domingo, 7 de marzo de 2010

Fieles a sus "principios" - Sobre el Montogobierno

“La oposición es una mierda”

(Hebe Pastor… de Bonafini)


Esta semana, tras el duro revés del oficialismo en el Senado, la presidentA finalmente perdió los estribos. Dejó de lado las formas y el protocolo de estadista, y desde el micrófono de turno, mientras anunciaba obras en la cuenca de el Salado, despachó sus veinte minutos de ira. Que la oposición es un rejunte político, que la jueza tanto que falló como no esperaba es la pareja del juez fulano, que hay todo un clima desestabilizador para que ella no pueda gobernar, y así un rosario de reproches con el que pretendió excusar su derrota ante las instituciones democráticas.
Ah sí, porque nuestra raza de políticos es así… la palabra democracia les brota hasta por las orejas mientras las cosas les van viento en popa. Cuando las mayorías les sonríen, mientras los proyectos se imponen sin comas, y siempre y cuando las cosas sean como ellos dicen. Ahí la democracia es el mejor sistema de gobierno de la historia. La cosa se complica cuando el juego democrático se hace más balanceado. Cuando las fuerzas se equiparan. Cuando a las cosas los proyectos y los caprichos, hay que consensuarlos. Ahí la cosa se pone espesa, y las discusiones suben de tono y los reproches llegan hasta niveles de insospechada degradación.
Inversamente proporcional es el humor de los “campeones” de la democracia, cuando las políticas deben consensuarse democráticamente. Creer o reventar.
Pero… ¿es sólo en la política?. Espere que pienso. Sigo pensando. Estoy haciendo memoria. Mmmmm, no. A fuerza de ser sinceros, este tipo de caprichos no es sólo un dilema de nuestra clase política.
La intolerancia es un mal que nos golpea fuerte a los argentinos. Está todo bien, siempre y cuando el otro piense lo mismo que yo. La intolerancia nacional también es transversal, como el rejunte político que gobierna.
Ni Cristina ni su esposo, quienes nos gobiernan desde hace varios años, son venidos de Marte. No señor, son bien nuestros. Y nos guste o no, son en parte lo que cada uno de nosotros somos.
Y no estoy descubriendo América.
Las barbaridades que hemos escuchado decirse a los políticos y dirigentes de Gualeguay en el último mes por ejemplo, en cualquier otra sociedad sería inaceptable. Sin embargo por estos lares, es algo normal. Es algo de todos los días que un ex intendente vomite denuncias y epítetos sobre el actual, y que a su vez otro funcionario salga a contar barbaridades del que hizo las declaraciones.
En otras sociedades, sería un escándalo sin precedentes, que integrantes del mismo partido político se saquen los ojos en público y cuelguen en nuestras narices todos sus trapitos al sol. Pero acá es lo más normal del mundo. Y pasa en el peronismo (si es que existe) y pasa en el radicalismo (si es que vive). Y pasa en eso que ha inventado Macri (si es que es cierto) y pasa en las huestes desbocadas de Carrió (si es que no es un espejismo).
Puedo entender diferencias irreconciliables entre facciones antagónicas. Entre barras encontradas. Entre grupos enardecidos. Entre jóvenes caprichosos. Aunque no lo justifique, lo puedo entender. Lo que no puedo entender son las luchas descarnadas y enardecidas dentro de un mismo partido político. Esas cosas no las puedo entender.
Y en el medio estamos nosotros todos.
Si hacemos el ejercicio sencillo de creerles a nuestros políticos, una cuarta parte de las barbaridades que dicen de sus adversarios, y conste que digo solo la cuarta parte… pues entonces caeríamos en la conclusión de que todos debería estar presos.
La Argentina de las instituciones ha tocado fondo. Quizás porque en parte nosotros como sociedad hemos caído en picada y lo uno refleja lo otro. Los partidos políticos tradicionales se han desmembrado hasta el infinito. Tan solo mantienen, por conveniencia, una estructura que es cáscara, la que le permite en las formas acceder al poder. Pero no son más que eso.
Nuestra presidentA insiste en repetir hasta el hartazgo que la quieren destituir. Sabe que no es cierto, pero sabe bien por qué lo dice. Y cómo lo dice. Denunciar públicamente una conspiración es una buena manera de hacerse víctima. En cada acto, ante cada micrófono, la presidentA arremete con su discurso de sospechas. Nadie se salva de ese manto: Jueces, periodistas, empresarios, políticos, militares y un infinito listado de etcéteras. Según nuestra presidentA, la maquinaria para sacarla del gobierno está en marcha.
Con las mismas ganas, todo el arco opositor (cada vez más numeroso por cierto), se empeña en demostrar que están abocados a la ardua tarea de que el gobierno de Cristina culmine en tiempo y culmine en forma. Toda la oposición está convencida de que en el fondo, una eventual destitución de este gobierno sería la mejor salida… para el mismo gobierno. No son pocos los que creen que es la propia presidentA la que quiere agregar su nombre a la lista de “víctimas” de una conspiración de la derecha reaccionaria. Tal como están las cosas, la destitución sería una salida mucho más digna, que lo que le espera a este gobierno si se cumplen los tiempos institucionales.
No nos engañemos, a este gobierno la democracia le molesta. Y es entendible. En cada acto, en cada oportunidad, Cristina Fernández Wilheim de Kirchner, nos recuerda su militancia setentista. De hecho, en cada acto, por más fugaz que sea, cuidadosamente esmera el decorado para que se vean los pañuelos blancos en primera fila. Y aunque su “militancia” setentista sea poco comprobable, nuestra presidentA alardea su militancia setentista rodeándose de funcionarios que por entonces participaron en varias organizaciones terroristas. Y eso no es un dato menor, digo, que 30 años después, nos recuerde en cada acto de gobierno el lugar de dónde viene. El periodista Rolando Hanglin escribió hace unas semanas: “cuando éramos fervorosos militantes de izquierda, nunca nos interesaron los Derechos Humanos. Eran prejuicios burgueses. Eran principios que debíamos violar uno por uno, si pretendíamos realizar una verdadera revolución social con paredón, fusilados y eliminados. Aspirábamos a ser combatientes, no ciudadanos correctos de la democracia burguesa. La democracia nos parecía una estafa y un vil negocio de "marketing". ¿Cómo fue que los guerrilleros implacables se convirtieron en devotos de los derechos humanos? Eso no lo sé. Los derechos humanos eran propaganda yanqui, como lo demostraron sus grandes impulsores, Jimmy Carter y Patricia Derian, cuando hacían tambalear a los generales del proceso argentino. En mis tiempos, los DDHH no tenían nada que ver con la izquierda: eran una bandera del enemigo burgués. No comprendo cómo se operó la mutación que estamos presenciando.”
Hanglin da en la tecla, Cristina y marido vienen políticamente de una militancia “revolucionaria” que detesta la "democracia burguesa". Y detestar la democracia burguesa es en definitiva detestar las formas de la democracia. Esas “formas oligárquicas” no son dignas de un revolucionario.
Los Montoneros creyeron que el poder estaba en la boca de un fusil. Y así militaron desde 1.970. A los tiros y por la espalda. Nacieron en la intolerancia. Comprendamos eso. Porque ahora están en el gobierno reivindicando su militancia.
Y la democracia, que es tolerancia, aunque no lo digan… les jode.


