sábado, 26 de junio de 2010

ILUMINISMO GAY


Rosa, la señora que me habla, está destrozada. Yo intento calmarla con palabras.
Ella me cuenta y llora: “Es ese dolor de madre y abuela… que ustedes no podrán entender”. El “ustedes” al que se refiere Rosa, es un ustedes que significa, Hombres.

Cristian, su hijo, se casó con una chica y tuvieron una hija. Al poco tiempo de haber tenido a la hija se separaron. La mujer de Cristian volvió a su pueblo… y la hija de ambos, de cuatro años, quedó con la madre.
Para la ley, para el psicólogo que a pedido de la jueza intervino, y para la jueza, la importancia de que la nena esté en los primeros años de su vida junto a su madre, fue indiscutible. No importaron las lágrimas que forman mares de su padre, que cada fin de semana viaja 250 kilómetros para ver a su hija unas horas.
Esta historia es un caso puntual, pero cada uno de ustedes seguramente conoce una historia similar.
Sonrío… Rosa me mira contrariada y se seca las lágrimas que llora cada vez que habla de su hijo y de su nieta. Le explico que la sonrisa se me escapa por la canción que brota desde la radio. Es una vieja canción de Pedro y Pablo, bien de los setenta, aunque ellos la grabaron en los ochenta, que comienza con una frase que tengo como estandarte.
Cuando escucho la canción en algún recodo de tiempo escondido, un lagrimón se me pianta inevitable. Esta vez disimulé el lagrimón, pero se ve que la lágrima disimulada se hizo mueca.
Así como hay imágenes y hay olores y hay sabores inconfundibles e inolvidables que nos llevan al viaje de los recuerdos, mis viajes preferidos al mundo de los recuerdos son a través de las viejas melodías. Y a ellas me subo cada vez que deseo viajar el tiempo.
Cada vez que escucho una vieja melodía, antes de tararearla o silbarla o cantarla en voz baja, antes de todo eso, viajo instintivamente al mundo de los recuerdos.
Así me pasa con todas y cada una de las canciones del viejo rock nacional. Con ellas me transporto invariablemente al querido Teatro Italia, que allí, escondido en calle Islas Malvinas, es testigo fiel de culturales pasiones. En los ochenta nos pasábamos horas en sus butacas cuando llegaba el Encuentro Cultural de la Juventud!!
Claro que estos viajes al mundo de los recuerdos no suelen ser una ciencia exacta. Muchas veces escucho una canción y viajo hacia atrás, aunque no necesariamente la canción sea de la misma época del recuerdo que evoco.
“Sabes, que con tu forma de ser libre…. estás edificando libertad…”, es la vieja canción que brotó del parlante de la computadora donde escuchábamos la radio.
Uf… cuánto tiempo escurrido entre los huesos!
Y si bien la canción es estandarte de una resistencia cómplice de una violencia con la que yo no comulgo, a mí esa primera frase de la canción de Pedro y Pablo me parece esencial. Es un aforismo profundo que me ronda la cabeza todo el tiempo.
Sabes, que con tu forma de ser libre… estás edificando libertad. Cada uno, desde chico va edificando libertad con su forma de ser libre. Con los primeros pasos. Y luego, cómo negarlo, en ese paso fundamental de la adolescencia, donde uno comienza el juego de la primera libertad, esa que se vive con la importancia de los pantalones largos.
Es que desde siempre la libertad camina junto, muy junto, a la responsabilidad. Mis viejos me lo repetían mil veces. Y yo lo repito mil veces a mis hijos. Y supongo que así será entre padres e hijos mientras el mundo sea mundo.
Sí que la libertad engendra responsabilidad. Es más, la libertad exige responsabilidad ante las consecuencias. No obstante los argentinos, últimamente, vivimos un presente inundado de pretendidos cambios desaforados, en una carrera loca con destino incierto.
Pasionales antes que racionales, los argentinos jugamos peligrosa e irresponsablemente con nuestras libertades. Y lo que en otras sociedades se debate y se piensa durante mucho tiempo, acá se banaliza en un contubernio de cuatro “iluminados”.
Nunca los vientos son favorables, cuando uno no sabe hacia dónde va, dice el refrán.
Aunque pocos hablen del tema, desde hace varias semanas nuestros senadores están debatiendo la ley del matrimonio homosexual, que tiene media sanción. Más allá de los muchos eufemismos con que el lobby gay da batalla publicitaria, y más allá del contrasentido de llamar “matrimonio”, a la unión entre dos personas del mismo sexo, lo cierto es que lo que se está debatiendo no es la “igualdad” de las personas. Obviamente las personas somos naturalmente iguales. Lo que se está debatiendo en este caso es un cambio fundamental en ciertas instituciones básicas, culturalmente muy arraigadas de nuestra sociedad.
Las minorías en nuestro país, acusan a los que piensan distinto rápidamente de discriminación. Es tan obvio afirmar que dos hombres son iguales, como obvio afirmar que no es lo mismo un heterosexual que un homosexual.
Las minorías en nuestro país, ejercitadas en las batallas de imponer por la fuerza, acusan de retrógrados a los que nos oponemos a ciertos cambios.
Ellos, los de la minoría militante, son “modernos”, y los que nos oponemos al cambio somos jurásicos. Y desde ese falso discurso de falso progresismo, suponen que todo lo “moderno” es mejor que lo jurásico.
No es aquí cuestión de cambios… sino de responsabilidad ante los cambios. La familia es una institución básica de toda sociedad. Por eso todas las sociedades la protegen con énfasis. Y si bien la familia tradicional ha ido cambiando con los tiempos, nadie hasta ahora ha cuestionado la importancia fundamental en los niños, de las figuras de la madre y del padre.
Es curioso, pero últimamente en estas tierras, embanderados en democracia, ha proliferado un neo iluminismo de minorías que suponen que sus necesidades, son más importantes que los derechos de la mayoría.
Y a la sombra de estas minorías iluminadas, se vislumbra un Estado falsamente “progre”, que impone arbitrariamente a toda la sociedad y sin más consenso que un acuerdo de bancadas, las “necesidades” o los “deseos” de unos pocos.
Claro que dos personas del mismo sexo pueden quererse y amarse y convivir juntos… quién dice lo contrario!, pero no nos confundamos, esa unión nunca será un matrimonio. Ni por decreto. La trampa es querer igualar lo que es distinto. No se puede. Todos tenemos genes masculinos o femeninos. No hay cromosomas homosexuales, ni hormonas homosexuales, ni morfologías cerebrales homosexuales, la identidad sexual no corresponde al campo de la salud, para la salud hay femenino y masculino. No dejemos que los sentimientos nos confundan la razón. Acá se discuten otras cosas, y las leyes no están para legislar sobre el amor ni sobre los sentimientos… de nadie.
Ahora, como el lobby homosexual está junto al grupo de los iluminados, resulta que ya la intocable figura de la madre, para un hijo, es algo de lo que se puede prescindir sin mucho debate. El amor que “Pepito” Cibrián siente por su pareja, repentinamente, está por encima del derecho de un niño a tener una mamá.
¡Por suerte Pepito Cibrián salió del ropero y nos mostró la luz!, e iluminó al 97% del mundo que pone reparos en el casamiento entre personas del mismo sexo y sus posibilidades de adoptar un hijo.
Rosa, la señora que llora su pena en la oficina, y su hijo Cristian se deben sentir unos reverendos idiotas. Igual que el psicólogo que realizó el informe por pedido de la jueza que atendió el divorcio. A Cristian le explicaron lo fundamental que será para su hija el estar con su madre en esta primera niñez. ¡¡Eso le pasa por no ser gay!!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Suenan "palmas" por el orto marica
que mariconamente sigue sangrando
Hemorrgias mariconas de los culos maricones de maricas que amiriconadamente siguen sangrando y la maricona sangre le corre por la maricotas "palmas"

