Este culebrón no empezó el 1° de marzo con la Presidenta en el Congreso confundiendo al país con historias de DNU, que permitirían honrar nuestras deudas y, de paso, las de la pareja presidencial. Gente a la que le gusta tanto gastar como acumular, pero para sí. La triunfalista monserga ?con toques marciales- que acompañó los anuncios no se privó de emanar ese acíbar paranoico que suele impregnar los discursos de la Señora. Y que aplica a aquellos que no son sus iguales (poquitos). Acíbar del que también están exentos los que pertenecen a la nobleza, a Estados importantes, a la farándula o son revolucionarios "fashion" que destruyen sus países con la misma aplicación que nuestra pareja reinante.
Volviendo a lo nuestro, los denuestos (valga la rima) comenzaron esta vez el 26 de febrero y por CNN en Español. Los dardos que habitualmente destina a Magnetto fueron a parar al presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Entrevistada por Aristegui, la encargada de grandes reportajes de la CNN, la presidenta argentina desplegó un primaveral y amplio vestido floreado de fondo blanco que acompañaba con su inevitable cinturón ancho (otras veces, como el día DNU, suele llevar una cincha muy apretada). Atuendo que presumiblemente terminaba (porque la pantalla no lo mostró) en un par de zapatos forrados en una tela igual a el vestido. (Cristina, como Imelda Marcos y Evita, es famosa por sus 800 pares de zapatos). Una persona más popular ya hubiera impuesto el "look Divito", que en la Argentina no cuesta mucho. Un maquillaje perfecto en tonos oscuros pero cuyo peso equivalía a una tonelada y que bien podría haber sido capaz de sobrevivir a varios terremotos escondía su molesta Rosácea. No digo nada del Rolex de oro ni de (algunas) de sus carteras Hermes porque no se vieron. Pero estar, estaban. Son su fetiche como el sombrero de vaquero cuando supone que está de sport.
Enfrentada a Aristegui, una mujer menuda cuyo máximo lujo son vaqueros con mocasines. Un look tirando a George Sand a cuyo lado Cristina Fernández parecía la protagonista de la nueva telenovela que emite Telefé, "India" (de la India, no de los pueblos originarios). Un Bolliwood puro con toques brasileros. ¿Qué más se puede pedir?
Era de suponer que sus cuestionamientos a Obama versarían sobre temas tan candentes como Guantánamo, Afganistán, etc. Su enojo, pese al pretexto de que no habría tomado en cuenta a la "región", era haber abandonado a Zelaya y a su sombrero a su suerte, al no haberse jugado en contra del golpe de Honduras.
Todo golpe de Estado es repudiable, pero son tanto más repudiables los que se quieren eternizar en el cargo. Una costumbre bien de la "región". Aquí el que agarra el sillón no lo suelta ni que lo maten. Zelaya ?que no es del rubro Bachelet- entra en esta categoría igual que el matrimonio presidencial. Su preocupación es justa -imaginan porque proyectan sus paranoias- que les puede pasar a ellos. No se los deseo, imagino lo que debe ser un exilio con Diana Conti cerca (ha dicho que sin los K se muere). Peor que la tortura.
Latinoamérica no está enojada con Obama salvo el grupo que se autodefine como revolucionario, y cuyos integrantes no son otra cosa que embriones de las mismas tiranías de siempre, pero a quienes un triunfo de Obama dejaría sin discurso.
Pese a todo, logró que Hillary pasara a visitarla y omitiera el desaire que le hizo a Valenzuela simplemente por decir la verdad. Y más todavía, logró que Clinton le escuchara la cháchara de sus intransigentes reclamos sobre Malvinas. Cristina en vez de indigestarse con Laclau debería leer historia inglesa y un poco de Clausewitz. Tal vez así comprendería mejor a los detestados invasores y sabría cómo tratarlos. Al mismo tiempo que entendería que una guerra que se pierde no admite reclamos. Hay que hacer muchos méritos para volver a ganar el derecho a una discusión. El mundo no es faccioso como la Argentina y su "región". La explicación de que las actividades bélicas no las inició el matrimonio poco le importa a Gordon Brown. Lo mismo que si Galtieri era un asesino o no. La guerra la comenzó la Argentina y la perdió Argentina, con eso les basta.