Horacio R. Palma

3 comentarios:

Anónimo dijo...

LA CAJA DE PANDORA

Prometeo decidió robar las semillas de Helios a los dioses y entregárselas a los hombres para que pudieran comer y realizar otras tareas culinarias.

Zeus se enfureció y ordenó la creación de una mujer que fue llenada de virtudes por diferentes dioses. Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Atenea le dio su ceñidor y la engalanó. Las Gracias y la Persuasión le dieron collares, las Horas le pusieron una corona de flores y Hermes puso en su pecho mentiras, palabras seductoras y un carácter voluble.

Prometeo advirtió a Epimeteo no aceptar ningún regalo de los dioses, pero Epimeteo no escuchó a su hermano y aceptó a Pandora, enamorándose de ella y finalmente tomándola como esposa.

Hasta entonces, la humanidad había vivido una vida totalmente armoniosa en el mundo, pero Pandora abrió el ánfora que contenía todos los males (la expresión «caja de Pandora» en lugar de jarra o ánfora es una deformación renacentista) liberando a todas las desgracias humanas (la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etc). Pandora cerró el ánfora justo antes de que la esperanza saliera.

En la República Argentina alguien abrió la ‘Caja de Pandora’ y nos llegaron todos los males, la esperanza quedó en el fondo –encerrada-. Me pregunto: ¿será capaz de cerrar la ‘Caja de Pandora’ el que la abrió y encerra nuevamente los males que nos azotan? O ¿será el Congreso de la Nación quién rescatará del fondo y dejará salir a la ‘esperanza’, para que podamos festejar un Bicentenario en paz, esperanza de un mundo mejor y que entre TODOS encerremos nuevamente los males?

Alguien debe hacerse cargo de la tarea.

Anónimo dijo...

Palma, seguí - sangrando - por - la - herida - del - orto !!!

Anónimo dijo...

Orto Sangrante:

Creo que vos te escapaste de la Caja de Pandora... en cualquier momento... ADENTROO!