Anónimo dijo...

Jua!! una sintética biografía del marica Sopenco!!
El marikomio presidencial necesita de los marikas para unos votikos...jua

capitan futuro dijo...

Un par de cosas: distinto no es desparejo, digo por esto de "igualar no que es distinto". Palmay yo somos recontra distintos, no solo en el pensamiento. Vivimos en provincias distintas, tenemos tonadas distintas, votamos distinto, tenemos esposas distintas (cuack) pero la ley, que nunca es inamovible, nos da los mismo derechos. Digo un judio o judioa no tiene impedimentos de casarse con un catolico o catolico, claro esta por el civil, de eso se trata. No se obliga en el texto de la nueva ley a las religiones o grupos morales a celebrar ceremosnias de uniones rituales. Es el estado el que interviene y modifica su ley para adecuarla a un status cou que generalmente viene pechando desde hace rato para cambiar la legslacion.

otra: "instituciones arraigadas de nuestra sociedad": aca en cordoba marcharon 7 mil personas a favor del matrimonio igualitario, no esan taaaaaaaaaam araigadas como se dice. A ver, una institucion por vieja no es arraigada, eso es dos mas dos, O visto de otra manera, hay instituciones arraigadas, a las que hay que cambiar de cuajo, como la bonaerense ¿O no? La justicia, a la que ustedes acusan de montonera, o corrupta comprada por el dinero montonero (cito textual) es una institucion arraigada ¿Que hacemos?

Anónimo dijo...

Futurama... tenés razón...la familia no está tan arraigada...debe tener unos... dos mil quinientos años... nada más!!