El más penoso error que cometió la señora de Kirchner durante la entrevista fue omitir mencionar la muerte del disidente cubano Orlando Zapata, ocurrida el 23 de febrero. Antes se había ufanado de no haber asistido a la investidura de Obama por estar de visita en Cuba, cuya foto trucada con el achacado Fidel supo dar la vuelta al mundo.
Ni una palabra de condena tuvo para los hermanitos Castro que, igual que Margaret Thatcher hizo en su época con un preso del IRA, dejaron a un huelguista morir de hambre. Aunque según publicó en el diario El País la prestigiosa y respetada bloguera cubana Yoani Sanchez, su muerte ocurrió luego de que sus carceleros lo enterraran vivo en un calabozo con la cabeza afuera.
De Cristina presidenta se ha dicho mucho y la mayoría, cierto. Agotadoramente autorreferente, enojada hasta el resentimiento, anclada en un pasado violento del que siempre quedan dudas si lo padeció o no, intelectual frustrada, más cerca del populismo de un Laclau (como bien explica Beatriz Sarlo ) que del socialismo de un Norberto Bobbio, es un tipo de personalidad que la psicología americana llama "falso self" (falso yo). Dicho más simplemente, es creer y actuar en la convicción que uno es alguien que no es. Un convencimiento que explica los innumerables errores y disparates que salen de su boca.
De este convencimiento quizá lo más preocupante sea su reivindicación permanente de la democracia y sus instituciones. Y a ella no solo le molesta la democracia sino que la ignora en la práctica aunque la declame. Nada más claro que su actitud con Cuba que, al decir de la escritora Rosa Montero, "ya se han acabado las excusas: justificar o disculpar hoy el castrismo es como justificar o disculpar el fascismo. Una indecencia." ¿No iría siendo hora que Cristina se saque la careta y deje de agredir?
Volviendo a lo nuestro, los denuestos (valga la rima) comenzaron esta vez el 26 de febrero y por CNN en Español. Los dardos que habitualmente destina a Magnetto fueron a parar al presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Entrevistada por Aristegui, la encargada de grandes reportajes de la CNN, la presidenta argentina desplegó un primaveral y amplio vestido floreado de fondo blanco que acompañaba con su inevitable cinturón ancho (otras veces, como el día DNU, suele llevar una cincha muy apretada). Atuendo que presumiblemente terminaba (porque la pantalla no lo mostró) en un par de zapatos forrados en una tela igual a el vestido. (Cristina, como Imelda Marcos y Evita, es famosa por sus 800 pares de zapatos). Una persona más popular ya hubiera impuesto el "look Divito", que en la Argentina no cuesta mucho. Un maquillaje perfecto en tonos oscuros pero cuyo peso equivalía a una tonelada y que bien podría haber sido capaz de sobrevivir a varios terremotos escondía su molesta Rosácea. No digo nada del Rolex de oro ni de (algunas) de sus carteras Hermes porque no se vieron. Pero estar, estaban. Son su fetiche como el sombrero de vaquero cuando supone que está de sport.
Enfrentada a Aristegui, una mujer menuda cuyo máximo lujo son vaqueros con mocasines. Un look tirando a George Sand a cuyo lado Cristina Fernández parecía la protagonista de la nueva telenovela que emite Telefé, "India" (de la India, no de los pueblos originarios). Un Bolliwood puro con toques brasileros. ¿Qué más se puede pedir?
