia calibre 38. Resultado: Un muerto y tres heridos.
Los cincuenta “manifestantes” que cortan la Panamericana se juntaron hoy, y a la hora pico bloquearon el tránsito. La policía vigila. Vigila es una forma decir, en realidad cuatro panzones vestidos de azul, juegan con sus celulares mientras esperan órdenes. Juegan tranquilos porque saben perfectamente que las órdenes nunca van a llegar.
Una hora más tarde, cuando el caos asciende a 12 kilómetros de mansos ciudadanos varados por cincuenta pelotudos, llega la Gendarmería. Que al igual que la policía, pero vestidos de verde y con un sueldo más digno, tampoco harán mucho.
Señoras y señores (hay que cuidar esto del género en los tiempos corren), bienvenidos a Argenlandia, el país de los sueños de sur donde los políticos se vanaglorian del logro mayor: No reprimir nada ni a nadie.
¡¡Ah sí!!, porque a salames no hay quien les gane a los “progre” rococó de latitud Sur.
Años de puntilloso trabajo en esto de no poner orden ha dado resultados: Vale todo.
Eso sí, la presidenta del caos se confiesa… perdón, confesarse es un término que suena a religioso y los progres rococó de estas latitudes reniegan de cualquier estereotipo religioso y revitalizan lo laico. Es más fácil vió. Demanda menos esfuerzos y uno le esquiva a eso de la culpa. Así que retiro el “se confiesa” y lo cambio por un “hace catarsis”. Sí, definitivamente esto suena más acorde a las necesidades populistas de nuestro progresismo rococó. Así, mientras el vale todo reina, la presidentA hace catarsis con un fórcep de 140 caracteres. La pelea de Cristina con su Canciller es cuerpo a cuerpo en la red social Twitter para ver quién es más ingenioso en eso de avisar mucho en un espacio reducido de letras. Y mientras los argentinos quedan varados en el aeropuerto de Barajas porque España se ha puesto quisquillosa con los inmigrantes, y mientras las muertes sacuden las calles de “Argenjoda”, Cristina y su canciller apodado “Twitterman” no sueltan el blackberry ni para ir al baño.
Timermann la tiene contra Clarín. Cristina hace alarde de populismo: “Nunca vamos a reprimir”. Lo de la presidenta suena a un lavarse las manos. A un “mátense entre ustedes”.
Acaba de morir otro argentino. El asesinado de esta semana, que murió en los violentos sucesos entre gremialistas ferroviarios, era un estudiante que militaba en la FUBA por el Partido Obrero. También hay militantes de la FUBA en el corte de la Panamericana… vaya uno a saber cuándo estudian. Vaya a saber si estudian.
Cuatro horas más tarde, pero llegué. Estoy en la ciudad de Buenos Aires. Las calles están tapadas de basura y los canales de noticias repiten mil veces el enfrentamiento sindical que terminó a los tiros. Sobre la avenida Congreso, una campana suena con furia. Avisa que está por pasar el tren. Una barrera un tanto desvencijada refuerza la idea del peligro con su idioma de madera pintada en rojo y blanco. Tres motociclistas miran por sobre sus hombros, agachan las cabezas y pasan por debajo de la madera que corta el paso hacia las vías. Los peatones no se quedan atrás y cruzan las vías al trote. Segundos después, el tren cruza a toda velocidad haciendo tronar una bocina como protesta inútil hacia los imprudentes de todos los días.
Llego a la 33. Una comisaría sucia que está en calle Mendoza en el barrio de Belgrano. Dos escribientes de uniforme toman nota con cara de pocos amigos. 15 personas esperan ser atendidas. Las 15 esperan para protestar la misma pena: el afano. Todos resignan la esperanza con palabras similares: “Vengo a hacer la denuncia, pero igual sé que no va a pasar nada”. Nunca pasa nada. Con más o con menos violencia, a todas ellas las han robado en las últimas dos horas en un radio de 20 cuadras a la redonda.
Todo sucede en el mismo día en esta Argentina del siglo XXI.
Claro que si alguien lee estas líneas puede pensar que tan apretada síntesis, es la crónica de un país invivible. Pero no, a pesar de los pesares, los argentinos seguimos adelante con sorprendente mansedumbre. Nos hemos acostumbrado fatalmente a convivir con la barbarie. Y sí, hasta los pueblos en guerra terminan por familiarizarse con la violencia. Uno se acostumbra. Tanta barbarie, es decir, la tan poca civilización se nos ha hecho carne. Convivimos con ella tan estrechamente, que hemos perdido el punto de referencia para apuntar la crítica.
La Argentina del voto plasma convive fraternalmente con la Argentina del voto ataúd.
Se nos ha hecho normal lo que obviamente NO lo es.
Mientras una ola gigante nos inunda de decadencia, los argentinos nadamos con preocupante tranquilidad en sus aguas. 20.000 personas protestan una muerte en Plaza de Mayo, mientras dos millones se encierran a ver el programa de Tinelli.
La disgregación social, la violencia desbocada, la droga impune en cada esquina, la intolerancia, el fin de los Valores, el ataque permanente a la familia y el desprecio por la vida. La corrupción en todos los ámbitos. Sí, en todos. La política como negocio personal. Las instituciones de la República bastardeadas. La educación devaluada. Las patotas en la política en los barrios o en los estadios. Los derechos violados sistemáticamente. La viveza exaltada en el bronce. El derecho de los asesinos con rango Constitucional… y el derecho de los comunes en una fosa de esa misma condición. La permisividad del vale todo.
Son algunas de las infinitas aristas de una misma Argentina… la Argentina decadente.
De la decadencia social. De la decadencia moral. De la decadencia democrática. De la decadencia humana. Una Argentina trágica vivida con pasmosa naturalidad. Comentada en tercera persona. Como si fuera la Argentina de otro.
Un amigo mío acaba de volver de un viaje a Europa. Estuvo en Holanda y en Venecia. Contrariamente a lo que uno puede imaginar, mi amigo relata su viaje con crónicas sociales antes que con crónicas paisajísticas. Es que cuando uno tiene la oportunidad de mirar en perspectiva. De alejarse un poco del basural y mirar en derredor, más que los paisajes y los museos y las zonas rojas, lo que a uno le impacta es el abismo cultural entre los mundos. A uno le impacta que la civilización pueda ser algo posible y no ciencia ficción.
Les cuento una, dice mi amigo entusiasmado. “Amsterdam, semáforo para cruzar la bici senda. Todos los peatones esperando el verde. No venía ninguna bicicleta pero nadie cruzaba en rojo”… “qué pelotudos estos holandeses”, comentó alguien al que le festejaron la frase con carcajadas. Y sí, ese mal tan argentino de la viveza criolla.
Asesinaron a Mariano Ferreyra esta semana en una pelea entre sindicalistas. “Hay que encontrar a los autores materiales, pero también a los otros”, dice la presidenta.
Señora, no busque lejos… usted también es autora intelectual de esta Argentina de bárbaros.

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