Era de suponer que sus cuestionamientos a Obama versarían sobre temas tan candentes como Guantánamo, Afganistán, etc. Su enojo, pese al pretexto de que no habría tomado en cuenta a la "región", era haber abandonado a Zelaya y a su sombrero a su suerte, al no haberse jugado en contra del golpe de Honduras.
Todo golpe de Estado es repudiable, pero son tanto más repudiables los que se quieren eternizar en el cargo. Una costumbre bien de la "región". Aquí el que agarra el sillón no lo suelta ni que lo maten. Zelaya ?que no es del rubro Bachelet- entra en esta categoría igual que el matrimonio presidencial. Su preocupación es justa -imaginan porque proyectan sus paranoias- que les puede pasar a ellos. No se los deseo, imagino lo que debe ser un exilio con Diana Conti cerca (ha dicho que sin los K se muere). Peor que la tortura.
Latinoamérica no está enojada con Obama salvo el grupo que se autodefine como revolucionario, y cuyos integrantes no son otra cosa que embriones de las mismas tiranías de siempre, pero a quienes un triunfo de Obama dejaría sin discurso.
Pese a todo, logró que Hillary pasara a visitarla y omitiera el desaire que le hizo a Valenzuela simplemente por decir la verdad. Y más todavía, logró que Clinton le escuchara la cháchara de sus intransigentes reclamos sobre Malvinas. Cristina en vez de indigestarse con Laclau debería leer historia inglesa y un poco de Clausewitz. Tal vez así comprendería mejor a los detestados invasores y sabría cómo tratarlos. Al mismo tiempo que entendería que una guerra que se pierde no admite reclamos. Hay que hacer muchos méritos para volver a ganar el derecho a una discusión. El mundo no es faccioso como la Argentina y su "región". La explicación de que las actividades bélicas no las inició el matrimonio poco le importa a Gordon Brown. Lo mismo que si Galtieri era un asesino o no. La guerra la comenzó la Argentina y la perdió Argentina, con eso les basta.
El más penoso error que cometió la señora de Kirchner durante la entrevista fue omitir mencionar la muerte del disidente cubano Orlando Zapata, ocurrida el 23 de febrero. Antes se había ufanado de no haber asistido a la investidura de Obama por estar de visita en Cuba, cuya foto trucada con el achacado Fidel supo dar la vuelta al mundo.
Ni una palabra de condena tuvo para los hermanitos Castro que, igual que Margaret Thatcher hizo en su época con un preso del IRA, dejaron a un huelguista morir de hambre. Aunque según publicó en el diario El País la prestigiosa y respetada bloguera cubana Yoani Sanchez, su muerte ocurrió luego de que sus carceleros lo enterraran vivo en un calabozo con la cabeza afuera.
De Cristina presidenta se ha dicho mucho y la mayoría, cierto. Agotadoramente autorreferente, enojada hasta el resentimiento, anclada en un pasado violento del que siempre quedan dudas si lo padeció o no, intelectual frustrada, más cerca del populismo de un Laclau (como bien explica Beatriz Sarlo ) que del socialismo de un Norberto Bobbio, es un tipo de personalidad que la psicología americana llama "falso self" (falso yo). Dicho más simplemente, es creer y actuar en la convicción que uno es alguien que no es. Un convencimiento que explica los innumerables errores y disparates que salen de su boca.
De este convencimiento quizá lo más preocupante sea su reivindicación permanente de la democracia y sus instituciones. Y a ella no solo le molesta la democracia sino que la ignora en la práctica aunque la declame. Nada más claro que su actitud con Cuba que, al decir de la escritora Rosa Montero, "ya se han acabado las excusas: justificar o disculpar hoy el castrismo es como justificar o disculpar el fascismo. Una indecencia." ¿No iría siendo hora que Cristina se saque la careta y deje de agredir?
1 comentario:
CRISTINA... ¿PORQUE NO TE CALLAS?
Ya no se me ocurre ningún otro comentario, ante semejante pelotuda.
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